Pablo Nicoli Segura es un autor que merece más atención del público. Arequipeño de pura cepa, sus incursiones en el fantástico son más que eso, y parecen estar señalando un camino o una carrera literaria que lo podría poner como uno de los puntales de la actual literatura fantástica peruana. Sus libros de cuentos nos permiten conjeturar tal escenario, puesto que si bien inician con tímidas reelaboraciones de cuentos y leyendas propias de su región, se lanzan luego a la búsqueda de una temática propia, que por el momento nos ha dado algunos pastiches de lo más interesantes.
Para el caso de Aventuras de dos arequipeños en época de Cristo, pareciera que el autor se encuentra aún en una etapa de despegue, de la búsqueda de temática propia mencionada líneas arriba. Y no es que el argumento de la novela - revelada desde el extenso título - carezca de atrevimiento: el científico Pedro Paulet y un descendiente del inventor Pedro Ruiz Gallo viajan a la época en la cual Jesús de Nazareth está por finalizar su prédica y ser crucificado, merced a una máquina del tiempo inventada por Paulet, de la cual apenas se nos revela alguno que otro detalle de su funcionamiento.
Como premisa, resulta de lo más prometedor el saber que al menos uno de los personajes se maneja desde una perspectiva escéptica. Reacio primero a aceptar la existencia real de Jesús, debe habérselas ahora con las nuevas dudas que se plantean una vez comprobada su existencia: ¿hombre o Dios? Con una facilidad pasmosa - que obvia problemas tan evidentes como el conocimiento del idioma, por ejemplo - , nuestros viajeros en el tiempo se camuflan entre los cientos de seguidores del profeta Nazareno, y tratan de seguir sus pasos.
Aquí la novela sufre un bajón tremendo. Una vez en la senda de Jesús, la trama se convierte en una sucesión de episodios tomados de los cuatro Evangelios, sin desviación alguna. No vemos a Jesús obrando milagros pero si dando sermones. No camina sobre el agua pero ingresa a Jerusalén montado en un asno. Y así hasta el momento de su crucifixión.
De modo que la arriesgada premisa queda en promesa. La duda respecto a la naturaleza de Cristo se mantiene, pero no se arriesga una propuesta o un cuestionamiento. Los protagonistas dejan de serlo para convertirse en testigos. Y el final, bastante a lo Og Mandino, termina por desdibujar una propuesta que, si bien de trazo grueso, parecía ofrecer un buen cuadro. Será para la próxima.
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