miércoles, 11 de noviembre de 2015

El último post...


No, es que deje la ciencia ficción ni nada, sino que estreno nuevo blog, con nuevo nombre. O sea, seguirá siendo como  Ciencia Ficción Perú, pero más personal. Si se aburren, avisen.

El nuevo blog se llama Crónicas de Futuria. (https://danielsalvo.wordpress.com/)

Nos vemos en Futuria...

Daniel Salvo

lunes, 2 de noviembre de 2015

Un autor en octubre de 2015



Octubre de 2015 ha sido un mes singular, agotador incluso: nada menos que tres publicaciones, en distintos medios. Tres cuentos que espero puedan disfrutar. Van unas someras reseñas:

La triste historia de la doctora Amelia, publicado en el segundo número de la revista virtual (de descarga gratuita) Relatos Increíbles, editada por Héctor Huerto de la Asociación por la cultura y la educación digital ACUEDI. Este cuento llevaba casi un año en revisiones y correcciones, pero al fin lo terminé. Es una historia que podría encuadrar en el género de «primer contacto». La humanidad, al fin, se encuentra con otros seres inteligentes, que además son pacíficos. Una científica, en representación de una Tierra que ha decidido apostar por la exploración espacial, es la encargada de efectuar el contacto. Pero puede que los resultados del mismo no sean beneficiosos para todos.

Dos tazas de café, publicado en la antología de relatos sobre viajes en el tiempo "¡Marty llega!" (homenaje a la ya clásica película «Volver al futuro», protagonizada por Michael J. Fox y Christopher Lloyd), compilada por Germán Atoche, bajo el sello Edita el Gato Descalzo. Si viajar en el tiempo ya es una hazaña, conocer el propio origen del tiempo - y a su Creador - puede ser una aventura capaz de volver loco a cualquiera, a menos que se trate de alguien cuya mente sea realmente excepcional. O tal vez, la excepción somos nosotros, los mortales que no podemos aceptar que el universo es simplemente lo que es, y no lo que quisiéramos que sea.

Se venden marcianos (si, el título está mal redactado, pero es adrede), publicado en la muestra de relatos de ciencia ficción de autores peruanos (¡nada menos que treintaidós!) Se vende marcianos (ahora sí, título correctamente redactado), a cargo de José Donayre, de la editorial Altazor. De existir seres extraterrestres, ¿cómo serían? ¿cómo sería su cultura, su sexualidad, su economía? ¿Serían algo incomprensible para nosotros, los terrestres... o una versión mejorada (o empeorada) de lo que somos? Y lo más importante: ¿tendrían sentido del humor?

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Post data: A destacar que el incansable Elton Honores, verdadero gurú de los estudios literarios peruanos enfocados en la ciencia ficción, la fantasía y el terror; con el apoyo del Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar CELACP, de Harry Belevan, Gonzalo Cornejo y Gonzalo Portals, organizó el II Congreso Internacional de Narrativa Fantástica los días 22, 23 y 24 de octubre, en el auditorio del Instituto Raúl Porras Barrenechea. Tarea titánica, que está dejando huella en el devenir del género fantástico. Una auténtica delicia oir las ponencias.

viernes, 28 de agosto de 2015

Zombies (Antología de John Joseph Adams)


Desde cierto punto de vista, podría decirse que la editorial Minotauro, vieja conocida de los aficionados al fantástico y a la ciencia ficción, se apuntó un tanto al publicar esta antología, así como una segunda compilación de relatos de zombies, Zombies 2.

El esfuerzo de publicar este volumen es algo que agradezco, por que el resultado es, en buena cuenta, una lección para los escritores, noveles y no tanto. Y es que, mientras en el Perú a veces nos pasamos años y años mirándonos al ombligo luego de publicar un cuentito en un blog que sólo es leído por cuatro gatos, los relatos sobre zombies que se publican tan solo en un año dan para una o varias antologías. Y qué decir de los nuevos subgéneros nacidos en las últimas décadas (¿no que la ciencia ficción estaba en decadencia?): biopunk, dieselpunk, faithpunk, historia alternativa, retrofuturismo, nueva space-opera... Como para ir haciendo espacio en nuestros estantes (físicos o virtuales), y en nuestros bolsillos.

Sin embargo, como observé en un comentario hecho en el Facebook, algo me ocurría con esta antología. Que los relatos eran de zombies, pues eran de zombies. Que los autores incluían a lo más graneado del género, pues esos eran (Simmons, King, Barker, Martin, Gaiman, Silverberg y otros). Que eran relatos frescos, recientes, y redactados en un lenguaje literario, lejos de las toscas (es un decir) historias acartonadas y simplonas de principios del siglo XX, pues muchos de ellos son de por si una lección de taller de narrativa donde nada falta (diálogos bien estructurados, personajes creíbles, argumentos variados). Se trata de relatos solventes, de una calidad irreprochable.

Excepto por un detalle: la gran mayoría de ellos me resultaron bastante sosos, por no decir aburridos.
Es decir, tenían zombies, tenían terror, tenían ciencia ficción, tenían puntos de vista originales para tratar un tema aparentemente agotado; pero a muchos de los relatos les faltaba ese sentido de la maravilla que debe impregnar a un buen relato de ciencia ficción, fantasía o terror incluso. Algunos se me hicieron intragables, dejándome la sensación de no haber leído nada. O no los entendí, o me aburrieron.

Sin embargo, sería injusto no reconocer lo bueno de algunos relatos, que bien podrían ser publicados en una antología aparte. Y me da gusto saber que algunos autores clásicos conservan la vena, la capacidad de maravillar al lector, con su inimitable estilo que los gringos llamarían old fashioned (pasado de moda), pero que al final de cuentas, resulta siendo más efectivo y contundente a la hora de entretener al lector.

Porque de eso trata la literatura. Al menos, la literatura que a mi me gusta.


jueves, 30 de julio de 2015

Los tecnólogos (Matthew Pearl)



Me enteré de la existencia de esta novela por casualidad, ojeando novedades en una bien surtida librería limeña. El texto de la contratapa capturó mi atención. Mas o menos, ponía que en 1868, en Boston, EE.UU. - ciudad conocida como "la Atenas de América, el cerebro de los Estados Unidos" -, tienen lugar una serie de extraños fenómenos: barcos que naufragan por que sus brújulas enloquecen, vidrios que se derriten de manera repentina... Todo en el marco de una confrontación entre las autoridades de la Universidad de Harvard, representante de la academia clásica, o al menos, lo que los norteamericanos entienden por clásico, a saber: que el saber académico debe estar reservado para jóvenes de buena familia, ricos y probadas raíces cristianas. El celo por mantener esta curiosa noción del saber universitario lleva a su rector, el famoso intelectual norteamericano Louis Agassiz, a impedir por todos los medios que se difunda la teoría de la evolución, entre otros conocimientos "peligrosos" para las masas.

Pero el principal "enemigo" de Harvard, en ese contexto, es el recientemente creado Massachusetts Institute of Technology, el hoy famoso MIT, dedicado a la tecnología (es decir, las ciencias aplicadas), y a pervertir, eh, enseñar a alumnos de dudosa procedencia y escasos recursos económicos, además de cometer la herejía de contar con una mujer entre sus estudiantes. El autor se da maña para narrar algunos episodios en los que la pugna entre distintas formas de saber, así como entre distintas clases sociales, llega a proporciones épicas, constituyendo interesantísimos testimonios de la lucha por el conocimiento, su aplicación y su difusión, que al parecer, van a acompañar al ser humano durante mucho tiempo. 

Los tecnólogos del título son estudiantes del MIT, la primera promoción que está por graduarse, quienes son mal vistos en casi todos lados. Para los obreros de las fábricas, son quienes van a inventar las máquinas que tarde o temprano les quitarán sus empleos. Para la alta sociedad bostoniana, son una suerte de arribistas que pretenden igualar sus conocimientos a los de la elitista universidad. Y para los universitarios, son poco más que operarios que en lugar de batas de laboratorio deberían utilizar ropas de faena. 
Los misteriosos eventos que han ocasionado tantos accidentes, tanto en la tierra como en el mar, llevan a la policía a solicitar la asistencia y apoyo de los hombres de ciencia, aunque para su mal, recurren en un principio a Harvard y al respetado pero caduco Agassiz, quien no sale muy bien parado en la novela cuando nos participa de sus teorías en torno a la naturaleza y la causa de los accidentes.

Es entonces que los jóvenes e intrépidos estudiantes del MIT, dama incluída, forman una especie de sociedad secreta, el Ejército de Dumbledore... ¡perdón! Quise decir la sociedad secreta de los Tecnólogos (si, así, con mayúsculas), consagrada a descubrir la identidad y los propósitos del causante de los atentados (ya han deducido que no se trata de eventos naturales), a quien denominan.... ¡el experimentador! (si, en minúsculas nomás). No negarán que son originales...

Demás está decir que a estas alturas, el interesante contexto en el que transcurre la acción ha pasado a un inmerecido segundo plano. La novela coge un ritmo más centrado en las peleas entre los tecnólogos y sus enemigos de Slithering... eh, Harvard, así como los sopóriferos escarceos amorosos de los otrora misóginos estudiantes, que acaban en romances más cantados que el Romeo y Julieta. Nada contra esta parte de la historia, excepto que se come su buena cantidad de páginas y tiempo del lector, reduciendo además la trama a una sucesión de apariciones sorpresa, falsas pistas y búsquedas de indicios que bien podrían dar para un guión de la serie animada Scooby - Doo, pero que en un thriller que además se pretende histórico, parecen una broma de mal gusto. La solución del misterio, si bien sorpresiva, implica además unos diálogos un tanto penosos.

No es una historia de ciencia ficción, pero como que se le aproxima (un enemigo misterioso que utiliza la tecnología para cometer sus crímenes, un grupo de estudiantes que lo enfrenta utilizando las mismas armas). Genera además el interés de los obsesionados por la historia (¿qué pasaba en el resto del mundo en 1868? ¿qué pasaba en el Perú? ¿cómo llegó a consolidarse el MIT?) y plantea una que otra interesante reflexión en cuanto a los límites que existen entre ciencia y tecnología, además del uso ético que deberían tener las mismas. Pero de entretenida no pasa. Avisados están.


miércoles, 3 de junio de 2015

Los de mi sangre / Jacqueline Lichtenberg


El tema del vampiro es, querrámoslo o no, inagotable. Si además lo mezclamos con la ciencia ficción, el resultado puede ser impactante, como el caso de la novela a comentar.

Estamos en el futuro de la Tierra, con una tecnología un poco más avanzada que la presente, la cual permite los viajes espaciales, aunque dentro del sistema solar. Además de seres humanos, la Tierra alberga a los luren, seres extraterrestres que descienden de algún naufragio estelar. Los luren tienen casi todas las características de los vampiros - de hecho, son ellos quienes han originado la leyenda de los vampiros - : se alimentan de sangre humana, les afecta la luz del sol, y pueden proyectar en los seres humanos una influencia que va desde la manipulación de los sentimientos hasta la inserción de falsas memorias, lo que les es muy útil para pasar desapercibidos en un mundo que, conforme avanza en su tecnología, hace cada vez más difícil que seres como ellos pasen desapercibidos.

Los luren se han dividido en dos partidos, los Residentes y los Turistas. Los Residentes tratan con respeto a los seres humanos, habiendo desarrollado un sucedáneo de la sangre para alimentarse. Los Turistas, en cambio, consideran a los humanos como una fuente de alimentación más, y no se hacen problemas en alimentarse de ellos. Dado que ninguna facción prevalece, hay una suerte de equilibrio entre ellos.

Dicho equilibrio se romperá cuando la humanidad encuentre en el espacio una nave extraterrestre conteniendo nada menos que a un luren en animación suspendida. A fin de estudiar la nave y su contenido, las Soberanías Mercantiles - las organizaciones políticas del futuro - habilitan un laboratorio en una ciudad lunar, al cual envían a los más preclaros científicos de la Tierra. Ignoran que entre estos científicos se cuentan dos luren, pertenecientes a las distintas facciones que habitan la Tierra, y que desean entrar en contacto cuanto antes con el nuevo alienígena, cada uno siguiendo sus propias razones. Aunque es posible que el nuevo luren tenga sus propios planes al respecto, pues no todos los días se encuentra un planeta entero lleno de... comida.

Es de agradecer que la autora, Jacqueline Lichtenberg, no haya recurrido a ningún tópico a la hora de crear su propia versión del vampiro. Los luren no son meros chupasangre. Tienen toda una cultura que impregna casi todo acto de su existencia, fuertemente determinada por sus instintos (los humanos, en cambio, carecen de instintos, como lo señalan continuamente los personajes). Así, las relaciones entre padres e hijos, o entre amantes, son altamente ritualizadas, lo que provoca el asombro de más de un humano. Esta detallada descripción de la cultura luren no lastra la acción, al contrario, potencia aún más el conflicto que da inicio a la novela. No se trata de ganar por ganar, sino de ganar como lo haría un verdadero luren, ya sea un luren "puro" o un híbrido de luren y terrestre, como lo es el protagonista de la novela.

Así, además de las escenas propias de una novela de acción y aventuras, "Los de mi sangre" contiene esas de refinados duelos de voluntades en los que cabe más de una reflexión en torno a la naturaleza humana ("los jóvenes suelen desinteresarse por el poder por que carecen de él"), la política y los negocios, además de proporcionar al lector una perspectiva muy femenina e intensa de lo que son las relaciones sexuales (aunque en algunas ocasiones, lo sensual se confunde con lo cursi, lo que debe hacer las delicias de quienes aman las novelas de amor con vampiros).

Desde todo punto de vista, una novela muy original. Publicada en 1988, "Those of my blood" (Los de mi sangre) tuvo una continuación, "Dreamspy" (1989), aún no traducida al español.


martes, 19 de mayo de 2015

La isla de cemento / J.G. Ballard



James Graham Ballard (1930 - 2009), o J. G. Ballard como lo conocemos casi todos, es un escritor inglés cuya personalísima escritura sólo puede describirse en una palabra: ballardiana. Por que sólo el trata los temas más inverosímiles (asesinatos en masa cometidos por niños bien educados, revoluciones llevadas a cabo por arribistas clasemedieros, tribus urbanas que involucionan en edificios de alta tecnología) con una prosa fría y a ratos desangelada, que hace sentir al lector que está leyendo un reporte periodístico antes que alguna clase de ficción. 

En "La isla de cemento" (1974), somos partícipes de otra situación insólita: el protagonista, Robert Maitland, es un arquitecto cuya vida transcurre de manera plácida y normal (ejecutivo de éxito, tiene esposa, hijo y amante), hasta el día en que su veloz Jaguar le juega una mala pasada mientras conduce en una de las tantas autopistas del Londres contemporáneo (de los años setenta), y acaba con el vehículo accidentado en un terreno baldío, situado exactamente entre tres vías de la autopista. Salir de ese espacio cubierto de hierba y restos de otros tantos accidentes parece fácil, pero Maitland acabará descubriendo que, más que un accidente de carretera, lo que ha sufrido es una suerte de naufragio imposible en una isla rodeada, no de agua, sino de vehículos cuyos conductores apenas reparan en su presencia. En un primer momento, Maitland será un moderno Robinson Crusoe, abandonado a su suerte e imposibilitado de salir de su confinamiento.

¿Absurdo? Por supuesto que sí, mientras tomemos la historia como un relato de tono realista. Pero si jugamos al juego de Ballard, de fabular y crear o recrear ciertos mitos en este entorno urbano, tenemos una estupenda muestra de algo que podríamos describir como fantasía urbana o acaso "weird fiction", con un personaje cuya aventura consiste en tratar de volver a su casa, en su propia ciudad y en el civilizado entorno de la Inglaterra de fines del siglo XX. 

Ballard logra atraparnos, si bien no siempre entretenernos, con su prosa capaz de convertir una vulgar autopista en un entorno salvaje y desafiante, con su propio clima, horarios, paisajes... De pronto, el resto del mundo deja de existir, para asombro del propio Maitland, enfebrecido por el alcohol y las heridas que el accidente le ha causado. En medio de este delirio, se produce un cambio trascendental: resulta que la isla tiene otros habitantes, tanto o más estrambóticos que el "nuevo" Maitland. Una joven rebelde y su acompañante, un ex artista circense, un acróbata con cierto retardo mental. Difícil no hallar ecos de "La Odisea" en esta parte de la novela, con un Odiseo - Maitland añorando volver a su hogar, pero que no por eso se inhibe de disfrutar de la hospitalidad y cuidados de esa curiosa Circe que se hace cargo de él, y que trata por todo tipo de medios - sexo incluído - de convencerlo de quedarse para siempre en la isla; al tiempo que Proctor, el acróbata, deviene en una especie de  ambiguo Polifemo, oscilando entre la peligrosidad y la puerilidad. 

Ballard solía referirse al "paisaje interior", y es un lugar bastante común referirse al autor como parte del "new wave" de la ciencia ficción de los años sesenta. En "La isla de cemento", la propuesta del paisaje interior como extensión de mente se hace realidad: su nuevo entorno acaba por transformar a Maitland, quien termina por quedarse solo en la isla, pero no como víctima de un accidente, sino como amo y señor de la misma, postergando indefinidamente el retorno a un hogar que ahora se le aparece como un brumoso recuerdo.

Leyendo otras reseñas, como  esta de Martín Cristal, me entero que "La isla de cemento" forma parte de un triptico de novelas "urbanas", conformado además por "Rascacielos" y "Crash". Más que novelas, se me antojan agudos escalpelos que diseccionan sin piedad a nuestras grandes urbes.

viernes, 15 de mayo de 2015

De "Papá lo sabe todo" a "The Walking dead" / Daniel Salvo





De "Papá lo sabe todo" a "The Walking Dead"

por Daniel Salvo


Los cuarentones y más allá seguramente recordarán una serie que pasaban en la televisión de los setenta: "Papá lo sabe todo". Iba de una arquetípica familia WASP (blanca, anglosajona y protestante) compuesta por el papá, la mamá y tres hijos. Con toques humorísticos a veces, los problemas de la vida cotidiana eran resueltos con un perpetuo final feliz-con-moraleja, obviamente, derivada de la sabiduría paternal.Calmado como un general victorioso, el señor Young solucionaba todo en el hogar. Suponemos que en su centro de labores pasaba algo similar, puesto que iba y venía del mismo con un terno impecable.

En la misma onda, tuvimos a un papá más simpático y bonachón, aunque algo torpe: Fred Flinstone, o Pedro Picapiedra. morador de un mundo feliz, el auténtico sueño americano, en el cual los jefes daban días libres a sus empleados con solo pedirlo, las esposas cocinaban maravillas en la cocina y el esposo traía el dinero a la casa. Podría ser o no la última palabra en el hogar, pero jamás se cuestionaba el hecho de que el buen Pedro era "el hombre", igual que el papá del futuro de la serie "The Jetsons", o "Los Supersónicos".

Esta visión patriarcal del mundo, entronizada en la televisión, aparentemente sufrió un duro revés con series como "Married with children" (Matrimonio con hijos) y "Los Simpson". En ambas, "el hombre" es un ser despojado de toda autoridad, sumiso o explotado en el trabajo, objeto de burla y vergüenza por parte del resto de la familia, carente de mayores expectativas o proyectos ante un mundo al cual ha renunciado dominar. Al Bundy alguna vez fue llamado "Don Pantalones Vacíos", y Homero... ¿qué se puede decir de Homero Simpson?

Sin embargo, no deja de percibirse el hecho de que la televisión norteamericana, en todos los casos, gira en torno al "hombre" y sus vicisitudes. Ya sea el Pater Familias de los años cincuenta del siglo XX o el bueno para nada de la posmodernidad, está visto y asumido que la mujer siempre ocupa el segundo lugar.

Por que... ¿quién diría que la señora Young, Vilma Picapiedra, Peggy Bundy o Marge Simpson son personajes que "valen algo" por si mismas? Están para apuntalar o socavar la posición de "El Hombre", pero no parece que puedan hacer otra cosa más allá de ese rol secundario. Si alguna de ellas hubiera "muerto" en algún episodio de las series mencionadas, o se les conseguía un reemplazo o se terminaba la serie.

Habiendo dejado en claro que el mundo de la televisión gira en torno a "El Hombre", ¿qué hacemos para resucitarlo, darle el protagonismo de nuevo, volver a convertirlo en el dador de seguridad, fuerza, virilidad y todo eso que, supuestamente, le fue quitando la modernidad, posmodernidad y etc? Pues volver a crear el mundo. Volver a la edad de piedra. Volver a dividir a los seres humanos en el maniqueo "buenos y malos".

Es decir, acabar con la civilización. Destruir la cultura, la ley y el cuestionamiento a la autoridad.

En otras palabras, idear una serie como "The Walking dead".

Y es que el mundo de "The Walking dead" es el paraíso de "El hombre", de los machos, del dispara primero y ni te molestes en preguntar. "The Walking dead" le devuelve al Hombre el sitial que ocupó en las épocas más oscurantistas de la televisión, a saber, la fuerza, la sabiduría, la autoridad incuestionable. ¿Cómo puede ser de otra manera en un mundo poblado por zombies que te pueden comer al menor descuido, o por otros seres humanos que han dejado de ser prójimos para convertirse en depredadores acaso peores que los zombies? En ese mundo, mujer, eres más secundaria que nunca, a menos que te comportes como hombre (o sea, sepas usar armas, uses tatuajes y ropa oscura, etc.). Y aún así seguirás siendo secundaria. Tanto así, que en "The Walking dead" llegaron al extremo de matar nada menos que a la esposa de El hombre, y justo cuando más necesaria era. Caray, hay quien ve en esto un ejemplo de madurez del género, en el cual se ha abolido cualquier sentimentalismo (¡asu mare, se murió la esposa!), pero a mi me parece que en el fondo, han querido librar al Hombre de practicamente TODO lastre para destacar como líder, padre, luchador, etc.. Y es que el Hombre solitario siempre brillará más que el Hombre con esposa.

En un principio, vi "The Walking dead" como un interesante ejercicio de supervivencia "humana" en una situación límite. Pero las últimas temporadas están reduciendo todos los conflictos a uno solo: saber quien es el más macho de todos. O sea, el Hombre vuelve, y hay de la Peg o la Marge que se atrevan a cuestionarlo o burlarse de él. En lugar de hijos deslenguados como Kelly o Bud, o irreverentes como Bart,  Rick Grimes no tiene un hijo sino un fiel cachorro que quiere ser como él. Por, nuevamente, "Papá lo sabe todo", ya ves que ni tu madre nos hace falta...

¿Una historia más del Club de Tobi? Nada nos impide creer que al final de la serie pondrán una estatua de Rick Grimes con la mirada perdida en el horizonte...

lunes, 11 de mayo de 2015

La ruta a Trascendencia / Alejandro Alonso



Trascendencia es un pueblo cercado por tropas del Ejército que no dejan entrar ni salir a nadie. Allí el tiempo no se da como en el resto del mundo: pasado, presente y futuro coexisten en imágenes múltiples,  que sólo sus habitantes pueden distinguir. Pero en un pueblo donde conviven todos los tiempos, el tiempo mismo es una trampa, una estela que vuelve imposible desandar la ruta a Trascendencia una vez que alguien la recorrió. 

A esta novela le sigue "Fuegos fatuos", una saga de cuentos fantásticos que hunde sus raíces en la Historia Argentina. Desde "1806" hasta "Un olvido fortuito", se reescribe la vida de nuestro país (Argentina) desde una perspectiva extraña, donde lo cotidiano y lo histórico terminan cediendo ante la magia, los conjuros, la contundencia de lo imposible.

Con "La ruta a Trascendencia"Alejandro Alonso ganó, en 2002, el Primer Premio UPC (junto al Minotauro, el más prestigioso de Ciencia Ficción en nuestro idioma). Ganador del Premio "Ciudad de Arena" a la Revelación Literaria 2003, Alonso es una de las firmes promesas de la Nueva Ciencia Ficción Argentina. 
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Leer "La ruta a Trascendencia" me ha causado varias y perturbadoras impresiones. No solo en lo relativo a la novela, sino a las implicaciones que revela el hecho de haber sido escrita por un autor latinoamericano, haber obtenido el Primer Premio UPC de la Universidad Politécnica de Cataluña (en palabras del escritor Brian W. Aldiss«Es el premio europeo con mayor prestigio en la ciencia ficción»). y ser publicada en una colección de género del diario Página 12 de Argentina.

Sigamos el orden En cuanto a novela, "La ruta a Trascendencia" es una magnífica muestra de las posibilidades que brinda la ciencia ficción para la especulación científica y filosófica, además de brindarnos un final tan impactante como sorpresivo. Sucede que ha tenido lugar una guerra, acaso un intento de invasión extraterrestre por parte de unos seres a los que se denomina los epics, quienes han dejado la Tierra de manera tan sorpresiva como su aparición. Pero una nave suya ha caído en nuestro planeta, originando una serie de efectos que alteran a los seres humanos expuestos a su influencia, a saber, que estas personas "trascienden" el tiempo, pudiendo percibir el pasado y el futuro con varios días de diferencia. No solo pueden percibir sus pasados y futuros, sino que pueden dejar huellas de los mismos en lo que llamamos realidad, con resultados impredecibles: puede ocurrir que uno esté casado a la vez con una mujer que sabemos va a morir en el futuro, y con una mujer a la que aún no conocemos pero "ya tiene" en el futuro, a nuestros hijos... Para colmo, uno puede, voluntariamente o no, interactuar con el "pasado" de otra persona, en el "presente", dando como resultado la alteración del "futuro" de esa otra persona, a pesar de que ese "futuro" ya sería un pasado transcurrido... Como expresa un personaje en algún momento, simplemente, se producen innumerables paradojas.

Estas personas, los trascendidos, se llaman a sí mismos "trascendi" o "tracs", y han desarrollado un modo de vida mas bien apático: al parecer, el universo no los tolera muy bien, al punto que el mero especular en torno al futuro genera posibles pistas o "estelas" que, al entrecruzarse con la de otros "trascendi", llevan a un caos y confusión que puede resultar en la muerte, como resultado de una acción de "corrección" (llamémosla así) realizada por el universo. Las autoridades los han confinado a un pueblo llamado Trascendencia, y tratan de limitar su contacto con el mundo exterior al mínimo posible. Se los mantiene con vida, al parecer, con la esperanza de entender a los invasores, y acaso, enfrentarlos.

Sin embargo, la novela no va de de guerras ni de intrigas, sino de una sobria especulación en torno a cómo entendemos el tiempo, y de lo que ocurriría si realmente pudiésemos existir no sólo en el presente, sino también en el pasado y en el futuro. Así, con pocos elementos, el autor  ha logrado un estupendo y desafiante argumento, del tipo que sólo la ciencia ficción puede brindar.

¿Y qué decir del Premio UPC otorgado a la novela? Pues que ahí empezamos a darnos cuenta de la clase de lectores (de ciencia ficción)  que somos los hispanohablantes. Por que resulta que siempre nos quejamos de la poca difusión que tiene el género, que nadie escribe ciencia ficción, etc. Pero cuando una entidad como la Universidad Politécnica de Cataluña pone alma, corazón y vida para instituir un premio literario (¡desde 1991!), nos hacemos a un lado e ignoramos olimpicamente tanto al premio como a la obra publicada. ¿Acaso no vemos que las compilaciones de las diversas ediciones de este premio acaban como saldos? Por ahí se dice que las próximas ediciones serán electrónicas, dado el poco índice de ventas que se registra. Vamos, que nuestra "necesidad" de impulsar y apoyar el desarrollo del género en nuestro ámbito hispanoamericano queda solo en palabras. No nos extrañe que en un futuro no muy lejano simplemente se cancele... Y volveremos a lamentar otra oportunidad perdida. Ese es el fandom de habla hispana, esos somos los lectores.

Por último, no cabe menos que comparar las distintas realidades editoriales de nuestros países, con una Argentina cuyos diarios se atreven a publicar colecciones de género (actualmente, el diario La Nación está publicando varias novelas de Stephen King). Leo que "La ruta a Trascendencia", al igual que las novelas "El libro de las voces" y "Los ojos de un dios en celo"  de Carlos Gardini, es el primer libro que le editaron a Alejandro Alonso en su país. Muchos problemas de edición y distribución podrían solucionarse recurriendo a la edición electrónica. En todo caso, no podemos menos que admirar (y acaso envidiar) a una cultura que si apoya a sus creadores. Bien por Argentina.


jueves, 7 de mayo de 2015

Terra Nova Vol. 2/VV.AA.


Si, la ciencia ficción continuó después de Bradbury, Clarke, Asimov, Heinlein, Anderson, etc. Y no sólo continuó en el mundo angloparlante, sino que empezó a formar parte del panorama literario de otros países y otras lenguas... Dentro de poco, espero, tendremos una ciencia ficción de alcance y origen mundial y multicultural.

Iniciativas como las emprendidas por Mariano Villarreal y Luis Pestarini, conocidas figuras del fandom cienciaficcionario hispanohablante, ofrecen el doble gusto de ser, además de actualizadas, bastante selectivas en cuanto a los autores que se incluyen. El lector hispano no puede quejarse ya de la falta de novedades en el género, ni de que exista poco respaldo o apoyo al surgimiento de autores "nuestros", con todo lo que ello implica. No hay mera complacencia en la selección, aunque como todo producto humano, sea susceptible de crítica e incluso de desacuerdo por parte del lector.

La antología "Terra Nova 2" no ha sido elaborada en torno a un único eje temático. Cada autora o autor aporta su propia voz, y puede decirse que, en un sentido positivo, se nota el paso del tiempo: antes, uno podía considerar que un relato poco trabajado pudiera incluirse en una antología por que "era lo que había" o "necesitamos por lo menos a un escritor de tal o cual país" para ser internacionales. Y vaya que uno ha tenido que soplarse tremendas chapuzas, con errores ortográficos que avergonzarían a un escolar, o un desconocimiento de las más elementales reglas de redacción. Como decía, se nota el paso del tiempo, de los años que nos dicen que un escritor, pertenezca al ámbito que pertenezca, ya no puede imaginar que merece apoyo por el mero hecho de no ser anglosajón. Todos y cada uno de los autores antologados tienen pues una prosa cuidada, un manejo más que solvente de los diálogos y situaciones, y un conocimiento científico acorde con los descubrimientos más recientes, cuando no incurren en la experimentación con los límites del género, arribando a espacios mas bien fantásticos (lean "El último Osama" de Lavie Tidhar). 

Nuevas voces sacuden el mundo de la ciencia ficción. Y ahora, es más fácil oirlas (o leerlas).