lunes, 13 de mayo de 2013

Por qué publico gratis en internet

No estoy seguro si esta entrada del blog califica como editorial, artículo o qué. Pero es algo que considero importante comentar. Llevo algún tiempo publicando cosas en la web. Gratis (salvo la versión kindle de El primer peruano en el espacio, que cuesta 0.99 dólares, pero eso por que Amazon impone un precio mínimo para cualquier producto). Hasta donde se, no han habido descargas, de modo que este mes no cobro regalías.

Publicar en internet, sin embargo, es bastante satisfactorio. De un lado, el proceso de creación, que abarca también la creación de las portadas de los libros, sigue siendo una de las cosas más excitantes que puede realizar una mente humana. Y sin gastar papel o tinta. El procesador de textos permite hacer cosas increíbles,  como probar distintos tipos de letras, aumentar o disminuir su tamaño, probar colores distintos para los caracteres o para el fondo de los mismos... No, no extraño para nada a las máquinas de escribir. De otro lado, el proceso de intermediación (del escritor al hipotético lector) es practicamente inmediato. Una vez que el libro electrónico (o e-book) está listo, se sube al sitio del cual se puede descargar (Smashwords, Wattpad, Enderonline, Amazon, etc.) y ... ¡listo! Un click y lo tiene en su pantalla.

¿Pero se puede hacer dinero con esto? ¿El destino de los escritores es trabajar por amor al  arte?

Bueno, el dinero se puede hacer (o no hacer) con cualquier cosa. El que yo haya creado o fabricado un producto no implica que alguien esté dispuesto a pagar por él. Así haya puesto alma, corazón y vida en la redacción de un cuento, novela o artículo, así su venta me sirva para salvar a mi abuelita enferma, así sea lo último que me queda en la vida... Nada, el consumidor tiene el sacrosanto derecho a gastar su plata en lo que quiera.

Pero el caso es que SI QUIERO HACER DINERO PUBLICANDO. Tengo un empleo que me permite vivir, pero como (todo) escritor, sueño con vivir exclusivamente de la literatura. Escribir, dar conferencias, dictar clases, ser entrevistado y COBRAR por todo eso. Y lo mismo le deseo a todos los demás escritores que en el mundo son.

¿Entonces, qué hago publicando cuentos gratis en la web? ¿No es un contrasentido? ¿Acaso en el fondo he tirado la toalla y he asumido que nadie pagaría un céntimo por mis creaciones?

Pues no. De un lado, la esperanza es lo último que se pierde. De otro lado... A pesar del tiempo que lleva en nuestro mundo, la internet sigue siendo algo incipiente, poco conocido y visto como algo exógeno del modo de vida que tenemos. Seguimos dándole más importancia a las publicaciones de tinta y papel que a una página web. Todavía no integramos la internet a nuestra manera de "estar" en el mundo. Bueno, no del todo.

Eso lleva a que la internet, al menos por ahora, siga siendo algo "muy interesante", pero no más. No la asumimos, por decir algo, como una manera más de efectuar intercambios. Léase, compras y ventas.

¿La prueba? Pues que si alguien quiere adquirir un producto en la web, TIENE que contar con una cuenta especializada para ello. No es como estar parado frente al kiosko de la esquina y llevarse la mano al bolsillo, sacar unas monedas, y comprar un periódico. La internet todavía exige claves, registros, confirmaciones.... No se cómo será en otros países, pero en Perú, bajarte un libro con un precio ridículo de 10 soles te obliga a contar con toda una parafernalia que ni en las películas de James Bond.

Y ahí está el detalle. Por que, si mal no recuerdo, pretendo ser un escritor de ciencia ficción. Y la ciencia ficción es como un virus que contraes en la infancia o la adolescencia. Y en la infancia o adolescencia, puedes pedirle propina a tus padres, sacar un carnet de biblioteca o que un amigo te preste un libro. Pero no puedes sacar una tarjeta de crédito. Al menos, no legalmente. Que yo sepa.

Entonces, sabiendo que mi (hipotético) público lector está compuesto mayoritariamente por menores que no podrían comprar (legalmente), ¿qué sentido tendría ponerle precio a un producto al cual no podrían acceder? Tendrán el smartphone, la laptop, la tablet o la compu en casa, pero no el "dinero" que les permita adquirir un libro electrónico. 

Lo cual es injusto, si lo ven como los asquerosos capitalistas que son en el fondo. No pienso caer en la tentación (?) de pagar para que algún editor me entregue una caja de galletas Field llena de ejemplares de un libro para venderlo de colegio en colegio. Quiero "quedarme" en la internet. Espero no hacerme viejo (y pobre) mientras llega el momento de vender y cobrar.

¿Alguna solución a mediano plazo?

No quería pensar en una solución que implique al Estado pero es la primera que se me ha ocurrido. Todo peruano tiene (o debería tener) un número de DNI, en el cual consta su condición de mayor o menor de edad. No se si el DNI reemplaza, en el caso de un menor, a los antiguos (y nunca utilizados) carnets escolares, donde constaban las "generales de ley" de un alumno, el año que estaba cursando y el colegio en el cual estaba matriculado. Bueno, ¿por qué no asignarle a esos alumnos identificados un "monto" virtual, una especie de moneda (¿créditos?) que sólo tendrían valor para la adquisición de ciertos bienes, por ejemplo, libros electrónicos? ¿Y que las empresas editoriales pusieran parte de su catálogo para ser adquirido mediante el uso de estos "créditos"? Es decir, se trataría de un tipo de moneda que sólo podrían utilizar ciertos ciudadanos y sólo para ciertos productos. El origen de estos "créditos", claro está, sería la billetera los padres o tutores de los menores.

O sea, una propina que sólo puedes gastar en libros. Como era en un principio: paga papá, cobra escritor (o editorial).

Mientras tanto, seguiré publicando gratis. Hasta que los consumidores puedan pagar por lo que escribo.


Daniel Salvo



viernes, 3 de mayo de 2013

El primer peruano en el espacio (E-book)


Continuando con la e-publicación, o publicación independiente, o autopublicación, gracias a Smashwords, y pronto en otras plataformas, El primer peruano en el espacio. En formatos Epub, mobi, PDF, txt y otros. Que lo disfruten.

Daniel Salvo


jueves, 2 de mayo de 2013

Robert Bloch: antropología, exorcismo y delincuencia juvenil



En los años ochenta del siglo XX, la fenecida editorial española Bruguera publicó una serie de antologías de relatos de ciencia ficción, terror y fantasía, cuyos ejemplares aún pueden conseguirse (con mucha suerte, eso sí) en las librerías de viejo.
En la antología "Los mejores relatos de fantasmas" (casi todas las antologías de Bruguera tenían en el título "los mejores" o "lo mejor de", aunque el título original fuera otro), se incluye un cuento del genial Robert Bloch, Fruto negro, a caballo entre el terror más inquietante y la ciencia ficción más especulativa, dado que ciertas premisas del cuento son establecidas nada menos que por un antropólogo de ideas poco ortodoxas.
Este antropólogo, ante el evidente incremento de la delincuencia juvenil que observa en la sociedad, llega a una conclusión aparentemente descabellada: asimila la ola de delincuencia juvenil a ciertos eventos ocurridos durante la época de las cruzadas, a saber, las leyendas de íncubos, demonios de evidentes rasgos masculinos que habrían tenido comercio carnal con mujeres humanas mientras sus esposos se encontraban lejos del hogar. El antropólogo del relato postulaba que lo mismo habría ocurrido durante las grandes guerras de mediados del siglo XX, y que el producto de esas uniones entre demonios y mujeres habría dejado descendencia, conformada, en gran parte, por los delincuentes juveniles, quienes en el fondo, no serían otra cosa que demonios, seres nacidos para el mal.
Leámoslo directamente de Bloch:

-Pues sencillamente que no saben lo que hacen ni lo que son -respondió Kerry-. En este aspecto, podemos estar satisfechos de que no sepan por qué se reúnen y cometen semejantes barbaridades. Lo único que ansío es que nunca sepan el motivo por el cual suelen reunirse en bandas.

-Yo conozco cuál es el motivo: todos son unos psicópatas.

-¿Y qué es un psicópata? -preguntó Kerry, con voz suave-. Un psicoterapeuta no se lo podría explicar, pero yo sí puedo. Y puedo hacerlo porque soy antropólogo. Escuche, un psicópata es un demonio.

-¡Cómo!

-Un demonio, un diablo. Una criatura admitida en todas las religiones, en todos los lugares, por todos los hombres. Es el fruto de la unión entre un demonio y una mujer mortal.

Al llegar a este punto, Kerry sonrió al ver el asombro reflejado en el rostro de su amigo. Luego, prosiguió:

-Sí, comprendo que se extrañe de esto que acabo de decirle, pero le agradeceré que lo piense por un momento. Piense en cuando empezó todo esto; esta ola de crímenes juveniles, de crueldad psicopática. ¿No fue acaso hace unos pocos años? Pues bien, comenzó exactamente cuando los bebés nacidos durante los primeros años de la guerra llegaron a la adolescencia, esa etapa de la vida comprendida entre los trece y los dieciocho años. Era la guerra, y los hombres estaban en el frente, fuera de sus hogares. Sus eposns empezaron a tener pesadillas; esa clase de pesadillas que todas las mujeres han tenido desde la más remota antigüedad. La pesadilla del íncubo, es decir, la unión del demonio con ellas cuando están durmiendo. Este fenómeno se presentó durante las Cruzadas. Y luego continuó con el apogeo de la brujería en toda Europa; los cultos demoníacos, llevados a cabo por brujos y brujas, y presididos por el diablo, de los que se esperaba el fruto de la unión de una mujer carnal con un demonio; un ser semihumano fruto de una unión maquiavélica, blasfema, horripilante. ¿Comprende usted ahora como todo esto encaja con lo que estamos presenciando hoy día? El insano deseo de crueldad; la repentina, apremiante y maníaca necesidad de torturar y destruir que se presenta durante el sueño; la repugnante incapacidad de poder reaccionar ante los sentimientos nobles y normales; la extraña sensación que sienten los jóvenes delincuentes juveniles de nuestros días de reunirse en bandas para llevar a cabo actos de violencia. Como le decía antes, no creo que ellos mismos sepan lo que les hace comportarse de esa forma: pero si algún día lograsen adivinarlo, entonces brotaría una oleada de satanismo y magia negra mucho peor que la existente durante la Edad Media. Incluso hoy día, se reúnen alrededor de una hoguera durante las noches de verano en las cavernas de las cimas de las colinas.

Quisiera resaltar unas frases del texto:

¿Comprende usted ahora como todo esto encaja con lo que estamos presenciando hoy día? El insano deseo de crueldad; la repentina, apremiante y maníaca necesidad de torturar y destruir que se presenta durante el sueño; la repugnante incapacidad de poder reaccionar ante los sentimientos nobles y normales; la extraña sensación que sienten los jóvenes delincuentes juveniles de nuestros días de reunirse en bandas para llevar a cabo actos de violencia.

El relato tiene un final mas bien horripilante y poco complaciente con el lector, sembrando la duda respecto a la naturaleza de los eventos narrados. Ahora bien, si lo relacionamos con la vioencia infantil - juvenil de nuestro siglo XXI, que entre otros términos, ha puesto de moda el anglicismo bullyng para describir lo que viven muchos escolares, tendríamos un relato bastante truculento pero plenamente vigente, acaso aterrador por sus implicancias. La actualidad de Fruto negro abarca incluso a nuestras reacciones como sociedad "civilizada", en cuanto al tratamiento de la violencia juvenil:

-¡Se ha vuelto loco! -exclamó Hibbard, furioso, mientras sacudía a Kerry por los hombros-. Estos jovencitos no son más que unos niños, unas criaturas, y lo único que necesitan es una buena azotaina, todos ellos, y quizá un par de años en un reformatorio.

-Está usted hablando como las autoridades; quiero decir como esos incompetentes policías, esos ignorantes jueces de los tribunales de menores, como los directores de esas escuelas de beneficencia donde pretenden redimir a los jóvenes descarriados a base de garrotazos y dura disciplina. ¿Es que acaso aún no se ha dado usted cuenta de que todos esos métodos de rehabilitación nunca han dado resultado desde hace muchos años hasta el día de hoy? ¿Acaso todo esto se puede resolver con simples medios psicoterapéuticos? Cuando se está continuamente en contacto con algo, al final se llega a no comprender la verdadera naturaleza del problema. 


Al igual que las incompetentes autoridades del relato de Bloch, nuestras sociedades tampoco saben como enfrentar la situación. A lo más, en el Perú, la "propuesta" más reciente que se nos ha ocurrido es volver al Servicio Militar Obligatorio, para "inculcar" civismo a nuestra delincuencia juvenil local.

¿Cuál era la solución propuesta por el antropólogo Kerry?  Hela aquí:

(...) usted y todos nosotros estamos en contacto con demonios, con verdaderos hijos del diablo. Lo que se necesita es exorcismo.

¡Exorcismo para combatir la delincuencia juvenil! Alucinante, ¿verdad? Totálmente anticientífico, tirado de los cabellos, anacrónico en nuestro mundo descreído y posmoderno. Quizá si... o quizá no. Si cogemos un diario o revista de actualidad noticiosa, nos encontraremos con referencias a una de las bandas más letales del mundo, integrada básicamente por menores de edad: los maras. 

Si acceden al artículo del enlace, podría parecer que formaba parte de los archivos mencionados en el relato de Bloch, con la diferencia de que realmente sabemos lo que son los maras y cómo accionan, cómo están extendiendo sus redes por toda latinoamérica. Incluso en el Perú. Y respecto a sus ritos, como quien no quiere la cosa, el artículo de la wikipedia menciona lo siguiente:

Los miembros de la Mara Salvatrucha, así como miembros de otras bandas americanas más modernas, utilizan un lenguaje de señas para identificarse y comunicarse. Uno de los más comunes es la "cabeza del diablo" o cuernos, que forman una "M" cuando se muestra al revés.

Interesante, ¿no? Más aún, si bien la etimología del término "maras" que se maneja usualmente alude a un término de origen centroamericano, da la casualidad que en ciertas religiones orientales como el budismo, un mara o maras no son otra cosa que demonios. Si bien el budismo entiende a los demonios como pasiones u obstáculos para la meditación, antes que entidades dotadas de voluntad, no deja de ser curiosa la coincidencia. Tanto es así, que Mara es el nombre que se le atribuye al demonio que trató de impedir al mismísimo Buda que alcanzara la iluminación (sin éxito, claro).

¿Paranoías posmodernas? ¿Meros relatos efectistas? ¿Ciencia ficción venida a menos? Hemos probado tantas cosas para combatir la violencia, le hemos atribuido tantos orígenes, que hoy por hoy, cualquier cosa parece ser posible. 

En todo caso, al igual que Robert Bloch, nos preguntamos: 

¿Sabían o no sabían aquellos jóvenes lo que realmente eran?

Yo no lo se.



Daniel Salvo