Revista Artifex N° 1
Cuarta Época, julio 2008
Editorial
Una breve pero sustanciosa historia de los avatares de la revista Artifex, desde sus inicios en papel hastas su encarnación actual.
El hombre de la basura (Carlos Martínez Córdova)
Por experiencia propia, concuerdo con la premisa principal de este relato de terror: pueblo chico, infierno grande. Y nada más cierto que la afirmación de Sigmund Freud: el niño es un perverso polimorfo. Pongamos niños de siete años en un salón de clases de una escuela rural, y ya tenemos una atmósfera aterradora que, paradójicamente, sólo puede percibir la protagonista del relato, una maestra de escuela. Las transformaciones de los niños - transformaciones normales en todo niño, por cierto - son presentadas por el autor como escenas horripilantes per se, y hace que uno comience a mirar sospechosamente incluso a sus propios hijos.
Hasta ahí el haber. En el debe, quizá el relato hubiera mejorado mucho podándole por lo menos un tercio de su extensión, y bien podría haber prescindido de ciertas situaciones, incluso aquella que parece ser el misterio principal del cuento pero que luego queda en el aire, un recurso que si bien ayuda a llegar a un final sorpresivo bastante digno, deja en el lector una sensación de haber perdido el tiempo leyendo.
Con todo, deja un sabor de boca bastante bueno aunque agridulce para quienes pasamos parte de nuestra infancia en puebluchos miserables como el descrito, preguntándonos cómo es que hemos sobrevivido al terror que provocan la mezquindad, la hipocresía y la envidia de los que se quedaron.
Marcas, señales (Sergio Gaut vel Hartman)
El futuro ya no es lo que era, parece querer decirnos el autor. Una misión tripulada a Marte es, desde el punto de vista de los medios de comunicación y de los intereses detrás de los mismos, la nueva gran aventura de la humanidad. Pero para los protagonistas del relato, esta misión es el punto de partida para una serie de angustiantes reflexiones sobre el verdadero efecto de Marte en la humanidad, desde la antigüedad hasta nuestros días. Hay algunos nuevos juguetes tecnológicos en este futuro, pero no los suficientes para abolir las miserias habituales de la humanidad. La idea de Marte que nos ofrece Hartman es, aunque no benévola, hipnótica y plena de connotaciones, al punto que el relato bien pudo haberse cerrado con alguna de las afirmaciones de los protagonistas, quedando como una innovadora muestra de narrativa conjetural. El giro posterior de los acontecimientos, si bien intrigante, no está al mismo nivel de la primera parte.
La penúltima estación (Victor Miguel Gallardo Barragán)
Un relato digno de una antología de La dimensión desconocida, con sus trenes con destinos misteriosos y pasajeros que no saben bien de donde vienen ni a donde van. El horror aquí se manifiesta sin prisa pero sin pausa, con una sorpresa final que no deja de ser predecible, pero muy bien presentada. La prosa de los párrafos finales es magnífica.
Piedra y plumas (Francisco Ruiz)
Nos adentramos en una región mágica, la Cantabria prerromana, la Europa que no aparece en los textos de historia usualmente conocidos. El relato es un maravilloso muestrario de los seres mágicos engendrados por la imaginación de los primitivos pobladores de España de quien sabe cuantos milenios atrás. Seres mágicos y terribles, que acaso pudieron dar lugar a la aparición de leyendas posteriores que fueron piadosamente transmutadas en mitos y leyendas vinculadas a creencias cristianas, pero que en el fondo - como lo plantea el siniestro final- siguen viviendo en las mentes de los hombres, con toda la maravilla y el terror de los tiempos de antaño. Eso también es la Madre Patria...
Al-Iksir (Alejandro Carneiro)
Una aventura en toda regla, con magia, nazis y objetos de poder. Una aventura que se inicia mucho tiempo atrás, con un príncipe mago cuyo poder sobrepasa sus propias expectativas, y que se prolonga hasta tiempos más modernos, cuando en plena Segunda Guerra Mundial, se inicia la búsqueda de ese mismo poder, condensado en un objeto en cuya búsqueda parten ocultistas y oficiales nazis, que para gran sorpresa, asumen un comportamiento heróico - bueno, es obvio que no todos los militares alemanes de esa época fueron nazis convencidos, si no soldados que cumplían con su deber -. No se recurre pues al consabido "héroe norteamericano" que las tiene todas consigo. Una aventura llena de acción, magia... y chocolate.
Un plato frío (Manuel de los Reyes)
El futuro nos angustia, aún cuando podamos concebirlo como un tiempo en que se realizarán algunos de nuestros más audaces sueños. Para el presente relato, hay una sociedad del bienestar que no sabe qué inventar para divertirse, al punto que llega a convertirse en espectáculo el consumo de carne humana... o casi humana, pues proviene de seres diseñados genéticamente para ser, literalmente, comidos vivos, sin que este acto de ¿antropofagia? les ocasione daño alguno. Es parte de la moda que un gourmet deguste ante el público platos hechos con la carne siempre fresca de estos seres, cuya humanidad puede ser puesta en duda, a menos que se le proporcione un motivo para demostrarla, como puede ser el despecho. Nunca mejor dicho aquello de la venganza es un plato que se come frío. Para los lectores, buen provecho.
Una breve pero sustanciosa historia de los avatares de la revista Artifex, desde sus inicios en papel hastas su encarnación actual.
El hombre de la basura (Carlos Martínez Córdova)
Por experiencia propia, concuerdo con la premisa principal de este relato de terror: pueblo chico, infierno grande. Y nada más cierto que la afirmación de Sigmund Freud: el niño es un perverso polimorfo. Pongamos niños de siete años en un salón de clases de una escuela rural, y ya tenemos una atmósfera aterradora que, paradójicamente, sólo puede percibir la protagonista del relato, una maestra de escuela. Las transformaciones de los niños - transformaciones normales en todo niño, por cierto - son presentadas por el autor como escenas horripilantes per se, y hace que uno comience a mirar sospechosamente incluso a sus propios hijos.
Hasta ahí el haber. En el debe, quizá el relato hubiera mejorado mucho podándole por lo menos un tercio de su extensión, y bien podría haber prescindido de ciertas situaciones, incluso aquella que parece ser el misterio principal del cuento pero que luego queda en el aire, un recurso que si bien ayuda a llegar a un final sorpresivo bastante digno, deja en el lector una sensación de haber perdido el tiempo leyendo.
Con todo, deja un sabor de boca bastante bueno aunque agridulce para quienes pasamos parte de nuestra infancia en puebluchos miserables como el descrito, preguntándonos cómo es que hemos sobrevivido al terror que provocan la mezquindad, la hipocresía y la envidia de los que se quedaron.
Marcas, señales (Sergio Gaut vel Hartman)
El futuro ya no es lo que era, parece querer decirnos el autor. Una misión tripulada a Marte es, desde el punto de vista de los medios de comunicación y de los intereses detrás de los mismos, la nueva gran aventura de la humanidad. Pero para los protagonistas del relato, esta misión es el punto de partida para una serie de angustiantes reflexiones sobre el verdadero efecto de Marte en la humanidad, desde la antigüedad hasta nuestros días. Hay algunos nuevos juguetes tecnológicos en este futuro, pero no los suficientes para abolir las miserias habituales de la humanidad. La idea de Marte que nos ofrece Hartman es, aunque no benévola, hipnótica y plena de connotaciones, al punto que el relato bien pudo haberse cerrado con alguna de las afirmaciones de los protagonistas, quedando como una innovadora muestra de narrativa conjetural. El giro posterior de los acontecimientos, si bien intrigante, no está al mismo nivel de la primera parte.
La penúltima estación (Victor Miguel Gallardo Barragán)
Un relato digno de una antología de La dimensión desconocida, con sus trenes con destinos misteriosos y pasajeros que no saben bien de donde vienen ni a donde van. El horror aquí se manifiesta sin prisa pero sin pausa, con una sorpresa final que no deja de ser predecible, pero muy bien presentada. La prosa de los párrafos finales es magnífica.
Piedra y plumas (Francisco Ruiz)
Nos adentramos en una región mágica, la Cantabria prerromana, la Europa que no aparece en los textos de historia usualmente conocidos. El relato es un maravilloso muestrario de los seres mágicos engendrados por la imaginación de los primitivos pobladores de España de quien sabe cuantos milenios atrás. Seres mágicos y terribles, que acaso pudieron dar lugar a la aparición de leyendas posteriores que fueron piadosamente transmutadas en mitos y leyendas vinculadas a creencias cristianas, pero que en el fondo - como lo plantea el siniestro final- siguen viviendo en las mentes de los hombres, con toda la maravilla y el terror de los tiempos de antaño. Eso también es la Madre Patria...
Al-Iksir (Alejandro Carneiro)
Una aventura en toda regla, con magia, nazis y objetos de poder. Una aventura que se inicia mucho tiempo atrás, con un príncipe mago cuyo poder sobrepasa sus propias expectativas, y que se prolonga hasta tiempos más modernos, cuando en plena Segunda Guerra Mundial, se inicia la búsqueda de ese mismo poder, condensado en un objeto en cuya búsqueda parten ocultistas y oficiales nazis, que para gran sorpresa, asumen un comportamiento heróico - bueno, es obvio que no todos los militares alemanes de esa época fueron nazis convencidos, si no soldados que cumplían con su deber -. No se recurre pues al consabido "héroe norteamericano" que las tiene todas consigo. Una aventura llena de acción, magia... y chocolate.
Un plato frío (Manuel de los Reyes)
El futuro nos angustia, aún cuando podamos concebirlo como un tiempo en que se realizarán algunos de nuestros más audaces sueños. Para el presente relato, hay una sociedad del bienestar que no sabe qué inventar para divertirse, al punto que llega a convertirse en espectáculo el consumo de carne humana... o casi humana, pues proviene de seres diseñados genéticamente para ser, literalmente, comidos vivos, sin que este acto de ¿antropofagia? les ocasione daño alguno. Es parte de la moda que un gourmet deguste ante el público platos hechos con la carne siempre fresca de estos seres, cuya humanidad puede ser puesta en duda, a menos que se le proporcione un motivo para demostrarla, como puede ser el despecho. Nunca mejor dicho aquello de la venganza es un plato que se come frío. Para los lectores, buen provecho.
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