Contrario a lo que pude experimentar leyendo El sindicato de policía yiddish (una historia policial que transcurre en una realidad alternativa), Antihielo se me hizo más fácil de leer por lo trepidante de la historia y por su obvia pertenencia al género de la ciencia ficción. Como que homenajea tanto a Julio Verne y a H.G. Wells, nada menos.
Y es también una ucronía con todas las de la ley. Cambio en la historia, cambio en la tecnología, cambio en todo. Y todo ello, sin dejar de ser una aventura llena de acción.
El punto de partida es el descubrimiento en la Antártida del antihielo y sus efectos. El antihielo es una sustancia que, sometida a cierto proceso, libera grandes cantidades de energía (no digo más para no caer en el spoiler). El hecho es que su uso permite lograr grandes avances tecnológicos, adelantando muchos de los descubrimientos del siglo XX al siglo XIX en el que se desarrolla la acción. Como siempre, hay quienes desean utilizar el antihielo para el progreso de la humanidad, y otros para causas menos altruistas. El hecho de que Inglaterra posea el monopolio del antihielo provoca las suspicacias de su eterna rival, Francia, y del creciente poder de los prusianos. En el marco de una exposición mundial, cruzaran sus destinos el bisoño oficial Ned Vicars y sir Joshua Traveller, el genial científico que ha logrado los más ingeniosos usos para el antihielo. Sir Joshua tiene una nave aérea, la Faetón, basada en esta nueva tecnología, cuyos reales alcances y capacidad parece ignorar. Un intento de sabotear la nave de sir Joshua impulsará la acción hacia un imprevisto viaje a la luna, o mejor dicho, a las lunas: al parecer, un cometa impactó nuestra luna mucho tiempo atrás, desprendiendo un pedazo de la misma que acabó por convertirse en un nuevo satélite, cuya cara oscura oculta más de un misterio. Durante el viaje, asistimos a un despliegue de los adelantos steampunk más sorprendentes, los cuales, a la manera verniana, abarcan desde sistemas de circulación de agua y desagüe (para baños calientes) hasta salas de fumadores o artilugios para beber en un ambiente carente de gravedad. Sin mencionar la presencia del infaltable mayordomo inglés y la peculiar psicología del saboteador.
Al alunizar, los improvisados astronautas deberán vérselas con el desafío que constituye el volver a la Tierra, teniendo en cuenta que el antihielo, por sí solo, carece de utilidad. La solución debe encontrarse pues en las lunas, y vaya que no carece de lógica ni de didactismo científico. El maestro Verne estaría más que contento con los resultados obtenidos por Stephen Baxter. Sin embargo, Baxter se da maña para sugerir un inquietante giro en la historia, como puede ser el inicio de tendencias fascistas precisamente en el seno de la potencia mundial en que se ha convertido Inglaterra a causa de su control sobre el antihielo. Como para recordar aquello de un gran poder conlleva una gran responsabilidad...
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