Si bien el propio Congrains negaba que se tratase de ciencia ficción, los elementos del género están presentes: una nave extraterrestre, proveniente de un ignoto y lejano planeta, arriba a nuestro mundo y solicita un artículo en el que se defina al planeta Tierra en 999 palabras.
Dicho artículo, según lo solicitado, formará parte de la Gran Enciclopedia Intergaláctica, aunque ya desde la Fundación de Asimov hemos aprendido a desconfiar de enciclopedistas, pues sus motivos suelen estar más allá de la recopilación o difusión de conocimientos. En todo caso, los motivos y el proceder de la nave, bautizada por el ingenio terrestre como nave editora, siguen siendo completamente desconocidos y desconcertantes tanto al principio como al final de la novela. A fin de cuentas, es la condición humana la que es examinada a partir de la piedra de toque en que consiste la llegada de la nave y su insólita petición.
Enrique Congrains trata así el tema del contacto extraterrestre, desde una perspectiva que dista mucho del optimismo o pesimismo aventurero que suele asociarse al género. Los extraterrestres no son ni invasores malvados ni desinteresados bienhechores, sino entidades que parecen estar interesadas tan sólo en el conocimiento. De hecho, en el transcurso de la novela no nos dice nada acerca de la naturaleza de los seres que han enviado la nave: no se sabe qué o cómo son, o si siguen existiendo. La única justificación aparente de su contacto es su interés, vale decir, su curiosidad respecto a los humanos.
La nave, una vez posada en el desierto iqueño, en las inmediaciones de la célebre pampa de Nasca, establece contacto con un lugareño, el maestro Toribio Huayta, personaje que parece surgido de la pluma del mejor Manuel Scorza (aunque José Donayre Hoefken le atribuye "pinceladas" del escritor nasqueño Gregorio Martínez). Huayta transmite la solicitud del artículo a las autoridades locales, estos a las nacionales y al fin, todo queda en manos de la UNESCO, organismo que designa una comisión encargada de redactar el artículo. Paralelamente, un grupo de amigos de origen hispanoamericano constituye una suerte de comisión alternativa, desde cuyo punto de vista - asombrosa pirueta narrativa de Congraíns - el lector es puesto al tanto de los avances del artículo, además de otros aspectos de nuestra región (gastronómicos, religiosos, culturales).
Dicho artículo, según lo solicitado, formará parte de la Gran Enciclopedia Intergaláctica, aunque ya desde la Fundación de Asimov hemos aprendido a desconfiar de enciclopedistas, pues sus motivos suelen estar más allá de la recopilación o difusión de conocimientos. En todo caso, los motivos y el proceder de la nave, bautizada por el ingenio terrestre como nave editora, siguen siendo completamente desconocidos y desconcertantes tanto al principio como al final de la novela. A fin de cuentas, es la condición humana la que es examinada a partir de la piedra de toque en que consiste la llegada de la nave y su insólita petición.
Enrique Congrains trata así el tema del contacto extraterrestre, desde una perspectiva que dista mucho del optimismo o pesimismo aventurero que suele asociarse al género. Los extraterrestres no son ni invasores malvados ni desinteresados bienhechores, sino entidades que parecen estar interesadas tan sólo en el conocimiento. De hecho, en el transcurso de la novela no nos dice nada acerca de la naturaleza de los seres que han enviado la nave: no se sabe qué o cómo son, o si siguen existiendo. La única justificación aparente de su contacto es su interés, vale decir, su curiosidad respecto a los humanos.
La nave, una vez posada en el desierto iqueño, en las inmediaciones de la célebre pampa de Nasca, establece contacto con un lugareño, el maestro Toribio Huayta, personaje que parece surgido de la pluma del mejor Manuel Scorza (aunque José Donayre Hoefken le atribuye "pinceladas" del escritor nasqueño Gregorio Martínez). Huayta transmite la solicitud del artículo a las autoridades locales, estos a las nacionales y al fin, todo queda en manos de la UNESCO, organismo que designa una comisión encargada de redactar el artículo. Paralelamente, un grupo de amigos de origen hispanoamericano constituye una suerte de comisión alternativa, desde cuyo punto de vista - asombrosa pirueta narrativa de Congraíns - el lector es puesto al tanto de los avances del artículo, además de otros aspectos de nuestra región (gastronómicos, religiosos, culturales).
Pese al acontecimiento trascendental que constituye el arribo de una nave de otros mundos, la humanidad sigue siendo la misma, como lo evidencian tanto los contradictorios resultados de la labor de la comisión oficial como los comentarios de los observadores. Congraíns condensa aquí, con mucha mayor gracia, sus ideas sobre la condición humana, siempre oscilando entre lo sublime y lo ridículo.
Con 999 palabras para el planeta Tierra, Enrique Congrains Martín (1932 -2009) nos deja una obra final brillante, plena de reflexión sobre temas como la existencia de vida extraterrestre, el lugar que ocupamos en el universo y nuestro propio devenir como seres humanos, desde los orígenes de la especie hasta nuestro presente. Un libro memorable.
Daniel Salvo (versión ampliada de la reseña publicada en el Diario Oficial El Peruano)
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ResponderEliminarLo había adquirido meses atrás, a un informal por 15 soles (en original). Y curiosamente hoy 16 de marzo de 2016, me interesó darle una hojeada... y oh maravilla! (no es broma)
ResponderEliminarMe siento plenamente orgullosa de ser de este bello y hermoso país, además de, conocer más sobre este asombroso e ingenioso. Recién lo conozco y me di con la triste realidad de que murió en 2009.
ResponderEliminarLos mejores deseos para este gran señor, que nunca nadie lo eche a perder de sus mentes, ¡eres grande! ¡y... lo serás para siempre, tenga fe en eso!