miércoles, 6 de octubre de 2010

Presentación del libro "Mundos imposibles" de Elton Honores




Cuerpo de la metáfora Editores invita a toda la comunidad a la presentación del libro Mundos imposibles. Lo fantástico en la narrativa peruana,del profesor universitario e investigador, Elton Honores.


La presentación será en el marco del Coloquio Internacional: Lo fantástico diverso, el día viernes 22 de Octubre, a las 17: 30 pm, en la sede del CELACP, ubicado en Av. Benavides 3074, La Castellana – Miraflores, cerca al Óvalo de Higuereta. Teléfonos: 449 0331 - 216 1029.


Los comentarios estarán a cargo de José Güich, José Donayre y Ricardo Burgos.


Agradecemos gentilmente su asistencia.

Cuerpo de la metáfora

Editores



Sobre el autor:

Elton Honores. Licenciado en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su principal campo de investigación es la literatura fantástica. Publica y participa como ponente en diversos medios y eventos académicos nacionales e internacionales. Actualmente concluye estudios de Maestría en Literatura Peruana y Latinoamericana en la UNMSM. Es director de la Revista de Literatura Tinta Expresa y profesor en la Universidad San Ignacio de Loyola, en Lima.

El ensayo de Elton Honores, supone una aportación decisiva para la historia de lo fantástico en la literatura peruana, donde el realismo siempre ha sido asumido como una propiedad esencial de la misma. Centrado en la década de los 50, y sin negar el paradigma realista dominante en el periodo estudiado, este ensayo revela la riqueza de la narrativa fantástica peruana a partir del examen detallado de la obra de cuatro excelentes autores: Luis Loayza, Luis Felipe Angell, Edgardo Rivera Martínez y Alfredo Castellanos (…) Un estudio, en definitiva, imprescindible no sólo para conocer la obra de algunos de los autores fantásticos más sobresalientes, sino también para adentrarnos en una parte decisiva, poco conocida y fascinante de la historia de la literatura peruana.

David Roas

Universidad Autónoma de Barcelona

viernes, 1 de octubre de 2010

Editorial: El fin de la privacidad



Los temas electorales, en el Perú y en el mundo, suelen ser coyunturales. Los candidatos a cualquier puesto público de todo el mundo suelen concitar el interés de los electores en época de campaña, para luego convertirse en caricaturas rutinarias.


Actualmente, se vive en el Perú cierta espectativa (exagerada, como siempre) respecto a la elección del Alcalde (o Alcaldesa) de Lima Metropolitana. Y el suceso más destacado por la prensa fue la propalación de un audio (ilícitamente obtenido, por que se trataba de una conversación privada), en el cual una candidata expresaba ciertas opiniones respecto al proceso electoral.


Lo que viene a recordarnos que, a pasos agigantados, estamos acercándonos al fin de la vida privada.


No es solo en el Facebook o en el Twitter donde hemos comenzado a vivir de manera expuesta. Anteriormente, la posibilidad de ser fotografiado, grabado o filmado sin nuestro consentimiento era mas bien escasa. Pero en una era de celulares y otros artilugios que incorporan dispositivos cuasi microscópicos para registrar imágenes y sonido, lo raro es no ser objeto de una grabación indeseada. Quien sabe si en estos momentos en los que redacto el presente editorial, algún simpático hacker está volcando el contenido en algún dispositivo de registro digital. Podría conseguir un firewall o trabajar sin conexión, pero ¿por cuánto tiempo soportamos estar desconectados los ciudadanos del siglo XXI? Y en la medida que estamos conectados, somos susceptibles de ser registrados. Así funciona el mundo ahora.


¿Qué ideas han podido formarse en el campo de la ciencia ficción? No se llegó a lo imaginado por George Orwell en 1984, con una entidad centralizada monitoreando constantemente a los ciudadanos. Y nos falta la madurez y limpieza mental para vivir a la manera de los Jinetes de la antorcha de Norman Spinrad, donde la constante intercomunicación convierte a la humanidad en algo único y esplendente.


Mas bien, estamos en un punto intermedio, similar al mundo de Las estrellas mi destino de Alfred Bester. En dicha novela, la humanidad, dispersada por el universo, ha desarrollado la habilidad de teletransportarse a cualquier lugar que desee con la sola fuerza del pensamiento (jauntear, lo llaman). En vista de que cualquier persona puede aparecerse en cualquier momento y circunstancia, las costumbres sufren un evidente retroceso: se vive dentro del puritanismo y recato más estrictos. Pero ni así se evitan los crímenes.


Entonces, en adelante, tendremos que cuidar qué decimos, cómo nos vestimos y qué elegimos por que todo lo que hagamos será susceptible de ser registrado sin nuestro consentimiento, y encima, no habrá cómo ni a quien reclamar. Ya hemos visto que a muy poca gente le importa lo ilícito (e indecente, por decir lo menos) de grabar una conversación privada. Ni siquiera se ha parado en mientes en la trascendencia del contenido del diálogo en cuestión: tal parece que los culpables son quienes han sido objeto de una invasión de su privacidad, en lugar de los invasores, delincuentes por demás despreciables.


Tal parece que nuestra existencia se manejará según uno de los criterios de búsqueda establecidos por el Google:




Utilizar el filtro estricto (filtra tanto texto explícito como imágenes explícitas)





Daniel Salvo (octubre de 2010)

La cultura inca en dos cuentos de ciencia ficción: "El falsificador" de José B. Adolph y "Quipucamayoc" de Daniel Salvo (José Donayre)





La cultura inca en dos cuentos de ciencia ficción:


«El falsificador» de José B. Adolph y «Quipucamayoc» de Daniel Salvo






Suele pensarse que la cultura inca fue una civilización milenaria. De hecho, el Tahuantinsuyo, conocido también como Imperio Incaico, tuvo una existencia breve. Esta cultura tuvo políticamente tres periodos: el primero fue el Legendario o Curacal (de 1285 a 1320), en el que gobernaron dos incas: Manco Cápac (fundador del Cusco) y Sinchi Roca; el segundo periodo fue el Protohistórico o Monárquico (de 1320 a 1425), en el que gobernaron seis incas: Lloque Yupanqui, Maita Cápac y Cápac Yupanqui (pertenecientes al Hurin Cusco) e Inca Roca, Yahuar Huaca y Huiracocha (pertenecientes al Hanan Cusco); y el tercer periodo fue el Histórico o Imperial (de 1425 a 1532), en el que gobernaron cinco incas: Pachacútec (vencedor de los chancas), Túpac Yupanqui, Huaina Cápac, Huáscar (muerto en 1533) y Atahualpa (capturado en 1532 y muerto en 1533). A partir de este sucinto recuento, podemos resumir que la cultura inca solo duró 247 años, de los cuales apenas 107 son propiamente un imperio.


Pero el Antiguo Perú sí es milenario. Y lo es por y desde las huellas que dejaron los hombres en el periodo lítico-arcaico, en el 11600 a.C., en la cueva de Jaywamachay, en la provincia ayacuchana de Huanta, y por lugares como Caral, en el norte de Lima, la primera ciudad de América, erigida en el 2600 a.C. La cultura inca no fue milenaria pero sí heredera de toda la tecnología y el imaginario que se produjeron en esta parte del mundo en más de trece mil años de supervivencia y mejora de la calidad de vida. Cultura que en 1425 se convirtió en el único imperio autóctono e histórico al sur de la línea ecuatorial del mundo.


No obstante estas raíces que se pierden en la noche oscura del tiempo y de ser el único imperio autóctono del hemisferio sur, razones más que suficientes para encender la imaginación de escritores de toda línea, son escasas las obras de ficción ambientadas en el Perú prehispánico. A esta carencia y marginalidad, hay que sumar la poca producción de textos de ciencia ficción. Por tanto, textos de ciencia ficción enfocados en el Perú incaico y preincaico resultan ser verdaderas rara avis de nuestra tradición literaria.


De la amplia obra de José B. Adolph (escritor que nació alemán en 1933 y murió peruano en 2008) y de la prácticamente inédita producción de Daniel Salvo (sugestivo seudónimo de un abogado que nació en Ica en 1967), rescatamos dos cuentos que en estricto no son textos de ciencia ficción ambientados en la cultura inca, pero sí relacionados o, en todo caso, inspirados en tal deseo. Pero, sea como fuere, en ambos hay una presencia de la cultura inca más que relevante por lo que marcan rutas de investigación y producción literarias en tal sentido.


En 1971, Adolph publicó en Lima, bajo el sello editorial Campodónico-Moncloa, su segundo libro de cuentos: Hasta que la muerte. Esta colección de relatos alberga el cuento «El falsificador», texto que no se ambienta en la cultura inca sino en los años posteriores a la captura de Atahualpa. El protagonista es nada menos que el conquistador y cronista español Pedro Cieza de León (1520-1554), quien tras explorar territorios americanos y fundar ciudades llegó en 1548 a la otrora Ciudad de los Reyes (Lima), donde empieza su labor de cronista oficial del Nuevo Mundo. Así, de 1549 a 1450, recorre el Perú a fin de acopiar información con la que redactará los tres volúmenes de su obra Crónica del Perú: un registro histórico que narra los acontecimientos de la Conquista y las guerras entre los españoles. El primer volumen de Crónica del Perú apareció en 1553, en España, pero Cieza de León jamás pudo ver publicados el segundo y tercer volumen, pues estos fueron impresos en 1871 y 1909, respectivamente.


«El falsificador» es un cuento breve de novecientas palabras con un epígrafe considerablemente extenso, que tiene cerca de setecientas palabras, es decir, representa más de las tres cuartas partes del relato. Esta inusual característica le confiere al epígrafe —fragmento de un registro histórico— un peso narrativo casi equivalente al cuento. La cita es de Cieza de León. Se trata de dos párrafos del capítulo 5 de la segunda parte de Crónica del Perú, o sea, del tomo que se publicó después de 317 años de la muerte del cronista. Visto así este exceso y desproporción, el epígrafe no es tal, pues cumple una función narrativa: relatar una verdad que luego será interpretada en el relato para convertirla en mentira simbólica, en verdad a medias, en ficción, en falsificación, que es producto de la acción de «falsear o adulterar una cosa», de acuerdo con el Diccionario de la lengua española.


El epígrafe narra que, en un tiempo anterior a los incas, tras un largo periodo de oscuridad, salió el Sol de una isla del lago Titicaca y que luego, proveniente del sur, llegó un hombre blanco y grande que demostró tener gran poder sobre la naturaleza. Y por este poder se le llamó «Hacedor de todas las cosas criadas, Principio dellas, Padre del sol». Este ser posteriormente marchó hacia el norte, obrando maravillas, poniendo orden y difundiendo el amor entre los hombres, y recibió diversos nombres —Ticiviracocha, Tuapaca y Arnauan—, dependiendo del lugar. En su honor se levantaron templos, en los que frente a su representación se practicaron sacrificios. De este ser no se volvió a tener noticia.


Posteriormente, Cieza de León refiere que después de un tiempo se volvió a ver a otro hombre semejante a Ticiviracocha, pero del cual no se tenía nombre. Este ser sanó enfermos, e hizo cosas muy buenas y provechosas, hasta que llegó a un pueblo que intentó apedrearlo. El ser imploró al cielo el favor divino. Tras esto, apareció un fuego del cielo y los pobladores, temerosos de morir, fueron hasta el ser y le suplicaron que los librara del castigo. El ser accedió al pedido y ordenó apagar el fuego. De este episodio solo quedaron unas piedras quemadas y el recuerdo de la partida del ser rumbo a la costa. Frente al mar tendió su manto y se fue entre las olas y nunca más lo vieron. Y por la manera en que se fue lo llamaron Viracocha, que significa espuma del mar.


Con las imágenes de Ticiviracocha y Viracocha aún frescas en la mente —perfiles bondadosos solo comparables con la figura mítica de Cristo—, Adolph nos presenta desde el primer párrafo de su cuento una escena similar al arranque del epígrafe del cronista español: la oscuridad. En esta negrura trabaja Cieza de León, físicamente acabado, convirtiendo lo que recuerda, por medio de un trance, en leyenda. Adolph plantea la construcción de una leyenda al costoso precio de la deconstrucción de la realidad o, más bien, de falsificarla.


Párrafo tras párrafo, Adolph (otro falsificador) recrea al cronista español en la fatigosa tarea de encubrir y maquillar para no ser quemado en la hoguera por hereje, de falsear y adulterar a fin de no alterar el orden, en su feliz ignorancia de hombre moderno que cree tener los pies aún puestos en el medioevo. Sabe que es el eslabón malo y fatal de una larga cadena de narradores orales, y sabe de la importancia y peso de su acción, ya que él registra sobre el papel una historia contada de generación en generación, para plasmarla de manera definitiva como parte de la historia oficial. Sabe que miente, pero el fin justifica su falsificación, una misión que está por encima de su compromiso humano.


Adolph lleva al lector durante once párrafos a pensar de que se está ante un conflicto ético, ante una cuestión que no tiene sentido someterla al tamiz del ser y el parecer ni, mucho menos, al lente platónico de la percepción alterada, pues Cieza de León sabe bien lo que oyó, recuerda perfectamente bien que escuchó de manifestaciones que no puede referir porque van contra el orden establecido por su fe.


De este modo, Adolph crea una atmósfera perfecta para dar un martillazo contra la cabeza del lector en el duodécimo párrafo, el definitivo, con un final sorpresivo y revelador. El narrador de lo que ocurre en la habitación oscura donde escribe Cieza de León es el tripulante de una nave que va de un lado a otro del Sistema Solar. Nave convertida en simple fuego en la crónica del español. Se trata de un informe, un simple reporte, que da cuenta de que el secreto sobre esta «raza superior» se mantiene aún a salvo, pues Cieza de León entendió el gesto de silencio de la leyenda oída, antes de que el ser (el narrador-navegante) se pierda en la espuma del mar y se le llame Viracocha, como también se llamó el octavo inca.


El texto de Daniel Salvo, titulado «Quipucamayoc» (que fuera publicado en la revista virtual Ciberayllu el 26 agosto de 2005) no es menos fascinante. «Quipucamayoc» está ambientado en lo que es actualmente el sur de Lima, Cerro Azul, durante los gobiernos de los incas Huaina Cápac y Huáscar, es decir, hacia el final del Tahuantinsuyo. Si el remate de «El falsificador» de Adolph no hace otra cosa que invertir los planos al pasar de un registro realista a uno de ciencia ficción a partir de una sorpresiva revelación, en «Quipucamayoc» estamos ante una situación más sutil.


En «Quipucamayoc», la revelación empieza al inicio del último tercio del relato, manifestación paulatina y muy bien dosificada que de algún modo nos lleva a convertir un texto realista en uno de ciencia ficción sin que, en estricto, lo sea. Es decir, parece, pero no es, y esto resulta ser lo más inquietante. Pero esta apariencia es suficiente para que el relato de Salvo forme parte del anaquel de los textos de ciencia ficción por el sustrato tecnológico en clave que subyace a la historia. En todo caso, podría etiquetarse como una obra de ciencia ficción simbólica.


La estrategia narrativa de Salvo consiste en equiparar los quipus con las computadoras, y los nudos malos con los virus cibernéticos, pero este ejercicio lo efectúa el lector, jamás el narrador omnisciente, quien evita muy eficazmente cualquier exabrupto o anacronismo. La reconstrucción de la época, la invención del pueblo guacro, el manejo político de los personajes y el telón de fondo ideológico son bastante verosímiles.


Es más, dejando la anécdota de lado —la estrategia de Pomacha para vengar la conquista inca de su pueblo: la destrucción de un complejísimo sistema de registro de información (el quipu) mediante un nudo malo—, el cuento de Salvo postula una explicación histórica nada descabellada ante la reiterada intriga que desde hace 478 años asalta a propios y extraños en torno al hecho de cómo un pequeño grupo de españoles consiguió conquistar un imperio. Lo planteado por Salvo (arruinar un sistema de comunicación sobre el cual se erigía el Imperio Incaico) no solo es verosímil sino acertadamente razonable. Y más allá de las monumentales huellas arquitectónicas y otros deslumbrantes legados de la cultura inca que aún podemos apreciar, se perdió lo más importante: la información, el registro, la historia oficial y la otra (la clandestina), el conocimiento valiosísimo de una civilización que se nutrió, a su vez, de muchas otras culturas, que florecieron a partir del surgimiento de notables reinos milenarios. Lo verdaderamente desconcertante de este magnífico cuento de Salvo es que esta pérdida, que esta destrucción, no fue producto de la codicia e irracionalidad de los conquistadores españoles, sino fruto de una venganza nativa, de la revancha que consiguió llevar a cabo Pomacha, en representación de su sojuzgado pueblo, ante la implacable y cruel política expansionista de los incas.


Misteriosos y soterrados suelen ser los hilos de la Historia, aquel entramado que se teje incesantemente desde que el hombre se reconoce como tal y lo registra haciendo total uso de su libre albedrío, como una natural libertad de expresión, pero algunas veces surgen ficciones, como «El falsificador» de José B. Adolph y «Quipucamayoc» de Daniel Salvo, con una poderosa verdad literaria que nos permiten echar luz sobre episodios que la ciencia no consigue esclarecer de modo objetivo e incuestionable. En este caso, tenemos dos textos de ficción, cuya alta factura narrativa sirve de soporte para acercarnos a la cotidianeidad de la cultura inca, y rendir homenaje al registro histórico y a su importancia para la salvaguarda cultural… textos que contribuyen, además, a entendernos como individuos cuando nos enfrentamos a un futuro que exige y sobrepasa el límite humano ante la añoranza por el pasado y la incertidumbre del presente.




José Donayre (texto leido en la conferencia Eclosiones de lo fantástico en el Perú, organizada por TINTA EXPRESA, Revista de Literatura y Casa de la Literatura Peruana )





José Donayre (Lima, 1966) estudió Literatura y Lingüística en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Ha publicado las novelas La fabulosa máquina del sueño (Mercado Consultora y Publicaciones, 1999) y La trama de las Moiras (Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2003), el libro de cuentos Entre dos eclipses (edición del autor, Lima, 2001, 2007), y la colección de ficciones breves Horno de reverbero (Mundo Ajeno, 2007). Ha participado en las antologías de narrativa Perspectivas para una narrativa peruana de los 90 (APPAC, 1990), Maldito amor mío (Signo Tres, 2002), Ciencia ficción peruana (Eridano, suplemento Nº 10 de Alfa Eridani, 2005), Nacimos para perder (Casatomada, 2007) y La estirpe del ensueño. Narrativa peruana de orientación fantástica y/o extraña (edición no venal, selección de Gonzalo Portals, 2007), y en la antología de poesía La generación del noventa (Biblioteca Nacional del Perú, 1996). Maneja actualmente varios blogs, entre ellos Esta boca es mía. Se dedica a la promoción cultural y a la edición de obras literarias.

Pilotos infernales (Gerardo Sifuentes)




El mundo de los pilotos infernales es, y no es, el nuestro. Es un mundo terrible, lleno de los horrores del presente y de una certeza: el futuro ya llegó. Los ovnis se pasean por el cielo y a nadie le importa. Todos viven en un tiempo suspendido, que alguno llama el fin de la historia, ocupados en carreras a ninguna parte, huecas, interminables. Pero algo está pasando: desde el televisor, desde la imaginación alucinada, algo se acerca hacia nosotros. Con este libro, Gerardo Sifuentes confirma ser de los escritores más interesantes de su generación y un renovador de la literatura fantástica mexicana.


(Texto de la contraportada a cargo del escritor mexicano Alberto Chimal)




Pilotos infernales
Tercer Premio Internacional de Ciencia Ficción y Fantasía
Colección MECYF
Grupo Editorial Vid
México, 2001


Lo reconozco: como lector tiendo más bien a ser un conservador. Me muevo más a mis anchas en el clásico esquema de planteo-nudo-desenlace que en otras propuestas más innovadoras... aunque a veces me sorprende el hecho de entender algún texto de los denominados posmodernos o vanguardistas.

De manera que recién caigo en la cuenta que debo haber venido aburriendo a un buen número de lectores quien sabe desde hace cuánto tiempo. Y esto por que, dentro del amplio abanico de posibilidades que ofrece la literatura (no sólo la de ciencia ficción), prefiero la de corte más clásico. Qué puedo decir: llegué tarde a la posmodernidad.

Pero igual puede ocurrir que, o bien mis sinapsis pueden hacer trabajo extra, o el león no es tan fiero como lo pintan: un texto de los que podría llamar difíciles se convierte en una obra amena y entretenida. Como el Asimov más prosaico.

Pilotos infernales es un buen ejemplo. Escrita en el más exquisito lenguaje ciberpunk, es deudora además del infame A cabeza descalza de Brian Aldiss. Hay una trama - tan cienciaficcionera como la que más- pero el foco de atención dentro de esta breve novela está en el lenguaje, un lenguaje duro y directo pero carente de vulgaridad, plagado de referentes al desmadre que el exceso nos ha traído: los nombres de algunos personajes - y acaso sus personalidades - son trasuntos de algunos de los productos que, suponemos, han devenido en omnipresentes en las llamadas naciones civilizadas. En momentos así, uno agradece el hecho de vivir en un país no tan moderno... y mucho menos, posmoderno.

Pilotos infernales nos dice, entre otras cosas, que si bien el futuro no es igual para todos, las pesadillas si pueden serlo. El mundo de Pilotos infernales es un mundo enloquecido a propósito (hay un experimento que se sale de control...¿o no?), pero a sus habitantes esto parece no importarle. O se trata de una locura consciente - si tal cosa puede ser posible - o es una alucinación consensual. A los protagonistas les basta escarbar apenas en la superficie del mundo que perciben como real para darse cuenta de que hay otro mundo (¿el nuestro?) que debería ser el mundo real. En este contexto, aquellos que pueden realmente ver sufren una extraña maldición: su visión es necesaria pero no parece importarle a nadie. Ni a ellos mismos.

Los momentos clave de la novela, aquellos en los que se hace evidente la dicotomía entre lo percibido y lo real, son, contra lo que podría pensarse, desesperanzadores: el lector comienza a percatarse de la clase de mundo que es el mundo real para que un planeta entero acepte vivir fuera de la realidad. Como complemento, Pilotos infernales incorpora, casi como anexo, el cuento Good bye Kitty Films, adecuado y escalofríante cuadro de costumbres de la nueva era.

Nuestra posmodernidad cultural es analizada en los cuentos Punks de clóset (o cuál es el tratamiento para nuestras fobias y odios) , Abdúceme y En sus 15 minutos de fama (o de cómo la angustia de vivir nos impide vivir). De los tres, Abdúceme trata un tema de permanente actualidad: la incesante cantidad de avistamientos, contactos, fotografías y filmaciones que demostrarían la realidad del "fenómeno OVNI". En el relato, parece que al fin, los OVNIS parecen haberse decidido a mostrar la cara, pero tal vez este hecho carezca de importancia para una humanidad sumergida en la apatía y el desengaño de sus propias espectativas. De acuerdo, existen los OVNIS. ¿Y? Igual debo trabajar para vivir, ver cómo se me cae el pelo, pagar hipotecas, angustiarme por el futuro de mis hijos, empezar a vivir de medicamentos... Un relato devastador y lleno de melancolía por una más de las tantas ilusiones que se nos van.

¿Podrán estas visiones de Gerardo Sifuentes ayudarnos a conjurar los peligros del presente y del futuro? Espero que sí. Por lo menos, seguimos con vida.



Daniel Salvo

Entrevista a Carlos Enrique Saldívar, por Luis Torres



Una mirada profunda hacia lo intangible: A propósito del libro Historias de ciencia ficción:





«Toda buena literatura debe dejarte marcas imborrables en la mente»

Entrevista a Carlos Enrique Saldivar

Por Luis Torres


L. T.: Conozco casos de gente que escribe muy buena poesía y, sin embargo, han leído poco de ese género, más «consumen», por ejemplo, narrativa; son casos atípicos, lo sé ¿Es ése el tuyo? ¿De qué fuentes está nutrida tu literatura? ¿Cuál es tu canon personal?

C. E. S.: Reconozco que no soy un «gran lector» de poesía, aunque sí me considero un «buen lector» de la misma. Hago la diferencia: Prefiero siempre un libro de buena narrativa, ya sea cuentario o novela, a un libro de poesía que, probablemente, no me llenará la mente y el alma como se debe. Esto tiene una explicación muy sencilla, se produce mucha lírica en el Perú y hay muy buena calidad respecto de este arte, pero también hay poemarios de escasa valía por lo cual el lector debe orientarse de un modo casi intuitivo a fin de encontrar un buen texto poético en el mercado. Leo poca poesía pues son muy exigente con este género en cuanto a los cuadernos y a los autores que podría leer. No obstante, cuando me sumerjo en un libro de buena poesía, generalmente logro captar los códigos, los símbolos y la fuerza que el autor intenta imprimir en su obra. Sé leer poesía, sin embargo restrinjo mis lecturas poéticas al máximo. Y, generalmente, cuando leo algún poemario, el método que aplico es el indicado. Cojo el libro y disfruto del lenguaje de a pocos. No es como leer narrativa, donde siempre deseo encontrar un argumento palpable, que me cuenten una historia. Leo mucha narrativa, todos los géneros, todos los autores que me recomienden, etc. Y, puedo asegurarlo, la poesía que más me gusta (cito a Antonio Machado, Juana de Ibarbourou, Carlos Germán Belli) ha influenciado decididamente en mi estilo literario. Se trata de mezclar un poco la poesía con la prosa para obtener un efecto de ensueño en el relato, que funciona muy bien por la brevedad del texto y que, en la ciencia ficción que hago, consigue resultados apropiados, despierta el sentido de maravilla y emoción que debe tener todo buen cuento de fantasía científica. Ya no es tan solo qué cuentas, sino cómo lo cuentas. Atrapas al lector con un lenguaje bien acabado y, de paso, le narras un relato asombroso. Hay quienes no soportan las historias demasiado increíbles, pero sí admiran la correcta elaboración estética de un texto. La influencia de la poesía en la prosa se da mucho, sobre todo en la literatura peruana, ya se de corte realista o fantástico. Respeto muchos a los que escriben poesía, en el Perú hay un buen nivel con respecto a este arte y excelentes poetas. A mí siempre me ha gustado escribir poesía, desde niño. Aunque no me considero buen poeta, he logrado juntar mucho material en algunos poemarios aún inéditos, los cuales, estoy seguro, permanecerán guardados por muchísimo tiempo o, tal vez, para siempre.

Mi literatura se haya nutrida, como ya he mencionado, de diversas lecturas que van desde el realismo mágico a todas las etapas de la ciencia ficción, desde lo más clásico a lo actual. Cuando dije «leo todos lo géneros», me refiero a todos, incluyendo el western o los relatos románticos, de alguna manera esto influye en las historias que escribo. Aunque debo decir que los géneros de fantasía, misterio, terror, acción y ciencia ficción son los que más han calado en mí durante estos últimos años, en los cuales he logrado redactar mis mejores relatos (los publicables). Esto se debe a que me divierto mucho escribiendo estos géneros, puedo desbordar mi imaginación y mi estilo literario al límite, sobre todo con la fantasía y la ciencia ficción, donde puedo incluir mucha poesía, experimentar con el lenguaje, dar a conocer mis propias opiniones con respecto del mundo que me rodea, hacer críticas duras a ese mismo mundo, extrapolar ideas, plantear teorías, filosofar, observar, deconstruir, discernir, etc.

Todo texto que leo influye en mí, creo que toda buena literatura debe dejarte marcas imborrables en la mente. Mis gustos literarios son diversos, si te menciono autores, llenaría varias páginas y ya me extendido demasiado con la respuesta a esta pregunta, solo te diré que mis intereses van desde los romances intensos de Francois Sagan hasta las realidades descompuestas de Philip K. Dick, desde los mundos terroríficos de Stephen King o Dean R. Koontz hasta el realismo intrínseco de un Manuel Puig o el realismo policial de un John D. MacDonald. En definitiva, en algún momento de mi vida escribiré algo de cada género y esto me parece algo bueno. Porque me gustan todas las corrientes literarias, porque he sabido dar su lugar a cada cosa en su momento, porque me gusta crear en base a todo tipo de ideas, desde las más desquiciadas hasta las más comunes y porque todos los registros y temas me apasionan. Para terminar este punto hago una pequeña confesión: Soy un excelente lector de narrativa, demasiado concesivo con los autores, demasiado «lector ideal». Véase la ambigüedad de la afirmación.

L. T.: ¿Por qué escribir un libro de CF dentro de la actual coyuntura? Dentro de las conmociones políticas, sociales y económicas que no aquejan sólo a nuestro país, sino a escala mundial. ¿Es una forma de eludir la realidad? ¿O has querido dar algún mensaje en tus cuentos con respecto a esos temas?

C. E. S.: Creo que cuando un escritor deja de «sólo» escribir para sí mismo y empieza a dirigirse a un público determinado enfoca sus relatos de dos formas:
1.- Intenta dar a conocer la realidad que le rodea de una manera muy parecida o muy diferente e
2.- Intenta dar a conocer su propia realidad.
Con la ciencia ficción uno puede mezclar ambos niveles de la narrativa y fusionarla con cualquier otro género, ya sea la novela política, el policial, el horror, el romance, etc. Siempre he tenido una opinión muy pesimista del mundo que nos rodea, de los líderes que tenemos y hacen todo mal, y del futuro incierto hacia el cual nos dirigimos. No es que quiera plantear que el futuro será así, como lo retrato en mis relatos, pero ese podría ser el final si continuamos siendo como somos: unos despreocupados. Los que administran el planeta y los administrados somos igual de culpables por la caída en picada que sufre nuestro hábitat. Muchas veces un cuento de ciencia ficción puede confundirse con un cuento real, notemos que muchas distopías se van haciendo realidad, y también muchos desastres naturales y artificiales, muchos avances tecnológicos, algunos acertados, otros nocivos. No, mi propuesta no es una forma de eludir la realidad. Todo lo contrario. Es una manera de abrir los ojos al lector y que éste se de cuenta de cómo es el mundo en el cual vive. Tampoco he querido dar mensajes. Simplemente he decidido dar una imagen de la humanidad tal cómo creo que es (según mi punto de vista) o tal cómo podría llegar a ser. Si es terrible o grotesco, no es problema mío, yo soy un mero corresponsal de este todo. He decidido retratar el mundo, aunque no sé si lo he conseguido. La diferencia con una propuesta realista es que lo he hecho desde varias perspectivas: he utilizado la anticipación, la fantasía, la humanística, etc. Una amiga me comentó que mi relato Volar como los pájaros, que junto a El llanto celeste, resulta ser uno de los más fantásticos del libro, tenía que ver mucho con la migraciones, la división en países de razas, creencias, las leyes que permiten esa encarcelación de seres vivientes, y los castigos que pueden recibir si transgreden esas leyes, la muerte, por ejemplo. ¿Dónde esta la fantasía, dónde la evasión? Es un cuento fantástico, claro, con ciertos mecanismos de la ficción especulativa, pero, en verdad, es una cruda observación de la realidad política mundial. El llanto celeste, donde aparece el planeta Tierra hablando en primera persona, haciendo las veces de mujer maltratada por la humanidad a la que perdona una y otra vez sus constantes vejaciones, ¿no es acaso una representación de un fragmento de la humanidad? Sí, de los que soportamos la irracionalidad de los líderes políticos, de las corporaciones, de las malas empresas, etc. Aquí no niego la realidad, todo lo contrario, la dibujo de otra manera y la doy a conocer para que el lector entienda de algún modo cómo es el mundo catastrófico en el que vive. Y pido perdón por asustar de este modo, pero lo expuesto es algo que todos sabemos y que pocos queremos admitir.

L. L.: Hay algo en «Historias de ciencia ficción» que me tiene intrigado: en los cuentos El Sedimento, Pena y el que cierra el libro, Y todo final es un nuevo principio, se encuentra el tema de la destrucción de algún planeta y de dos o un «ser» que logra sobrevivir. ¿Por qué en tres cuentos contar básicamente la misma historia, naturalmente, con matices? ¿Lo hiciste adrede? ¿O fue algo, tal vez, impensado?

Fue algo impensado. No lo noté hasta que comentaste (cierto día) que en varias historias se repetía el tópico del fin del mundo. Este aspecto me parece interesante, el fin del mundo es un tópico de la ciencia ficción y es algo que eventualmente sucederá, ya sea de manera natural o por acción del hombre. La balanza está actualmente inclinada para lo segundo. En manos de algunos países existen bombas que, de solo explotar una de ellas, podría extinguir la vida en el planeta de manera total, de modo que no es broma. En mi libro, los cuentos que mencionas hablan sobre el fin de la civilización, ya sea por algún error humano, un ataque extraterrestre, un orden natural, etc, aunque, en realidad, hay tres cuentos más que hablan sobre lo mismo: Mensajero del Apocalipsis, El llanto celeste y La casa nave, entonces serían seis cuentos que tocan el tema del fin del planeta Tierra, la mitad del libro. El hecho de que uno o dos hombres puedan sobrevivir, regenerarse, resucitar, viajar a otro plano, etc, forma parte de mi yo optimista, creo que siempre hay que mantener una esperanza frente a la inminente catástrofe. Es cierto, siempre he desconfiado de la estupidez humana, no obstante también creo con firmeza en la inteligencia y en el buen uso de las capacidades. Lastimosamente, como puedes ver, en los cuentos son sólo uno dos personajes los que hacen la diferencia.

La verdad, cuando escribí cada uno de estos cuentos lo hice en desorden, sin pensar que alguna vez los reuniría en un libro. Lo hice por diversión, por arte, por convicción, y sólo pensé en juntarlos dos meses antes de que el texto se publicara. Creo que sí, el tema del fin de la humanidad es una constante en lo que escribo (tengo más cuentos sobre el tema) y seguirá siendo una constante mía en el futuro, recuerda, no estamos muy lejos de eso. Pero como tú mismo mencionas hay matices, siempre hay una historia diferente alrededor del mismo tema, de esta manera el lector podrá disfrutar del libro sin ningún problema teórico o analítico que pueda entorpecer la lectura. No se hallará una quisquillosa repetición temática, ni nada por el estilo. Digamos que lo que originó el resultado final de mi libro fue el azar, los doce relatos estaban destinados a ser los que conformaran el volumen y me siento muy satisfecho por ello. Soy un tanto místico con los asuntos literarios, aunque al mismo tiempo, práctico.

L. L.: Sé que construir, elaborar un libro, es cosa trabajosa y satisfactoria. Con respecto a lo primero, ¿cuánto tiempo te llevó componer el libro? Y a lo segundo, ¿qué te motivó para publicar? ¿Qué esperas de la crítica, del público de a pie? ¿Qué deseas despertar en las personas con los temas tratados en tu libro?

C. E. S.: Bueno, respondiendo a lo primero, son relatos escritos entre noviembre de 2002 y enero de 2008 y, como ya te mencioné, escribí cada relato de manera independiente, sin pensar en que éste se iba a publicar en un volumen. Pensé, en primera instancia, en publicar los cuentos en revistas del género y así lo hice, tengo de esta manera algunos relatos publicados en la revista que dirijo: Argonautas, otros publicados en revistas de la web: Ciencia Ficción Perú y Velero 25, cinco cuentos en total y uno seleccionado ya para la revista MiNatura de Cuba y España. De modo que, te soy sincero, hubo trabajo, pero básicamente no lo sentí hasta el momento de la corrección que fue mínima pues los cuentos ya publicados estaban en su versión definitiva. Como ya te he mencionado, me divertí mucho escribiendo todos los cuentos e incluso corrigiéndolos, aunque siempre había errores y por momentos la corrección se hacía tediosa. No recurrí a ningún corrector de estilo por razones económicas. Cosa curiosa, encontré uno que me daba un buen servicio a poco precio cuando mi libro ya estaba en imprenta ¡rayos! Por eso se han colado algunos errores. Sin embargo, toda experiencia positiva o negativa me sirve para el futuro. He aprendido mucho publicando este libro y he crecido como escritor y como persona. Opté por la edición de autor debido al exorbitante precio que me proponían las editoriales independientes y ni hablar de las editoriales importantes. Aún estoy en un proceso de formación y aprendizaje, no obstante puede que algún día dé el gran salto. No me arrepiento de publicar el libro, casi nunca me arrepiento de nada de lo que hago. Tomé la decisión adecuada, el tiraje no fue elevado, pero fue básico y ya casi he agotado la edición.

Tengo muchos relatos de diversos géneros que pienso ordenar para crear cuentarios, todo lo tengo fechado (soy muy ordenado en eso) y hasta el momento solo poseo dos libros de cuento que escribí en conjunto, pensando en que serían libros. Espero publicarlos muy pronto. No obstante, a veces resulta interesante escribir textos en desorden y después recopilarlos. Ambas opciones son válidas y muy estimulantes.

Decidí publicar este libro por las mismas razones que decidí publicar mi revista Argonautas en el año 2006, por el afán de formar parte del enorme conglomerado literario de mi país y de otros lares. Por dar a conocer géneros muy poco explorados por los autores y lectores en la cultura peruana. Para demostrar que la lectura puede ser todo menos aburrida y… para liberarme, sí, tengo mucho material inédito que pide a gritos salir a la luz, de este modo iré publicando todo lo que pueda en el futuro. Me interesa difundir el género de ciencia ficción, sobre todo, por eso decidí que mi primer libro ahondara en el género y tocara algunos de sus temas. Mi padre me apoyó mucha con esa decisión y me brindó el empuje psicológico que necesita todo escritor para comprender que sus relatos pueden ser leídos y gozados por otros seres humanos aparte de él mismo.

No espero mucho de la crítica, al menos no de la crítica de mi país, todos sabemos como funciona este tema. Aunque tampoco me cierro ante la oportunidad de que mis escritos sean estudiados y comentados, porque al menos lo segundo se ha hecho y mucho. Si espero algo tangible, es por parte de los lectores que son la fracción de mundo que más me interesa. Espero que puedan disfrutar mis relatos tanto como yo gocé escribiéndolos y que puedan adentrarse en la ciencia ficción si es que no la habían leído antes. De esta manera se logrará romper con la mala fama que se le ha dado a este maravilloso género literario. También espero que los aficionados a la fantasía científica, que tengan la oportunidad de adquirir mi libro, puedan añadir mi propuesta a sus lecturas y a su lista de escritores. Además deseo que puedan descubrir de qué va el género hoy en día. Por último, espero que el público en general se dé cuenta de que la ciencia ficción, lejos de extinguirse, está mutando hacia un estilo más artístico, más contemporáneo y más respetado por las nuevas generaciones.

L. L.: Si en la década del 90 prevaleció la «literatura maldita-Bukowski» –con excepciones, por supuesto–. ¿Crees que ahora hay un surgimiento de nueva narrativa a nivel general? En caso que así lo consideres, ¿qué lugar crees que tiene o debería tener la narrativa de ciencia ficción en la actualidad?

Si, tienes razón y, a decir verdad, me gusta mucho el realismo sucio. O me gustó mucho en su momento, fue un género que consumí en mi adolescencia. Te hago un pequeño comentario respecto de dicha corriente: La considero muy difícil de escribir, aunque muy sencilla de asimilar cuando se lee. Si, creo que han resucitado nuevas tendencias en el ambiente literario peruano. La fantasía sobre todo y, por supuesto, la ficción científica. Recordemos que hemos tenido ciencia ficción desde la época de Julio M. Del Portillo, en el siglo XIX, luego tenemos a Clemente Palma (que también tiene una novela de ciencia ficción: XYZ) y Abraham Valdelomar con el cuento El círculo de la muerte, pero siempre ha habido fantasía y ficción especulativa, recordemos la etapa de las primeras revistas de literatura en la época de Mariátegui y toda esa gente fantástica: Ángela Ramos, Mario Chabes, Alberto Hidalgo, María Wiesse, César Vallejo, Gamaliel Churata, etc. A mediados del siglo XX, lo fantástico quedó frenado por el indigenismo, luego por el realismo urbano hasta los ochenta. En los noventa creció con furia el cuento y la novela de violencia política como forma de responder a un sistema de represión inadecuado, al terrorismo, a la problemática social, etc. Esto provocó la creación de una nueva corriente literaria en el Perú, que todos los que quieren llegar a ser buenos escritores practican —con poco o gran interés— porque la crítica lo ha dictaminado así: «Si no escribes sobre Sendero entonces no vales como escritor, enfócate en el tema político para que se venda tu texto». Esto es una ridiculez y, por ende, esta temática se halla demasiado manoseada. Felizmente, poco a poco, va quedando relegada. Lo fantástico va renaciendo (porque en el Perú siempre hubo fantasía), y va ocupando un lugar preponderante en la Literatura Peruana, como debe de ser. Así tenemos la labor del escritor José B. Adolph, que en 2008 se despidió de nosotros, aunque sus obras nos siguen fascinando. Tenemos en la actualidad a José Güich Rodríguez, a Daniel Salvo, administrador de Ciencia Ficción Perú, a Pablo Nicoli, respetado escritor arequipeño, a Carlos Calderón Fajardo, Enrique Prochazka, José Donayre Hoefken, Tanya Tynjälä, Enrique Congrains Martín, Adriana Alarco de Zadra, Yelinna Pulliti, Pedro Félix Novoa, Alexis Iparraguirre, Carlos Gallardo, entre tantos otros. Además, como director de la revista Argonautas, soy testigo de la enorme influencia que tiene la fantasía en los jóvenes autores, en edades que van desde los quince hasta los veintinueve años. La fantasía es un género que funciona muy bien en todos lados, en los talleres de creación literaria, en la minificción, en la poesía, en la música, en las películas. A la gente le gusta la fantasía y la ciencia ficción y si alguien dice que no es así es porque nunca ha consumido ambos géneros de manera apropiada. ¡Si hasta Mario Vargas Llosa en su novela Elogio a la Madrastra tiene un cuentito que bien puede enmarcarse dentro de dicho género! Hay un rebrote nacional y mundial de ciencia ficción y fantasía, eso no hay que dudarlo y, por supuesto, está muy bien que sea así.

La ciencia ficción podría ocupar un lugar importante en la cultura peruana. Debería hacerse conferencias respecto de esta temática en los colegios, debería proponerse como materia de estudio en los centros de educación superior. En otros países se siguen estas metodologías, pero como siempre, en la mente tan cerrada de nuestros gobernantes, proyectos como éste sencillamente no tienen cabida. Afortunadamente la crítica literaria está optando por estudiar los textos fantásticos y de fantasía científica, así tenemos a José Güich Rodríguez, uno de los mejores analistas literarios con que contamos, tenemos también los trabajos del sesudo Gonzalo Portals Zubiate y del notable estudioso Elton Honores. Eso me obliga a retractarme un poco de mi desconfianza por la crítica. Creo que todo depende de las nuevas generaciones. La ciencia ficción es un género mutante y, por qué no, podríamos serlo también nosotros.

L. L.: Para finalizar, podrías contarnos que nos traes de nuevo con respecto a lo literario.

C. E. S.: Estoy preparando dos nuevos libros de cuentos. Pienso publicarlos en cuanto las condiciones ambientales (de mi vida) sean propicias. Tal vez uno salga el próximo año. O tal vez ambos. Además preparo, esto si es un proyecto a corto plazo, el cuarto número de la revista Argonautas, el cual homenajeará al narrador José B. Adolph, dicho volumen traerá buenos cuentos y gratas novedades. Todo esto con el afán de difundir la ciencia ficción que ha sido mi meta desde que leí hace tiempo cierto cuento de Isaac Asimov... pero eso ya forma parte de otra fantástica historia.


Lima, junio de 2008

Carlos Enrique Saldivar (Lima, 1982). Estudió Literatura en la UNFV. Director de la revista impresa Argonautas de fantasía, misterio y ciencia ficción, de la cual, a la fecha, han visto luz cuatro números. Ha publicado reseñas, artículos, poemas y relatos en diversos blogs y revistas impresas y virtuales del medio. Relatos y poemas suyos han aparecido en diversas antologías del medio. Publicó el libro de cuentos Historias de ciencia ficción en 2008. Este año (2010) publicó su segundo libro de cuentos: Horizontes de fantasía. Actualmente prepara un tercer volumen de historias (de corte siniestro) con el título tentativo de El cuarto contiguo y otros relatos. E-mail: revista_argonautas@hotmail.com

Pioneros del futuro (VV.AA.)



Pioneros del futuro (varios autores)
Luis de Caralt, editor
España, 1977


El demostrador de la cuarta dimensión (Murray Leinster): Muchos de los tópicos de la ciencia ficción (viajes en el tiempo, encuentros con extraterrestres, robots) se prestan muy bien para el humor y la aventura. O como en este caso, para relatar las desventuras de un atribulado heredero de una máquina que permite demostrar la existencia de la cuarta dimensión, y pretende utilizarla para impresionar a su chica. Sólo que a la damisela del cuento le impresionan cosas más prosaicas.

Colón fue un cretino (Robert Heinlein): Menos humorístico, pero con más punch, la historia tiene un final sorpresa. Comienza con un barman cualquiera en un bar aparentemente cualquiera, quien, harto de la manía de su tiempo, los viajes espaciales, emite una filípica contra los exploradores, contra quienes, en lugar de quedarse contentos en casa y con lo que tienen, prefieren arriesgar sus vidas y familias por lo desconocido. ¿Qué ventaja tiene el explorar la luna u otros astros?

La hora de la batalla (Robert Sheckley): La humanidad estaba en guerra. Una guerra difícil de ganar, dada la superioridad del enemigo en el campo mental: eran una raza de telépatas. Por suerte, la humanidad desarrolló un detector de emisiones telepáticas. Los enemigos quedaron "mudos", tanto, que los tripulantes de las naves terrestres comienzan a preguntarse qué había pasado con los enemigos. Comienzan a preguntarse cosas que nunca antes se habían preguntado. Por suerte, contaban con el detector de emisiones telepáticas.

El arma demasiado espantosa para ser usada (Isaac Asimov): Un Asimov primerizo (de hecho, es su primer cuento, publicado cuando tenía 17 años), que contra lo que se dice, no tenía reparos en incluir extraterrestres verdes en sus historias. En este cuento, los venusinos han sido esclavizados por los terrestres, quienes han aprovechado su decadencia cultural. Empero, los venusinos eran una raza muy antigua, tanto, que en sus tiempos de esplendor previeron años oscuros para el planeta, y crearon el arma demasiado espantosa para ser usada. Al ser redescubierta por los nativos, ¿se atreverían a utilizarla contra los opresores terrestres?

Sin reacción (Theodore Sturgeon): Sólo a un maestro como Sturgeon podría ocurrírsele mezclar una historia de mundos paralelos con la búsqueda de un tratamiento para ciertos desórdenes psicológicos. Memorable.

El flautista (Ray Bradbury): Una melancólica historia que bien podría ambientarse en el Marte de "antes" de las Crónicas marcianas. Los marcianos han sido sojuzgados por los malvados terrestres, perdón, jupiterianos (este anti-humanismo no parece bradburiano, qué lejos de Las maquinarias de la alegría), quienes los explotan en horrendas y sucias explotaciones mineras (siempre son explotaciones mineras, ¿ qué nadie piensa en un crucero de explotación o algo así?). El flautista del título, un marciano vagabundo perteneciente a la poética Raza Dorada, recuerda que en las profundidades de Marte está el germen de su liberación, aunque ésta puede significar el fin de su propia existencia.

Ecuador (Brian Aldiss): Nada menos que una historia de espionaje escrita por Brian Aldiss, sólo que en lugar de una potencia extranjera que quiere conquistar el mundo libre, tenemos extraterrestres que quieren conquistar la Tierra. Hay romance también entre el involuntario espía terrícola y una bella contra-agente de otro mundo. Como todas las historias de James Bond, a estas alturas, el asunto deviene en humorístico. En un mundo sin Guerra Fría, la trama deviene en involuntariamente humorística.

Náufrago (Arthur C. Clarke): Para quienes suelen cuestionar las habilidades de Clarke como narrador, este cuento funciona como un perfecto tapabocas. Una joya de esas que no se producen así como así. Poético a su manera, nos narra el arribo de un ser nacido en condiciones atmosféricas completamente ajenas a nuestro hábitat terrestre, para quien la luz es oscuridad y la gravedad, el fin.


Daniel Salvo