domingo, 5 de enero de 2014

El tercer nombre del Emperador (Victor Conde)


Si bien estamos ante una novela publicada en el año 2002, y actualmente descatalogada, la magia de la edición digital ha hecho posible su distribución y lectura.

La carrera de Victor Conde ha tenido un buen inicio y mejor desarrollo. Y la lectura de esta novela evidencia el porqué: ya en el 2002, el autor había logrado construir un universo futuro lleno de intrigas, especies de características insólitas y peligros que, como no, amenazan siempre el devenir de la especie humana en el universo.

No pasa desapercibida cierta similitud con la trama de la saga de Hiperión, de Dan Simmons, pero para cualquier lector cuajado, todo texto acaba conectándose con otro. En todo caso, el tema de la trascendencia, o evolución del ser humano, siempre ocupará un lugar preponderante en el imaginario de la ciencia ficción.

En el universo del El tercer nombre del emperador, se ha logrado el contacto con seres provenientes de una suerte de “cuarta dimensión”, o metacampo, donde tienen lugar fenómenos fuera del alcance de la percepción humana normal. Estos seres, los ids, seleccionan a seres humanos síquicamente dotados para ser sus huéspedes, logrando una simbiosis que ha beneficiado a la humanidad con el desarrollo de ciertos poderes que, entre otros efectos, permiten mantener unido al universo, el cual es regido por un ente denominado Emperador Gestáltico, quien es producto de la “convolución” (supongo que es una palabra que deriva de “convergencia” y “evolución”) de tres seres humanos normales. El tercer nombre del Emperador alude pues a uno de estos aspectos, en este caso, Alejandra , una joven proveniente de uno de los rincones más alejados del universo, quien preferiría haber evitado semejante destino.

De otro lado, tenemos a Evan Kingdrom, un joven cazador, ex militar, deseoso de venganza contra los enigmáticos ids, en particular uno de ellos, el ex simbionte de su esposa, a la cual terminó asesinando por razones desconocidas, acto que en el contexto de la novela carece de precedentes y de explicación alguna. Su búsqueda del id es interrumpida por una de las tantas facciones que detentan el poder en el Imperio, quienes lo requieren para realizar una misión, a saber, partir en búsqueda de otro de los integrantes del Emperador Gestáltico.

Mientras tanto, en las zonas más apartadas del espacio, está teniendo lugar un tipo de actividad anormal, que podría provenir nada menos que del metacampo, cuya naturaleza es discutida desde los más diversos puntos de vista, como pueden serlo tanto el cosmológico como el religioso, pasando por una especulación matemática que desarrolla la paradoja del “antes” y “después” en un universo en el cual la causalidad no se rige según la denominada “flecha del tiempo”…

Los destinos de Evan y Alejandra, a pesar de lo disímiles que puedan parecer, terminarán por unirse, revelándose al lector una serie de sorpresas que cambiarán radicalmente su percepción – si, otra vez – en torno a la verdadera naturaleza del Emperador, los ids y el metacampo.

Destacable novela, que entre otras cosas, demuestra que los autores no anglosajones tienen poco o nada que envidiarle a los escritores de habla inglesa. Los afortunados, como siempre, somos los lectores.

Daniel Salvo