martes, 1 de diciembre de 2009
Editorial: Balance de fin de año
Aventuras de un niño caído del cielo (Adriana Alarco de Zadra)
Cuando el doctor Santiago E. Antúnez de Mayolo me solicitó escribir 52 cuentos infantiles, uno para cada semana del año, pensé que no podía cumplir con dicho requerimiento en breve plazo. Sin embargo, cada experiencia diaria puede ser objeto de un cuento diferente. Recogiendo ideas y jugando con mis nietos, he terminado de escribir estos cuentos con mucho cariño, para que los niños disfruten mientras aprenden. Por lo tanto, tengo el gusto de presentarles los primeros trece cuentos de la colección: El Cuento Semanal para Niños. Estos relatos de las Aventuras de un Niño Caído del Cielo, tratan sobre Gerónimo, quien fue barrido de su planeta por una lluvia de meteoritos. Es un niño alado con poderes extraordinarios. Además, es sensible para con todos los que lo rodean, curioso, matemático y poeta. Espera encontrar a otros seres como él por los alrededores y va recorriendo el territorio. Paso a paso se acerca al océano, conoce a varios animalitos de la región y visita a la sirena Delfina que vive en el mar.
Va a los pueblos y lagunas de la región costera, conociendo personas interesantes y observando la vida que se desarrolla en los campos. Prosigue su recorrido hacia las tierras altas de los Andes, pasando por el país de los números y la casa de los espejos para descubrir pueblos olvidados, volcanes apagados que alojan dragones y cuevas de lechuzas en las laderas de las montañas.
Encuentra a otros compañeros alados y hace amistad con una serie de personajes que viven en distintas regiones. Atraviesa la cordillera andina y, en el camino, conoce a varios animales burlones. Llega a la selva amazónica con sus bosques de todos los colores y sus ciudades tan perdidas que nadie las encuentra ni en el mapa.
La ciudad de los nictálopes (Tanya Tynjälä)
Hay, entre las innumerables clasificaciones que existen para la ciencia ficción y la fantasía, una que es denominada science-fantasy, que podría definirse, para ser breves, como un tipo de ciencia ficción que admite elementos sobrenaturales o fantásticos. Pensemos en las entregas de Hellboy, con su tecnología inconcebible que sirve para abrir las puertas del infierno. O los motores que funcionan a magia que describe el escritor inglés China Mieville en su universo de Bas - Lag. O en la saga de Star Wars, con sus caballeros jedi que rescatan princesas y se enfrentan a villanos con poderes inimaginables, secundados por robots y viajando entre las estrellas en naves que se desplazan a velocidades mayores a la de la luz...
Daniel Salvo
La guerra de Mostark (Santiago Roncagliolo)
Mostark es una vieja estrella que se ha convertido en un planeta habitable. En el futuro, cuando la Tierra se enfríe, familias enteras de humanos decidirán probar suerte en Mostark, emigrando en búsqueda de pastos para los tribions, animales genéticamente modificados que son una suerte de cruce entre res y felino. Pero Mostark no está deshabitado: varias razas inteligentes lo pueblan, razas que han convivido pacíficamente hasta la llegada de los Dinath, crueles, ávidos de poder y deseosos de esclavizar a otras razas.
Daniel Salvo
lunes, 2 de noviembre de 2009
Editorial: ¿Mezcla o falta de creatividad?
Desde otros lares llegan noticias interesantes en el campo de las publicaciones de ciencia ficción, fantasía y terror. Entre ellas, que al reciente boom de novelas de vampiros adolescentes, seguido del más discreto de los zombies, se barrunta una nueva modalidad: la reescritura de clásicos literarios en clave de fantasía, terror o ciencia ficción. Así, está pronta a distribuirse la intrigante Orgullo y prejuicio y zombis, de Seth Grahame Smith, "una versión ampliada del clásico de Jane Austen". Grahame Smith ya está redactando otra novela en la cual Abraham Lincoln resulta ser, además de abolicionista, un competente caza-vampiros.
Las historias en las que se mezclan personajes o escenarios ficcionales pertenecientes a otros autores con los de nueva cosecha, no son desconocidas en los predios de lo fantástico. Al contrario, ¿quién no se ha emocionado con películas como Drácula vs. Frankenstein (con el considerado el peor Drácula del cine, el actor Zandor Vorkov), o sin ir más lejos, con el cómic La liga de los caballeros extraordinarios? No confundirse con el pastiche, que es una forma de homenaje al escribir "a la manera de", como es el caso del escritor español Rodolfo Martínez, encargado de dar nueva vida a Sherlock Holmes.
Pero - siempre hay un pero-, tal parece que la cosa podría exceder un poco la sana expectativa del público lector de volver a leer las aventuras - o desventuras - de sus personajes favoritos.
Y el grito de alerta fue dado - cuándo no - hace tiempo desde la ciencia ficción, en el hermoso y triste relato Treinta días tenía setiembre de Robert F. Young, en el cual un melancólico y frustrado padre de familia del futuro añora los días de su infancia, en los que pudo asistira a una "escuela de verdad" - en vez de las clases por televisión que siguen sus hijos - y disfrutar de las clases impartidas por encantadoras maestras-robot. La nostalgia del protagonista lo lleva a adquirir una maestra-robot de segunda mano, con el pretexto de que ayude a su hijo en sus tareas escolares y a su antipática esposa en las labores domésticas. Pero lo que el ansía en realidad es volver a los felices días de antaño, lo que logrará al fin, aunque no de la manera que esperaba.
En dicho relato, además de una sombría predicción acerca de la calidad de las relaciones humanas del futuro, se nos ofrece un atisbo de las "nuevas" formas de entretenimiento del morador de las ciudades: televisores inmensos en los que se propalan westerns. Pero no cualquier tipo de western: son versiones actualizadas de Romeo y Julieta, Macbeth, Antígona y otros clásicos, lo cual provoca las iras de la maestra-robot, acostumbrada a los textos originales. Sus críticas hacia estas nuevas versiones de las obras shakesperianas o las tragedias griegas apuntan tanto al nivel de producción de las mismas, que se adivina bastante ínfimo, como a lo que posiblemente angustiaba al autor: la pérdida de la creatividad. De paso, el autor nos previene acerca de la clase de productos que pueden resultar de un arte vendido al capital
De modo que vale la pena preguntarse si estamos ante un nuevo tipo de arte, la revisitación de los clásicos, o si méramente estamos ante una horda de saqueadores de ideas, como esos "cantantes" que no tienen otra manera de presentarse que resucitando algún tema del recuerdo. Aunque claro, quien nos dice que Orgullo y prejuicio y zombis resulta siendo mejor que la "original"... Entre nuestros escritores, Ivan Thays tiene una opinión bastante curiosa al respecto.
Y ya puestos, Edmundo Paz Soldán se pregunta, con mucho humor:
Pues sí: algunos ya estamos escribiendo Un mundo feliz para Julius y La tía Julia y el Terminator.Me imagino que, en el futuro, habrá varios adolescentes confundidos: "¿Orgullo y Prejuicio? ¿No es la novela con zombies? La tal Austen, una precursora de George Romero". A prepararse, porque esta moda sólo acaba de comenzar. Después de los zombis, seguro que vendrán otras novelas con criaturas de muy mala reputación: La ciudad y los perros con vampiros, Pedro Páramo con hombres lobo (¿pero, Rulfo no la escribió ya con zombis?)... Se acercan días interesantes para la gran literatura.
Revista NM N° 4 (VV.AA.)
Una deliciosa fantasía bíblica que habría merecido el aplauso de Ted Chiang. En el futuro remoto o en el pasado mítico, no hay una sino muchas torres que apuntan al cielo, mientras que en la tierra hay cada vez más incomprensión. Misma incomprensión que puede llegar a lo alto de las torres...
En algún lugar del tiempo (Richard Matheson)
A inicios de la década de los años ochenta, Christopher Reeve y Jane Seymour protagonizaron la versión fílmica de ésta novela, que entre nosotros se distribuyó con el hermoso título de Pídele al tiempo que vuelva. La película es un clásico de esos que merece la pena verse cada cierto tiempo.
La trama es la siguiente: Richard Collier, un guionista de cierto renombre, se enamora del retrato de una actriz recientemente fallecida. Se obsesiona con la posibilidad de viajar en el tiempo a las épocas de juventud y esplendor de la actriz, lo cual logra gracias a una técnica más filosófica que científica, si cabe la distinción. Es pues, una historia romántica de viajes en el tiempo. Parece la onda actual: vampiros enamorados, luego zombis...
Excepto que la novela que dio origen a la película es muy anterior a las actuales muestras de romanticismo posmoderno. Escrita en 1975, se publicó en ese entonces como Bid time return (Pide al tiempo que vuelva), pero tras el éxito de la película, que en USA se distribuyó como Somewhere in time (En algún lugar del tiempo), pasó a reeditarse con dicho título.
La novela no difiere mucho de la película, y cuesta imaginarse a Richard Collier o a Elise Mckenna con otros rostros que no sean los de Christopher Reeve o Jane Seymour. Claro que el texto escrito permite una mayor amplitud de opciones y detalles, que incluso llevan al lector a preguntarse si, en el contexto de la novela, las cosas ocurrieron tal y como se narran o se trata del delirio de un enfermo terminal, lo cual, a su vez, permite una vuelta de tuerca en cuanto al método utilizado para viajar en el tiempo, descrito con lujo de detalles por el protagonista, puesto que la novela intercala partes del diario de Richard Collier.
Además de la intriga romántica (¿logrará Richard enamorar a Elise, por quien ha viajado nada menos que en el tiempo?), está el interés que despierta en el lector la experiencia de encontrarse en un ambiente realmente distinto al nuestro, que nunca deja de ser ajeno (o alienígena, si se quiere) a nuestra forma de percibir las cosas. Matheson logra transmitir esa sensación con maestría, al tiempo que crea otro obstáculo para nuestro héroe: parece ser que el desplazamiento temporal logrado se sustenta en mecanismos muy sutiles, al punto que éste se ve constantemente amenazado por la posibilidad de retornar a su propio tiempo, lo que representaría una catástrofe para sus propósitos.
Ya sea la novela o la película, En algún lugar del tiempo nos ofrece una historia que nos habla acerca de nuestras posibilidades y nuestras limitaciones cuando se trata de alcanzar eso que llamamos amor, y que aún cuando podamos encontrar realmente a esa persona, esto no es ninguna garantía de un final feliz.
Según Matheson , "En algún lugar del tiempo es la historia de un amor que trasciende el tiempo, mientras que Más allá de los sueños es la historia de un amor que trasciende la muerte... Pienso que ambas representan lo mejor que he escrito en forma de novela."
domingo, 1 de noviembre de 2009
Cuento: Propaganda para ancianos o gente descartable (Luis Antonio Bolaños de la Cruz)
Luis Antonio Bolaños de la Cruz
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Discurso aleccionador para publicitar dermomemorias reservadas a cuerpos de recambio o para aquellos que han acumulado excesivas existencias (Lectura promocional de holotanque mòvil con velocidad de difusión reducida - tiempo máximo: 30 segundos)
Hay intentos de mis avatares, remanentes del último tratamiento antienvejecimiento, por evitar que segmentos seleccionados que acumularon momentos de especial nobleza y belleza sean devastados, en ocasiones logran salvarlos, en otras son derrotados por esas otras fases de mi mismo encarnadas en los cuerpos macizos y devastadores de la pre-demencia senil, aquellos que se amparan quedan como relictos o museos hasta el próximo período de devastación que igual puede demolerlos, no hay garantías de permanencia por acumulación de tiempo. Imagen: Gráciles y enjutos arqueros elfos volando en grifos se enfrentan a macrorobots provistos de láseres.
A pesar de los nanocomponentes insertados mediante terapias de mantenimiento en las circunvoluciones cerebrales para salvaguardarlas, como los períodos de repetición de las incesantes modificaciones son arrítmicos –cual subproductos de la acumulación de peripecias y anomalías del devenir y de la deriva existencial-, decaen en sus predicciones y acciones para preservar la salud, así que no se puede confiar en permanencias ni robusteces. Por eso, hasta el mismo terreno de la retentiva se perturba con frecuencia y declina o se desintegra. Mientras suenan las frases gráficos de Judson Huss se suceden: Alfa & Omega, Historia Natural, Monumento, Palabra, Ultimo Pájaro, Vals de los Fósiles.
En ocasiones, una vibración o un grito que llegan -generados por el aparente vacío social en que moramos, con frecuencia abandonados, o de la ira que nos embarga por la impotencia ante las crueldades de su estructura-, pueden desmantelar vastas llanuras de evocaciones o hacer desplomarse laderas completas de remembranzas, entre las ruinas destellan esquirlas aún reconocibles de lo que se pierde, pero la hemorragia es tan vasta, el desangrarse tan agotador, que aceptamos un pacto con lo intrascendente, una alianza con lo letal… y seguimos adelante, mezclando los niveles, amalgamando las dimensiones, licuefaccionando lo que atesoramos y removiendo detritus, para poder armar nuevos diagramas y acumular otros tesoros que vibren en resonancia con los extraviados en los meandros infinitos del pasado, apenas de tenue identificación. Acompañan al texto composiciones escherianas con mínimas variaciones: volcán que emerge del océano desde un àngulo y un eclipse que avanza en diagonal desde el contrario, en un extremo el eclipse se traga la lava, en el otro la erupción barre con el proceso de ocultamiento.
Reflexión Molecular sobre la interfase entre mainstream y género de CF (Luis Antonio Bolaños de la Cruz)
Diversos artículos a lo largo de los dos últimos lustros (recuerdo por ejemplo, uno de Niño de Guzmán) me ha suscitado diversas emociones, indignación pero también lástima, por eso deseo empezar con un tándem que vincula mis dos definiciones más queridas de CF:
“Es la rama de la literatura fantástica que se dedica a especular sobre las variables fundamentales que caracterizan a la humanidad –y sus anexos- en todo tiempo y lugar” (la clave aquí es fantástica, no tecnológica) y
“La CF es el género o subconjunto literario que al funcionar como agujero negro da cuenta de los demás subconjuntos literarios y del conjunto mayor o mainstream” (la clave aquí va de inclusión a adsorción, ya que apenas desde cualquier otro género o del mainstream pueden abordarse esos temas anteriores que son el fundamento de todo relato de CF).
Es más, parece que los acercamientos referidos a la segunda definición, convierten a los textos que abordan su interpretación en verdaderos objetos en el borde del anillo de Schwarszchild de un “black hole”, o sea que caen o son atraídos dentro de la CF, lo cual provoca no poco desconcierto en aquellos críticos que relegan o ningunean a un género, tan complejo que es capaz de realizar semejante artificio y embutirse lo que se acerca sin contemplaciones. De allí la proposición de subconjunto que da cuenta, en palabras de Douglas Adams, de “la vida, el universo y todo lo demás”
Lo cual significa por un costado, que la CF es profundamente humanista (percibida desde la vertiente fantástica por las preocupaciones esenciales que promueve), y por otro lado que cualquier relato que se aproxime a su anillo temático de Schwarszchild es devorado irremediablemente por ella –recordar que una vez encajado le ocurrirá lo mismo que le sucede a cualquier materia, energía o información en el interior de un agujero negro: será incapaz de abandonarlo- y eso a pesar de los plumajes erizados, las negaciones a porfía, las doctas disertaciones sobre la trascendencia y la incapacidad de numerosos críticos para asumir que un género despreciado por su vinculación inicial con los pulps, pero denominado a la posteriori como “literatura culta para masas”, pueda esgrimir esas características.
Por eso recurren al ajado argumento que sostiene que cualquier obra de un escritor de mainstream no puede ser CF… porque la trasciende. Ante semejante contumacia no queda más que carcajearse cuando leemos a Philip Roth y su ucronía (que por cierto no es descubrimiento de él como se atrevió a decir algún crítico despistado) o a Ishiguro y su novela “Nunca me abandones”, tan parecida a una novela de Michael Marshall Smith (Clones) o al film “La Isla”. En este punto recuerdo la provocadora frase de Michel Houellebecq rubricando que lo único trascendente de la literatura del Siglo XX es la ciencia ficción.
Y ahora ocurre igual con el ganador del Pulitzer Cormac McCarthy y “La Carretera”, espléndida y brutal novela de CF, que ha originado un diluvio de comentarios elogiosos en blogs, revistas y periódicos, donde por lo general la tildan de postapocalíptica, pero eluden señalarla como perteneciente al género (alguno vergonzante dirá que es cercana); no obstante para los aficionados no existe motivo de engaño, les recuerda tantas y diversas peripecias descritas por David Brin (El Cartero), Robert McCammon (Canto del Cisne), Stephen King (Apocalipsis), Sonya Dorman (Corre, corre, corre, dijo el pájaro), Plop, un auténtico descenso a los infiernos debido a la pluma de Rafael Pinedo, o Richard Corben (Mundo Mutante) o las diferentes series de aventuras postcatástrofe (ambiental o atómica o cualquier otra causa) que las historietas argentinas de Columba y Skorpyo se esforzaron por esparcir en América del Sur. Quizás la diferencia fundamental estriba en el estilo, breve, compacto, èpico y casi poético de la triste novela, y no en la lacerante, áspera, sin resquicio para la esperanza, terrible acontecimiento que nos despliega, y que tan común es a ese tópico particular de la CF. Y es que tenían que leerlo proveniente de un autor “normal” para reventarle cohetes y prodigarse en elogios.
Parafraseando a Harry Harrison repito para comparar: que una vez veías al cowboy cabalgando hacia el sol rojo de un atardecer o seguías los incidentes que franqueaba el antihéroe de una novela negra para solucionar un crimen, las habías -en cierto modo- leído todas, pero la infinita gama temática de la CF que se expande como la galaxia o que siguiendo con el icono del “agujero negro”, interactúa dinámica con su entorno literario: tragando lo que colinde o se acerque, girando sobre si misma para morderse la cola y/o parodiarse, vibrando e insertándose en otros soportes (historietas, comics, películas, música, teatro, modas) con un talante peculiar: por sus características genera una distorsión extrema en tiempo y espacio; y encima, va creando la masa crítica que permite prepararse para la novedad, medida por la fuerza gravitatoria que ejerce en la humanidad (en el listado de los filmes más vistos -y tomando en consideración que el cine es el arte del siglo XX como decía Lenin- la mayoría son pertenecen al género y ni se diga de la tecnología que usamos en la actualidad, soñada o propuesta en sus textos desde el siglo XIX)
Hay que aceptar que se requiere otra percepción, al ser una creación que se encuentra al borde del conocimiento, con frecuencia quienes la desprecian confunden las herramientas de la CF con su corpus intelectual y por ello piensan o quieren pensar que sólo la “space opera” o la CF tecnológica corresponden a su campo, cercenando àreas vitales para completar una imprescindible reflexión global, por eso coloco de inmediato dos ejemplos:
1. El comentario que aparece en: http://www.lamaquinadeltiempo.com/libsem.htm sobre la obra de Diego Huberman “Baigorri hacia llover”, delicioso en sus implicaciones para lo que ilustro:
“A mediados de 1938, Juan Baigorri Velar declaró haber creado una máquina que hacía llover. Envuelto en una áspera polémica con las autoridades y convertido en una celebridad, Baigorri no dudó en prometer una lluvia que caería sobre la Ciudad de Buenos Aires el 3 de enero de 1939. Este libro constituye la primera investigación exhaustiva acerca del hombre, su máquina que pocos vieron y lo que hizo con ella. Su historia personal también es enigmática. Pese a lo que cuentan las fuentes tradicionales, Baigorri no era argentino, no fue alumno del Colegio Nacional de Buenos Aires, su padre no fue amigo del Presidente Julio A. Roca y no tuvo uno sino varios hijos. Tampoco disfrutó de un único matrimonio y poco se sabe sobre la autenticidad de su título de Ingeniero, posiblemente obtenido en Italia. Baigorri hacía llover es la primera respuesta al misterio de un personaje que fue ovacionado por una muchedumbre reunida a las puertas de su casa en el barrio porteño de Villa LUTO y que sólo se expresaba a través de los truenos, los relámpagos y la lluvia que, según decía, él mismo fabricaba”.
Es fantástica a la manera de la CF, ya que cuando se trata de fantasía a secas no existen vinculaciones con la ciencia o la tecnología sino con la magia y los encantamientos, no obstante Clarke nos explicaba que “una tecnología moderna podría parecer magia para un visitante del pasado”, por eso con recurrente frecuencia surgen escritores que se manifiestan como un equilibrista sobre el lomo de dos caballos, verbigracia Gemmel, que demuestran lo inútil de las categorías rígidas cuando sus novelas en apariencia de fantasía devienen en lecturas con rugosidades topológicas tan aproximadas y semejantes a la CF partiendo desde un material característica de la fantasía, que pueden ser un excelente demostración de la existencia de campos Moebius: Aquellos que tienen una cara en una dimensión y la otra cara en otra dimensión, de tal manera que si lo atravieso penetrando en la Europa del siglo XXI puedo aparecer en la reseca y rojiza llanura del Marte de ER Burroughs o cualquier otro lugar que se nos ocurra.
2. La novela de JG Ballard “El día de la creación”, CF sociológica, que ilustra subrepticiamente una “love story” tan irritante como Lolita y pedofìlica avant la lettre, pero que lo hace a la manera de la CF: un misterioso río brota del macizo montañoso y durante un lapso reconvierte el paisaje y trastrueca los ecosistemas, transformando el desierto en pantano y remodelando la existencia de los habitantes de sus riberas, de inmediato surgen las correspondientes organizaciones sociales que responden a ese planteamiento hidrogeológico, en consonancia con los planteamientos de Jared Diamond, donde una determinada concordancia o desencuentro entre cultura y ecología estipula el éxito o fracaso de la experiencia de esa etnia, así que por mucho que lo intenten someter (aquellos que desprecian el género) a las medidas y maneras del mainstream, se les escabulle, les siembra de enfebrecidas disquisiciones y de meándricas rutas acuáticas (en “El Dìa de la Creación”) el recorrido que fatigan aquellos críticos que se aproximan con sus cintas de medir, su tests de cociente de normalidad, su demolición de la imaginación no parametrada.
Ilusos, no sólo de CF vive la humanidad, pero es el equivalente a una droga, sin ella extravía un segmento considerable de su capacidad para ensoñar, adaptarse y persistir en un andamiaje de crueldad inmisericorde, que mora en el cortoplacismo depredador y en ocasiones parece dejar como únicas salidas, el suicidio físico o ético, la indiferencia cínica, la cirrosis hepática o el paraíso de las substancias modificadoras de la conciencia y la conducta, la disolución de lo que nos convierte en humanos, justo el tema central de la CF.
Continuemos con el ejemplo: Es probable que los interpelados clasifiquen en fantástico a la obra de Huberman y como mainstream con algunos elementos fantásticos a la de Ballard, pero eso es hilar demasiado fino con el agravante de extraviar el hilo, retomémosle agregando a Umberto Eco y sus formidables “El nombre de la rosa”, “El péndulo de Foucault” y la “Reina Moana” (este último una reivindicación del comic de aventura y fantasía en general,) así como el libro de Junot Díaz “La breve y maravillosa vida de Oscar Wao” que se exhibe como una reivindicación del comic de CF y Fantasía, de los frikis de la CF -representados con acierto -según me señaló Daniel Salvo y pude degustar- en “Big Bang Theory”-, la excelente “Aventuras de Kavalier y Clay” de Michael Chabon que riza el rizo sobre el género sin caer de modo rotundo en él, pero aportando una visión fresca y potente de esa interfase merced al Golem.
Ninguna de las cuales es CF a la usanza, pero demuestran como partiendo del género y sus áreas aledañas se puede escribir mainstream con un peculiar sabor a CF, a pesar de que en la obra de Junot, la idea de que el dictador Trujillo aparezca como alienígena planea por sus páginas, recordemos que “una nave espacial no convierte ipso facto al escrito que la recorre en CF” ni tampoco un alienígena. Lo que se nota en ambos libros y en los posteriores propuestos, es un acendrado amor por el género de nuestras preferencias, un respeto por su contenido y su forma, una disposición a comprender e incorporar.
Ya que de eso se trata: de converger en la búsqueda de formas expresivas donde colisionen y se mezclen, en una vorágine postmoderna, los distintos períodos históricos de la humanidad, para poder interpelarlos en este momento de la tormenta que nos devasta (como susurraría el difunto Zelazny) y que arrecia año tras año, por eso culminamos afirmando que moramos un mundo en gran parte -y quizás sea el más significativo pensamiento de mi breve reflexión- construido por la CF, lástima que haya sido a imagen y semejanza de la sección de desastres y pesadillas atroces y no la de utopías amables penetradas de dignidad.
Luis Antonio Bolaños de la Cruz
El hombre ilustrado (Ray Bradbury)
Los cuentos de El hombre ilustrado, si bien diferentes en cuanto a temática, están contenidos en otro "libro" de carácter un tanto macabro: se trata de tatuajes que cubren la piel de un vagabundo, cada uno de los cuales está vinculado a una historia, que puede transcurrir en el presente o en el futuro, en nuestro mundo o en otros...
Y vaya que el maestro Bradbury se entrega por completo en cada uno de estos cuentos. Practicamente ninguno tiene desperdicio, tanto por su trama como por sus personajes y temáticas. Los cuentos nos dicen cosas no siempre agradables de oir (o leer) sobre la realidad virtual, el fracaso de una misión espacial, la colonización de otros planetas, los efectos de una guerra nuclear, la soledad de un astronautas la búsqueda de la redención... Difícilmente puede hallarse una conjunción tan hermosa de lirismo y ciencia ficción como la que se nos ofrece en este libro.
Si bien es difícil elegir al "mejor" cuento de la selección, recomendaría para cualquier antología Caleidoscopio, donde un astronauta, que ha llevado una vida signada por el egoismo, la amargura y la mezquindad, obtiene una oportunidad de redimirse - en un sentido incluso cristiano del término - de esa vida precisamente al final de la misma, y en el contexto más increíble que pueda darse, como es su caída libre en la atmósfera de la Tierra, luego de que su nave explotara en el espacio.
Otro cuento memorable es El hombre, en el que una nave estelar arriba a un planeta que acaba de ser "visitado" por un hombre santo y sabio, un mesías que puede o no ser alguien a quien ellos también buscan. Y acaso el más lúgubre, a pesar de su belleza, sea El hombre del cohete, que nos muestra el drama de un astronauta en perpetua indecisión entre su carrera y su familia, naturalmente ansiosa por tenerlo con ellos.
El hombre ilustrado fue llevada al cine, con dispares resultados, en 1969. Se planea un remake a cargo de Zack Snyder.
jueves, 1 de octubre de 2009
Editorial: 500 millones en español
De un lado, se siente por dentro una gran satisfacción por que así sea. Ya no podemos volver a los tiempos en los que se decía la ciencia ficción es un género poco transitado por nuestras letras, la literatura fantástica es rara entre nosotros y demás clichés. Y quien crea que no, no tienes más que escribir CIENCIA FICCION en cualquier motor de búsqueda (Google, Bing, etc.) y verá lo que ocurre.
Claro, hay quien dirá son sólo blogs, páginas webs, ningún trabajo serio se ha publicado sobre el tema. Yo me pregunto: ¿un blog es menos serio que un libro? ¿un blogger menos serio que un summa cum laude? ¿Qué ocurre entonces cuando la información aparecida originalmente en la internet pasa al formato de texto escrito? ¿Recién adquiere carta de ciudadanía? No caigamos en la broma que nos ofrece El principito, cuando nos dice que un astrónomo recién fue tomado en cuenta cuando cambió de ropajes...
Además, hay algo que parece querer obviarse: los blogs, facebooks, twitters y páginas web no nacen solos, por generación espontánea. Detrás de ellos están personas, aquí en Perú y en México o España, que son lectores, amateurs, comentaristas, autores, ilustradores, etc., cuya actividad en la red gira en torno a la ciencia ficción. ¿Podemos seguir hablando todavía de géneros marginales, de mera afición? ¿O es que la ciencia ficción desde hace mucho ha tenido algo que decirnos incluso a nosotros, los hispanos (con todas sus mezclas)?
Por supuesto, y en buena hora, lo hispano (tan diferente de lo anglosajón) se mueve al ritmo de su propia idiosincrasia: hay mucho desorden en la red, se sigue prefiriendo lo anglosajón a lo propio, la ciencia ficción de un país suele ignorar a la del vecino, no sabemos qué hacer con Brasil... Qué puedo decir, gracias a la internet los nuevos autores que me interesan se apellidan Baradit, Meier, Boullosa, Paz Soldán, Aguilera, Gardini, Adolph, Güich... y las revistas que no me pierdo están escritas en español, y tienen nombres como Rescepto, La langosta se ha posteado, BEM, Axxón, El sitio, Guaican Literario, Literatura Prospectiva, La Casa de Jarjacha, Velero 25, NM, Artifex... Y quien sabe cuántos más habrá por ahí.
Dentro de tantos factores que pueden contribuir a cohesionar al mundo hispanoparlante, encontramos también esta eclosión del género, con sus particulares trayectorias y sus autores locales, pero siempre unidos en el mismo espíritu de exploración de lo fantástico, lo maravilloso y lo conjetural (como diría Sergio Gaut vel Hartman).
Con ese mismo espíritu, exploremos (sin depredar, sin esclavizar, sin sojuzgar) el Nuevo Mundo que nos ha dado la internet.
Reseña: Artifex Cuarta Época, N° 1
Revista Artifex N° 1
Cuarta Época, julio 2008
Una breve pero sustanciosa historia de los avatares de la revista Artifex, desde sus inicios en papel hastas su encarnación actual.
El hombre de la basura (Carlos Martínez Córdova)
Por experiencia propia, concuerdo con la premisa principal de este relato de terror: pueblo chico, infierno grande. Y nada más cierto que la afirmación de Sigmund Freud: el niño es un perverso polimorfo. Pongamos niños de siete años en un salón de clases de una escuela rural, y ya tenemos una atmósfera aterradora que, paradójicamente, sólo puede percibir la protagonista del relato, una maestra de escuela. Las transformaciones de los niños - transformaciones normales en todo niño, por cierto - son presentadas por el autor como escenas horripilantes per se, y hace que uno comience a mirar sospechosamente incluso a sus propios hijos.
Hasta ahí el haber. En el debe, quizá el relato hubiera mejorado mucho podándole por lo menos un tercio de su extensión, y bien podría haber prescindido de ciertas situaciones, incluso aquella que parece ser el misterio principal del cuento pero que luego queda en el aire, un recurso que si bien ayuda a llegar a un final sorpresivo bastante digno, deja en el lector una sensación de haber perdido el tiempo leyendo.
Con todo, deja un sabor de boca bastante bueno aunque agridulce para quienes pasamos parte de nuestra infancia en puebluchos miserables como el descrito, preguntándonos cómo es que hemos sobrevivido al terror que provocan la mezquindad, la hipocresía y la envidia de los que se quedaron.
Marcas, señales (Sergio Gaut vel Hartman)
El futuro ya no es lo que era, parece querer decirnos el autor. Una misión tripulada a Marte es, desde el punto de vista de los medios de comunicación y de los intereses detrás de los mismos, la nueva gran aventura de la humanidad. Pero para los protagonistas del relato, esta misión es el punto de partida para una serie de angustiantes reflexiones sobre el verdadero efecto de Marte en la humanidad, desde la antigüedad hasta nuestros días. Hay algunos nuevos juguetes tecnológicos en este futuro, pero no los suficientes para abolir las miserias habituales de la humanidad. La idea de Marte que nos ofrece Hartman es, aunque no benévola, hipnótica y plena de connotaciones, al punto que el relato bien pudo haberse cerrado con alguna de las afirmaciones de los protagonistas, quedando como una innovadora muestra de narrativa conjetural. El giro posterior de los acontecimientos, si bien intrigante, no está al mismo nivel de la primera parte.
La penúltima estación (Victor Miguel Gallardo Barragán)
Un relato digno de una antología de La dimensión desconocida, con sus trenes con destinos misteriosos y pasajeros que no saben bien de donde vienen ni a donde van. El horror aquí se manifiesta sin prisa pero sin pausa, con una sorpresa final que no deja de ser predecible, pero muy bien presentada. La prosa de los párrafos finales es magnífica.
Piedra y plumas (Francisco Ruiz)
Nos adentramos en una región mágica, la Cantabria prerromana, la Europa que no aparece en los textos de historia usualmente conocidos. El relato es un maravilloso muestrario de los seres mágicos engendrados por la imaginación de los primitivos pobladores de España de quien sabe cuantos milenios atrás. Seres mágicos y terribles, que acaso pudieron dar lugar a la aparición de leyendas posteriores que fueron piadosamente transmutadas en mitos y leyendas vinculadas a creencias cristianas, pero que en el fondo - como lo plantea el siniestro final- siguen viviendo en las mentes de los hombres, con toda la maravilla y el terror de los tiempos de antaño. Eso también es la Madre Patria...
Al-Iksir (Alejandro Carneiro)
Una aventura en toda regla, con magia, nazis y objetos de poder. Una aventura que se inicia mucho tiempo atrás, con un príncipe mago cuyo poder sobrepasa sus propias expectativas, y que se prolonga hasta tiempos más modernos, cuando en plena Segunda Guerra Mundial, se inicia la búsqueda de ese mismo poder, condensado en un objeto en cuya búsqueda parten ocultistas y oficiales nazis, que para gran sorpresa, asumen un comportamiento heróico - bueno, es obvio que no todos los militares alemanes de esa época fueron nazis convencidos, si no soldados que cumplían con su deber -. No se recurre pues al consabido "héroe norteamericano" que las tiene todas consigo. Una aventura llena de acción, magia... y chocolate.
Un plato frío (Manuel de los Reyes)
El futuro nos angustia, aún cuando podamos concebirlo como un tiempo en que se realizarán algunos de nuestros más audaces sueños. Para el presente relato, hay una sociedad del bienestar que no sabe qué inventar para divertirse, al punto que llega a convertirse en espectáculo el consumo de carne humana... o casi humana, pues proviene de seres diseñados genéticamente para ser, literalmente, comidos vivos, sin que este acto de ¿antropofagia? les ocasione daño alguno. Es parte de la moda que un gourmet deguste ante el público platos hechos con la carne siempre fresca de estos seres, cuya humanidad puede ser puesta en duda, a menos que se le proporcione un motivo para demostrarla, como puede ser el despecho. Nunca mejor dicho aquello de la venganza es un plato que se come frío. Para los lectores, buen provecho.
Reseña: Aventuras de dos arequipeños en época de Cristo (Pablo Nicoli Segura)
Pablo Nicoli Segura es un autor que merece más atención del público. Arequipeño de pura cepa, sus incursiones en el fantástico son más que eso, y parecen estar señalando un camino o una carrera literaria que lo podría poner como uno de los puntales de la actual literatura fantástica peruana. Sus libros de cuentos nos permiten conjeturar tal escenario, puesto que si bien inician con tímidas reelaboraciones de cuentos y leyendas propias de su región, se lanzan luego a la búsqueda de una temática propia, que por el momento nos ha dado algunos pastiches de lo más interesantes.
Para el caso de Aventuras de dos arequipeños en época de Cristo, pareciera que el autor se encuentra aún en una etapa de despegue, de la búsqueda de temática propia mencionada líneas arriba. Y no es que el argumento de la novela - revelada desde el extenso título - carezca de atrevimiento: el científico Pedro Paulet y un descendiente del inventor Pedro Ruiz Gallo viajan a la época en la cual Jesús de Nazareth está por finalizar su prédica y ser crucificado, merced a una máquina del tiempo inventada por Paulet, de la cual apenas se nos revela alguno que otro detalle de su funcionamiento.
Como premisa, resulta de lo más prometedor el saber que al menos uno de los personajes se maneja desde una perspectiva escéptica. Reacio primero a aceptar la existencia real de Jesús, debe habérselas ahora con las nuevas dudas que se plantean una vez comprobada su existencia: ¿hombre o Dios? Con una facilidad pasmosa - que obvia problemas tan evidentes como el conocimiento del idioma, por ejemplo - , nuestros viajeros en el tiempo se camuflan entre los cientos de seguidores del profeta Nazareno, y tratan de seguir sus pasos.
Aquí la novela sufre un bajón tremendo. Una vez en la senda de Jesús, la trama se convierte en una sucesión de episodios tomados de los cuatro Evangelios, sin desviación alguna. No vemos a Jesús obrando milagros pero si dando sermones. No camina sobre el agua pero ingresa a Jerusalén montado en un asno. Y así hasta el momento de su crucifixión.
De modo que la arriesgada premisa queda en promesa. La duda respecto a la naturaleza de Cristo se mantiene, pero no se arriesga una propuesta o un cuestionamiento. Los protagonistas dejan de serlo para convertirse en testigos. Y el final, bastante a lo Og Mandino, termina por desdibujar una propuesta que, si bien de trazo grueso, parecía ofrecer un buen cuadro. Será para la próxima.