viernes, 1 de octubre de 2010

Pilotos infernales (Gerardo Sifuentes)




El mundo de los pilotos infernales es, y no es, el nuestro. Es un mundo terrible, lleno de los horrores del presente y de una certeza: el futuro ya llegó. Los ovnis se pasean por el cielo y a nadie le importa. Todos viven en un tiempo suspendido, que alguno llama el fin de la historia, ocupados en carreras a ninguna parte, huecas, interminables. Pero algo está pasando: desde el televisor, desde la imaginación alucinada, algo se acerca hacia nosotros. Con este libro, Gerardo Sifuentes confirma ser de los escritores más interesantes de su generación y un renovador de la literatura fantástica mexicana.


(Texto de la contraportada a cargo del escritor mexicano Alberto Chimal)




Pilotos infernales
Tercer Premio Internacional de Ciencia Ficción y Fantasía
Colección MECYF
Grupo Editorial Vid
México, 2001


Lo reconozco: como lector tiendo más bien a ser un conservador. Me muevo más a mis anchas en el clásico esquema de planteo-nudo-desenlace que en otras propuestas más innovadoras... aunque a veces me sorprende el hecho de entender algún texto de los denominados posmodernos o vanguardistas.

De manera que recién caigo en la cuenta que debo haber venido aburriendo a un buen número de lectores quien sabe desde hace cuánto tiempo. Y esto por que, dentro del amplio abanico de posibilidades que ofrece la literatura (no sólo la de ciencia ficción), prefiero la de corte más clásico. Qué puedo decir: llegué tarde a la posmodernidad.

Pero igual puede ocurrir que, o bien mis sinapsis pueden hacer trabajo extra, o el león no es tan fiero como lo pintan: un texto de los que podría llamar difíciles se convierte en una obra amena y entretenida. Como el Asimov más prosaico.

Pilotos infernales es un buen ejemplo. Escrita en el más exquisito lenguaje ciberpunk, es deudora además del infame A cabeza descalza de Brian Aldiss. Hay una trama - tan cienciaficcionera como la que más- pero el foco de atención dentro de esta breve novela está en el lenguaje, un lenguaje duro y directo pero carente de vulgaridad, plagado de referentes al desmadre que el exceso nos ha traído: los nombres de algunos personajes - y acaso sus personalidades - son trasuntos de algunos de los productos que, suponemos, han devenido en omnipresentes en las llamadas naciones civilizadas. En momentos así, uno agradece el hecho de vivir en un país no tan moderno... y mucho menos, posmoderno.

Pilotos infernales nos dice, entre otras cosas, que si bien el futuro no es igual para todos, las pesadillas si pueden serlo. El mundo de Pilotos infernales es un mundo enloquecido a propósito (hay un experimento que se sale de control...¿o no?), pero a sus habitantes esto parece no importarle. O se trata de una locura consciente - si tal cosa puede ser posible - o es una alucinación consensual. A los protagonistas les basta escarbar apenas en la superficie del mundo que perciben como real para darse cuenta de que hay otro mundo (¿el nuestro?) que debería ser el mundo real. En este contexto, aquellos que pueden realmente ver sufren una extraña maldición: su visión es necesaria pero no parece importarle a nadie. Ni a ellos mismos.

Los momentos clave de la novela, aquellos en los que se hace evidente la dicotomía entre lo percibido y lo real, son, contra lo que podría pensarse, desesperanzadores: el lector comienza a percatarse de la clase de mundo que es el mundo real para que un planeta entero acepte vivir fuera de la realidad. Como complemento, Pilotos infernales incorpora, casi como anexo, el cuento Good bye Kitty Films, adecuado y escalofríante cuadro de costumbres de la nueva era.

Nuestra posmodernidad cultural es analizada en los cuentos Punks de clóset (o cuál es el tratamiento para nuestras fobias y odios) , Abdúceme y En sus 15 minutos de fama (o de cómo la angustia de vivir nos impide vivir). De los tres, Abdúceme trata un tema de permanente actualidad: la incesante cantidad de avistamientos, contactos, fotografías y filmaciones que demostrarían la realidad del "fenómeno OVNI". En el relato, parece que al fin, los OVNIS parecen haberse decidido a mostrar la cara, pero tal vez este hecho carezca de importancia para una humanidad sumergida en la apatía y el desengaño de sus propias espectativas. De acuerdo, existen los OVNIS. ¿Y? Igual debo trabajar para vivir, ver cómo se me cae el pelo, pagar hipotecas, angustiarme por el futuro de mis hijos, empezar a vivir de medicamentos... Un relato devastador y lleno de melancolía por una más de las tantas ilusiones que se nos van.

¿Podrán estas visiones de Gerardo Sifuentes ayudarnos a conjurar los peligros del presente y del futuro? Espero que sí. Por lo menos, seguimos con vida.



Daniel Salvo

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