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jueves, 30 de julio de 2015

Los tecnólogos (Matthew Pearl)



Me enteré de la existencia de esta novela por casualidad, ojeando novedades en una bien surtida librería limeña. El texto de la contratapa capturó mi atención. Mas o menos, ponía que en 1868, en Boston, EE.UU. - ciudad conocida como "la Atenas de América, el cerebro de los Estados Unidos" -, tienen lugar una serie de extraños fenómenos: barcos que naufragan por que sus brújulas enloquecen, vidrios que se derriten de manera repentina... Todo en el marco de una confrontación entre las autoridades de la Universidad de Harvard, representante de la academia clásica, o al menos, lo que los norteamericanos entienden por clásico, a saber: que el saber académico debe estar reservado para jóvenes de buena familia, ricos y probadas raíces cristianas. El celo por mantener esta curiosa noción del saber universitario lleva a su rector, el famoso intelectual norteamericano Louis Agassiz, a impedir por todos los medios que se difunda la teoría de la evolución, entre otros conocimientos "peligrosos" para las masas.

Pero el principal "enemigo" de Harvard, en ese contexto, es el recientemente creado Massachusetts Institute of Technology, el hoy famoso MIT, dedicado a la tecnología (es decir, las ciencias aplicadas), y a pervertir, eh, enseñar a alumnos de dudosa procedencia y escasos recursos económicos, además de cometer la herejía de contar con una mujer entre sus estudiantes. El autor se da maña para narrar algunos episodios en los que la pugna entre distintas formas de saber, así como entre distintas clases sociales, llega a proporciones épicas, constituyendo interesantísimos testimonios de la lucha por el conocimiento, su aplicación y su difusión, que al parecer, van a acompañar al ser humano durante mucho tiempo. 

Los tecnólogos del título son estudiantes del MIT, la primera promoción que está por graduarse, quienes son mal vistos en casi todos lados. Para los obreros de las fábricas, son quienes van a inventar las máquinas que tarde o temprano les quitarán sus empleos. Para la alta sociedad bostoniana, son una suerte de arribistas que pretenden igualar sus conocimientos a los de la elitista universidad. Y para los universitarios, son poco más que operarios que en lugar de batas de laboratorio deberían utilizar ropas de faena. 
Los misteriosos eventos que han ocasionado tantos accidentes, tanto en la tierra como en el mar, llevan a la policía a solicitar la asistencia y apoyo de los hombres de ciencia, aunque para su mal, recurren en un principio a Harvard y al respetado pero caduco Agassiz, quien no sale muy bien parado en la novela cuando nos participa de sus teorías en torno a la naturaleza y la causa de los accidentes.

Es entonces que los jóvenes e intrépidos estudiantes del MIT, dama incluída, forman una especie de sociedad secreta, el Ejército de Dumbledore... ¡perdón! Quise decir la sociedad secreta de los Tecnólogos (si, así, con mayúsculas), consagrada a descubrir la identidad y los propósitos del causante de los atentados (ya han deducido que no se trata de eventos naturales), a quien denominan.... ¡el experimentador! (si, en minúsculas nomás). No negarán que son originales...

Demás está decir que a estas alturas, el interesante contexto en el que transcurre la acción ha pasado a un inmerecido segundo plano. La novela coge un ritmo más centrado en las peleas entre los tecnólogos y sus enemigos de Slithering... eh, Harvard, así como los sopóriferos escarceos amorosos de los otrora misóginos estudiantes, que acaban en romances más cantados que el Romeo y Julieta. Nada contra esta parte de la historia, excepto que se come su buena cantidad de páginas y tiempo del lector, reduciendo además la trama a una sucesión de apariciones sorpresa, falsas pistas y búsquedas de indicios que bien podrían dar para un guión de la serie animada Scooby - Doo, pero que en un thriller que además se pretende histórico, parecen una broma de mal gusto. La solución del misterio, si bien sorpresiva, implica además unos diálogos un tanto penosos.

No es una historia de ciencia ficción, pero como que se le aproxima (un enemigo misterioso que utiliza la tecnología para cometer sus crímenes, un grupo de estudiantes que lo enfrenta utilizando las mismas armas). Genera además el interés de los obsesionados por la historia (¿qué pasaba en el resto del mundo en 1868? ¿qué pasaba en el Perú? ¿cómo llegó a consolidarse el MIT?) y plantea una que otra interesante reflexión en cuanto a los límites que existen entre ciencia y tecnología, además del uso ético que deberían tener las mismas. Pero de entretenida no pasa. Avisados están.


miércoles, 3 de junio de 2015

Los de mi sangre / Jacqueline Lichtenberg


El tema del vampiro es, querrámoslo o no, inagotable. Si además lo mezclamos con la ciencia ficción, el resultado puede ser impactante, como el caso de la novela a comentar.

Estamos en el futuro de la Tierra, con una tecnología un poco más avanzada que la presente, la cual permite los viajes espaciales, aunque dentro del sistema solar. Además de seres humanos, la Tierra alberga a los luren, seres extraterrestres que descienden de algún naufragio estelar. Los luren tienen casi todas las características de los vampiros - de hecho, son ellos quienes han originado la leyenda de los vampiros - : se alimentan de sangre humana, les afecta la luz del sol, y pueden proyectar en los seres humanos una influencia que va desde la manipulación de los sentimientos hasta la inserción de falsas memorias, lo que les es muy útil para pasar desapercibidos en un mundo que, conforme avanza en su tecnología, hace cada vez más difícil que seres como ellos pasen desapercibidos.

Los luren se han dividido en dos partidos, los Residentes y los Turistas. Los Residentes tratan con respeto a los seres humanos, habiendo desarrollado un sucedáneo de la sangre para alimentarse. Los Turistas, en cambio, consideran a los humanos como una fuente de alimentación más, y no se hacen problemas en alimentarse de ellos. Dado que ninguna facción prevalece, hay una suerte de equilibrio entre ellos.

Dicho equilibrio se romperá cuando la humanidad encuentre en el espacio una nave extraterrestre conteniendo nada menos que a un luren en animación suspendida. A fin de estudiar la nave y su contenido, las Soberanías Mercantiles - las organizaciones políticas del futuro - habilitan un laboratorio en una ciudad lunar, al cual envían a los más preclaros científicos de la Tierra. Ignoran que entre estos científicos se cuentan dos luren, pertenecientes a las distintas facciones que habitan la Tierra, y que desean entrar en contacto cuanto antes con el nuevo alienígena, cada uno siguiendo sus propias razones. Aunque es posible que el nuevo luren tenga sus propios planes al respecto, pues no todos los días se encuentra un planeta entero lleno de... comida.

Es de agradecer que la autora, Jacqueline Lichtenberg, no haya recurrido a ningún tópico a la hora de crear su propia versión del vampiro. Los luren no son meros chupasangre. Tienen toda una cultura que impregna casi todo acto de su existencia, fuertemente determinada por sus instintos (los humanos, en cambio, carecen de instintos, como lo señalan continuamente los personajes). Así, las relaciones entre padres e hijos, o entre amantes, son altamente ritualizadas, lo que provoca el asombro de más de un humano. Esta detallada descripción de la cultura luren no lastra la acción, al contrario, potencia aún más el conflicto que da inicio a la novela. No se trata de ganar por ganar, sino de ganar como lo haría un verdadero luren, ya sea un luren "puro" o un híbrido de luren y terrestre, como lo es el protagonista de la novela.

Así, además de las escenas propias de una novela de acción y aventuras, "Los de mi sangre" contiene esas de refinados duelos de voluntades en los que cabe más de una reflexión en torno a la naturaleza humana ("los jóvenes suelen desinteresarse por el poder por que carecen de él"), la política y los negocios, además de proporcionar al lector una perspectiva muy femenina e intensa de lo que son las relaciones sexuales (aunque en algunas ocasiones, lo sensual se confunde con lo cursi, lo que debe hacer las delicias de quienes aman las novelas de amor con vampiros).

Desde todo punto de vista, una novela muy original. Publicada en 1988, "Those of my blood" (Los de mi sangre) tuvo una continuación, "Dreamspy" (1989), aún no traducida al español.


martes, 19 de mayo de 2015

La isla de cemento / J.G. Ballard



James Graham Ballard (1930 - 2009), o J. G. Ballard como lo conocemos casi todos, es un escritor inglés cuya personalísima escritura sólo puede describirse en una palabra: ballardiana. Por que sólo el trata los temas más inverosímiles (asesinatos en masa cometidos por niños bien educados, revoluciones llevadas a cabo por arribistas clasemedieros, tribus urbanas que involucionan en edificios de alta tecnología) con una prosa fría y a ratos desangelada, que hace sentir al lector que está leyendo un reporte periodístico antes que alguna clase de ficción. 

En "La isla de cemento" (1974), somos partícipes de otra situación insólita: el protagonista, Robert Maitland, es un arquitecto cuya vida transcurre de manera plácida y normal (ejecutivo de éxito, tiene esposa, hijo y amante), hasta el día en que su veloz Jaguar le juega una mala pasada mientras conduce en una de las tantas autopistas del Londres contemporáneo (de los años setenta), y acaba con el vehículo accidentado en un terreno baldío, situado exactamente entre tres vías de la autopista. Salir de ese espacio cubierto de hierba y restos de otros tantos accidentes parece fácil, pero Maitland acabará descubriendo que, más que un accidente de carretera, lo que ha sufrido es una suerte de naufragio imposible en una isla rodeada, no de agua, sino de vehículos cuyos conductores apenas reparan en su presencia. En un primer momento, Maitland será un moderno Robinson Crusoe, abandonado a su suerte e imposibilitado de salir de su confinamiento.

¿Absurdo? Por supuesto que sí, mientras tomemos la historia como un relato de tono realista. Pero si jugamos al juego de Ballard, de fabular y crear o recrear ciertos mitos en este entorno urbano, tenemos una estupenda muestra de algo que podríamos describir como fantasía urbana o acaso "weird fiction", con un personaje cuya aventura consiste en tratar de volver a su casa, en su propia ciudad y en el civilizado entorno de la Inglaterra de fines del siglo XX. 

Ballard logra atraparnos, si bien no siempre entretenernos, con su prosa capaz de convertir una vulgar autopista en un entorno salvaje y desafiante, con su propio clima, horarios, paisajes... De pronto, el resto del mundo deja de existir, para asombro del propio Maitland, enfebrecido por el alcohol y las heridas que el accidente le ha causado. En medio de este delirio, se produce un cambio trascendental: resulta que la isla tiene otros habitantes, tanto o más estrambóticos que el "nuevo" Maitland. Una joven rebelde y su acompañante, un ex artista circense, un acróbata con cierto retardo mental. Difícil no hallar ecos de "La Odisea" en esta parte de la novela, con un Odiseo - Maitland añorando volver a su hogar, pero que no por eso se inhibe de disfrutar de la hospitalidad y cuidados de esa curiosa Circe que se hace cargo de él, y que trata por todo tipo de medios - sexo incluído - de convencerlo de quedarse para siempre en la isla; al tiempo que Proctor, el acróbata, deviene en una especie de  ambiguo Polifemo, oscilando entre la peligrosidad y la puerilidad. 

Ballard solía referirse al "paisaje interior", y es un lugar bastante común referirse al autor como parte del "new wave" de la ciencia ficción de los años sesenta. En "La isla de cemento", la propuesta del paisaje interior como extensión de mente se hace realidad: su nuevo entorno acaba por transformar a Maitland, quien termina por quedarse solo en la isla, pero no como víctima de un accidente, sino como amo y señor de la misma, postergando indefinidamente el retorno a un hogar que ahora se le aparece como un brumoso recuerdo.

Leyendo otras reseñas, como  esta de Martín Cristal, me entero que "La isla de cemento" forma parte de un triptico de novelas "urbanas", conformado además por "Rascacielos" y "Crash". Más que novelas, se me antojan agudos escalpelos que diseccionan sin piedad a nuestras grandes urbes.

lunes, 11 de mayo de 2015

La ruta a Trascendencia / Alejandro Alonso



Trascendencia es un pueblo cercado por tropas del Ejército que no dejan entrar ni salir a nadie. Allí el tiempo no se da como en el resto del mundo: pasado, presente y futuro coexisten en imágenes múltiples,  que sólo sus habitantes pueden distinguir. Pero en un pueblo donde conviven todos los tiempos, el tiempo mismo es una trampa, una estela que vuelve imposible desandar la ruta a Trascendencia una vez que alguien la recorrió. 

A esta novela le sigue "Fuegos fatuos", una saga de cuentos fantásticos que hunde sus raíces en la Historia Argentina. Desde "1806" hasta "Un olvido fortuito", se reescribe la vida de nuestro país (Argentina) desde una perspectiva extraña, donde lo cotidiano y lo histórico terminan cediendo ante la magia, los conjuros, la contundencia de lo imposible.

Con "La ruta a Trascendencia"Alejandro Alonso ganó, en 2002, el Primer Premio UPC (junto al Minotauro, el más prestigioso de Ciencia Ficción en nuestro idioma). Ganador del Premio "Ciudad de Arena" a la Revelación Literaria 2003, Alonso es una de las firmes promesas de la Nueva Ciencia Ficción Argentina. 
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Leer "La ruta a Trascendencia" me ha causado varias y perturbadoras impresiones. No solo en lo relativo a la novela, sino a las implicaciones que revela el hecho de haber sido escrita por un autor latinoamericano, haber obtenido el Primer Premio UPC de la Universidad Politécnica de Cataluña (en palabras del escritor Brian W. Aldiss«Es el premio europeo con mayor prestigio en la ciencia ficción»). y ser publicada en una colección de género del diario Página 12 de Argentina.

Sigamos el orden En cuanto a novela, "La ruta a Trascendencia" es una magnífica muestra de las posibilidades que brinda la ciencia ficción para la especulación científica y filosófica, además de brindarnos un final tan impactante como sorpresivo. Sucede que ha tenido lugar una guerra, acaso un intento de invasión extraterrestre por parte de unos seres a los que se denomina los epics, quienes han dejado la Tierra de manera tan sorpresiva como su aparición. Pero una nave suya ha caído en nuestro planeta, originando una serie de efectos que alteran a los seres humanos expuestos a su influencia, a saber, que estas personas "trascienden" el tiempo, pudiendo percibir el pasado y el futuro con varios días de diferencia. No solo pueden percibir sus pasados y futuros, sino que pueden dejar huellas de los mismos en lo que llamamos realidad, con resultados impredecibles: puede ocurrir que uno esté casado a la vez con una mujer que sabemos va a morir en el futuro, y con una mujer a la que aún no conocemos pero "ya tiene" en el futuro, a nuestros hijos... Para colmo, uno puede, voluntariamente o no, interactuar con el "pasado" de otra persona, en el "presente", dando como resultado la alteración del "futuro" de esa otra persona, a pesar de que ese "futuro" ya sería un pasado transcurrido... Como expresa un personaje en algún momento, simplemente, se producen innumerables paradojas.

Estas personas, los trascendidos, se llaman a sí mismos "trascendi" o "tracs", y han desarrollado un modo de vida mas bien apático: al parecer, el universo no los tolera muy bien, al punto que el mero especular en torno al futuro genera posibles pistas o "estelas" que, al entrecruzarse con la de otros "trascendi", llevan a un caos y confusión que puede resultar en la muerte, como resultado de una acción de "corrección" (llamémosla así) realizada por el universo. Las autoridades los han confinado a un pueblo llamado Trascendencia, y tratan de limitar su contacto con el mundo exterior al mínimo posible. Se los mantiene con vida, al parecer, con la esperanza de entender a los invasores, y acaso, enfrentarlos.

Sin embargo, la novela no va de de guerras ni de intrigas, sino de una sobria especulación en torno a cómo entendemos el tiempo, y de lo que ocurriría si realmente pudiésemos existir no sólo en el presente, sino también en el pasado y en el futuro. Así, con pocos elementos, el autor  ha logrado un estupendo y desafiante argumento, del tipo que sólo la ciencia ficción puede brindar.

¿Y qué decir del Premio UPC otorgado a la novela? Pues que ahí empezamos a darnos cuenta de la clase de lectores (de ciencia ficción)  que somos los hispanohablantes. Por que resulta que siempre nos quejamos de la poca difusión que tiene el género, que nadie escribe ciencia ficción, etc. Pero cuando una entidad como la Universidad Politécnica de Cataluña pone alma, corazón y vida para instituir un premio literario (¡desde 1991!), nos hacemos a un lado e ignoramos olimpicamente tanto al premio como a la obra publicada. ¿Acaso no vemos que las compilaciones de las diversas ediciones de este premio acaban como saldos? Por ahí se dice que las próximas ediciones serán electrónicas, dado el poco índice de ventas que se registra. Vamos, que nuestra "necesidad" de impulsar y apoyar el desarrollo del género en nuestro ámbito hispanoamericano queda solo en palabras. No nos extrañe que en un futuro no muy lejano simplemente se cancele... Y volveremos a lamentar otra oportunidad perdida. Ese es el fandom de habla hispana, esos somos los lectores.

Por último, no cabe menos que comparar las distintas realidades editoriales de nuestros países, con una Argentina cuyos diarios se atreven a publicar colecciones de género (actualmente, el diario La Nación está publicando varias novelas de Stephen King). Leo que "La ruta a Trascendencia", al igual que las novelas "El libro de las voces" y "Los ojos de un dios en celo"  de Carlos Gardini, es el primer libro que le editaron a Alejandro Alonso en su país. Muchos problemas de edición y distribución podrían solucionarse recurriendo a la edición electrónica. En todo caso, no podemos menos que admirar (y acaso envidiar) a una cultura que si apoya a sus creadores. Bien por Argentina.


viernes, 17 de abril de 2015

El pájaro burlón (Walter Tevis)


Las distopías clásicas como 1984 y Un mundo feliz nos muestran sociedades en las que la humanidad ha sido sometida por los poderes de turno, que controlan a la gente mediante el poder (1984)  o la seducción (Un mundo feliz). En todo caso, en ambas, existe una voluntad de manipulación que evidencia que toda utopía es, a la larga, cualquier cosa menos vivir en libertad.

Walter Tevis va más allá. En El pájaro burlón (Mockingbird), asistimos al futuro más lúgubre de todos: un mundo en el que la humanidad simplemente se ha cansado de existir, y se limita a vegetar esperando su fin, a excepción de unos cuantos individuos ansiosos que deciden poner fin a su existencia de manera más expeditiva, esto es, el suicidio.

La sensación de cansancio que trasmite la novela es tal, que cuesta continuar con su lectura, a pesar de su excelente inicio (¡un robot que camina silbando!). No es que se trate de una historia aburrida, sino que Tevis consigue recrear una atmósfera de constante decadencia, en la que la acción propiamente dicha no conlleva una actitud de heroísmo o rebeldía ante el sistema, como podría esperarse. Ya en El hombre que cayó a la Tierra, Walter Tevis demostró su soberbio manejo de los personajes, cuyos diálogos y monólogos bastan para ponernos al tanto del mundo que ha engendrado nuestro deseo de comodidad.

La novela se centra en los avatares de tres personajes. Inicia con el "robot" Robert Spofforth, rumbo a la universidad de la cual es rector. Y es que no se trata de un robot al uso: desarrollado a partir de la personalidad de un ser humano previamente existente, añora lograr un tipo de vida derivado de los deseos y anhelos de la persona de quien deriva. Pero tiene muchas cosas en contra, entre ellas, el carecer de sexo. Puede silbar, puede soñar, puede solucionar las peores crisis, pero jamás tendrá la vida humana que anhela. Es el robot más perfecto que se haya construido, y por ende, el más infeliz. No puede dar fin a su propia existencia por que iría contra su programación.

De otro lado, tenemos a Paul Bentley, "profesor" universitario que carece de alumnos por que nadie - ni siquiera el, ni la mayoría de robots - sabe leer. Ni falta que hace: la vida está totalmente automatizada, los autobuses se movilizan por telepatía, y hay robots de varias clases encargados de realizar todo tipo de tareas. En uno de sus tantos paseos, Bentley conocerá a Mary Lou, una chica que vive en soledad, en una memorable escena en la cual descubre que los niños que juegan en un parque son también robots, al igual que los animales de un zoológico cercano. Hace ya tiempo que no nacen niños en el mundo, y tanto Paul como Mary Lou son conscientes de que tal vez sean la última generación de seres humanos que habitará la Tierra. Entre drogas y suicidios indoloros, la humanidad va desapareciendo en medio de la indiferencia universal.

Aún así, Paul y Mary Lou iniciarán una relación, algo inusual en una cultura que enseña en sus universidades axiomas como "el sexo rápido es el mejor". Y esta relación, en apariencia intrascendente, resulta que es contraria a las leyes vigentes, que postulan "el desarrollo de interioridad", es decir, de la soledad y la apatía más extremas. Mary Lou acabará bajo la tutela de Spofforth, mientras que Bentley, quien ha aprendido a leer, será enviado a una prisión.

Los siguientes eventos nos muestran el grado de decadencia a los que puede llegar la humanidad. No hay violencia extrema, sino apatía. No hay cultura, sino condicionamiento. No hay religión - Tevis aporta una visión muy positiva de la figura de Jesús - sino fanatismo, encarnado en unas comunidades que aparentemente se han apartado de la decadente civilización creada por el culto a la comodidad y el mínimo esfuerzo, solamente para convertirse en victimas del culto al miedo y a la represión.

Si bien parece algo anticuado, el autor decide encarnar en Bentley los valores de la cultura clásica humanista, esto es, el amor por la lectura y el conocimiento y la exaltación del libre albedrío, Tras una epifanía, Paul decidirá ir en búsqueda de Mary Lou, y enfrentar a Spofforth para quedarse con ella e iniciar una nueva vida basada en sus - recién - descubiertos ideales.

Una vez reunidos los tres, se revela el verdadero origen y finalidad tanto de Spofforth como de los demás robots y las supuestas maravillas tecnológicas del mañana, que hoy pueden parecernos anticuadas (hay que tener en cuenta que la novela fue publicada en 1980), pero que encarnan muy bien nuestros contradictorios deseos de seguridad y libertad, así como la tendencia a creer en la comodidad material como un absoluto ante el cual hay que sacrificarlo todo, incluso esa cosa tan abstracta e inútil que es la "humanidad".

Un clásico poco conocido de la ciencia ficción, a la espera de nuevos lectores.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Camuflaje (Joe Haldeman)


No tenía muchas esperanzas con esta novela, dada la cantidad de reseñas negativas que he encontrado por distintas partes de la web. O bien mis gustos han variado mucho, o hay sueltos por ahí lectores que son el no va más de la exigencia... El caso es que "Camuflaje" es una novela redonda, breve y directa, que afortunadamente no tiene nada que ver con la moda de las trilogías o los tochos de cientos de páginas que están de moda hoy en día.

La novela se narra desde tres puntos de vista, que acaban uniéndose en el - un tanto anticlimático - final. De un lado, tenemos a un grupo de científicos que, a inicios del siglo XXI, han encontrado en el fondo del mar una esfera de un material mucho más denso que cualquiera conocido por el hombre. ¿Será un artefacto de origen extraterrestre? Sacarlo del agua es ya una hazaña de ingeniería, debido a su peso descomunal. Analizarlo e investigarlo es  más difícil aún, puesto que sus características parecen estar más allá de cualquier ciencia conocida por el hombre. 

La acción se traslada al siglo XX, específicamente, a la tercera década, en la que conocemos a un ser sorprendente: una entidad dotada de polimorfismo total, que ha pasado casi toda su vida (resulta sorprendente saber luego cuanto es en años terrestres) como tiburón, ballena u otro ser acuático. Un encuentro casual hará que este polimorfo - así será llamado el resto de la novela - asuma la forma humana, motivado por una curiosidad insaciable antes que por otra cosa, dado que ignora su propia naturaleza. Carente tanto de historia como de ADN, el polimorfo usará sus habilidades - a veces de manera bastante cruel, más por ignorancia del dolor que por otra cosa - para evolucionar como humano, y adquirir así una personalidad lo suficientemente definida como para empezar a preguntarse respecto a su propia existencia (quién es, de donde viene, por qué tiene esas habilidades, si habrá más como él), así como para desarrollar sentimientos lo suficientemente humanos como para intentar una relación amorosa con otra persona. La evolución del polimorfo está muy bien narrada, en un estilo que recuerda los "progresos" del Charlie Gordon de "Flores para Algernon", de Daniel Keyes. Ya entrado el siglo XXI, tomará conocimiento de la esfera misteriosa, y decide camuflarse entre los científicos humanos que la investigan. 

Pero hay un tercer personaje misterioso, aunque más simple y cruel en sus motivaciones. Tiene la habilidad de cambiar su apariencia por la de cualquier otro ser humano, pero no por la de una animal o un objeto inanimado. Más consciente de su propia rareza, este camaleón no vacilará en involucrarse con lo más abominable del género humano, como pueden serlo el doctor Mengele y otros desquiciados, a fin de investigar a la humanidad en búsqueda de respuestas sobre su propia existencia y propósito.

Demás está decir que en un momento dado ambos seres, el polimorfo y el camaleón llegarán a conocerse, lo que lleva a preguntarse qué surgirá de este encuentro, además de la interrogante respecto al verdadero origen de ambos seres (¿extraterrestres? ¿mutaciones? ¿humanos evolucionados venidos de un futuro inconcebible?). De paso, tiene lugar una historia de amor que, pese a involucrar a uno de los personajes exóticos, no deja de ser bastante cursi, aunque trata de manera interesante y amena temas como el desarrollo de la sexualidad y la adopción de un género como respuesta al afecto de otro ser.

Eso si, el final, si bien colma las expectativas del lector, está narrado de una manera bastante descuidada, muy por debajo del nivel del resto de la novela. Parece que se le hubiera acabado la tinta al lapicero del buen Joe Haldeman. Un poco más de acción (cualquier cosa: explosiones, terremotos, espías), y teníamos un cierre redondo y contundente para una historia bien hilvanada y entretenida.


miércoles, 25 de febrero de 2015

Clarke´s third law


La ciencia ficción ha dejado de ser, desde hace tiempo, la Cenicienta de la literatura y la cinematografía mundial. No solo la cantidad, sino la calidad de los productos cinematográficos se incrementa cada vez más, como lo prueba este impactante cortometraje, Clarke´s third law.

No es para menos. El Clarke a que se refiere el título del cortometraje no es otro que uno de los autores fundamentales del género, Arthur C. Clarke, en torno a quien gira la producción. En pocos minutos, no solo resume lo fundamental de la vida y obra de Clarke, sino que devuelve al espectador aquello que acaso sólo la ciencia ficción puede proporcionar: el sentido de la maravilla, el encuentro con el universo en el que habitamos, pleno de misterios por descubrir y de belleza que admirar.

El cortometraje, narrado por una voz en off, inicia con la infancia de Clarke, y el inicio de una vida signada por una inquietud cardinal, a saber, cómo sería entrar en contacto con una civilización extraterrestre. Inquietud que Clarke plasmó en obras como "Cita con Rama", "2001, Odisea del espacio", "El fin de la infancia" y otras.

Pero las cosas no se quedan ahí: la ficción irrumpe en el cortometraje, y tenemos que tras la muerte de Clarke, ocurre una catástrofe que devuelve a los humanos a un nivel de vida similar al neolítico. Como nos narra la voz en off: "Los avances tecnológicos de décadas, siglos, milenios... desaparecieron". Casi mil trescientos años después de esta catástrofe, un niño del futuro llamado Vishu encontrará un artefacto que perteneció a Arthur C. Clarke, gracias al cual podrá al fin hallar la respuesta a la pregunta que el científico y escritor se hizo durante toda su vida. Y es con esta respuesta que cobra sentido el título del cortometraje,  Clarke´s third law (La tercera ley de Clarke), la cual reza: "Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia". Todo un homenaje a la obra y visión de Clarke, además de una reflexión irónica en torno a los límites del conocimiento y el eterno peligro en el que se encuentra nuestra civilización de destruirse a sí misma... aunque no definitivamente.

Además, la magnífica fotografía y la majestuosa banda sonora hacen de Clarke´s third law un espectáculo memorable, en sus casi siete minutos de duración. Una interesante propuesta de la productora cinematográfica española Valen Arts.

CLARKE’S THIRD LAW HA SIDO PRODUCIDO
POR LEGUA EDITORIAL Y VALEN ARTS
NOVIEMBRE 2014
GRABADO EN VALENCIA (ESPAÑA)

GÉNERO: FANTASÍA/CIENCIA FICCIÓN
DURACIÓN: 6,42 MIN
IDIOMA: INGLÉS
SUBTÍTULOS: CASTELLANO
SONIDO: DIGITAL 5.1

DIRECTOR: JAVIER VALENZUELA


sábado, 17 de enero de 2015

La posibilidad de una isla (Michel Houellebecq)



Michel Houellebecq es el autor de uno de mis textos favoritos: “De hecho, no creo exagerar si afirmo que, a nivel intelectual, no quedaría nada de la segunda mitad del siglo XX si no fuese por la ciencia ficción." De hecho, en su momento, no pudo haber nada más motivador (para mi) que el "wunderkind"de la narrativa europea mainstream (era el 2005, creo) dedicara semejante elogio al género que, para muchos, seguía siendo el patito feo de la literatura. Ya llegará el momento de leer su novela más celebrada, "Las partículas elementales".

Houellebecq parece alguien destinado a estar en el foco de atención mediática. Imposible no pensar en su más reciente novela, "Sumisión", en la cual predice el advenimiento de un régimen musulmán para Francia, publica; cuya puesta en venta coincidió con el atentado a la revista Charlie Hebdo.

Adentrándonos en la novela, uno entiende el porqué de la etiqueta de "provocador" para Michel Houellebecq. No es la trama, sino las ideas y opiniones que desliza constantemente sobre el sexo, el dinero, la religión o la ciencia, lo que convierten a este libro en una lectura inquietante (créanme, hay pasajes realmente deprimentes, como cuando opina sobre el declive del deseo sexual y qué es lo que lo reemplaza, o cuando se burla de lo que algunos consideramos grandes creaciones intelectuales...). En resumen, podría decirse que Houellebecq no cree ni en sí mismo... y ni falta que le hace.

¿Es "La posibilidad de una isla"una novela de ciencia ficción? Diría que es una novela que tiene un 20% de ciencia ficción y un 80% de Houellebecq. Está narrada desde dos puntos de vista: uno situado en el presente, a cargo del protagonista, Daniel, un comediante en plena madurez, y otro a miles de años en el futuro, narrado por Daniel24, clon del primero. La parte dedicada al primer Daniel, quien vive en nuestro presente, a caballo entre el siglo XX y el XXI, es la más extensa y entretenida de la novela. Sus peripecias son las de una suerte de pícaro desencantado, un comediante que conoce la fama y la riqueza que la acompaña, y que no duda en disfrutarla de la manera más hedonista. Totalmente nihilista, Daniel vive su vida sin pensar en el mañana, dejándonos, de pasada, sus controversiales observaciones sobre la naturaleza humana, algunas de ellas merecedoras de algún tipo de advertencia, pues no todas son aptas para todo el mundo. No por escandalosas o procaces, sino por lo que pueden revelar al lector respecto a su propia vida.

Sin embargo, este personaje será contactado - nunca mejor empleado el término - por una secta que cree que la humanidad fue creada en el remoto pasado por unos extraterrestres llamados los Elohim, a quienes equivocadamente tomamos por dioses. ¿Suena conocido? Quizá los seguidores de los raelianos puedan opinar algo al respecto. El hecho es que Daniel acaba involucrándose con la secta elohimita, cuyo lider considera que incorporar a personajes mediáticos como Daniel servirán a los fines de la secta, entre cuyos miembros se cuenta un científico especializado en bioquímica, quien ha realizado grandes avances en la investigación del ADN y su posible uso para eventuales clonaciones, lo que coincide con algunos de los postulados de la secta elohimita. Daniel recoge sus experiencias en un diario, que será leído en el futuro por uno de sus clones, Daniel24, de lo que se deduce que los experimentos de los elohimitas tendrán éxito ya en vida del primer Daniel.

Houellebecq no las tiene todas consigo a la hora de jugar al escritor de ciencia ficción. La manera en que describe el futuro de la humanidad es tan apática y aburrida como Daniel24, quien mora en una Tierra dividida en tribus de neohumanos y clones que deambulan por ahí quien sabe con qué propósito. Supongo que quería darnos a entender que el sinsentido de nuestra existencia dará lugar a un futuro como ese, tan sereno como apagado, carente de retos y de emociones. Este no es un tema novedoso en la ciencia ficción - el futuro tan deseado es un paraíso... del aburrimiento - , pero no quita interés al resto de la novela. Eso si, quienes esperen algo de ciencia ficción al uso... pues nada, pero si tienen asegurado un cuestionamiento de sus más arraigadas convicciones religiosas/humanistas/políticas/sexuales/económicas.... A lo mejor le va bien al autor escribiendo aforismos.


Daniel Salvo

domingo, 4 de enero de 2015

Los monstruos de Einstein (Martin Amis)



Al fin pude leer este libro, visto muchas veces en los catálogos de la editorial Minotauro (la de Francisco Porrúa), cuyo título y contraportada desataron más de una interrogante. Por cierto, aquí va el texto mencionado, breve y conciso:

El ex hombre-fuerte de un circo, veterano de Varsovia en 1939, y artista de Notting Hill, encuentra su propio y personal holocausto en "Bujak y la fuerza poderosa o Los dados de Dios". Aburrimiento máximo y amor mínimo son aconsejados en "La enfermedad del tiempo". Una esquizofrenia virulenta  abruma al joven hijo del "padre de la era nuclear" en "Lucidez en Flama Lake". La evolución ha tomado un camino repugnante en la kafkiana historia de amor "El cachorrito que pudo", y la historia de la Tierra es discutida con franqueza por alguien que lo ha visto todo en "Los inmortales".

Para mayor abundamiento y deleite de historiadores y estudiantes, la presente edición incluye una Nota del autor de 1987, en la cual reconoce sus influencias: "¿Puedo aprovechar la oportunidad para saldar - o reconocer - ciertas deudas? "Bujak y la fuerza poderosa" le debe algo a Saul Bellow; "Lucidez en Flame Lake", a Piers y Emily Read y a Jack y Florence Phillps; "La enfermedad del tiempo" a J.G. Ballard (podría pasar por un relato suyo, la verdad); "El cachorrito que pudo" a Franz Kafka y Vladimir Nabokov; y "Los inmortales" a Jorge Luis Borges y el Salman Rushdie de Grimus." Ahí es nada, como dirían los amigos españoles.

Por supuesto, al adentrarnos en el libro, encontramos más y menos de lo que se promete. Martin Amis (Inglaterra, 1949), se postula como un hijo de la Era Atómica, o más bien, como alguien aterrado por la amenaza nuclear, a la cual dedica un apasionado (bueno, apasionado al estilo inglés, ustedes me entienden) ensayo introductorio titulado "La capacidad de pensar", más extenso que los propios cuentos de la selección, en el cual expone su visión de un mundo amenazado por la bombas nucleares, y de cómo esa amenaza ha configurado muchos aspectos del mundo actual.  Escrito en 1987, antes de la caída del muro de Berlín, podria pensarse que está algo desfasado, dado que ultimamente nadie habla de bombas atómicas o de ojivas nucleares, siendo nuestros temores contemporáneos algo más ligado a lo cotidiano y a las ciencias de moda: pensemos en enfermedades como el Ébola o el cuestionamiento de los alimentos transgénicos, además de un terrorismo cuya motivación es menos política (léase "universal") que religiosa o cultural. Hablar del temor a las bombas atómicas es un tema fuera de agenda, podríamos decir.

¿Pero en realidad lo está? No olvidemos el accidente de Fukushima en Japón, y sus implicancias para el futuro. Sin contar las eventuales amenazas que constituyen regímenes como el de Corea del Norte o algún otro país que quiere "investigar" por su cuenta. El hecho es que siguen sueltas por ahí nada menos que 16,000 (dieciseis mil) cabezas nucleares, y como ya sabemos, ningún lugar está "lejos

Eso sí, la noción de "cuento basado en la amenaza nuclear" es muy propia del autor, quien maneja un estilo mas bien seco y propenso a caer en el surrealismo (surrealismo es la palabra que empleamos cuanto comentamos un texto que intuimos genial pero que no entendemos). Así, "Bujak y la fuerza poderosa", pese a sus constantes referencias a Einstein y la atmósfera "nuclear", no deja de ser un drama personal muy  bien narrado, y "Lucidez en Flame Lake" juega más con los malentendidos entre los seres humanos y sus enfermedades mentales que con amenaza nuclear alguna.

Los restantes relatos, en cambio, caen de lleno en la ciencia ficción. Al parecer, ocurren "después" del holocausto nuclear, en un mundo que no ha sido destruido pero si alterado de manera irremisible. "La enfermedad del tiempo", relato un tanto incomprensible, en el cual vemos los estragos que causa una enfermedad producida por... el tiempo. "El cachorrito que pudo", ambientado en un futuro decadente (las personas viven en tribus, en un mundo que ha explotado en nuevas variedades genéticas de plantas y animales, producto de la radiación), bien podría haber sido escrito por Hans Christian Andersen si éste hubiera escrito ciencia ficción. De lo surreal pasamos pues a lo infantil, y no puede negarse que lo infantil es mucho más legible y entretenido. Por último, "Los inmortales", es un estupendo relato narrado en primera persona por una entidad inmortal que "apareció" en la Tierra millones de años antes de los dinosaurios, y que tiene la oportunidad de ser testigo de primera mano de los efectos de una hecatombe nuclear, desde la peculiar perspectiva de alguien que experimenta el paso del tiempo de una manera incomprensible para un humano mortal ("Yo estoy acostumbrado a ver cómo se abren paso hacia el cielo montañas enteras, cómo se forman deltas. Eso que se dice sobre que el Atlántico o lo que sea se hunde a un ritmo de una pulgada por siglo; bueno, yo lo noto.")

Un buen ejemplo de ciencia ficción reflexiva. Aunque... ¿cuándo no lo es?


martes, 25 de noviembre de 2014

Ominosus (E. Bear, C. Kiernan, L. Barron)



"Ominosus. Una recopilación lovecraftiana". Así se titula esta selección de tres relatos publicada en e-book por la exquisita (no se me ocurre otro término) editorial Fata Libelli, a un precio ridículamente bajo, teniendo en cuanta la diagramación del e-book y el trabajo de traducción desplegado. Bien ahí, como decimos en el Perú.

Las colaboraciones, reelaboraciones, homenajes y similares en torno a la riquísima mitología creada por H.P. Lovecraft desbordan la capacidad de lectura de cualquier lector y, me atrevería a decir, en cualquier idioma. Téngase en cuenta que en vida del propio Lovecraft, escritores de la talla de Clark Ashton Smith escribieron relatos que forman parte de los "Mitos de Cthulhu".

"Ominosus" demuestra que el paso de los años cambia nuestra perspectiva y nuestras espectativas respecto a lo que deberíamos esperar de un relato "lovecraftiano". Los tres cuentos publicados por Fata Libelli distan mucho de ser narraciones escritas "a la manera de Lovecraft", que en ocasiones, no han sido sino meras reescrituras de historias tópicas, limitándose algunos autores a trasladar los mitos, o sus monstruos, a geografías y tiempos aparentemente distintos de Arkham o Dunwich, pero que en última instancia, no son otra cosa que nuevas versiones de lo mismo, aunque no por ello carentes de interés.

En cambio, las tres historias de "Ominosus" se alejan de los moldes clásicos del terror, pues han sido redactadas en un estilo mas bien reflexivo e intimista que no deja de ser inquietante, pero que no tiene como objetivo principal generar el susto o el asombro del lector. Al contrario, pueden leerse como reflexiones lovecraftianas en torno a temas como el racismo, la feminidad o qué es lo que entendemos por civilizacion.

El primer relato, "Shoggoths en flor", de Elizabeth Bear, tiene lo que ofrece el título y más. Los shoggoths existen, son lo que siempre se ha afirmado sobre ellos (criaturas creadas por los Grandes Antiguos para servirlos, informes y de inteligencia limitada). Pero, dado que sus amos duermen... ¿a qué dedican su existencia? ¿qué harían si fueran libres? Esas y otras preguntas son planteadas - y acaso resueltas - por el protagonista, un científico afroamericano quien observa en la historia de los shoggoths elementos similares a la suya, a saber, un pasado signado por la esclavitud de sus ancestros y el racismo que percibe contra sí mismo incluso en la actualidad.

El segundo cuento, "Casas en el mar" de Caitlin R. Kiernan, juega a atacar los convencionalismos lovecraftianos en torno al género. Sabemos que en el universo lovecraftiano apenas existen personajes humanos definidos, menos aún, mujeres. ¿Es posible una feminidad lovecraftiana? Las "casas en el mar" aluden a vestigios que, en el relato, son evidencias de ciudades submarinas. La protagonista principal comienza por interesarse en estas casas para luego pasar a convertirse en una suerte de sacerdotisa o emisaria de algún culto antiguo, dando muestras de conocimientos y facultades inusuales. ¿Es lo que se espera de ella, incluso dentro del universo lovecraftiano? ¿No debería dedicarse a servir, simplemente, como se supone hace cualquier "mujer decente", lovecraftiana o no? Doblemente inquietante.

Por último, "El don de la oportunidad" de Laird Barron, de cuidado lenguaje, es el relato que más aparenta ser una historia de terror convencional. Un grupo de leñadores se pierde en un paraje rural, para encontrarse con un poblado de lo más extraño: no hay hombres ni niños a la vista, unicamente mujeres. Y en el centro del poblado hay una construcción extraña, de arquitectura insólita, por decir lo menos. Dos leñadores se han perdido y las mujeres del poblado parecen saber algo. La clave está en el edificio y lo que oculta, evidentemente. Pero más allá de eso, el relato juega a ser un espejo, puesto que su desarrollo nos lleva a un final en el cual podría ser que son mas bien los leñadores quienes se han convertido en una amenaza para el "pacífico" pueblo lovecraftiano (buen detalle el precisar el estado impecable de los caminos y las viviendas). La idea de fondo sería que, de haberse concretado la invasión de los monstruos, estos dejarían entonces de ser una amenaza, por lo que el paso siguiente sería la generación de núcleos urbanos en torno a la monstruosidad. ¿Se puede coexistir, convivir, urbanizar con lo monstruoso?

Del asombro y el horror, los mitos de Cthulhu pasan a lo cotidiano y reflexivo, que no decadente. .Historias para pensar, y mucho.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Drácula desencadenado (Brian Aldiss)



Ante todo, honestidad: se trata de una novela llena de ideas en torno al vampirismo, la evolución, el cristianismo y la era victoriana. También se trata de una novela flojamente escrita, con personajes poco empáticos y excelentes situaciones desperdiciadas. 

Seguimos las aventuras de Joe Bodenland, mejor narradas en Frankenstein desencadenado. En esta ocasión, es un magnate industrial que va a probar un revolucionario dispositivo capaz de "retirar del tiempo" (y del espacio) cualquier clase de materia, como puede serlo la cada vez más creciente cantidad de basura que produce la humanidad (la novela está ambientada a mediados del siglo XXI, habiendo sido escrita en 1991). Al mismo tiempo, recibe una comunicación urgente de su yerno, quien le informa que acaba de hallar, en el desierto de Arizona, dos ataúdes conteniendo restos humanos ... enterrados hace más de 65 millones de años. Y es sólo el principio.

Al parecer, en el principio de los tiempos, la evolución dio lugar a una raza de seres con características poco usuales, los Voladores, probables descendientes de los pterodáctilos, predadores capaces de nutrirse de sangre humana y de transmitir sus características - entre ellas la inmortalidad - a sus víctimas. Por alguna razón, el poder de los vampiros ha decrecido, para ser recuperado en los siglos venideros. Los vampiros dominan nuestro mundo en el pasado y el futuro remotos, bajo el mando del vampiro más poderoso de todos, quien gusta de ser llamado el Conde... o Drácula. Pero la clave de este dominio se encuentra nada menos que en la Inglaterra victoriana, en la mente de un irlandés aquejado de la sífilis contraída en sus innumerables encuentros con prostitutas. Si, se trata del mismísimo Bram Stoker, el autor de la novela Drácula, "un nombre conocido desde las principales ciudades del mundo hasta los rincones más recónditos de las selvas más alejadas", o así lo pone el autor, afirmación con la que no podemos estar más de acuerdo. Stoker se convertirá en el objetivo tanto de los vampiros - quienes quieren evitar que escriba su famosa novela - como de Bodenland, quien necesitará de sus conocimientos para conjurar la amenaza que se cierne sobre el mundo.

Bodenland volverá a viajar en un curioso tren que se mueve a través del tiempo y que es conducido por vampiros (!), deteniéndose en la Inglaterra de fines del siglo XIX, no lejos de la morada de Bram Stoker, quien cuenta entre sus conocidos al doctor Van Helsing - un charlatán timorato e intrascendente -, y a un pobre enfermo de sífilis llamado Renfield. Los posteriores acontecimientos llevarán a Bodenland, Stoker y otros personajes a viajar de un tiempo a otro, con el objetivo de acabar para siempre con los vampiros.

Los cambios de escenario y las situaciones insólitas son numerosos, lo que contrasta con la casi apatía que demuestran los principales personajes ante dichas situaciones. Cuesta creer que un inglés - o una inglesa- de fines del siglo XIX se enfrente, en el transcurso de una semana, a vampiros, viajes en el tiempo y otras situaciones así de inusuales sin demostrar mayor sorpresa o interés. En cambio, los mejores momentos de la novela - desde el punto de vista narrativo - son aquellos en los cuales los personajes discuten o se dedican a perorar en torno a sus ideas, a las que conviene echarles más de una ojeada. Por ejemplo, se plantea que los vampiros son inmortales y poderosos, pero carecen de creatividad e inventiva, por lo que no les queda más remedio que parasitar a los humanos. Se explican también las debilidades vampíricas desde un punto de vista racional, como el temor de los vampiros a las cruces, basado en una visión bastante positiva del cristianismo como una manera de despertar la consciencia humana. O la similitud de los efectos de la sífilis y la mordida de un vampiro en los humanos...

Un poco más de acción habría dado lugar a una novela redonda. Eso sí, es un buen ejemplo de la ciencia ficción entendida como literatura de ideas.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Más que humano/La ballena dios (T.J. Bass)



Más que humano (Half past human)

En 1982, residía en la ciudad de Ica, la cual estaba bien provista de librerías y distribuidoras. Los libros de ciencia ficción, en especial los de la editorial Bruguera, no eran ajenos a sus estanterías. Tampoco uno que otro Minotauro. Por eso, tropezar un día a la salida del colegio con prácticamente todos los libros de ciencia ficción que publicó en su momento la editorial Edaf fue, además de una sorpresa, un motivo de angustia: obviamente, no podía comprarlos todos. Me hice el firme propósito de irlos comprando de a pocos, pensando que, después de todo, muy poca gente lee ciencia ficción… 

La realidad fue otra: en un par de días, no quedaba ni la mitad de esos libros en la vitrina. Reuniendo todas las propinas que podía – en esos años estaba a mitad de la secundaria-, logré comprar tres ejemplares: el maravilloso Zothique de Clark Ashton Smith, el futurista El hombre estocástico de Robert Silverberg y el desopilante Más que humano, de T.J. Bass.

Aclaro que en esa época no existía la internet, y muchos de los autores conocidos de la ciencia ficción eran, aparte quizá de Bradbury, Asimov, Clarke y pocos más, eran reverendos desconocidos para mí. Si, incluso Silverberg. De modo que elegí estos libros por los breves textos que figuraban en la portada. Y no me arrepiento de la elección. Sí me arrepiento de no haber elegido La ballena dios, también de T. J. Bass, continuación de Más que humano, pero es que en ese momento no tenía manera de saberlo.  Además, quería leer cosas diferentes, y dado que sólo podía comprar tres ejemplares, repetir autor era algo impensable.

Luego siguieron semanas de felices descubrimientos.  Acostumbrado a la ciencia ficción pulp de la colección Espacio, con poca experiencia con autores clásicos – básicamente cuentos-, recién tendría la oportunidad de leer novelas de ciencia ficción. Largas, extensas… ¿sería tan gratificante como leer cuentos?

La realidad demostró que sí. Visitar el futuro cercano imaginado por Silverberg me hizo sentir adulto, además de impactado por la trama y los personajes. Pero Más que humano fue la novela que me hizo entender que la ciencia ficción podía llevarlo a uno realmente lejos, muy muy lejos...

La acción se sitúa en un futuro remotísimo, en el que la humanidad subsiste en inmensos conglomerados urbanos llamados con justicia Colmenas. Existen otros seres humanos fuera de ella, a quienes se llama Ojo-de-gamo si son varones, y Ojo-de-vaca si son mujeres. El protagonista de la obra es Tinker, un ciudadano de la Colmena, a quien por azares médicos, se le conmina a reproducirse (!). Dado que Tinker es un “neutro”, es decir, un macho sexualmente inmaduro, deberá seguir un tratamiento para “polarizarse”. Luego de su cambio de fase, por decirlo así, empezará a cuestionar su vida y el propósito de la misma (vivir en la colmena es… indescriptible). Sucede lo obvio: intentará escapar, lo que logrará tras las peripecias de rigor.

Hasta ahí, Más que humano parece una historia típica, el rebelde que cuestiona el orden establecido. Pero hay mucho, mucho más en la novela, que deja en el lector un complejo regusto a extraño, pese a que su autor deja escapar sólidos conocimientos en biología que explicitan más de una costumbre o situación. Por ejemplo, los ciudadanos  se alimentan de comida procesada en forma de tabletas, lo que lleva a que se considere a las ratas (imposibles de exterminar) un manjar exquisito, además de fuente de proteínas “naturales”. El equilibrio  poblacional debe mantenerse estable, por lo que no se considera inmoral arrojar a los niños nacidos fuera de programación por el borde de un muro, suerte de monte Taigeto de la novela, si es que no son recogidos por los funcionarios encargados de exterminarlos, quienes circulan por la colmena vestidos como payasos y ataviados de alegres y brillantes colores.

Además, existen inteligencias artificiales o mecánicas – las mecs – que suelen demostrar más inteligencia y empatía que muchos humanos, pese a seguir una programación específica. Estas mecs juegan un rol aparte, comunicándose entre ellas o estableciendo relaciones más que peculiares con los humanos. 

Una obra que especula con el futuro del hombre, su evolución – o degradación -, las relaciones con las máquinas y nuestro condicionamiento biológico.  De lo más recomendable.




La ballena dios (The god whale)

Tras la lectura de Más que humano (inexacta traducción de Half past human, que además lleva a confusión con la obra de Theodore Sturgeon), transcurrió un interregno de más de treinta años hasta que, gracias al préstamo desinteresado (y devuelto) de un amigo, pude leer la otra novela de T.J. Bass, La ballena dios.

Sin ser una continuación, La ballena dios desarrolla y lleva a sus últimas consecuencias el destino de la Tierra descrita en Más que humano. Gran parte de la acción transcurre fuera de la Colmena, cuyos habitantes están degenerando cada vez más. Mientras tanto, una cosechadora, un cyborg mezcla de máquina y ballena, realiza su trabajo en los solitarios mares terrestres…

¿Solitarios? El mundo está más poblado de lo que parece, y por “humanos” cada vez más increíbles. La acción inicia con un accidente que transcurre en el pasado, cuando un humano  de nombre pierde la mitad inferior de su cuerpo. No queriendo depender de prótesis insensibles, solicita ser congelado hasta que la humanidad descubra una mejor solución para su problema, lo que ocurre milenios en el futuro. Este personaje, que no protagonista de la novela, deberá adaptarse no sólo a las prótesis del futuro – que le dan apariencia de sátiro o de centauro mecánico, sino a esa entidad insólita en la que se ha convertido la humanidad.

Mientras tanto, la Colmena, que aún cuenta con personas inteligentes, descubre esa vida exterior, la cual considera una amenaza, por lo que desarrollará diversos planes para destruirla. Entre ellos, la creación de un campeón llamado ARNOLD (en mayúsculas, porque son las siglas de una entidad creada mediante ARN humano), quien optará por volverse contra sus decadentes creadores, y el otro, recurrir a un desesperado caballo de Troya.

La trama es trepidante y por momentos confusa, destacando el tratamiento que hace Bass de las posibles relaciones (eróticas) entre máquinas y humanos, tema que tratan de manera muy distinta autores como China Mieville o Isaac Asimov.

Nuevamente, destacan los roles que asumen las mecs, entidades mecánicas que interactúan con los humanos de manera poco convencional… Me resultó grato reencontrarme con una de ellas, OLGA, una nave que contiene el germen de la nueva humanidad, mencionada en Más que humano como una nave –diosa.


Destacan los eventuales chispazos de información sobre biología y psicología que desliza el autor, que lejos de ser aburridos infodumps, llevan a más de una reflexión en torno a lo que somos los seres humanos del pasado, presente y futuro. Da para más de una relectura.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Iris (Edmundo Paz Soldán)


Sobre Iris, de Edmundo Paz Soldán, publiqué una breve reseña en el Diario Oficial "El Peruano". Adjunto el texto de la misma: 

Edmundo Paz Soldán no necesita presentación como escritor, siendo conocida su solvencia narrativa dentro y fuera de Bolivia, su país natal. También es conocida su afición al género de la ciencia ficción, lo que se ha evidenciado en ciertos aspectos de obras suyas como Sueños digitales o El delirio de Turing.Iris es, sin embargo, ya una novela que calza de lleno dentro de las convenciones de ese género, lo cual debe haber ocasionado más de un dolor de cabeza para quienes postulan que los escritores latinoamericanos deben encauzar sus obras entre el realismo y lo real maravilloso. Con este libro, ambientado en un futuro no muy distante, cuyos personajes emplean un lenguaje inventado (una suerte de spanglish futurista), Paz Soldán se suma, sin aspavientos, a la cada vez más nutrida estirpe de iconoclastas de la narrativa latinoamericana.
La temática de Iris gira en torno al desencuentro entre las eternas necesidades de explotación de recursos naturales que requiere la civilización y el impacto directo que esta explotación genera, paradójicamente, entre quienes no se benefician de la misma. No es pues una novela escapista, sino más bien distópica.Otro gran mérito de Paz Soldán como narrador de ciencia ficción consiste, a mi juicio, en su reconocimiento de la influencia de otros autores del género. No es un ejercicio bien intencionado y falto de conocimiento del género. Iris, en cambio, viene a ser una piedra miliar tanto en la carrera narrativa de Edmundo Paz Soldán como en el cada vez más creciente ámbito de la ciencia ficción latinoamericana.

Lo breve de la reseña se debe a que el papel es tirano, y los centímetros - columna conspiran contra la eterna pretensión verborreica del redactor de turno. Considero, sin embargo, añadir algunas cosas sobre Iris, cuyas imágenes no terminan de irse de mi cabeza.

Para empezar, diré que en un principio, pensé que la novela estaba ambientada en otro planeta. Los referentes cotidianos a los que aluden los personajes - comidas, cultos religiosos, costumbres sociales - exigen al lector una lectura por demás atenta, so pena de perderse en los meandros laberínticos de Iris, laberintos que funcionan tanto en la superficie como en las entrañas de la tierra. El resultado de dicha lectura atenta es comprender, entre otras cosas, que Iris no es otro planeta, si no más bien un espacio, un ámbito del nuestro que tiene la virtud de convertir (o pervertir) lo humano en alienígeno. En ese aspecto, evoca a Picnic junto al camino de los hermanos Strugatsky (novela en la que se basó la película Stalker), puesto que Iris se nos muestra como un territorio en el cual las leyes que rigen lo humano (leyes naturales y sociales, por decirlo de algún modo) carecen de vigencia: el efecto de Iris es absoluta e irredimiblemente deshumanizador. No hay buenos ni malos, ni personajes que no estén aquejados por alguna tara, ya sea física o sicológica. Incluso los adelantos tecnológicos, expresados tanto en artilugios de avanzada como en androides o seres genéticamente alterados, no son aquí los heraldos de un futuro mejor, si no una suerte de freakshow ininterrumpido, en el que los criminales acaban siendo la última esperanza de recuperación de una humanidad en contínua degradación.

Las evocaciones que hacen los personajes respecto a cómo son las cosas fuera de Iris - del mundo exterior se dice que es limpio, próspero y libre -  acrecientan esa sensación de anormalidad, pues en ocasiones llevan  a pensar que no son otra cosa que mentiras y que el mundo entero se encuentra en ese estado de degradación, o, peor aún, en efecto el mundo exterior es tal como lo describen precisamente por que existen lugares como Iris. El disfrute de unos se basa en el sufrimiento y explotación de otros.

Tan desesperanzada situación lleva, entre otras cosas, a conatos de rebeldía, expresados de manera tanto superficial como subterránea. Así pues, en la superficie,  aparecen rebeldes rodeados de la eterna aureola mística, perdidos en incesantes atentados que al final parecen una especia de juego de policías y ladrones con los representantes del orden establecido. Pero es en el mundo subterráneo donde ocurren las cosas más interesantes. Cultos religiosos en torno a deidades de origen incierto toman por asalto la mente de los irisinos, tanto aborígenes como ocupantes, ¿Se trata de ilusiones, producto de las eternas ansias de liberación de los oprimidos o del consumo de sustancias alucinógenas, o se trata de entidades reales? La manera en que Paz Soldán menciona a sus terribles y caprichosas deidades hace que estas acaben por transformarse en otros personajes de la novela, dotados de una vida acaso más real que las de sus  adoradores.

Iris es, en suma, un mundo en el que nadie quisiera vivir. Lo malo es que ya tenemos varios Iris en este mundo. 


jueves, 22 de mayo de 2014

Espacio deshabitado (Jerry Oltion)


Cuando vi este libro en la ruma de saldos de una conocida librería limeña, y el precio ridículamente bajo al que lo ofrecían, no podía creer que fuera verdad tanta belleza. Además, la portada anunciaba que la novela había sido galardonada por no sé qué prestigioso premio… Sin pensarlo dos veces (y sin hacer la respectiva consulta en internet), lo adquirí, sumándolo a la ya extensa pila de libros que me falta leer.

De ello hace como tres años. Y al fin, le tocó el turno a Espacio deshabitado.

La premisa inicial no puede ser más estimulante: el día de la muerte del astronauta Neil Armstrong (si, el primer hombre que pisó la luna, aunque les duela reconocerlo a los conspiranoicos), y en unos Estados Unidos cuyo programa espacial ha sido desmantelado hace décadas, los asombrados ojos de los habitantes de Florida ven elevarse hacia el espacio una copia perfecta de … un cohete Saturno, idéntico al que se utilizó en la misión  Apolo XI. O de un cohete que se le parece mucho.

No se trata de una ilusión o de un caso de histeria colectiva. Las autoridades gubernamentales, quienes también han observado y registrado el fenómeno, se abocan a su investigación, tras la cual llegan a la sorprendente conclusión de que, efectivamente, un objeto surgido de la nada despega, cada cierto tiempo, del Cabo Cañaveral rumbo a la luna. Un objeto de metal y partes electrónicas, una nave. Completa, con combustible, oxígeno, computadoras… una nave que parece dispuesta a ser abordada.

Genial introducción, ¿verdad? Lamentablemente, hasta ahí llega lo genial de la historia. El resto es para el olvido, luego del colerón que experimenta el lector tras  leer semejantes sandeces.

Por que no se trata de un “fantasma semiótico”, como podrían afirmar Bruce Sterling y William Gibson. Tampoco son el producto de un accidente de la trama del espacio tiempo que permite la colisión de realidades paralelas o alternativas. Nada de esto. Los protagonistas de la historia, a los que cuesta cogerles  empatía, descubren que la nave es, nada más y nada menos que el producto del deseo y la capacidad de concentración de un número indeterminado de personas, porque… TODOS los seres humanos siempre hemos tenido el poder de hacer realidad nuestros deseos. Así de sencillo.

Una vez realizado un viaje a la luna, y una vez hallada la solución del enigma inicial, la novela rueda cuesta debajo de manera pasmosa. Los protagonistas, en principio héroes, son ahora perseguidos por el sistema por que han descubierto “el secreto” (ese de que si te concentras con tenacidad, consigues todo lo que deseas), y ello podría ser utilizado por el ejército, o podría acabar con la economía mundial, o …  por un villano salido de quien sabe dónde, que también ha descubierto el poder de crear cosas con la mente  (es que algunos tienen más habilidad que otros para hacerlo), y que amenaza con CONQUISTAR EL MUNDO.

A partir de este punto, a los personajes puede pasarles cualquier cosa, y a nadie le importa... porque el aburrimiento y desinterés que se han apoderado del autor de la novela (originalmente un cuento que, efectivamente, ganó un premio importante, y que fue convertido en novela de manera por demás infame) son lo único que se contagia al lector, que no ve otra cosa que la hora de terminar con semejante tira de disparates seudomísticos, si es que no ha optado por deshacerse del libro. De la brillante referencia inicial al programa espacial norteamericano no queda nada. Nada bueno, para colmo.


Como diría un popular actor cómico peruano: ¡no lo lean! Porque el tiempo que se va…  ya no regresa.

jueves, 8 de mayo de 2014

Criptozoico (Brian Aldiss)


Si creen que Ballard o Lem son autores difíciles, es que no han leído a Brian Aldiss. No es que toda su producción sea así: la trilogía Heliconia, La nave estelar, Invernáculo y Galaxias, como granos de arena, son novelas y cuentos de lectura casi obligatoria. Pero es justo reconocer que su estilo, denso como el que más, puede ser algo disuasivo para el lector, incluso para un lector curtido en la ciencia ficción.


Criptozoico es una novela que se caracteriza por su densidad. El argumento es totalmente de ciencia ficción: en el futuro, se ha descubierto una manera de viajar en el tiempo, aunque de manera más bien subjetiva, como una proyección en el tiempo elegido. Dicha traslación temporal se logra mediante el uso de una droga cuyas siglas son CSD, de manera que el viaje en el tiempo es más una experiencia personal que un desplazamiento propiamente dicho.

No deja de ser curioso el efecto de dicho viaje en el tiempo, una auténtica moda del siglo XXI. Los viajeros se aficionan mucho a estas experiencias, de modo que la “realidad” aparece como deshabitada. Casi como nuestro presente y el descubrimiento del ciberespacio, cuya “realidad” experimentamos acaso durante más tiempo que el mundo antes conocido como real. El abandono de la sociedad llega a tal punto, que se producen una serie de movimientos políticos tratando de contrarrestar los efectos del viaje en el tiempo, que resulta ser objeto de prohibición.

Pero esta prohibición no es más que la fachada de un plan, que consiste en la captura de un científico bastante peligroso a causa de un descubrimiento trascendental: la verdadera naturaleza del viaje en el tiempo y el verdadero sentido del tiempo y de la realidad. Casi nada…

El gran problema de la novela es que tan interesante argumento se nos narra a través de un enrevesado y abundante, por ratos aburridísimo, texto lleno de idas y vueltas, reflexiones, anécdotas, apariciones y desapariciones de personajes, personajes secundarios, exposición de teorías sobre el subconsciente, que deben haber llevado a más de un lector a abandonar la novela. No es un texto fácil, cierto, pero tampoco se puede negar su potencia como literatura de ideas, y al menos los capítulos finales están escritos a un ritmo más rápido.

Justamente, en esos capítulos se nos aclara un tanto la trama, con un final sorpresa de esos que sólo pueden originarse en la ciencia ficción. La auténtica naturaleza del tiempo y del espacio, el origen y el fin del universo (narrado por sus protagonistas, nada menos), son descritas de una manera tan acorde con la experiencia humana que, si bien no llegan a “hacernos dudar”, si que generan más de una interrogante en torno a nuestras creencias y aparentes certezas cosmológicas, entre otras.

El “criptozoico” al que alude el título es una época lejanísima en el tiempo, anterior a la aparición de la vida tal como la conocemos, a la que la mayoría de personajes gusta de viajar y es aludida constantemente en la novela. Porque está ubicada en el pasado, pero podría ser también la acumulación de todo el tiempo transcurrido, de modo que podría ser, desde cierto punto de vista, lo que hasta el momento llamamos futuro…

Una novela cargada de filosofía, difícil de leer, con personajes casi inanes, confusa e inorgánica. O es una pérdida de tiempo, o es una genialidad. A decisión del lector.



Daniel Salvo

domingo, 4 de mayo de 2014

Que no desciendan las tinieblas (L. Sprague de Camp)


Al fin pude leer esta excelente y divertida novela, muy renombrada al tiempo de su publicación (1941). Tanto así, que dio origen a un cuento redactado como “respuesta” contradictoria a las premisas postuladas en la novela.  Y es que no todos los intentos de cambiar la historia pueden ser exitosos, a largo plazo…

Al margen de las consecuencias de la alteración de la historia conocida (tema tratado también por Isaac Asimov en “El fin de la eternidad”, y de alguna manera, previsto por George Orwell  en “1984”), es de apreciar la increíble facilidad y el gran sentido del humor que se gasta L. Sprague de Camp para describirnos no sólo un método para viajar en el tiempo que funciona (y no genera el menor cuestionamiento ni la menor sensación de implausibilidad), sino también nos hace creer que  el american way of life podía, efectivamente, conquistar el mundo armado con una botella de Coca – Cola. O algo así.

El protagonista de la novela, el arqueólogo e historiador Martin Padway, se encuentra en Italia, más precisamente, en Roma, la cual describe de una manera que haría las delicias del propio Federico Fellini (nos describe su tránsito vial, los olores de la ciudad, la idiosincrasia de la gente…). Tras un incidente que altera la trama del espacio y el tiempo (así, tan simple como suena), Padway se verá trasladado en la Roma del siglo VI después de Cristo. Una época fascinante, dicho sea de paso, pues el antiguo régimen romano, aunque vigente en la cultura europea, ha dado paso a los reinos bárbaros que posteriormente dieron origen a la Europa moderna, y de una u otra manera, al mundo tal y como lo conocemos hoy. Muchas cosas se sabían, muchas cosas se perdieron, pero nunca dejó de existir la capacidad humana para el bien o para el mal. Y dado que nuestro historiador, una vez repuesto (rápidamente) del shock que implica todo viaje en el tiempo, es consciente de que el momento de la historia en el cual ahora se encuentra va a dar paso a una larga edad media (las “tinieblas” a las que alude el título de la novela), oscurantista y fanatizada. De modo que, como buen historiador (es decir, como buen humanista), decide utilizar sus conocimientos de hombre venido del futuro para impedir la llegada de esas tinieblas. ¿Y cómo lo hace? De la manera más norteamericana posible: montar un negocio.

Este giro sorpresivo de los acontecimientos es quizá uno de los mejores cambios argumentales que alguien pueda imaginar.  Uno esperaría que, como involuntario Mensajero del Futuro, nuestro protagonista, asumiendo una pose mayestática, se dirigiría ante las autoridades de la época para ofrecerles como regalo los últimos adelantos del siglo XX, la sabiduría acumulada nada menos que catorce siglos después... Pero no. Conocedor de la naturaleza humana, más dada al relajo y a la conveniencia antes que a las grandes acciones y hechos heroicos, Martin Padway entiende que no hay nada más contagioso que las ideas (o al menos, ciertas ideas). Y decide compartir eso con el mundo en el que le ha tocado vivir, su filosofía, la más exitosa y poderosa conocida en su tiempo (el siglo XX): el american way of life.

De modo que, tras contactarse con las personas adecuadas, nuestro hombre en el siglo VI procederá a iniciar a la humanidad de las edades oscuras en los secretos del interés compuesto, la partida doble, la libertad de prensa, la corrupción y el soborno (bueno, al parecer, ya se le habían adelantado un tanto…).

Y así, poco a poco, va logrando su objetivo… Convertir el siglo VI europeo en la antesala de un mundo que tendrá que adaptarse al correo, la alfabetización, la sociedad anónima y otros adelantos, cuyas consecuencias para el futuro (es decir, “nuestro” pasado), apenas podemos vislumbrar. Además de adelantar la aparición en la historia de ciertos artefactos que deberían ser inventados siglos después, así como la noticia de los territorios que aguardan cruzando el océano atlántico (nuestra América).

La novela tiene momentos hilarantes, como el “debate teológico” que surge espontáneamente cuando, en una posada, coinciden varios cristianos (recordemos que en esa época, la Iglesia Católica Romana, si bien con cierto poder, era una de tantas), y casi sin proponérselo, arman un debate en torno a temas teológicos profundos y trascendentales, debate que termina con los ponentes agarrándose a golpes, sin faltar uno que otro silletazo…

Tal vez pueda parecer algo forzada la naturalidad con la que Martin Padway es acogido en el siglo VI. Cada vez que alguien nota “algo raro” en ese forastero de acento indefinible, ropas imposibles y conocimientos más propios de un brujo que de un buen cristiano, el forastero encuentra una explicación lo suficientemente convincente como para que el curioso del momento pase a ocuparse de otro asunto. Pero debemos recordar que estamos en una época bastante previa al método científico, en la cual superstición y sentido común se mezclaban de manera indiferenciada, y un prodigio o milagro eran, después de todo, parte del “orden natural” de las cosas. Con que el origen fabuloso del forastero deja de ser novedad al poco de iniciarse la novela.

Y es que siempre quedará en discusión si existe algo como la “naturaleza humana”, condenada a funcionar de una manera determinada desde la aparición del homo sapiens. Las historias de viajes en el tiempo intentan arrojar, a su manera, alguna luz sobre el tema. Que no desciendan las tinieblas, con todo su humor y gracejo, no deja de ser una ucronía, bastante optimista quizá para el gusto moderno, pero que no deja de ser una inspiración y acaso una luz en medio de las tantas pesadillas distópicas que parecen haberse puesto de moda. El humor también puede cambiar el mundo.

Como diría L. Sprague de Camp: "Si logré hacer reír a unos pocos con mi ciencia-ficción humorística, si conseguí entretener o esclarecer a alguien con mis trabajos, me puedo considerar a mi mismo como un éxito"



Daniel Salvo