sábado, 29 de diciembre de 2012

Editorial: 2012, el año que vivimos publicando



Si existe algún lector habitual de Ciencia Ficción Perú, habrá notado un cierto "bajón" en la redacción de contenidos, ya se trate de editoriales, reseñas o ficciones.
No negaré que gran parte del tiempo lo he pasado en la última novedad de la internet, como son las redes sociales (Facebook, Twitter y alguna que otra por ahí...), que es como alimentar sendas páginas web... En todo caso, espero haber aportado algo de interés en dichas redes.
Pero, cuando menos, si les interesará mi experiencia como escritor. En todo caso, quisiera compartirla. Mi experiencia del año 2012 y, espero, mis experiencias del futuro.
El año 2012 inició con la inclusión de mi cuento El primer peruano en el espacio en la antología The Apex Book of World SF 2, a cargo del escritor norteamericano Lavie Tidhar (gracias por la traducción, entrañable José B. Adolph, donde quiera que estés).


La racha de publicaciones apenas iniciaba. Yo mismo empecé la aventura de autoeditarme en formato e-book (no se si llegará a pegar eso de libro electrónico), poniendo a disposición del público algunos cuentos de mi autoría en los formatos ePub y PDF... aventura que pienso continuar.


 Germán Atoche, con su novísima editorial Edita el gato descalzo,  tuvo a bien publicar, en ese mismo formato, el cuento Clase de historia.


Mientras que Informe de inteligencia,  formó parte de la antología Somos libres: antología de literatura fantástica y de ciencia ficción peruana, también en Edita el gato descalzo.




Pero en lo que a publicaciones se refiere, noviembre fue un mes explosivo: mi cuento El agua fue incluido dentro de los Cuentos para sobrevivir al fin del mundo que publicó Azul Editores, editorial a cargo de Melissa Patiño y Piero Montaldo.


Y un artículo comentando la antología en torno a la literatura de vampiros, Los que moran en las sombras, fue publicado en la novísima  Umbral, revista de literatura fantástica dirigida por Sheila Rodríguez.


El cierre del 2012 no podría ser mejor. Desde Argentina, Sergio Gaut vel Hartman comunicó la publicación de Tricentenario, una antología de relatos de autores latinoamericanos con una temática común: la conmemoración de la independencia americana, en el aún futuro año 2121 (eso, para el caso de nuestro Perú, cuya independencia fue la que cerró el ciclo de guerras de emancipación en esta parte del mundo). Dicha antología corrió a cargo de Ediciones desde la gente, y espero poder contar con un ejemplar a la brevedad posible.


Y, el último pero no el menos, mi cuento El arca,  publicado nada menos que en el recientísimo primer número de la revista Altazor, en su dossier de cuentos sobre el Apocalipsis.



Y por si fuera poco... El ínclito Isaac Robles se inició en la labor de editor, alumbrando la revista virtual Agujero Negro que, desde sus inicios en el mes de julio de 2012, lleva ya cuatro ediciones virtuales, en las cuales, generosamente, se me permite colaborar con alguna que otra reseña de esas que suelo perpetrar.

Lo que, en resumidas cuentas, lleva a cerrar un año redondo en publicaciones, que espero continuar en el siguiente año 2013. Pero nada de eso habría sido posible sin el apoyo de terceros, lo cual es justo y necesario reconocer y agradecer, así como a los amables y sufridos lectores.
A quienes me dieron la oportunidad de publicar, en formato físico o virtual, GRACIAS.
A quienes se tomaron la molestia de leerme, GRACIAS.
A quienes disfrutaron lo que leyeron, GRACIAS.

Y a quienes en el futuro me den la oportunidad de publicar, se tomen la molestia de leerme, disfruten lo que lean... y PAGUEN por ello...

¡¡¡GRACIAS!!!

Daniel Salvo





jueves, 27 de diciembre de 2012

En la estación Basilisco (David Weber)




Toda novela tiene su público. Y, para el caso de En la estación Basilisco, debo aceptar que no soy público para este tipo de novelas. No es que tenga nada contra la ciencia ficción militarista, como que me encanta Tropas del espacio de Heinlein, pero esta novela me causó más sopor que otra cosa.
La ambientación no podría ser más insinuante: en el futuro, el Imperio humano, expandido por la galaxia, se ha dividido y subdividido en imperios, reinos, capitanías... Resulta necesario mantener el orden, por lo que no podemos prescindir del elemento militar, incluso en el  futuro lejano. Y la vida militar, como ya se sabe, puede ser una interesante fuente de acción, aventuras y heroísmo.
Pero la presente novela parece haber optado por otro elemento de la vida militar que no siempre es tan evidente: su omnipresente burocratismo. Vamos, que por si no lo sabían, hay que pedir permiso hasta para estornudar, y siempre teniendo presente aquello de las jerarquías. Y vaya que fastidia bastante pasar un capítulo tras percibiendo que los pobres personajes no pueden dejar el "si señor/no señor" ni cuando acuden al servicio higiénico. Al menos, en los pocos capítulos que pude llegar a leer completos, pude notar que dos tercios de la narración se van en reflejar esa atmósfera, en la cual los problemas y tensiones que suscita la competencia al interior de una institución tan jerarquizada como las fuerzas armadas de cualquier índole dejan en segundo plano lo referente a combates entre naves estelares, acciones heróicas, descripción de tecnologías avanzadas, etc.
En suma, lo que he podido leer trata más acerca de las vicisitudes y penurias de la protagonista al enfrentarse a sus superiores jerárquicos y a los sempiternos subordinados rebeldes, quienes obviamente no están dispuestos a dejarla hacer su trabajo tranquilamente, lo que convierte a En la estación Basilisco en una suerte de telenovela o culebrón ambientada en el espacio.Por lo que a mí respecta, bien podría haberse ambientado en cualquier barco de cualquier armada de cualquier país y en cualquier época.
Un detalle a destacar: a falta de loro, la protagonista lleva en el hombro a una criatura extraterrestre de seis extremidades. Como que ahí queda el elemento "cienciaficcionario".

Daniel Salvo

jueves, 20 de diciembre de 2012

Terra Nova - Antología de ciencia ficción contemporánea en e-book


Gracias a Sportula, el sello editorial a cargo del escritor Rodolfo Martínez , he podido agenciarme de esta antología, de reciente publicación. Y lo más interesante de todo, que es el primer libro electrónico (o e-book) que he adquirido comercialmente (si bien he leído otros en dicho formato, eran de descarga gratuita o libre de DRM). Y dado que la editorial es muy consciente del hecho de que un libro electrónico no puede tener el mismo costo que uno impreso en papel, el precio de la descarga ha sido casi simbólico (al cambio en moneda peruana, me costó 10 soles. Bueno, le costaron a un amigo que tiene tarjeta de crédito (que, ni modo, tendré que gestionar si quiero seguir en el mundo virtual).
La adquisición virtual puede hacerse desde el portal de la editorial Sportula, o desde el no menos fabuloso sitio Smashwords (si no está afiliado... ¿qué está esperando?), que ofrece el libro en todos los formatos de lectura electrónica disponibles (MOBI, EPUB, TXT, HTML, JAVASCRIPT, DOC, PDF, Palm doc...), al mismo precio.
Nada, que ya estoy disfrutando de este libro electrónico, tanto por su contenido como por su formato. Felicitaciones a Sportula.

Daniel Salvo

jueves, 6 de diciembre de 2012

Hacia la Fundación (Isaac Asimov)


Publicada tras la muerte de Isaac Asimov, Hacia la Fundación pretende ser un cierre entre la primera precuela, Preludio a la Fundación, y el ciclo de las Fundaciones que todos conocemos (Fundación, Fundación e Imperio, Segunda Fundación). 
Siendo otra precuela a las Fundaciones, esta novela se diferencia con mucho de la anterior, mucho más rica en cuanto a la descripción socioeconómica de Trántor, en cuanto planeta capital del Imperio Galáctico, ignorante de su inminente decadencia. Hacia la Fundación está escrita en un estilo muy similar a la de las Fundaciones originales: los capítulos que componen el libro representan sendos episodios de la biografía de Hari Seldon, ocurridos en períodos de diez años. Así, somos testigos de los logros obtenidos por Hari Seldon en su madurez - ¡nada menos que Primer Ministro del Imperio! - y su decidida intervención contra un grupo de conspiradores.
Se evidencia un deseo de Asimov de recurrir a elementos algo conservadores, como puede serlo la "familia" de Seldon (a pesar de estar compuesta por un hijo adoptivo y una mujer de orígenes desconocidos, se comportan como si fueran parte de una sitcom de los años cincuenta). Y qué decir de Seldon-abuelito, con chochera y todo...
Entran a tallar otros elementos de la sociedad trantoriana, ciega ante los cada vez más evidentes signos del deterioro del Imperio. Los militares, los intelectuales y la plutocracia, que como se sabe, jugarán un papel clave en la implementación de las Fundaciones.
De otro lado, aparecen y desaparecen otros personajes, ya directamente vinculados con la actividad principal a la que Hari Seldon ha dedicado su existencia, esto es, la psicohistoria. Otros matemáticos se incorporarán a su proyecto, además de otros personajes dotados de habilidades más que singulares, verdadero germen del futuro.
Es con la aparición de estos personajes que se pierde mucho de lo que se denomina suspensión de la incredulidad. De un lado, por que nos "recuerdan" lo que va a ocurrir en el futuro (a quienes ya hemos leído el ciclo original de las Fundaciones). De otro, hay un abuso del deus ex machina, de apariciones y desapariciones tan oportunas que resultan difíciles de creer, y que alteran de manera bastante significativa la visión original que tenía Asimov tanto de la Fundación establecida en Términus como de la Segunda Fundación... Algo así como la relación entre "la Fuerza" y las "midiclorias" en el universo de Star Wars. Así de decepcionante es.
Con todo, la novela se deja leer, aunque no parece ser tan imprescindible como pareció creerlo Asimov (o sus editores). En todo caso, el ciclo de la Fundación se complementa con más detalle, y no desmerece en nada al estilo al que nos tiene habituados el Buen Doctor, lo que no es poco.

Daniel Salvo

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Preludio a la Fundación (Isaac Asimov)



Estamos ante una novela "con historia", que quizá sea ya conocida de todos. Resulta que Isaac Asimov, teniendo ya escrita y publicada la trilogía original de la Fundación (Fundación, Fundación e Imperio, Segunda Fundación) antes de 1950, decidió publicar nuevas novelas en torno al tema en... la década de los ochenta. Tenemos así Los límites de la Fundación (1982) y Fundación y Tierra (1986), además de otras novelas.
Por supuesto, mucha agua ha corrido desde los años cincuenta hasta los ochenta, y más agua hasta nuestros días. Muchos de los límites a los que un autor de ciencia ficción debía someterse a mediados del siglo pasado habían caído, y eso se nota en cierto intento de puesta al día en el tratamiento de ciertos temas, como el de la discriminación racial o la apertura en las costumbres sexuales, que ni por asomo figuraban en las narraciones originales de la Fundación.
También es de apreciar cómo Asimov gira también hacia la práctia editorial del best seller. Dadas las espectativas que casi todos los aficionados a la ciencia ficción podríamos tener en torno a su obra, un "nuevo" Asimov era un bolo fijo para que la editorial del caso hiciera un negocio redondo, y no me refiero tan solo al mercado anglosajón. Basta ver nuestras librerías para notar que, en caso de tener una sección dedicada a la ciencia ficción, las novelas y cuentos de Isaac Asimov ocupan un lugar destacado, cuando no el único.
Y desde la perspectiva de un mercado editorial dominado por la fantasía y los vampiros, en lo que a mi respecta, es de agradecer que Isaac Asimov se haya convertido, sin quererlo, en el adalid de la ciencia ficción que aún puede ser reconocida como tal. En sus novelas están los viajes espaciales, los robots, los adelantos científicos y ese sentido de la maravilla, tan caro al género, que no siempre se encuentra en otros autores.
Poniéndome en plan crítico, diría que la prosa de Asimov no es como para postularlo a un premio Nobel póstumo. Pero ni falta que hace: desde la posición de un eterno adolescente fascinado con el universo y sus posibilidades, como lector, sigo disfrutando de las propuestas y soluciones del "buen Doctor" a sus propias interrogantes respecto a ese mismo universo. Racionalista a carta cabal, Asimov no deja de hacerlo notar en sus historias, y creo que eso es de agradecer, en este mundo pretenciosamente posmoderno que postula, como la mejor respuesta a todo, la indiferencia o la apatía. Asimov vivía fascinado con el conocimiento, y eso es evidente en sus ficciones. Lo mismo ocurre en Preludio a la Fundación.
Si bien es algo que no agradó mucho a un gran número de lectores, Asimov ideó esta novela con el propósito de "arrancar" con ella todo el ciclo de las Fundaciones. El protagonista principal es un Hari Seldon jovencísimo, un matemático del minúsculo y "primitivo" planeta Helicón que ha acudido a Trántor en búsqueda de conocimientos: ha barruntado la idea de la psicohistoria, pero es consciente de sus limitaciones como mero matemático, y acude a Trántor, el centro del imperio galáctico, para añadir a sus conocimientos abstractos lo que podríamos llamar la perspectiva histórica, es decir, el auténtico devenir del comportamiento humano. Para ello, contará con la ayuda de Dors Venabili, una historiadora que oculta más de un secreto.
Este planteamiento, simplificado, hace eco de la crítica a la separación entre "científicos" y "humanistas" que en 1959 hiciera el británico C. P. Snow en su conferencia "Las dos culturas":

Un buen número de veces he estado presente en reuniones de personas que, por las normas de la cultura tradicional, se creen muy educadas y que con mucho gusto han expresado su incredulidad por el analfabetismo de los científicos. Una o dos veces me han provocado y he pedido a los interlocutores cuántos de ellos podrían describir la Segunda Ley de la Termodinámica, la ley de entropía. La respuesta fue fría y negativa. Sin embargo, yo estaba pidiendo algo que para los científicos sería equivalente a preguntar: «¿Has leído una obra de Shakespeare?».
Ahora creo que si yo hubiera hecho una pregunta aún más simple como ¿Qué entiende usted por masa, o aceleración, que es el equivalente científico de decir «¿Puedes leer?» no más de uno de cada diez habrían sentido que yo estaba hablando el mismo idioma. Por lo tanto, mientras el gran edificio de la física moderna crece, la mayoría de la gente inteligente en Occidente tiene el mismo conocimiento científico que habría tenido su antepasado del neolítico. (C. P. Snow, "Las dos culturas")



En Preludio a la Fundación, este problema se resuelve tanto por el reconocimiento por parte de Seldon de su falta de contacto con la historia, como por la colaboración que le presta la historiadora Dors Venabili. Así pues, tenemos a Asimov en su estado puro, pontificando en torno a los beneficios de la colaboración entre los representantes del conocimiento, los eruditos, como se les denomina en alguna parte de la novela.
Como no podía faltar la intriga, tanto el emperador Cleón I como su consejero, el omnipresente Eto Demerzel, se han fijado en las actividades de Seldon y el posible impacto de sus descubrimientos en la política imperial, por lo que iniciarán una persecución en búsqueda del joven matemático, quien demostrará que no solo sabe utilizar la cabeza, sino también los puños (y los cuchillos), siendo este uno de los aspectos más flojos de la historia, a mi parecer, una excesiva concesión a las exigencias editoriales que convierten a Hari Seldon en una especie de héroe de acción... En fin, un Seldon para todos los gustos. Y no diré nada de las escenas románticas, inevitables pero olvidables.
Vuelto a sus fueros, Asimov narra con brío el periplo de Seldon durante la persecución de la que es objeto, que le (nos) permite conocer en detalle el funcionamiento del planeta Trántor, sus fuentes de energía y alimentación y las peculiares idiosincracias de sus habitantes. Trántor no tiene una, sino varias culturas, lo cual se convierte en uno de los vectores que orientarán los posteriores desarrollos que efectuará Seldon en torno a la psicohistoria.
Resulta por demás curioso como el resto del universo asimoviano - los robots, personajes como R. Daneel Olivaw o Elijah Bailey, los planetas Aurora o la misma Tierra - retorna en esta novela, aunque a veces como meras leyendas o ejemplos de comportamientos absurdos para la mentalidad del "presente" en el que se desarrollan la acción.
En suma, estamos pues ante un digno preludio, acaso más largo que la pieza principal, pero igual de disfrutable.

Daniel Salvo


sábado, 10 de noviembre de 2012

Cuentos para sobrevivir al fin del mundo


SE PRESENTARÁ EL MIÉRCOLES 14 DE NOVIEMBRE DE 2012
EN "LA NOCHE" DE BARRANCO, A LAS 7:00 PM

"Invasiones extraterrestres, desastres nucleares, guerras mundiales, profetas y profecías; amor, muerte y esperanza; mujeres incrédulas, niños con armas y zombis vírgenes; humanos y no humanos, son los protagonistas de estas historias.


Nadie sabe el día ni la hora del final, pero será mejor que te encuentre preparado.


Agárrate bien del libro, porque el fin del mundo ya llega y aquí tienes diecisiete cuentos para sobrevivirlo."



martes, 6 de noviembre de 2012

El primer peruano en el espacio, publicado en la antología "The Apex Book of World SF 2"


 "The First Peruvian in Space," by Daniel Salvo, is by far one of the most powerful and astonishing ironic turns I have ever read in a story, and it accomplishes this by developing our expectations about colonialism and racism before turning us on our ears. 

Ben Godby, Strange Horizons

***


I have many, and obvious, reasons to enjoy Daniel Salvo’s “The First Peruvian in Space”:
Anatolio Pomahuanca had reason enough to hate whites. Hundreds of years ago they had invaded and conquered his world and reduced his forebears to the sad condition of serfs or second-class citizens. There were historic changes like independence wars, rebellions and revolutions. But, be it as it may, whites were still those who ruled and decided everything in Peru and throughout the rest of the world.
[...]
The captain belonged to the worst: those who believed there was already a harmonic conviviality between whites and natives as a result of centuries of history that had erased past wounds.
The plot twist weakens rather than strengthens, though I suppose without it the story would’ve been too obvious. 
Acrackedmoon,   Requires only that you hate

viernes, 7 de septiembre de 2012

Editorial: La muerte de Armstrong


La muerte de Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la luna, ha coincidido con la reciente adquisicíón de esta novela, Espacio deshabitado, en una librería limeña, a precio de saldo, lo que es de agradecer para mi trajinado bolsillo. De otro modo, no creo haber podido solventar los 21 euros de su precio original. Ya he perdido la cuenta de cuántas veces me he dicho a mí mismo "este es el último libro que voy a comprar en la vida, ahora voy a ahorrar..." En todo caso, el espacio se me está acabando...

¿Por qué hablar de un libro que aún no he leido, que además, no cuenta precisamente con los mejores auspicios, a juzgar por ciertas reseñas del mismo? Pues por la premisa de la cual parte:

La mañana siguiente al funeral de Neil Armstrong, un cohete fantasma del Saturno V despega desde Cabo Cañaveral.

Y por lo que he podido adelantar, la novela va, entre otros temas, acerca de una época en la cual la exploración espacial está prácticamente detenida, una época en la cual el máximo destino al que puede aspirar un astronauta es darle mantenimiento a la Estación Espacial. Y eso es todo cuanto sé de la trama, que espero desentrañar pronto.

Curioso haberme topado con esta novela al poco tiempo de morir Neil Armstrong. Y más que curioso observar en la realidad, que su muerte también ha dado lugar a la aparición de "fantasmas", o peor aún, a ciertos mitos que dicen mucho de la pobreza mental de nuestro siglo XXI: no tardaron en aparecer, en facebook y otras redes sociales, textos y mensajes tildando a Armstrong de farsante, de mentiroso, supuestamente por haber participado en la "conspiración" urdida por el gobierno norteamericano para engañar al resto de la humanidad y hacernos creer que, efectivamente, el hombre llegó a la luna en 1969.

Los comentarios más suaves ponían cosas como "se llevó su secreto a la tumba", "sólo el sabe lo que realmente ocurrió" hasta "no hay nada que lamentar, ha muerto un mentiroso" y otros así de atroces. Y si bien mi reacción inicial fue, de alguna manera, poner en claro lo absurdo de las teorías conspiranoicas (las cuales, considero, se originan en un profundo complejo de inferioridad que hace a ciertas personas incapaces de reconocer los logros de otros, cuando no de la simple ignorancia), la tarea resultó tan agotadora como inútil. Para un sector (espero minoritario) de la población humana, el viaje a la luna fue un fraude, lo cual se ha "demostrado" gracias a ... un archivo ejecutado en Powerpoint.

En fin, sólo queda decir: descansa en paz, Neil Armstrong. Y disculpa nuestra ignorancia, envidia y temor. Al menos, ya no pueden alcanzarte.

Daniel Salvo







jueves, 30 de agosto de 2012

Ramón, Doctor Corazón (Luis J. Torres)


Ramón, Doctor Corazón

Luis J. Torres


Otra vez, maldito teléfono. Sí, aló, sí, bien. Es tarde, ¿lo sabía? Hábleme despacio, ya, mire, ya fui a su casa anteayer, es tarde, amigo, tranquilo, no se desespere, no pienso ir, ya, es de madrugada, no me suba la voz, ¿cuánto? Ummm, bien, y me paga el taxi, llegaré en cuarenta minutos.

Malditas tarjetas y anuncios virtuales, maldito teléfono, maldita madrugada, maldito cliente.

Cada día que pasa me pagan más estos idiotas y sé que si sigo así, tal vez le agarre gusto a esta profesión que alguna vez pensé ocasional. El taxista me habla y habla, pone su música vulgar, simple, llorona. Las oscuras y sucias calles, llenas de putas, travestis, drogadictos, lacras y demás. Unos niños juegan en la calle pateando ratas muertas. Las luces de neón le dan un aspecto aún más feo a esta irrealidad nocturna de ojos hinchados y mirada vidriosa. Maldita noche.

Otro cliente me llama, éste sólo quiere preguntarme algo, sé que es cruel tratar mal a estos idiotas depresivos, pero lo mando al diablo y le recuerdo que yo camino y escucho por dinero. Mierda, me siento un maldito, pero qué chucha, bastardos llorones.

Un edificio enorme, cubierto de lunas rojizas y árboles tropicales en su base, un armatoste para niños ricos y viejos coqueros. Me dejan pasar, subo los setenticinco pisos, el ascensor silencioso, una puerta con adornos célticos de bronce, un número y un timbre. ¡Riiiiiiiiiiiiinng! Saludos. Me ofrece un trago, me invita a sentarme. Un sofá inmenso de piel natural color habano, su librería de ébano tallado, estilo colonial, sus flores frescas, sus adornos de cristal de Murano, y ella, sentada, mirándonos, hermosa, de cuerpo exageradamente carnoso, licencioso, incitante, sexual, siempre fresco y problemático.

¿Problemático? Si yo la tuviera en casa sería feliz, como la mayoría que tiene una. Pero estos idiotas no aprenden. Me invita otro trago, un vaso de cristal y un hielo en forma de estrella, flotando.

Todo está bien, aunque esto no es una reunión de amigos. Al grano. Señor Worms, ¿qué pasó?, quedamos en que si me llamaba sería para algo serio, ella se ve bien, usted se ve bien, ¿cuál es el problema? Mire, señor Ramón, hoy es nuestro aniversario, fuimos a comer, a bailar, le compré flores, fuimos a un hotel nuevo, hicimos el amor, sin embargo siento que ella no me trata como antes, la percibo algo fría, ella sabe que la quiero, sé muy bien que no se va a ir, pero, pero es que no sé qué pensar. ¿Y si ella se fuera, o si se olvidara de mí? ¿Si un día yo ya no fuese todo para ella? Ella lo mira y le acaricia la espalda cariñosa, le besa la mejilla, lo tranquiliza con su voz de pajarito, mueve sus espléndidas piernas y le habla mientras él la abraza y le llora, sí, le llora, pobre diablo, los dejo así un buen rato, bebo todo el licor fino que puedo, me guardo sus cigarros en el bolsillo, calculo cuánto dinero le podré sacar, voy a sacarle mucho, no es maldad, yo no soy malo, no obstante así aprenderá, le diré unas palabras, luego trabajaré con ella, después, todos felices, hasta que el idiota sensible vuelva a llamarme otro día.

Pasa una media hora, aperturo otra botella, esta vez champagne, le sirvo un trago, él se arregla el cabello, se acomoda el cuello de la camisa, trata de sonreír, aunque no puede, pongo cara seria, me hago el interesante. Señor Worms, señorita, miren, ah, sabemos que ustedes son felices, que no desean separarse, sin embargo el señor aquí presente tiene dudas, dudas basadas en su amor hacia usted, en su fidelidad, prométale que no lo dejará, hágalo. (Ella lo ve, le toma la cara y le hace una sentida declaración de amor, lo besa, le promete no dejarlo, lo abraza).

No sé qué pensar, esto es demasiado ridículo, aunque suele pasar, es mi profesión. Era un trabajo tranquilo, mal remunerado, no obstante ahora mi sueldo se ha quintuplicado y sigue en aumento, me llaman más seguido, digamos pues que sé cómo hablarles y eso les gusta, sé cómo llegar a ellos, pobres babosos tristones.

Él me agradece, se emociona, luego voy donde ella, le sonrío, él mira todo con ojos amorosos. Le quito la blusa, está sin brassiere, sus pechos amplios y erectos se mueven arriba abajo, le pongo el cabello hacia adelante, abro despacio la tapa craneal inferior, me pongo frente a él, que no vea lo que hago, querré decir, lo que no hago, muevo los dedos, me limpio la frente (con eso parece que trabajo mucho y que la sufro) la hago larga, él espera absorto en sus miedos, cierro la tapa craneal, arreglo sus cabellos, ella sonríe tranquila, la dejo, se abrazan, espero a un lado, fumando un cigarro de filtro duro. Ya ha pasado una hora, espero mi paga.

Una despedida de esas pegajosas: me da la mano varias veces, me cancela al contado, ella se despide con un besito, sus labios suaves y carnosos. Le meto mano en las nalgas, no dice nada, solo sonríe, de manera dulce, enamorada, se despiden los dos.

Worms ha llamado a un taxi, así que espero a que éste llegue al pie del edificio. No sé qué pensar, el dinero en mi billetera es un bulto agradable. siento que lo engañé, sin embargo él es feliz, duerme tranquilo, su relación sentimental es sólida y segura, es más, si la ley lo permitiera adoptarían a un niño y su vida sería plena, mas no es así, y espero que esa ley nunca se dé, pero... son tantos los idiotas con mucho poder que tienen relaciones serias y dramáticas con sus muñecas eléctricas, relaciones que los psicólogos se aburren de atender, que los amigos no desean escuchar, que las personas ven como una broma, aunque, tal vez tengan algo de razón, ellas se programan a tu personalidad, a tus fantasías, sueños, y siempre están allí, sin embargo ellos no son felices, tal vez el problema sea que son muy perfectas y estos tipos se buscan problemas a sí mismos, sufrimientos, para así darle a la relación un algo más verosímil. ¿Y qué más da?, pagan bien, muy bien. Solo soy un programador mediocre, aunque buen técnico del hardware de estas muñecas y, claro, los escucho siempre, poniendo cara seria, haciéndome el interesante mientras me consumo su licor y sus cigarros.


Luis J. Torres (Lima). Autodidacta. Poeta y narrador. Ha publicado cuentos en la revista Argonautas números 1, 2 y 3, El horla, números 1 y 2, así como en otros medios físicos y virtuales. Blogs: www.supay-666.blogia.com y http://lobolomo.blogspot.com/

viernes, 24 de agosto de 2012

El otro engendro (Carlos Saldívar)



Carlos Saldívar. El Otro Engendro.
Lima: Pohemia Lux, 2012. 32 pp.

Como señala Carlos Morales Falcón en la contraportada, El otro engendro de Carlos Saldívar (Lima, 1982) fabula sobra la base del intersticio en uno de los episodios de Frankenstein, novela de Mary Shelley: cómo adquiere el monstruo la noción del mal. Saldívar sorprende con un relato bien escrito, que no solo es un homenaje sino que sirve de pretexto para mostrar su noción del mal humano. El personaje de Peter Fedrich Dacois III, joven estudiante de medicina, es un ser cínico, descreído de la religión y hedonista. No busca comprometerse afectivamente con Agnes, la joven casada con un anciano, a quien tiene por amante secreta. Fedrich buscará solo la satisfacción del deseo, pues el amor parece extender sus tentáculos solo hacia las mujeres. La mujer es para Fedrich un ser pasivo que se deja hacer. Para Fedrich, tener descendencia es un acto monstruoso, un “nefasto designio” (10). Este elemento es clave para lo que vendrá después. Tras el encuentro amoroso con Agnes, Fedrich descubre que alguien que ha estado observándolos mientras se amaban. Sobre éste, Fedrich piensa que quizás se trate de un simple mirón un “(…) tipo de sujetos que abunda en la clase aristocrática. Yo soy uno de ellos, por ejemplo” (12). Aquí el narrador liga la perversión a una clase social específica en que se reconoce como parte integrante. Tras seguirle la pista al monstruo y encontrarse con él, Fedrich entra en diálogo con el monstruo que quiere conocer más sobre el acto observado, asunto que Fedrich le instruirá de algún modo. Sobre aquel piensa Fedrich que “En pocos años, tal vez meses, alcanzaría una sabiduría superior a la del promedio. Y con ello su maldad se acrecentaría” (22). Es decir, que hay una relación por la que la maldad estaría en relación con el mayor saber y conocimiento: un hombre culto y aristócrata es el ser más perverso y malvado de la tierra, parece sugerir Fedrich. Y es que incluso le da una serie de consejos: “Si alguien quiere golpearte aplasta su cabeza. Si alguien te inculta o se burla de ti destroza su cuello como se quiebra una rama delgada. Si una mujer te rechaza por tu fealdad, has de tomarla por la fuerza y enseñarle quién manda (…)”. El monstruo, entonces, adquiere el mal por instrucción del propio ser humano. Fedrich que había hurtado algunas páginas del diario del doctor Víctor Frankesntein –robados al monstruo– se dispone finalmente a repetir el experimento y erigirse como nuevo dios, evitando cometer los errores de su antecesor. Una pregunta queda inconclusa: “¿El padre de un monstruo es también un…?” (27). Hay una negación a procrear descendencia por medios naturales sino que se transgrede el hecho natural porque en el fondo, Fedrich reniega del amor de la novia y de la familia. El monstruo no sería entonces el otro sino uno mismo: la maldad que se extiende como virus en el universo humano de Fedrich que acaso sea también el nuestro.

Elton Honores

Universidad San Ignacio de Loyola



Publicado originalmente en: http://eltonhonores.blogspot.com/2012/02/carlos-saldivar-el-otro-engendro-lima.html



miércoles, 15 de agosto de 2012

El foro (Arturo Delgado Galimberti)



El foro
Arturo Delgado Galimberti

Discursos contra la Bestia Tricéfala
(en colaboración con Rodolfo Ybarra y Rafael Inocente)

Hipocampo Editores, 2009
Lima

Discursos contra la Bestia Tricéfala es un libro bastante anómalo en nuestro ambiente literario peruano. Flanqueado por los textos inclasificables pero punzantes de Rodolfo Ybarra y los cuentos de Rafael Inocente, nos topamos con el sorprendente El foro, de Arturo Delgado Galimberti, cuento redactado a la manera de testimonio que nos da una visión bastante lúgubre (aunque muy ilustrada) del futuro próximo, si es que acaso no estamos hablando del pasado reciente o del presente ya perdido.
El Foro al que alude el título está situado nada menos que en el ciberespacio, ese no-lugar donde ahora pueden entrar todos los lugares (Borges diría tal vez que es la versión electrónica del aleph), todos los seres humanos, todos los amigos... y los enemigos. 
¿Qué es lo que hace memorable a este Foro? Básicamente, algo que nuestra sociedad tiende a considerar como inútil: las ideas. Los "personajes" (meros seudónimos o avatares que, sin embargo, son ya una descripción de los urgentes tiempos que corren) utilizan nombres como Ciberpunk, Anfolitio, Crazy Horse, El Depredador de Ilusiones y Héroe de la Clase Trabajadora Postindustrial), logran a través de sus opiniones (recogidas a la manera de comentarios o posts de cualquier foro de internet), expresar sus opiniones y expectativas en torno a la posmodernidad, la educación, el sistema capitalista. Demás está decir que la visión de los personajes es bastante crítica y áspera en torno a la coyuntura, ideas con las que el lector puede o no estar de acuerdo, pero que con seguridad no le dejarán indiferente. Filosofía, educación, economía... tres grandes grandes ideas (hay más, por supuesto) que, queramos reconocerlo o no, están presentes en nuestras, acaso bajo otros nombres, y que siempre nos cuestionan o nos llevan a cuestionar el mundo.
Y este cuestionamiento, que para algunos podría parecer un mero e inocuo ejercicio de diletantismo, no lo es para quienes, desde las sombras, aparentan desdeñar el valor y el efecto de las ideas en el mundo real, pero están siempre atentos a que ciertas ideas (en especial, las que cuestionan el poder, tenga el signo que tenga), no salgan de ciertos espacios, o simplemente, no se expresen. Y esta manifestación, este actuar de los "enemigos de las ideas", es lo que salva a El foro de ser un mero panfleto, un vehículo de las ideas del autor: no solo tenemos que cuidarnos de invasores extraterrestres, supervillanos, zombies o vampiros. El enemigo puede ser (casi siempre lo es) el hombre mismo, el enemigo más peligroso de todos,  por que no siempre está dispuesto a enfrentarse de manera equivalente, pues como suele suceder en la realidad, las ideas no se enfrentan con otras ideas, sino con la represión más brutal y desembozada. Si los protagonistas de El foro creían estar solos en su camino hacia el futuro o ser el germen de una utopía, descubrirán de la manera más violenta que sus pasos ya estaban previstos... incluso en el ciberespacio.
Y es que el Gran Hermano no nos vigila. Está con nosotros.

Daniel Salvo



jueves, 12 de julio de 2012

Los trabajos más honorables de la Tierra (Gérard Klein)


Los trabajos más honorables de la Tierra (cuento incluido en el volumen Regreso al pasado, editado por  Ediciones Lidiun en Argentina, en 1979) es un claro homenaje, intencional o no, a Fahrenheit 451 del recientemente desaparecido Ray Bradbury. Un relato distópico y bastante lúgubre, si se toma en cuenta que algunas de sus premisas podrían ser sustentadas por ciertos sectores de nuestra sociedad. En el futuro, los libros continúan editándose y no han sido prohibidos o extinguidos en alguna pira funeraria; pero si se desea tener acceso a los mismos, un lector debe ser considerado digno de leerlos. ¿Y quien dictamina eso? Máquinas, previamente programadas por el Estado.
Es una pena que la extensión del blog no permita transcribir el interesantísimo diálogo que se entabla entre los personajes, sobre todo, en la parte en la cual se hace un breve resumen histórico del origen de tales prohibiciones. Tal parece que hubo una guerra, cuyos nefastos resultados dieron lugar a una desconfianza total en torno a las ideas. Y como los libros son, ante todo, vehículos de ideas, se optó por regular su uso. No prohibirlos ni desaparecerlos, sino inventar un concepto que restringiera su uso. Ese concepto fue la dignidad, aunque en el contexto del relato, podría traducirse como madurez (Usted no pondría entre las manos de un niño un libro escandaloso, ¿no es cierto? Ni tampoco una apología de la violencia. Porque, como generalmente se dice, no tiene el discernimiento necesario. Ahora bien, le pregunto: ¿cuántos adultos desde la guerra superan jamás el nivel mental que alcanzaron en su adolescencia? ¿No es injuriar a los libros ponerlos en manos que pueden ensuciarlos, traicionarlos, mutilarlos?). 
No puedo menos que rememorar mi época universitaria, y recordar a tantos energúmenos que arrancaban hojas de libros de la biblioteca central por no tomarse la molestia de fotocopiarlos siquiera, o a quienes abominan de los llamados Estudios Generales por la "pérdida de tiempo" que les significa el tener que leer (así es, hay gente que opina que leer es una pérdida de tiempo). Y bastaría con eso para estar de acuerdo, al menos en parte, con el régimen de restricciones que se plantea en el relato, excepto que el autor nos proporciona la clave, la razón escondida que sustenta dicho sistema de prohibiciones: "Un hombre que lee un libro es un hombre solitario. No mira la televisión. Es ciego a la propaganda. Es sordo a los slogans." Es un hombre condenado a la libertad, condenado a elegir.
Por supuesto, nada dura para siempre, por lo que se han organizado grupos de resistencia conformados por personas que tratan de acceder a los libros de los que son "indignos". Pero la indignidad puede asumir muchas formas, entre ellas, la traición, aunque haya quienes traicionen por una buena causa y quienes lo hagan por simple vileza.
El título del cuento se basa en un fragmento del Discurso del método de René Descartes (obviamente, la traducción varía de un traductor a otro, pero se entiende el sentido general del texto): 

"Por lo demás, no quiero hablar aquí en particular de los progresos que tengo la esperanza de hacer en el porvenir en las ciencias, ni comprometerme con el público con ninguna promesa que no esté seguro de cumplir; pero diré solamente que he resuelto no emplear el tiempo que me queda de vida en otra cosa que en tratar de adquirir algún conocimiento de la naturaleza que sea tal que se puedan de él sacar reglas para la medicina más seguras que las que se tienen hasta el presente; y añadiré que mi inclinación me aleja tanto de cualquier otro propósito, principalmente de aquellos que no serían útiles para unos sino dañando a los otros, que si algunas ocasiones me obligasen a emplearme en ellos, no creo en absoluto que fuese capaz de alcanzar éxito. Sobre lo cual hago aquí una declaración que sé bien que no puede servir para hacerme digno de consideración en el mundo, pero tampoco tengo ningún deseo de serlo; y me consideraré siempre más obligado a aquellos por el favor de los cuales he de gozar sin impedimento de mi tiempo de lo que quedaría a los que me ofreciesen los más honorables empleos de la tierra."


Daniel Salvo

martes, 10 de julio de 2012

El jinete del centípedo (Gérard Klein)



"Gérard Klein nació en 1937. Es el más destacado especialista francés en ciencia ficción y su producción lo revela como un escritor de sólida formación en ciencias humanas y dueño de una fantasía y un vuelo poético sin parangón entre quienes cultivan el género. Es el único escritor de CF en lengua francesa cuya obra ha sido traducida integralmente al inglés." (parte del texto de la contraportada de "Reencuentro", volumen de cuentos publicado en 1979 por Ediciones Lidiun).
También conocido como Gilles d´Argyre, Klein cursó estudios de sociología, lo que se hace evidente en su relato El jinete del centípedo. "Los Tiempos no cambian, ni tampoco los hombres. Los frentes sobre los que se baten cambian, y los climas, el color de los cielos y el número de las lunas, pero el tiempo nos lleva siempre a la misma velocidad uniforme, y los hombres siempre son capaces de cristalizar en algunos instantes la valentía de toda una vida". En otras palabras, el hombre es siempre el mismo, enfrentando los mismos retos en la Tierra o en cualquier otro lugar del universo, en este y en todos los tiempos.
Tal le sucede a Jerg Hazel, taciturno colono del planeta Urano (que adivinamos imaginado sin ninguna "precisíón" científica, con praderas violeta y mares de amoníaco), cuya fauna incluye a los centípedos, animales inmensos como montañas, cuyo metabolismo es similar al de un globo de gas, por lo que deben anclarse en el suelo mediante mediante sus innumerables prolongaciones para no ser arrastrados por los huracanados vientos de Urano.
Tales animales impresionan y asustan, en un principio, a los humanos que se han asentado en Urano, hasta que uno de ellos es capturado y diseccionado. Y es cuando Jerg Hazel concibe la audaz idea de domar a los centípedos, y utilizarlos como medio de locomoción en un mundo aún hostil a la presencia humana. 
La manera en la cual se narran los esfuerzos de Hazel por domar a un centípedo es simplemente épica, transformándose el relato en una suerte de western espacial, en el cual el desierto norteamericano se convierte en un desolado Urano, y los caballos, en centípedos. Más aún, una nave pirata que trafica con esclavos procedentes de Venus está por hacer escala en Urano, lejos del alcance de las autoridades terrestres, por lo que Hazel deberá fungir, además, de sheriff espacial, intentando enfrentarse a los villanos de turno, aunque tal vez se trate de una causa perdida.
Mención aparte merece el proceso de doma del centípedo, técnicamente bien descrito (aparentemente, se efectúa mediante conexiones en puntos neurálgidos del animal, aunque tal manipulación no parece causarle el menor sufrimiento) y que se conjuga admirablemente con la perspectiva épica del relato. Simplemente, memorable.

Daniel Salvo

jueves, 28 de junio de 2012

Como la belleza (Michael Cunningham)


Tras su éxito con Las horas (Premio Pulitzer 1999), el escritor norteamericano Michael Cunningham publicó en 2005 un tríptico de relatos titulado Specimen days (publicado en español como Días cruciales). Se trata de historias que, en mucho, se inspiran en la poesía de Walt Whitman, y, según el texto de la contraportada, "nos hablan de las dificultades del progreso humano y el declive social".

Como la belleza es la tercera historia de este tríptico, incrustada de lleno en la ciencia ficción, aunque el lector puede hallar ciertos contactos con Pinocho El mago de Oz y Blade runner. Los personajes principales son de lo más atípico, los desclasados de un futuro aparentemente brillante y seguro para sus demás habitantes. Simon es una especie de androide de una clase muy especial, un experimento tan exitoso que llevó al exterminio de todos los demás de su clase. Busca su identidad, desarrollar sentimientos, y no deja de reaccionar ante ciertas situaciones con versos de Walt Whitman. Su pareja, la extraterrestre Catareen, es una exiliada de su planeta de origen, y se gana la vida en la Tierra como niñera, a pesar de su aspecto de reptil (¿puede haber algo más tópico en la ciencia ficción que un extraterrestre con apariencia de reptil?). Ambos deciden iniciar una suerte de carrera contra el tiempo en búsqueda del creador de Simon, suerte de meta y símbolo de los sueños del androide. Pero éste creador resulta ser tan desclasado como sus creaciones, y a su vez, busca la realización de sus sueños fuera de nuestro mundo: ha implementado una nave espacial para viajar por el espacio, durante treintaiocho años, hasta su arribo a un planeta en el cual fundar una colonia. Y todo por que gran parte de los miembros de su familia y comunidad ha tenido sueños con ese "mundo mejor".

El periplo de Simon y Catareen nos muestra un mundo caótico, no necesariamente feliz, aunque tampoco es una pesadilla distópica. Hay mutantes y sectas religiosas, y referencias a acciones terroristas que han acabado con la vida de diversas especies animales y cambiado la coloración del cielo. Además, se ironiza bastante en torno a las expectativas clásicas en torno al progreso (el primer contacto con vida inteligente extraterrestre llevó a un mundo poblado por una civilización de lagartos que tras diez mil años de historia continuaban viviendo en chozas, la creación de androides capaces de amar hizo que uno de ellos se comiera a otro, de tanto que lo amaba). 

Si bien no todos los personajes consiguen lo que desean, hay una suerte de final feliz, o final de consuelo, donde el redescubrimiento de la belleza y la poesía son, en última instancia, lo que nos vincula con la vida y el universo.

Daniel Salvo

jueves, 21 de junio de 2012

Alpha Ralpha Boulevard (Cordwainer Smith)



Sin ser necesariamente un autor "difícil", Cordwainer Smith no es una lectura para momentos agitados. Para deleitarse con su prosa, hace falta algo de quietud y silencio, y mucha concentración. Las imágenes que sus cuentos producen en el lector tienden a ser fascinantes y melancólicas a la vez.
El universo en el cual Smith ambienta sus historias es un futuro muy lejano en el tiempo. La humanidad se ha expandido por el universo, dando lugar a una sociedad llena de matices y algo difícil de definir. Los seres que pueblan este universo son robots, humanos, humanos modificados para habitar otros mundos (homínidos) y las subpersonas, animales genéticamente modificados para parecer humanos y realizar tareas que ningún humano podría o desearía hacer (aguardar mil años junto a una puerta, por ejemplo). No hay indicios de vida extraterrestre inteligente, y la tecnología que ha permitido dicha sociedad rompe los parámetros de lo normal, contando con máquinas poderosas pero cuya función apenas puede conjeturarse, y que responden a nombres tan enigmáticos (y poéticos) como la Campana o el Rubí.
El poder en este universo lo ejercen los Señores de la Instrumentalidad. Despóticos, misteriosos, dotados de  capacidades telepáticas, gobiernan de manera casi ritual este universo, en el cual, a pesar de los avances obtenidos, no dejan de haber accidentes o deseos insatisfechos.
En Alpha Ralpha Boulevard , la gente ha apostado por una idea, el Redescubrimiento del Hombre, es decir, la búsqueda del riesgo y la inseguridad para sacar a la humanidad de cierto estancamiento que comienza a percibirse. Los humanos asumen nuevas personalidades (dos personales del relato responden a los nombres de Pablo y Virginia, novela inspirada en los ideales de la ilustración) poblaciones enteras se inoculan enfermedades, se aprenden idiomas de la antigüedad... Pero hay quienes no parecen encajar en este nuevo mundo (Virginia duda de sus sentimientos hacia Pablo, cuestionándose si provienen de su corazón o le han sido implantados como parte de un experimento), y buscan respuestas (o se buscan a sí mismos), acudiendo nada menos que a una inteligencia artificial, conocida como Abba-Dingo, que no es otra cosa que una máquina meteorológica a la que se le atribuye una sabiduría anterior a la de los Señores de la Instrumentalidad. Para llegar a Abba-Dingo, deben caminar por el boulevard del título, una impresionante calzada en ruinas que se pierde entre las nubes.
Tal parece que siempre nos perseguirá la duda respecto a qué es lo que le conviene más a la humanidad: la seguridad (que puede llevar al estancamiento) o el riesgo (que puede llevar al caos). Disyuntiva bellamente planteada en este cuento, cuya solución, por cierto, no es nada fácil.

Daniel Salvo

domingo, 17 de junio de 2012

Duelo de máscaras/El espaciano (Rubén Mesías Cornejo)

Desde el norte del Perú, la imaginación de Rubén Mesías Cornejo nos ofrece dos ficciones en torno a dos de las temáticas más inquietantes de la ciencia ficción: los extraterrestres y los monstruos, que a veces son la misma cosa. De pasada, nos recuerda que, a veces, aquellos a quienes creemos conocer no son otra cosa que impostores, pero lo son por las cualidades y defectos que nosotros mismos les atribuimos. Somos nosotros quienes, en última instancia, creamos a nuestros propios monstruos. (Daniel Salvo)


Duelo de máscaras


El espía ingreso al restaurante con evidente disimulo, y se dirigió con apuro hacia el área ocupada por las mesas para dar con una que estuviera vacía. En el acto , el androide que atendía a los comensales rodó hacia él, dándole la bienvenida en todos los idiomas oficiales del planeta, antes de preguntarle que deseaba pedir, sin embargo el nuevo comensal estaba con la mente ocupada en otras cosas, y no le contestó inmediatamente.

De momento había conseguido burlar la persecución del agente que había logrado detectar su presencia en la Tierra; como era de rigor, el espía había procurado mantener un perfil bajo mientras estuviera dedicado a reconocer los puntos vulnerables de este planeta, preparando el terreno para los intrusos que vendrían después; súbitamente recordó que el androide estaba esperando su respuesta, así que procedió a sondear profundamente la mente del ser cuyo cuerpo había usurpado, en busca de la respuesta que precisaba para salir del paso.

Iba a responder cuando la aparición de una aborigen le distrajo, la chica andaba como si anduviera buscando algo, pues miraba a todos lados examinando minuciosamente los rostros de todos los comensales presentes, de pronto se detuvo, y ocupo una de las mesas cercanas a la que el había escogido.

La muchacha aparentaba ser muy joven, pues su rostro todavía conservaba cierta frescura infantil; pero usaba unas peculiares gafas oscuras que le conferían un aire misterioso a su pálido semblante que hacia juego con su cabello suelto. En ese momento, al espía concibió la sospecha de que el agente que venía persiguiéndolo, bien podría ser esta chica aparentemente inofensiva.

Esa idea hizo que su miedo a ser descubierto aumentara considerablemente, al grado de olvidar la respuesta que había pensado dar al androide. Ahora sus pensamientos, y su mirada estaban enfocados en ella, y en lo que podría hacer en su contra. Brillantes gotas de sudor empezaron a recorrer su rostro mientras procuraba concentrarse para sondear aquella mente presuntamente enemiga.

Haciendo esto descubrió que realmente estaba en peligro, pues aquella chica poseía la capacidad de alterar su morfología cuando así lo quisiera, pero lo peor de todo no era haber descubierto esto, sino que la chica había empezado a transformarse en una bestia realmente terrible.

Entonces, todos los comensales oyeron un rugido bestial seguido de un grito de pánico que heló la sangre de quienes lo escucharon. Un segundo después, el espía yacio sobre el suelo con el cuello destrozado a dentelladas de aquel licántropo encargado de la custodia de la Tierra.

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El Espaciano



Ephila conoció a Zoltan, allá arriba en una zona de esparcimiento selenita. Hicieron el amor con suprema pasión, y ella quedo tan fascinada con su vigor amatorio que pactaron volverse a encontrar cuando ella necesitara la atención de un amante tan excepcional.

Sin embargo, cuando Ephila retorno a la Tierra no pudo evitar que el recuerdo de Zoltan se impusiera sobre todo lo que hacía, y su actitud hacia el resto de hombres cambio, y casi sin darse cuenta, empezó a darle la espalda a todos los contactos que tenía a través de la Red, pese a saber que su perfil resultaba atractivo para todos los machos que buscaban a alguien como ella.

Su actitud genero una ola de despecho entre sus admiradores más fervientes, y en un arranque de ira todos juraron olvidar la existencia de aquella mujer que se había vuelto tan esquiva. Y desertaron masivamente de su lista de contactos.

Y la soledad invadió la vida de Ephila como nunca antes lo había hecho. Necesitaba de alguien a quien mostrarle el cuerpo voluptuoso que ostentaba, pese a tener cinco décadas de vida encima, y también contarle sobre las pequeñas cosas que dotaban de sentido a su existencia.

Pero ahora no había nadie al otro lado, y eso tan horrible como una pesadilla cualquiera; entonces se acordó del cubo que Zoltan le había regalado cuando se despidieron allá en la Luna.

Ephila extrajo el cubo de su bolso, y empezó a tocar, con las yemas de sus dedos, las facetas que conformaban el artefacto como si estuviera digitando un mensaje sobre el teclado de una computadora. Repitió la operación una y otra vez hasta que todas las palabras que componían aquel secreto conjuro fueron enviadas para invocar al amante que ahora necesitaba.

Y Zoltan acudió la cita franqueando realmente distancias siderales. Ahí estaba aquel magnifico macho sonriente y desnudo, de cuerpo atlético y verga erecta, dispuesto a darle todo el placer que ella quisiera, pues para eso lo había invocado.

Apenas lo vio, Ephila sintió que la esencia de mujer afloraba como la lava de un volcán en erupción, y se abalanzo sobre aquel cuerpo radiante y desnudo para que pudiera poseerla inmediatamente.

Zoltan la recibió, y el desnudo con habilidad y premura, en seguida ambos cuerpos se acoplaron, y cayeron sobre el suelo insonorizado poseídos por el gozo que les provocaba repetir aquel supremo gozo que había compartido allá arriba, en la Luna.

Y así continuaron, hasta que ella perdió la conciencia y pareció quedarse dormida entre los musculosos brazos de su amante que, en ese momento, dejo de serlo para convertirse en una bestia alienígena que no tardo mucho tiempo en digerir la carne de la infeliz mujer que había caído en su ardid.

Rubén Mesías Cornejo









jueves, 14 de junio de 2012

Los ladrones de cuerpos (Jack Finney)


Los ladrones de cuerpos (The body snatchers)
Jack Finney, 1955



Después de cuatro películas basadas en esta novela (producidas en 1956, 1978, 1993 y 2007), es difícil que el lector no sepa ya de qué va la trama: a nuestro planeta arriban unas vainas que tienen la capacidad de duplicar el cuerpo (y la mente) de los seres humanos, produciendo copias idénticas en todo, salvo en cierto tipo de sentimientos. Los seres duplicados por las vainas, básicamente, carecen de emoción, de interés en lo que usualmente mueve a los seres humanos, aunque no carecen de inteligencia ni de objetivos, al punto de tramar un plan para apoderarse de nuestro mundo, mediante la dispersión de las vainas a lo largo y ancho de los Estados Unidos de los años cincuenta del siglo XX, para luego continuar con el resto del mundo.
El desarrollo de la novela inicia de manera pausada, introduciendo a los personajes principales (un médico y la dama objeto de su interés, ambos divorciados, un psiquiatra que tiene explicaciones para todo y el resto del pueblo de Santa Mira, apacible a más no poder) y sus actividades cotidianas. Su hasta entonces plácida existencia comienza a alterarse ante las cada vez mas numerosos casos de personas que son denunciadas por sus parientes más cercanos debido a que "ya no son las mismas". Son, obviamente, los seres que las vainas han producido al culminar su proceso de duplicación. El doctor Bennell, el protagonista de la novela, en un principio no da el menor crédito a estas denuncias, hasta que la evidencia se hace imposible de ignorar: es testigo del producto de un proceso inacabado de la duplicación de un conocido suyo.
En adelante, las cosas se desarrollan de manera similar a los filmes mencionados líneas arriba: los protagonistas, que aún conservan su humanidad, tratarán de advertir al resto de la humanidad de la amenaza que se cierne sobre ellos. Salir del pueblo o comunicarse con alguien del exterior será crucial, y es esta lucha la que desencadenará la acción, cuyo punto más álgido será el intento de captura de los protagonistas por parte de los duplicados, así como la explicación del origen de las vainas y sus motivos.
Esta parte de la novela, el diálogo entre los humanos normales y los duplicados, me lleva a pensar que la perspectiva desde la cual se considera a Los ladrones de cuerpos un ejemplo de la paranoía norteamericana frente a la amenaza que, en su momento, suponía la ex Unión Soviética, o está errada, o merece una profunda revisión.
Ya el propio autor aclaró en su tiempo que su idea al escribir la novela era el mero entretenimiento (como si fuera fácil escribir una historia entretenida), mientras que la lectura esa que insiste en la paranoia de una época corresponde mas bien a la película dirigida por Don Siegel en 1956, en plena guerra fría. Mas bien, podríamos decir que Finney, tal vez inconscientemente, dejó clara su visión más que desencantada respecto a la humanidad, a pesar del supuesto mensaje de triunfo de "nuestra" naturaleza combativa frente a cualquier enemigo exterior, como sería el caso de las vainas.
Por que al revisar los diálogos entre el doctor Bennell y los duplicados, la visión que proporcionan estos de la "nueva vida" que tienen luego del proceso de duplicación lleva realmente a la paranoia... respecto a nuestra propia condición humana. Por que el orden que sobreviene luego de la duplicación de las vainas no se parece en nada al brutal sometimiento de un régimen totalitario, pero tampoco parece una alternativa tan inhumana como la carrera de ratas que (ilusamente) suponemos es una sociedad libre, supuestamente basada en la libre competencia y la asignación de recursos mediante la meritocracia. Una humanidad sobreviniente al éxito de las vainas acabaría por extinguirse, evidentemente, pero en medio de una placidez casi socrática, en total contraste con la mayoría de sistemas de vida que se dan en la actualidad. Vamos, que si hubiera que elegir entre las vainas y los futuros amos de nuestras vidas - seres tan extraterrestres como los integrantes de los cárteles de la droga o los maras salvatrucha -  , la cosa está bastante clara.
Y uno se pregunta si tienen sentido, para quienes padecen de pobreza, hambre, frío y otras alienaciones de la condición humana "sana", hablarles de la emoción de vivir, el espíritu humano o la libertad. En ésta época, antes que invasores del espacio, los pods (nombre original de las vainas) podrían representar una esperanza para nuestra supervivencia.

Daniel Salvo

sábado, 9 de junio de 2012

Aunque siga brillando la luna (Ray Bradbury)

(Ray Bradbury, 1920 - 2012)

¿Qué se puede decir respecto a la muerte de un ser humano, sobre todo si ese ser humano es nada menos que Ray Bradbury, el autor de hitos literarios como Fahrenheit 451, Crónicas marcianas, El hombre ilustrado o El país de octubre? Imposible pensar en Marte sin imaginarnos a su principal cronista, o ver arder un libro (o ver ciertos programas de televisión, que viene a ser lo mismo) sin recordar que está ardiendo a 451 grados fahrenheit...
Por el momento, mejor es recordarlo por sus obras. Por sus maravillosos cuentos, que se despliegan por casi todos los aspectos de la vida humana, en este y otros mundos. Como el muerto Marte del relato Aunque siga brillando la luna, donde asistimos al encuentro entre una pujante humanidad terrestre, capaz de llegar a otros planetas gracias a sus avances científicos, y los restos de una civilización más que milenaria que decidió abordar la existencia desde una perspectiva menos tecnofílica y acaso más humanista, aún a riesgo de su extinción. Pero, ¿acaso algo dura para siempre? Los más poderosos reinos de la antigüedad acabaron siendo meras páginas en los libros de historia, si es que al menos han llegado a formar parte de la misma.
Esta humanidad terrestre, prepotente y conquistadora, alberga sin embargo a individuos capaces de sostener una visión diferente, capaces de entender la belleza de unas ruinas que son, sin querer, un monumento a la existencia de una raza desaparecida. Y en ese arrebato de belleza, uno de estos individuos dejará de lado su humanidad - al menos, la humanidad que se expresa a través del poder y la fuerza bruta - , para asumir la defensa de algo muerto e inútil, pero que expresa la belleza que este individuo ha logrado en su propia existencia humana. Sin quererlo quizá, se convertirá en el último marciano, el defensor de una ciudad en ruinas desvaneciéndose en el polvo de un rojizo atardecer.
Imposible no percibir la belleza triste de las cosas que desaparecen, o que desaparecieron, las personas y los lugares que alguna vez significaron algo bueno en la vida y que tarde o temprano no serán más que recuerdos. Pero en este cuento, acaso Bradbury nos ha querido decir que nadie puede quitarnos la belleza y la luz de la existencia, aún cuando esa belleza y esa luz no sean otra cosa que recuerdos de un mundo perdido. Pero también es cierto que conservar tan preciosos dones tiene un coste muy alto, como puede serlo la propia vida.
No deja de ser curiosa la similitud de Aunque siga brillando la luna con un texto de Jorge Luis Borges - autor del prólogo de la versión en castellano de las Crónicas marcianas; su Historia del guerrero y la cautiva, en la cual se narra el curioso caso de Droctulft, un bárbaro que pasó de invasor a defensor de Roma, impresionado acaso por una belleza de orden distinto a lo que conocía, pero capaz de conmoverlo y trastocar su espíritu. Tal vez al astronauta de Bradbury le ocurrió lo mismo que a Droctulft, o como diría Borges, no existe ni uno ni otro, sino que son el mismo. Y entonces, este texto borgesiano acaba siendo parte de la crónica de Bradbury:

" ... y ahí ve algo que no ha visto jamás, o que no ha visto con plenitud. Ve el día y los cipreses y el mármol. Ve un conjunto, que es múltiple sin desorden; ve una ciudad, un organismo hecho de estatuas, de templos, de jardines, de habitaciones, de gradas, de jarrones, de capiteles, de espacios regulares y abiertos. Ninguna de esas fábricas (lo sé) lo impresiona por bella; lo tocan como ahora nos tocaría una maquínaria compleja, cuyo fin ignoráramos, pero en cuyo diseño se adivinara una inteligencia inmortal. Quizá le basta ver un solo arco, con una incomprensible inscripción en eternas letras romanas. Bruscamente lo ciega y lo renueva esa revelación..."

Bradbury, Borges, ambos ya muertos... Tal vez las dos caras de una misma moneda.


Daniel Salvo