(comentario de Daniel Mejía)
El finado Philip José Farmer (1918-2009) tenía ideas audaces y salvajes, eso nadie puede negarlo, muchos le culpan de arruinar el final de sus series (florecientes por donde se vean y vastas en número) al estirar demasiado la idea y dejarla muerta al sacarle todo el jugo. Solo una vez me ha pasado eso y ha sido con el Mundo del Río. La saga del Mundo de los Niveles de la cual solo se han impreso dos partes y en distintas editoriales (El Hacedor de Universos[1965] –novela que nos toca reseñar- en Edhasa 2da Etapa, y Los Pórticos de la Creación [1977] en Dronte Libros Nueva Dimensión) no me ha decepcionado hasta el momento, y a pesar de que veo que le llueven críticas negativas de prestigiosos bloggers del fandom español de CF, la veo como el inicio de una serie muy entretenida que hará las delicias de los amantes del pulp y la novela de aventuras.
El protagonista es Robert Wolff, un norteamericano promedio que vive una vida no muy prometedora y al empezar la novela esta entrando en el crepúsculo de su vida, cuando por azar o designio un misterioso personaje llamado Kickaha que parece más bien salido de una novela del ciclo de Tarzán o de Pelucidar se le aparece haciendo frente a un ejército de creaturas monstruosas y desapareciendo por una puerta que no estaba ahí antes, invitándole a la aventura de su vida. Fantasía dirán ustedes, nada más lejos de ello. El maestro Farmer se distinguía por tener un enfoque altamente científico o mejor dicho cienciaficcionero a lo que parece fantasía, volviéndola en ciencia factible.
Cuando Wolff sopla el cuerno que Kickaha le deja, es transportado como por arte de magia a un fabuloso mundo escalonado en forma de pirámide, regido por un miembro de un pueblo de semidioses cósmicos. Dichos seres son poseedores de una ciencia tal que les permite diseñar universos y crear vida a su capricho. Claro está que el viaje de Wolff a este mundo no ha sido del todo coincidencia, Kickaha alias Paul Janus Finnegan (léase Philip José Farmer dentro de la novela, como lo hiciera con Peter Jairus Frigate en El Mundo del Río), un terrestre quien ha caído hace buen número de años en este mundo piramidal, que ha adoptado el nombre de un dios tramposo nativo-americano entre uno de sus muchos alias, y que está rodeado de enemigos y aliados en cada nivel de este universo, tiene mucho porque responder, y el despiadado Señor que rige este mundo de aventura casi infinita dará batalla por su trono. Como ven casi nada. ¿Les dije que el Señor de este mundo, Jadawin está perdido y hay que encontrarlo? ¿Y que hay un usurpador en su lugar? No, claro, casi nada.
Aunque la obra no supera las 200 páginas, la fuerza de sus imágenes y situaciones la hacen valer un Ilión o una Estrella de Pandora. La aventura es constante y no es sino un homenaje abierto a las novelas de Edgar Rice Burroughs, Robert Howard, Zane Grey, Julio Verne, etc. Eso si, todo tiene una explicación, no hay cabida a lo sobrenatural en lo que de otro modo podría interpretarse como una n-logía de fantasía épica de esas que tanto abundan por ahí, aunque por otro lado los mundos más exóticos que los Señores crean a su capricho no se encuentran en esta obra como el Mundo Lavalita. Ni de lejos. Hay que seguir más adelante para ver mundos bizarros. Por no decir que la enemistad que algunos Señores se tienen entre si hace ver la relación Lex Luthor-Superman o Joker-Batman como algo de todos los días, como se evidencia en la constante lucha que avanzada la serie se verá entre el Orco Rojo, Jadawin y Kickaha. Y además es rica en ideas salvajes como humanos de diferentes periodos históricos raptados para satisfacer los placeres de los señores; la bioingeniería que usan para recrear los seres fantásticos que nunca fueron en nuestra Tierra, pero todo dentro de los parámetros de verosimilitud de la biología, por increíble que parezca; la estructura social de cada nivel de cada mundo donde el autor muestra su vasta cultura y experiencia a la hora de retratar sociedades alternas creíbles (cosa que también hiciera en El Mundo del Río y Dare); o las vastas y casi imposibles cordilleras artificiales de esta realidad alterna, en las que las persecuciones, las traiciones y los actos heroicos se van dando en buena parte de la obra.
Y si pues, como ven, el autor riza el rizo y crea un bucle de retroalimentación positiva literario al crear una especie de hogar para las aventuras que nadie más espera (léase en español: el hombre invento la fanfic). En Okeanos, el cuarto nivel, se nos narra una epopeya épica de manos de los mismo griegos; en Amerindia, el tercer nivel, vemos un western nada crepuscular con centauros y todo; en Drachenlandia, el segundo nivel, nos creemos dentro de los relatos de espadachines de Howard o C. L. Moore; y en Atlantis, el primer nivel, vemos…¡la Torre de Babel! De lo que una caterva de escritores menores habrían sacado pastiches realmente monstruosos en forma, estilo y ejecución, Farmer nos saca una historia amena para pasar el rato que engloba y concilia formatos aparentemente incompatibles y da para hablar a la Hermosa Gente que son los críticos literarios que podrán despedazar todo lo que quieran su obra…pero no podrán matarlo. El hombre convertía en oro lo que escribía y si en algo pecaba, era en ambición. De todas formas esta novela es intachable en si misma, no pasará a la historia como una obra maestra, pero si como una obra respetable y decente, y eso es a lo que debería aspirar la obra de cualquier autor.
De hecho como autoparodiándose a si mismo, una de sus novelas relacionada con esta serie, e inédita en español, Red Orc’s Rage (La Ira del Orco Rojo, 1991), un psiquiatra al ver el éxito literario de la Serie del Mundo de los Niveles de cierto escritorzuelo de CF, usa sus mundos ficticios como sugestiones hipnóticas para que sus pacientes desahoguen sus demonios internos al creerse Señores, pero (y siempre hay un pero), ¿qué pasa cuando uno de los pacientes afirma ser un Señor exiliado? Y no cualquier señor, sino la Némesis de Jadawin, el mismísimo Orco Rojo. Después de todo la realidad siempre es más extraña que la ficción. Como ven a pesar de estar entrado en años Farmer nunca decepciona al lector.
Como siempre en toda obra de Farmer el sexo y el exotismo van de la mano, y los que crean que Wolff es un renacido Lazarus Long que folla con todo el multiverso conocido están equivocados. Uno de los misterios iniciales de la novela es el “rejuvenecimiento” de su protagonista, y al haber caído en Okeanos, créanme, encontrará una sociedad muy, pero muy liberal. Por no hablar que tiene imágenes e ideas hermosísimas que parecen sacadas del Jack Williamson temprano o de Henry Kuttner, entre las cuales destaco y cierro este artículo con la soberbia Podarga, mujer-ave rival encarnizada de Jadawin y aliada a duras penas de Kickaha, ser de gran belleza y ama de un ejército de águilas gigantes inteligentes que solo aspira a recuperar su forma humana.
El hecho que la CF actual solo haya reconocido la calidad del trabajo de este autor en sus inicios, y no durante su periodo de madurez creativa, es una desgracia. En esta novela muestra todo lo que un buen escritor de CF necesita para atrapar al lector cual canto de la sirena al marinero. Si quieren saber como escribir CF de calidad lean esta obra; si quieren deleitarse con una buena obra léanla de todas formas. La vida no es un curso universitario, es algo que solo se disfruta una vez. En el fondo El Hacedor de Universos es autoconclusiva y no es necesario haberse leído toda la serie para entenderla en su totalidad. El autor juega limpio y al contrario de ciertos “metaliteratos” (te quiero ver Saramago…) plantea desde un comienzo que esta es una novela de CF y punto. De hecho si no fuera por el simple hecho que a los protagonistas terrestres de esta novela les gusta la CF y la han leído de niños, no entenderían ni la mitad de cosas que se les presentan en esta obrita.
Ya saben, las novelas de Farmer son para vivirlas, no para pensarlas (para eso búsquen a Dick o a Lem). Cuando lean una novela de Farmer, acepten el mcguffin que el autor les ofrece y déjense arrastrar por un recorrido que es sexo y dinamita pura, ¿alguien puede pedir más?
Daniel Mejía
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