lunes, 11 de noviembre de 2013

Chocky (John Wyndham)



Difícil reseñar un libro cuyo argumento está más que sugerido en la portada. Pero vale la pena intentarlo, entre otras razones, por que nada como la sencilla pero irresistible prosa de John Wyndham para refrescar la mente y recordarnos, entre otras cosas, que más vale una buena historia narrada con sencillez y soltura que algún farragoso ejercicio posmoderno.

No espere pues el lector encontrarse con metáforas ocultas o con un lenguaje que, de tan críptico, resulte carente de sentido. Chocky es una historia clásica, es decir, antigua, en el sentido de que uno podría habérsela oído al abuelo o al tío querendón de la familia en alguna reunión familiar. En su aparente ingenuidad, el texto nos sumerge en la Inglaterra rural de fines de los años cincuenta del siglo XX, con sus familias habitando en caserones, sus escuelas a las que se llega caminando y sus bonachones (y un tanto increíbles) oficiales de policía. Vamos, que se trata de un universo carente de amenazas, prosaico hasta el límite del aburrimiento, al menos, para alguien acostumbrado a las grandes ciudades: quienes hemos vivido parte de la infancia en ciudades pequeñas sabemos que es imposible aburrirse.

Los protagonistas de Chocky están plenamente incorporados a la cultura a la que pertenecen. Un matrimonio joven con un hijo (adoptivo) y una hija, ambos en edad escolar. Se trata de niños normales (la niña vive obsesionada con los ponys), al punto que ambos han contado, en su momento, con amigos imaginarios. El amigo imaginario de Polly, la niña, se llamaba Piff.  Y el amigo imaginario de Matthew... se llama Chocky

En un principio, no hay motivo de alarma. ¿Cuántos niños tienen un amigo imaginario? Muchísimos en todo el mundo. Pero cuando ocurren ciertos sucesos extraños en torno a Matthew (realiza cálculos avanzados para el año escolar al que pertenece, dibuja con habilidad impropia de un niño de su edad y puede nadar a la perfección... aunque nunca ha tomado lecciones de natación). Y todos, todos estos casos de comportamiento anómalo tienen una única respuesta: Chocky.

La displicencia inicial en torno al amigo imaginario de Matthew da paso primero al asombro y al fastidio, para culminar en auténtico pavor. Descartadas las explicaciones médicas o siquiátricas (hay que ver cómo se burla Wyndham de ciertas teorías muy en boga en su tiempo), alguien llega a la conclusión de que Chocky tiene una existencia real, quedando por resolver cuestiones tan angustiantes como su origen, su naturaleza... y sus propósitos.

¿Se trata de una manifestación del inconsciente del niño? ¿Algún tipo de posesión? Tratándose de una novela de ciencia ficción y no de fantasía o terror al uso, el lector habrá deducido más de una de las características de Chocky. Si bien todo se resuelve de manera correcta, y las cosas vuelven a la normalidad, explicación mediante, hay un elemento imprevisto que, aunque no constituye un giro de tuerca en el desenlace, nos lleva a preguntarnos, como siempre, cuál es la verdadera amenaza para la vida humana: lo desconocido, o el hombre mismo. El poder, oculto bajo la máscara de una ciencia más arrogante que sabia (en este caso), no va a detenerse ante ningún obstáculo. Menos aún, ante un niño, pese al sufrimiento de éste.

Publicada en 1968, Chocky dio origen a una serie de televisión propalada en 1984.

Daniel Salvo



jueves, 24 de octubre de 2013

La saga de Tramórea, de Javier Negrete: para exportarla



En los años 80 del siglo XX, la televisión peruana produjo una serie nacional, de corte policíaco, titulada "Gamboa", que contaba las aventuras de un investigador y sus amigos. La calidad de los episodios (a pesar de nuestra sempiterna carencia de recursos), alguno de los cuales fuera guionizado nada menos que por Mario Varga Llosa, llevó a que un ácido crítico televisivo no tuviera más remedio que afirmar que la serie estaba como "para exportarla". Es decir, era tan buena, que podía esperarse una buena acogida en otros países.

La lectura de la saga de Tramórea, compuesta por cuatro novelas que ya deberían reeditarse (La espada de fuego, El espíritu del mago, El sueño de los dioses y El corazón de Tramórea), me ha llevado a la misma conclusión: está como para exportarla, para traducirla a todos los idiomas que se pueda, para que compita de igual a igual con las sagas de George R.R. Martin o Joe Abercrombie. Para que algún productor avispado la convierta en miniserie, o superproducción, y pase a la historia del género fantástico mundial. Así de buena es.

Y es que pocas veces he podido leer tantos géneros y subgéneros dentro de los subgéneros dentro de un mismo arco argumental. De la fantasía épica, con sus emocionantes batallas entre buenos y malos, a la casi jocosa vulgaridad de la espada y brujería, para pasar luego a la ciencia ficción más especulativa, con toques de hard science fiction (teorías dimensionales, supercuerdas, topografías imposibles) que llevan al lector a preguntarse en qué momento cambió todo, cómo es que nuestros héroes siguen siendo lo que fueron, personajes provenientes de un entorno entre feudal y románico, a ser los detentores de la clave del universo, los únicos que pueden salvar la existencia de este continuum entre los muchos otros que, aunque dotados de mayor sabiduría y conocimientos, comparten con la humanidad el deseo de toda existencia: sobrevivir.
Es difícil continuar la reseña de toda una saga de novelas sin caer en la revelación de datos y detalles que podrian arruinar la sorpresa del lector. Baste decir que, en la saga de Tramórea, podrá encontrar cualquier cosa que su corazón de aficionado al fantástico pueda desear: héroes incombustibles, monstruos aterradores, enemigos poderosísimos, conjuras políticas, dioses que no son lo que aparentan, mundos ocultos, mundos paralelos, magia y ciencia, mutantes y bellezas. Sin contar con un tratamiento más que respetuoso a temas que, acaso en otras manos, podrían desperdiciarse o caer en tópicos poco relevantes, como es tema de la homosexualidad - si, el universo de Tramórea no es un universo asexuado -.

¿Cómo arranca la saga? Con un torneo, por la posesión del arma más poderosa del mundo llamado Tramórea: la espada Zemal. Forjada en un material que sólo Tarimán, el dios-herrero cojo que mora, junto con los demás dioses, en el Bardaliut, conoce; sólo puede ser empuñada por quien la merece. A quien la posee se le llama el Zemalnit, y cuando éste muere, debe elegirse uno nuevo, mediante un torneo en el cual puede participar cualquiera, desde las bellas y feroces amazonas hasta enigmáticos monarcas de doble pupila, supuestos hijos no reconocidos de los dioses. También están los tahedoran, guerreros que poseen el secreto de las aceleraciones, extraños procesos que les permiten moverse a velocidades mayores a las del ser humano normal, aunque a costa de deteriorar su propia salud. Y, tras las bambalinas de esta teatral epopeya de combates y competencias, se mueven los magos, con sus terribles poderes y conocimientos, que temen algo más que a su propia magia, y es al retorno de sus dioses, de quienes se preferiría que se quedaran para siempre en el Bardaliut, su morada en los cielos. ¿Y por qué retornarían los dioses? La condición divina no es sinónimo de cordura en este mundo, aunque, tras conocer los secretos de Tramórea, es difícil conservarla, ya sea trate de hombres, magos, dioses... o lo que hay más allá.

Una historia de lujo. Si desean más detalles, aquí el enlace a las reseñas que publicó Pedro López Manzano en su blog "Cree lo que quieras".


Daniel Salvo



sábado, 19 de octubre de 2013

Perdidos en un mar de ciencia ficción (y fantasía, y terror...)


Parece mentira, pero a veces asusta cómo cambian los tiempos.
Años atrás, en Perú, apenas teníamos tres canales de televisión. En ciertas regiones del país, uno o ninguno. De manera que en determinado horario, la población peruana estaba "condenada" a ver un programa determinado. Si no le gustaba, pues... a apagar el televisor y ponerse a hacer otra cosa.
El hecho es que esta escasez de canales generaba, entre otros efectos, que la conversación del día siguiente, ya fuera en la oficina o en la escuela, girase en torno a lo mismo. Y las referencias de otros medios (diarios, revistas, programas radiales...) también. La telenovela del momento era LA telenovela... y así los demás programas. Una misma serie podía verse en los tres canales de televisión, y en tiempos de carestía, uno podía estar seguro que, tarde o temprano, podía volver a ver series tan "modernas" como The invaders, Meteoro o Los picapiedra. A nadie se le ocurría que algún día la televisión podría "envejecer".
Ese panorama, aparentemente tan mísero, proporcionaba al televidente una ventaja incomparable: ahorrarse la molestia de elegir. O veías el programa... o no. Pero ya sabemos cómo sucedieron las cosas: encendíamos el televisor, y pasaran lo que pasaran a esa hora, lo veíamos. Antaño como en la actualidad, era más cómodo para nuestros hábitos encender la televisión y dejarla ahí, que ponernos a leer o dedicarnos a otra actividad más "construtiva". Éramos gente normal.
En la actualidad, el asunto es más estresante. Encendemos el aparato (con el mando a distancia, o como decimos por acá, control remoto) y... decenas de canales. La gran mayoría con programación que no nos interesa. Pero, como mínimo, habrá diez cuyo contenido nos lleva a la gran pregunta: ¿cuál veremos? 
Para colmo, los televisores son cada vez más baratos. Recordemos las épocas en las que el televisor era "el televisor", y las horas de angustia que pasaban cuando sufría algún desperfecto. En cambio, ahora tenemos un televisor en cada habitación de la casa o departamento. Así los psicólogos nos prevengan respecto a lo pernicioso de esta costumbre. De modo que ni siquiera hay que pelearse por un canal. Para todos hay. Incluso, se da el caso de varios televisores encendidos... en el mismo canal.
Algo muy similar ocurre en el campo de la ciencia ficción escrita. No hace mucho, teníamos pocas editoriales (me refiero al ámbito hispanoamericano), y la discusión se limitaba a "¿es Deckard un replicante?" y "¿es Heinlein un facha?". El Señor de los Anillos era una saga que muy pocos habían leído completa, y se suponía que Asimov y Lovecraft eran autores cuasi infantiles, lejos de los osados planteos de Ballard y Lem.
Plaf.
La realidad actual es completamente diferente. Las reediciones de las obras de Asimov y Lovecraft los están convirtiendo (espero) en los nuevos autores "básicos" para las nuevas generaciones, compartiendo estantes con la saga de Juego de Tronos y, si la película influye, el Ender de Orson Scott Card. Y eso hablando de los "conocidos comunes": Gene Wolfe y Robert Silverberg son autores de saldo en las ferias del libro, mientras que aparecen nuevas editoriales y nuevos autores. 
Si a todo ello añadimos la difusión de blogs y páginas web (¿recuerdan cuando había dos o tres páginas web sobre ciencia ficción, y los debates que se armaban? En verdad les digo, no quedó piedra sobre piedra), sin decir nada de las ediciones electrónicas (los ebooks se han vuelto una alternativa más, ya sea para leer en e-readers o en tablets).
Estamos rodeados de ciencia ficción. De fantasía. De terror. Además de los "nuevos" subgéneros: steampunk, ucronía, new weird, dieselpunk, fantasía urbana, low fantasy... 
Armar listas de 10, 100 o 1000 libros "imprescindibles" es inútil. A lo más, puede hacerse cada año. Como máximo. Claro, la calidad es desigual, pero ¿cuándo ha importado eso, en realidad? Todo lo que se diga contra sagas como "Crepúsculo" o "50 sombras de Gray" no hace que disminuya un ápice su nivel de ventas. No todos gustamos lo mismo, y punto.
¿Qué hacer, en medio de esta abundancia?
Pues lo único que queda: elegir.
Cierto es que, de alguna manera, debemos educar nuestro criterio, y mucho nos dirá nuestra experiencia y nuestro gusto. No desoigamos las opiniones de los críticos y comentaristas. 

Pero, sobre todo, no nos la pasemos lamentándonos, diciendo cosas como "hay tanto que leer que no se por donde empezar". Acostumbrémonos a vivir en (esta) abundancia... y a disfrutarla.

Daniel Salvo

Horrendos y fascinantes: antología de monstruos peruanos editada por Altazor


Pues eso. Agradezco a José Donayre por haber incluido un cuento mío en esta antología. Una gran contribución de Altazor al género fantástico.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Cuento "La chica del museo" en la revista "Buen salvaje"


La revista Buensalvaje acaba de publicar, en su edición número siete (disponible en PDF) , un excelente artículo de Elton Honores, "El acoso de lo imposible", que analiza las implicancias de publicar literatura fantástica en un país como el Perú, donde la distinción entre autores "de Lima" y "de provincias" aún tiene efectos poco deseables. Adjunto el texto del último párrafo del artículo, a manera de presentación de nuevos autores del fantástico: 


"La selección arbitraria que presento incluye a narradores que están ligados a las provincias, ya sea por su origen o su lugar de residencia. De más está decir que –en algunos casos– sus libros son casi inhallables en Lima, por lo que es una invitación a seguir con atención su producción posterior. Nacidos entre 1963 y 1989, sus ficciones dan cuenta de los diversos registros de lo fantástico que practican. La selección incluye básicamente dos registros: la ciencia ficción (CF) y la mezcla de géneros a partir de la temática zombi. En «Apocalipsis zombi», de Marco Alberca, hay una subversión en el tratamiento del tema que plantea el problema de la identidad. Sarko Medina aporta dos microrrelatos de zombis: «Huida», que está narrada desde el otro lado, con una notable vuelta de tuerca; «Prueba» es un relato de violencia. En «El sueño», de Jorge Monteza, lo onírico adquiere una dimensión real que termina por aniquilar al personaje que sueña, bajo el tópico del doble. «El tigre en la nieve», de Jorge Parra, es un buen relato en clave borgeana que remite a la identidad y a la otredad. «Pithecantropus Erectus», del arequipeño Yuri Vásquez, combina distintos tiempos y niveles narrativos con resultados asombrosos e innovadores. En «La chica del museo», de Daniel Salvo, la animación de una momia inca develará un presente de horror. Finalmente, «Los visitantes», de William Guillén Padilla, es un relato en clave de CF con giro imprevisto."

jueves, 5 de septiembre de 2013

La luna y el sol - Vonda N. McIntyre


La luna y el sol

Vonda McIntyre


Al empezar con la lectura de esta larga pero absorbente novela, me encontré con que el primer capítulo narraba el portento ofrecido en el texto de la contraportada de la edición de Ediciones B: durante el reinado de Luis XIV de Francia, el Rey Sol, es capturada una criatura que es descrita, al principio, como un monstruo marino: retoza en el mar, tiene pelo verde, grandes incisivos y manos palmeadas. Es enviada al palacio de Versalles, para su estudio por parte de su captor, el sacerdote jesuita Yves de la Croix, y de su hermana, Marie-Josephe (ah, cómo me gustaría castellanizarla y nombrarla como María Josefa, o Maria Pepa, pero traicionaría a la traductora y a la ambientación de la novela.

El ritmo es vigoroso, lo que facilita su fácil lectura. Tan fácil, que cuando llegué a la mitad del libro (el volumen entero tiene cerca de quinientas páginas), me di cuenta de algo: que el monstruo marino apenas había sido mencionado en contadas ocasiones. Hasta este punto, la novela se enfoca en ambientar al lector en la corte de Versalles, y a pesar de la profusión de detalles e intrigas dignas de un culebrón televisivo, la lectura no deja de ser apasionante. Tengo la impresión de que la autora, perteneciente al ámbito cultural anglosajón, ha debido sentirse fascinada por todo ese aparato, pompa y protocolo que implicaba formar parte de la nobleza de una nación como la Francia de fines del siglo XVII, donde contaban mucho detalles tan aparentemente nimios como el sentarse a la derecha o a la izquierda del rey, a cuantos pasos de distancia podía alguien estar en su presencia, el tipo de trato que debía dispensarse a otros personajes como el Papa o sus representantes… A los ojos de la autora, todo esto debe parecer una suerte de cultura extraterrestre. En mi caso, esta parte de la novela despierta sentimientos encontrados: uno se da cuenta de cuan lejos de la modernidad está un país como el Perú, puesto que muchas de esas instituciones premodernas (tráfico de influencias, sistema de castas, costumbres retrógradas como el machismo) han sobrevivido y siguen siendo parte de nuestra cultura. Fascinante para un observador externo, incómodo para quienes vivimos, en parte, esa pre-modernidad. No es difícil notar que nuestro país, sobre todo en lo que a la administración pública se refiere, aún se maneja en base a criterios cortesanos, donde cada funcionario se siente una especie de reyezuelo, según quien lo haya “recomendado”.

Pero luego de esta puesta al corriente de las intrigas y funcionamiento de la corte de Luis XIV, acaso indispensable para la mejor comprensión de los acontecimientos que son narrados después, la novela se enfoca propiamente en la interacción entre la criatura marina y su nuevo entorno, interacción que se da en el peculiar contexto de la época, con un incipiente desarrollo del método científico – llamado aquí “filosofía natural” – que tiene que habérselas con los intereses del propio Rey Sol, quien desea diseccionar a la criatura en búsqueda del secreto de la inmortalidad (aquí tenemos a la alquimia susurrándole al oído), o en última instancia, degustarla en un fastuoso banquete (aquí tenemos a la vanidad de un monarca deseoso de dejar su huella en la historia). No son ajenos los debates entre la religión y el secularismo, puesto que para la Iglesia Católica, la criatura no es más que una bestia, un animal, y es aún posible condenar a la hoguera por herejía a quien sostuviera lo contrario… a pesar de las innumerables pruebas de “humanidad” que ofrece la criatura, cuyo único portavoz, en un principio, es la propia Marie-Josephe, una mujer sui generis para la época, pues pese a haber sido educada en un convento de la isla Martinica (orando y sirviendo), tiene una gran pasión por las matemáticas y la música, mantiene contacto con luminarias como Isaac Newton y se atreve a solicitar, para sus investigaciones, un microscopio fabricado por Antón van Leeuwenhoek, precursor nada menos que de la biología experimental. Brillantes hombres de ciencia para unos, peligrosos herejes protestantes para el entorno cercano de Marie-Josephe.

Las historias personales de la criatura marina – a la que se bautizará como Sherzad, en homenaje a la Sherezade de Las mil y una noches – , y de Marie – Josephe acabarán por mezclarse de una manera brillante, que nos permitirá atisbar otros aspectos de la condición humana, como puede ser nuestra reacción ante lo desconocido (¿el encuentro con Sherzad acaso no se parece al encuentro entre las culturas europeas y las cultura prehispánicas?), y en particular, de la condición femenina, buscando su propio espacio en un mundo cuyas pautas siempre parecen estar prefijadas por los hombres. En esa mujer del mar, de apariencia tan monstruosa, la propia Marie - Josephe se encontrará a sí misma (una hembra capturada en un mundo machista) y acabará por descubrir la manera de cambiar su propio destino. Se aprecia también lo cuidado de las descripciones relativas a los hábitos y naturaleza de la criatura Sherzad. No en vano Vonda N. McIntyre obtuvo un título en biología por la Universidad de Washington.

Drama histórico, encuentro entre dos mundos, un enigma biológico (¿cuál es el verdadero origen de las criaturas marinas?) y la lucha por la libertad del conocimiento en una época de dogmas. Merecido el premio Nebula de 1998.

Daniel Salvo


martes, 13 de agosto de 2013

La ciencia ficción peruana se mueve



La ciencia ficción se mueve, mucho más que en otros años, en el Perú. No al nivel del reciente festival Celsius  232 de España, obviamente, pero si lo suficiente como para dejar atrás la noción de que lo fantástico es un género marginal en nuestras letras. Sin ir muy lejos, durante la reciente (y cuestionada) 18 Feria Internacional del Libro de Lima, tuve ocasión de presentar dos libros, Alex Gubbins y el planeta olvidado de L.T. Moy (Ediciones Altazor) y El fantástico viaje de Helen Haiff de Beatriz Ontaneda (Editorial Casatomada). Lamentablemente, por razones de horario no pude asistir a la presentación de la excelente Eternidad al atardecer de Jorge Mendoza Aramburú, de la editorial El Laberinto, que también se presentó en la Feria.



A ello deben añadirse otras publicaciones del género, algunas esperadas, otras sorpresivas. Para el primer caso, tenemos el volumen ¡Bienvenido Armagedón!, publicado por Ediciones Altazor, en el cual doce autores nos ofrecen sus visiones (a veces, muy personales) del fin del mundo. La misma editorial publicó también la antología de microrrelatos (otro género que está cobrando fuerza en nuestro medio) 201, basada en las extrañas circunstancias bajo las cuales nuestro amigo David Roas siempre se aloja en la habitación 201 del hotel donde recala. Como si esto no bastara, Ediciones Altazor también publicó una nueva hornada de los fantásticos (fabulosos, diría yo) cuentos de José Guich Rodríguez bajo el título de  Control terrestre, cuya maestría en el manejo de lo fantástico es ya conocida. Mención aparte merece su novela El misterio del barrio chino, publicada por SM Editores. Y siguiendo con Altazor, este sello también publicó Cazador de momentos, de Juan José Cavero, “una novela distópica inscrita en el ciberpunk”, nos advierte el crítico Elton Honores.

El momento tenía que llegar. 

Daniel Salvo

domingo, 14 de julio de 2013

¡Bienvenido, Armagedón!


¡Bienvenido, Armagedón", una antología de cuentos sobre el fin del mundo, recopilada por Carlos Rengifo y publicada por Ediciones Altazor. Pronto en librerías. Participo con un cuento.

viernes, 5 de julio de 2013

Revista Artifex N° 2



Artifex Cuarta Época


N° 2, Octubre de 2008



¡Gracias a Dios por la internet! De lo contrario, tantas y tantas cosas seguirían ocultas o pasarían desapercibidas, dadas las obvias dificultades de distribución que todos conocemos. De sobra es conocido que sólo ciertos libros tienen una adecuada distribución - y eso que nos movemos en el ámbito del español, una de las lenguas más habladas en el mundo -, y que son más los libros a los que no tuvimos acceso que aquellos a los que pudimos hincarle el diente.

Caso aparte es el de las ficciones - ya no libros - de autores hispanoamericanos. De oidas sabemos de autores cubanos, mexicanos, argentinos, colombianos, españoles, venezolanos, bolivianos, peruanos, chilenos... ¿me faltó alguno?, que tal vez vayan por la quinta o sexta novela y cuyo trabajo es desconocido fuera de sus fronteras.

No se trata de chauvinismo frente a la narrativa que solemos vincular a la ciencia ficción, esto es, la ingente producción anglosajona. Pero es injusto que autores que han desarrollado una propuesta original (no "propia", pues la nacionalidad al fin y al cabo es secundaria) dentro de nuestro ámbito hispanoamericano, no tengan la difusión que merecen debido a las restricciones de un mercado que, sabemos, se muestra reacio a publicar fantasía o ciencia ficción de sabor local (con contadas excepciones, claro está).

Pero está la internet, que pese a ciertas señales alarmistas, no es ese espacio de segunda mano que quisieran algunos. Es el nuevo modo de conocer, de difundir, de probar. Algunos, como los editores de Artifex, han optado por un uso creativo de los recursos de la red, de manera que hoy tenemos algo que en años anteriores hubiera sido impensable: la edición completa de Artifex urbi et orbi, en un formato agradable de leer y gratis. ¿Qué más se puede pedir?

El óxido del Sombrerero (Alfredo Álamo): De quitarse el sombrero este breve pero contundente relato que recrea, en clave de steampunk, lo que le ocurrió al Sombrerero Loco, la Liebre de Marzo y demás personajes de Alicia en el país de las maravillas. Una soberbia fantasía steampunk, para disfrutar junto a una taza de te con pastas.

Albedo Cero (Victor Conde): Un relato de space opera en toda regla. El albedo cero a que hace referencia el título se refiere a la capacidad de los cuerpos de reflejar la luz. Un albedo de cien implica visibilidad óptima. Albedo cero equivale a invisibilidad, que es la condición que deben alcanzar las personas que desean hacer fortuna en las minas de otro planeta, minas de las que se extrae nada menos que radiación (de ahí la necesidad del albedo cero, los cuerpos no se contaminan con la radiación pues la dejan pasar a través suyo). Sin embargo, tan extremas condiciones no impiden a los seres humanos ser lo que son: sentimentales, vulnerables, heroícos, dementes. Invisible no equivale a inexistente.

Bajo estrellas feroces (Eduardo Vaquerizo): Al fin puedo leer un relato de Vaquerizo, uno de los puntales de la narrativa fantástica española. Estamos ante una ucronía en la que España ha sido el primer imperio en desarrollar el vuelo, contando tanto con cuerpos de aeronautas como vehículos voladores tripulados (Vaquerizo describe estas imaginarias máquinas con precisión tal que hace pensar al lector que podría ser posible su fabricación). En lo político, parece que se ha logrado una convivencia pacífica con la población de origen árabe, siendo sus enemigos de siempre Inglaterra y Francia.

Al margen de lo bien narrado del relato, creo haber descubierto un problema en las ucronías o historias alternativas en general, y es que el interés que puedan despertar semejante tipo de relatos es directamente proporcional al conocimiento de la historia que se pretende alterar. Para decirlo en cristiano, hay varias alusiones a personajes y eventos de la historia española que a mi, por no tener dicha nacionalidad, o se me han escapado o no me han causado interés alguno. Igual podría ocurrirle a un lector sueco leyendo una historia alternativa en la cual el Perú gana la guerra con Chile de 1879. A menos que sea historiador. Por suerte, nuestros vínculos con España y la historia de la aviación hacen  llevadero el relato.

La mar y los muertos (Ekaitz Ortega): Inquietante relato ambientado en una realidad imprecisa, en la cual hay sólidas creencias acerca de la relación entre los vivos y los muertos. Sin embargo, el devenir histórico lleva a algunas personas a cuestionar estas creencias. A fin de llegar a la verdad, se realizará un experimento en un cementerio, con resultados insospechados. Un relato que requiere mucha atención en su lectura para una cabal comprensión.

Ebenezer (Juan Antonio Fernández Madrigal): ¿Y si el protagonista de Canción de Navidad de Charles Dickens hubiese existido en realidad? ¿Si hubiera sido en efecto un anciano ruín y amargado, y tuviera ante sí la posibilidad de cambiar? Pero el relato de Dickens era una fantasía con fantasms y final feliz, mientras que el triste relato de Fernández Madrigal es sólo una fantasía con fantasmas y algo más.

(Nota: Esta reseña la encontré entre los tantos archivos que a veces uno ni sabe que tiene almacenados en la memoria de la computadora. Artifex, lamentáblemente, ya no está disponible en la red, pero quería dejar testimonio de la altísima calidad que pude apreciar en sus contenidos. Otro comentario en el Sitio de Ciencia Ficción. Daniel Salvo)

miércoles, 12 de junio de 2013

La rueda del progreso en e-book


Continuando con la autoedición, pongo a disposición de los lectores mi cuento La rueda del progreso en formato electrónico, para su descarga en EPUB, PDF, MOBI, texto simple y otros. Que lo disfruten. Y como siempre... ¡gracias Smashwords!

jueves, 6 de junio de 2013

Enemigos del sistema (Brian W. Aldiss)



Una sociedad estelar basada en el Biocom(unismo) más racional. Una sociedad cuyos miembros se llaman a si mismos homo uniformis, como demostración del alto nivel de vida al cual han llegado todos sus miembros. Una sociedad para la cual el capitalismo es un sistema que pertenece a las brumas de la historia. Una sociedad que es el sueño de cualquier planificador: población educada y saludable. Alimentación balanceada, actividades programadas, genéticamente mejorados... la Utopía.
Usando un estilo bastante seco, al punto que es casi imposible identificarse con cualquier personaje de la novela, Aldiss lleva al lector a una serie de reflexiones en torno a las ideas que este pueda tener, no solo en torno al mejor modelo de sociedad posible, sino a la misma sociedad en la cual vivimos.
La acción transcurre en el planeta Lysenka II. Se trata de un planeta apenas habitado, que funciona como una especie de zoológico para el recreo (programado) de diversos grupos de utopistas que suelen visitarlo. Precisamente, debido a una "huelga" (que se pretende ocultar por todos los medios) del personal técnico, un grupo de estos utopistas viajeros, se verán abandonados a sus propios medios en medio de las selvas de Lysenka II, donde serán constantemente amenazados por bestias salvajes.
Así descrita, la acción parece excesivamente simplista, pero como casi todo en la buena ciencia ficción, nada es lo que parece. Aislados del entorno hipertecnológico del cual provienen, los utopistas serán testigos de cómo los más básicos temores y deseos surgen y se imponen a su aparentemente inalterable condición de seres superiores. Pese a sus inútiles intentos de afrontar la situación como "seres civilizados", mediante raciocinios que rayan en lo esquizofrénico, poco a poco irán cayendo en cuenta que muchas de las aparentes verdades en las que se asienta su modo de vida no son sino meras construcciones mentales, que les serán de poca o ninguna ayuda ante la situación en la que se encuentran.
Enemigos del sistema recuerda en mucho a Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift en su intención de denostar al género humano mediante el uso de la sátira. Pero hay más que eso en la presente novela: resulta que Lysenka II oculta un secreto, a saber, el hecho de que su fauna no es originaria del planeta, sino producto de un accidente ocurrido milenios atrás, en el cual una nave estelar se estrelló en Lysenka II, y cuyos ocupantes, originalmente humanos, han degenerado en seres parecidos a topos, cerdos o ciervos, y esto debido a que, originalmente, los ocupantes de dicha nave eran... ¡capitalistas!
Dado que la novela fue publicada en 1978, es decir, en plena Guerra Fría, cuando todavía existía una Unión Soviética que era vista como modélica y poderosa por gran parte de la población mundial, se nota una preocupación por denunciar los errores - y los horrores - del totalitarismo, además de la pretensión de crear un determinado tipo de ser humano a partir de premisas que acaban por carecer del menor sustento en la realidad. Pero Aldiss tampoco parece ser muy optimista respecto a la contraparte del totalitarismo comunista, y nos ofrece, a modo de caricatura, el lado degradado de la "otra" humanidad, llegando a una conclusión bastante pesimista respecto a la condición humana. Corresponde a los lectores, a través del rumbo que den a sus vidas, confirmar o contradecir la visión de Aldiss. Hagamos votos por que la ciencia ficción no se convierta en la predicción del desastre.

Daniel Salvo

lunes, 13 de mayo de 2013

Por qué publico gratis en internet

No estoy seguro si esta entrada del blog califica como editorial, artículo o qué. Pero es algo que considero importante comentar. Llevo algún tiempo publicando cosas en la web. Gratis (salvo la versión kindle de El primer peruano en el espacio, que cuesta 0.99 dólares, pero eso por que Amazon impone un precio mínimo para cualquier producto). Hasta donde se, no han habido descargas, de modo que este mes no cobro regalías.

Publicar en internet, sin embargo, es bastante satisfactorio. De un lado, el proceso de creación, que abarca también la creación de las portadas de los libros, sigue siendo una de las cosas más excitantes que puede realizar una mente humana. Y sin gastar papel o tinta. El procesador de textos permite hacer cosas increíbles,  como probar distintos tipos de letras, aumentar o disminuir su tamaño, probar colores distintos para los caracteres o para el fondo de los mismos... No, no extraño para nada a las máquinas de escribir. De otro lado, el proceso de intermediación (del escritor al hipotético lector) es practicamente inmediato. Una vez que el libro electrónico (o e-book) está listo, se sube al sitio del cual se puede descargar (Smashwords, Wattpad, Enderonline, Amazon, etc.) y ... ¡listo! Un click y lo tiene en su pantalla.

¿Pero se puede hacer dinero con esto? ¿El destino de los escritores es trabajar por amor al  arte?

Bueno, el dinero se puede hacer (o no hacer) con cualquier cosa. El que yo haya creado o fabricado un producto no implica que alguien esté dispuesto a pagar por él. Así haya puesto alma, corazón y vida en la redacción de un cuento, novela o artículo, así su venta me sirva para salvar a mi abuelita enferma, así sea lo último que me queda en la vida... Nada, el consumidor tiene el sacrosanto derecho a gastar su plata en lo que quiera.

Pero el caso es que SI QUIERO HACER DINERO PUBLICANDO. Tengo un empleo que me permite vivir, pero como (todo) escritor, sueño con vivir exclusivamente de la literatura. Escribir, dar conferencias, dictar clases, ser entrevistado y COBRAR por todo eso. Y lo mismo le deseo a todos los demás escritores que en el mundo son.

¿Entonces, qué hago publicando cuentos gratis en la web? ¿No es un contrasentido? ¿Acaso en el fondo he tirado la toalla y he asumido que nadie pagaría un céntimo por mis creaciones?

Pues no. De un lado, la esperanza es lo último que se pierde. De otro lado... A pesar del tiempo que lleva en nuestro mundo, la internet sigue siendo algo incipiente, poco conocido y visto como algo exógeno del modo de vida que tenemos. Seguimos dándole más importancia a las publicaciones de tinta y papel que a una página web. Todavía no integramos la internet a nuestra manera de "estar" en el mundo. Bueno, no del todo.

Eso lleva a que la internet, al menos por ahora, siga siendo algo "muy interesante", pero no más. No la asumimos, por decir algo, como una manera más de efectuar intercambios. Léase, compras y ventas.

¿La prueba? Pues que si alguien quiere adquirir un producto en la web, TIENE que contar con una cuenta especializada para ello. No es como estar parado frente al kiosko de la esquina y llevarse la mano al bolsillo, sacar unas monedas, y comprar un periódico. La internet todavía exige claves, registros, confirmaciones.... No se cómo será en otros países, pero en Perú, bajarte un libro con un precio ridículo de 10 soles te obliga a contar con toda una parafernalia que ni en las películas de James Bond.

Y ahí está el detalle. Por que, si mal no recuerdo, pretendo ser un escritor de ciencia ficción. Y la ciencia ficción es como un virus que contraes en la infancia o la adolescencia. Y en la infancia o adolescencia, puedes pedirle propina a tus padres, sacar un carnet de biblioteca o que un amigo te preste un libro. Pero no puedes sacar una tarjeta de crédito. Al menos, no legalmente. Que yo sepa.

Entonces, sabiendo que mi (hipotético) público lector está compuesto mayoritariamente por menores que no podrían comprar (legalmente), ¿qué sentido tendría ponerle precio a un producto al cual no podrían acceder? Tendrán el smartphone, la laptop, la tablet o la compu en casa, pero no el "dinero" que les permita adquirir un libro electrónico. 

Lo cual es injusto, si lo ven como los asquerosos capitalistas que son en el fondo. No pienso caer en la tentación (?) de pagar para que algún editor me entregue una caja de galletas Field llena de ejemplares de un libro para venderlo de colegio en colegio. Quiero "quedarme" en la internet. Espero no hacerme viejo (y pobre) mientras llega el momento de vender y cobrar.

¿Alguna solución a mediano plazo?

No quería pensar en una solución que implique al Estado pero es la primera que se me ha ocurrido. Todo peruano tiene (o debería tener) un número de DNI, en el cual consta su condición de mayor o menor de edad. No se si el DNI reemplaza, en el caso de un menor, a los antiguos (y nunca utilizados) carnets escolares, donde constaban las "generales de ley" de un alumno, el año que estaba cursando y el colegio en el cual estaba matriculado. Bueno, ¿por qué no asignarle a esos alumnos identificados un "monto" virtual, una especie de moneda (¿créditos?) que sólo tendrían valor para la adquisición de ciertos bienes, por ejemplo, libros electrónicos? ¿Y que las empresas editoriales pusieran parte de su catálogo para ser adquirido mediante el uso de estos "créditos"? Es decir, se trataría de un tipo de moneda que sólo podrían utilizar ciertos ciudadanos y sólo para ciertos productos. El origen de estos "créditos", claro está, sería la billetera los padres o tutores de los menores.

O sea, una propina que sólo puedes gastar en libros. Como era en un principio: paga papá, cobra escritor (o editorial).

Mientras tanto, seguiré publicando gratis. Hasta que los consumidores puedan pagar por lo que escribo.


Daniel Salvo



viernes, 3 de mayo de 2013

El primer peruano en el espacio (E-book)


Continuando con la e-publicación, o publicación independiente, o autopublicación, gracias a Smashwords, y pronto en otras plataformas, El primer peruano en el espacio. En formatos Epub, mobi, PDF, txt y otros. Que lo disfruten.

Daniel Salvo


jueves, 2 de mayo de 2013

Robert Bloch: antropología, exorcismo y delincuencia juvenil



En los años ochenta del siglo XX, la fenecida editorial española Bruguera publicó una serie de antologías de relatos de ciencia ficción, terror y fantasía, cuyos ejemplares aún pueden conseguirse (con mucha suerte, eso sí) en las librerías de viejo.
En la antología "Los mejores relatos de fantasmas" (casi todas las antologías de Bruguera tenían en el título "los mejores" o "lo mejor de", aunque el título original fuera otro), se incluye un cuento del genial Robert Bloch, Fruto negro, a caballo entre el terror más inquietante y la ciencia ficción más especulativa, dado que ciertas premisas del cuento son establecidas nada menos que por un antropólogo de ideas poco ortodoxas.
Este antropólogo, ante el evidente incremento de la delincuencia juvenil que observa en la sociedad, llega a una conclusión aparentemente descabellada: asimila la ola de delincuencia juvenil a ciertos eventos ocurridos durante la época de las cruzadas, a saber, las leyendas de íncubos, demonios de evidentes rasgos masculinos que habrían tenido comercio carnal con mujeres humanas mientras sus esposos se encontraban lejos del hogar. El antropólogo del relato postulaba que lo mismo habría ocurrido durante las grandes guerras de mediados del siglo XX, y que el producto de esas uniones entre demonios y mujeres habría dejado descendencia, conformada, en gran parte, por los delincuentes juveniles, quienes en el fondo, no serían otra cosa que demonios, seres nacidos para el mal.
Leámoslo directamente de Bloch:

-Pues sencillamente que no saben lo que hacen ni lo que son -respondió Kerry-. En este aspecto, podemos estar satisfechos de que no sepan por qué se reúnen y cometen semejantes barbaridades. Lo único que ansío es que nunca sepan el motivo por el cual suelen reunirse en bandas.

-Yo conozco cuál es el motivo: todos son unos psicópatas.

-¿Y qué es un psicópata? -preguntó Kerry, con voz suave-. Un psicoterapeuta no se lo podría explicar, pero yo sí puedo. Y puedo hacerlo porque soy antropólogo. Escuche, un psicópata es un demonio.

-¡Cómo!

-Un demonio, un diablo. Una criatura admitida en todas las religiones, en todos los lugares, por todos los hombres. Es el fruto de la unión entre un demonio y una mujer mortal.

Al llegar a este punto, Kerry sonrió al ver el asombro reflejado en el rostro de su amigo. Luego, prosiguió:

-Sí, comprendo que se extrañe de esto que acabo de decirle, pero le agradeceré que lo piense por un momento. Piense en cuando empezó todo esto; esta ola de crímenes juveniles, de crueldad psicopática. ¿No fue acaso hace unos pocos años? Pues bien, comenzó exactamente cuando los bebés nacidos durante los primeros años de la guerra llegaron a la adolescencia, esa etapa de la vida comprendida entre los trece y los dieciocho años. Era la guerra, y los hombres estaban en el frente, fuera de sus hogares. Sus eposns empezaron a tener pesadillas; esa clase de pesadillas que todas las mujeres han tenido desde la más remota antigüedad. La pesadilla del íncubo, es decir, la unión del demonio con ellas cuando están durmiendo. Este fenómeno se presentó durante las Cruzadas. Y luego continuó con el apogeo de la brujería en toda Europa; los cultos demoníacos, llevados a cabo por brujos y brujas, y presididos por el diablo, de los que se esperaba el fruto de la unión de una mujer carnal con un demonio; un ser semihumano fruto de una unión maquiavélica, blasfema, horripilante. ¿Comprende usted ahora como todo esto encaja con lo que estamos presenciando hoy día? El insano deseo de crueldad; la repentina, apremiante y maníaca necesidad de torturar y destruir que se presenta durante el sueño; la repugnante incapacidad de poder reaccionar ante los sentimientos nobles y normales; la extraña sensación que sienten los jóvenes delincuentes juveniles de nuestros días de reunirse en bandas para llevar a cabo actos de violencia. Como le decía antes, no creo que ellos mismos sepan lo que les hace comportarse de esa forma: pero si algún día lograsen adivinarlo, entonces brotaría una oleada de satanismo y magia negra mucho peor que la existente durante la Edad Media. Incluso hoy día, se reúnen alrededor de una hoguera durante las noches de verano en las cavernas de las cimas de las colinas.

Quisiera resaltar unas frases del texto:

¿Comprende usted ahora como todo esto encaja con lo que estamos presenciando hoy día? El insano deseo de crueldad; la repentina, apremiante y maníaca necesidad de torturar y destruir que se presenta durante el sueño; la repugnante incapacidad de poder reaccionar ante los sentimientos nobles y normales; la extraña sensación que sienten los jóvenes delincuentes juveniles de nuestros días de reunirse en bandas para llevar a cabo actos de violencia.

El relato tiene un final mas bien horripilante y poco complaciente con el lector, sembrando la duda respecto a la naturaleza de los eventos narrados. Ahora bien, si lo relacionamos con la vioencia infantil - juvenil de nuestro siglo XXI, que entre otros términos, ha puesto de moda el anglicismo bullyng para describir lo que viven muchos escolares, tendríamos un relato bastante truculento pero plenamente vigente, acaso aterrador por sus implicancias. La actualidad de Fruto negro abarca incluso a nuestras reacciones como sociedad "civilizada", en cuanto al tratamiento de la violencia juvenil:

-¡Se ha vuelto loco! -exclamó Hibbard, furioso, mientras sacudía a Kerry por los hombros-. Estos jovencitos no son más que unos niños, unas criaturas, y lo único que necesitan es una buena azotaina, todos ellos, y quizá un par de años en un reformatorio.

-Está usted hablando como las autoridades; quiero decir como esos incompetentes policías, esos ignorantes jueces de los tribunales de menores, como los directores de esas escuelas de beneficencia donde pretenden redimir a los jóvenes descarriados a base de garrotazos y dura disciplina. ¿Es que acaso aún no se ha dado usted cuenta de que todos esos métodos de rehabilitación nunca han dado resultado desde hace muchos años hasta el día de hoy? ¿Acaso todo esto se puede resolver con simples medios psicoterapéuticos? Cuando se está continuamente en contacto con algo, al final se llega a no comprender la verdadera naturaleza del problema. 


Al igual que las incompetentes autoridades del relato de Bloch, nuestras sociedades tampoco saben como enfrentar la situación. A lo más, en el Perú, la "propuesta" más reciente que se nos ha ocurrido es volver al Servicio Militar Obligatorio, para "inculcar" civismo a nuestra delincuencia juvenil local.

¿Cuál era la solución propuesta por el antropólogo Kerry?  Hela aquí:

(...) usted y todos nosotros estamos en contacto con demonios, con verdaderos hijos del diablo. Lo que se necesita es exorcismo.

¡Exorcismo para combatir la delincuencia juvenil! Alucinante, ¿verdad? Totálmente anticientífico, tirado de los cabellos, anacrónico en nuestro mundo descreído y posmoderno. Quizá si... o quizá no. Si cogemos un diario o revista de actualidad noticiosa, nos encontraremos con referencias a una de las bandas más letales del mundo, integrada básicamente por menores de edad: los maras. 

Si acceden al artículo del enlace, podría parecer que formaba parte de los archivos mencionados en el relato de Bloch, con la diferencia de que realmente sabemos lo que son los maras y cómo accionan, cómo están extendiendo sus redes por toda latinoamérica. Incluso en el Perú. Y respecto a sus ritos, como quien no quiere la cosa, el artículo de la wikipedia menciona lo siguiente:

Los miembros de la Mara Salvatrucha, así como miembros de otras bandas americanas más modernas, utilizan un lenguaje de señas para identificarse y comunicarse. Uno de los más comunes es la "cabeza del diablo" o cuernos, que forman una "M" cuando se muestra al revés.

Interesante, ¿no? Más aún, si bien la etimología del término "maras" que se maneja usualmente alude a un término de origen centroamericano, da la casualidad que en ciertas religiones orientales como el budismo, un mara o maras no son otra cosa que demonios. Si bien el budismo entiende a los demonios como pasiones u obstáculos para la meditación, antes que entidades dotadas de voluntad, no deja de ser curiosa la coincidencia. Tanto es así, que Mara es el nombre que se le atribuye al demonio que trató de impedir al mismísimo Buda que alcanzara la iluminación (sin éxito, claro).

¿Paranoías posmodernas? ¿Meros relatos efectistas? ¿Ciencia ficción venida a menos? Hemos probado tantas cosas para combatir la violencia, le hemos atribuido tantos orígenes, que hoy por hoy, cualquier cosa parece ser posible. 

En todo caso, al igual que Robert Bloch, nos preguntamos: 

¿Sabían o no sabían aquellos jóvenes lo que realmente eran?

Yo no lo se.



Daniel Salvo










jueves, 25 de abril de 2013

Cuento: Bajo la luz de dos soles (Alberto Benza González)



BAJO LA LUZ DE DOS SOLES

Alberto Benza González
El día que Oleg despertó en la colina del planeta Kepler 16-B, no comprendió cómo había llegado a ese lugar. Tenía un dolor intenso en la cabeza, quizás el gélido frío lo tenía desconcertado. Tomó la mochila que llevaba consigo y empezó a caminar por aquel extraño terreno. Por su mente pasaban recuerdos vagos de haber estado anteriormente allí. Le eran conocidas las rocas deformes que conformaban la superficie y los afluentes de agua dulce. Oleg, como buen soldado, estaba preparado para sobrevivir en cualquier circunstancia. Su preparación en el cosmódromo Tyuratam había sido intensa.

A lo lejos, el viajero pudo divisar unas fugaces llamaradas. Intrigado, se echó a andar en busca del origen de esas emisiones. Preparándose para el largo trayecto, llenó su cantimplora de agua. Pasaban las horas y el frío no amenguaba. Le sorprendía el atardecer y ver los dos soles de baja intensidad que casi no producían abrigo, al contrario, el cielo parecía una pintura surrealista. El sol más grande presentaba un color anaranjado y el más pequeño un color rojo sangre. Sólo su instinto lo guiaba en la búsqueda de algún ser vivo que no fuera hostil.

Después de dos días de sortear rocas y beber solamente agua y otros nutrientes, Oleg logró acercarse al fuego que brotaba a la entrada de una cueva. Sigilosamente, y dispuesto a enfrentarse a cualquier imprevisto, se fue acercando. En ese instante volvieron las imágenes a su mente, imágenes de haber estado en algún momento en ese mismo lugar. “Quizás fue en otra vida”, pensó. Observó unos cristales de color rojizo en el centro de una fogata. Al interior de la cueva se escuchó un ruido de pasos aligerados. Oleg vio venir a unos seres de aproximadamente dos metros de altura, color gris, de cabeza grande, cuatro brazos y dos piernas. Lo miraron fijamente. Oleg percibió que los seres podían leer su mente como si fuera un escáner. No quiso efectuar acción alguna, manteniéndose en calma. Luego de unos minutos, uno de ellos se situó a unos dos metros enfrente de él.

—¿De dónde vienes? —preguntó el extraterrestre.

—Vengo del planeta Tierra, tercer planeta del sistema solar de la Vía Láctea —respondió Oleg, de manera automática.

—Según los cálculos y medidas que manejan en tu planeta, te encuentras a 200 años luz de distancia. – respondió el extraterrestre, en un tono monocorde.

—No entiendo cómo he podido viajar desde tan lejos. Recuerdo que estaba trabajando en la construcción del cosmódromo de Plesetsk, en el óblast de Arjánguelsk, al norte de Rusia.

Los alienígenas se acercaron, cogieron su mochila y lo llevaron adentro de la cueva. Dos de ellos lo trasladaban sosteniéndolo del brazo, como si no tuviera peso alguno. Los cuatro brazos que poseían los extraterrestres no le permitían escapar. La cueva carecía de cualquier ornamento, siendo la fuente de la iluminación de la misma un misterio. En el camino, pudo observar otros seres de la misma apariencia, pero de menor tamaño: eran niños y estaban siendo adiestrados por un instructor. Oleg se percató de que todos podían leer la mente y casi ni se oía el sonido de alguna gesticulación. También pudo ver algunos cristales que se encontraban incrustados en las rocas, muy parecidos a los que había observado en la entrada de la cueva. Después de casi media hora de caminata, arribaron a una ciudad inmensa, de arquitectura indescriptible, donde pudo sentir más calor. Conforme pasaban por distintos ámbitos poblados, los seres lo miraban de forma extraña. No quería pensar en nada, sólo mantener su mente en blanco. Sentía cómo ellos ingresaban a su mente sin el menor miramiento.

Llegando a la ciudad fue llevado a un cuarto cuyas paredes eran rocas superpuestas unas sobre otras; allí permaneció aislado. Era como una cárcel donde se encontraban varios keplersianos vigilando a varios presos. La puerta de ese cuarto era una cortina transparente de energía, como de rayos láser translúcidos. No pudo con su curiosidad, se acercó y tocó la puerta de energía transparente. Era fuerte y por más que golpeó no pudo traspasarla. Al instante se percató de que no estaba solo, en otras celdas, otros seres lo miraban pasar. Al frente de su celda, un ser que parecía una planta carnívora miraba al suelo con resignación. Al lado derecho divisó a un ser mitad robot y mitad humano, inmóvil; y a la izquierda observó un cúmulo de agua que, por momentos, se iba solidificando, mostrando el aspecto de esporas marinas.

Cuando comprendió que no conseguiría salir de allí, Oleg empezó a extrañar su país: Kazajistán, los paseos de noche por los montes Urales llegando hasta el Mar Caspio. Los hermosos atardeceres, Ahora estaba preso en un planeta donde no sabía si lo juzgarían o estaría prisionero de por vida. Todos los días llegaban seres de distintas formas que iban llenando las celdas.

Después de dos días de cautiverio, ingresó a la celda el alienígena que lo había confinado en prisión.

—¿Cuánto tiempo estaré en prisión? —preguntó Oleg.

—En unos días serás analizado.

—¡¿Por qué me retienen aquí?! ¡¿Quién eres para mantenerme preso?! —gritó.

—Estoy a cargo de la ciudad y puedes llamarme Kaliv.

Al día siguiente se acercaron dos keplersianos y lo llevaron a un cuarto que le pareció un quirófano. No se equivocó, puso resistencia negándose a que lo subieran a la camilla de metal, pero no pudo, la fuerza descomunal de los seres era mayor y terminaron subiéndolo. Fue cubierto con una sábana semejante a una cinta de embalaje gigante. Gritó pidiendo ayuda, pero fue en vano. Le introdujeron una manguera por la boca inoculándole unos fluidos que lo dejaron en shock. Parecía como un ser vegetal que sentía todo a su alrededor, pero a la vez sin ánimo para defenderse.

Después de unas horas, lo metieron a una cápsula, dentro de la cual sintió quemazón en todo el cuerpo, de la cabeza a los pies. Extenuado y sin fuerzas, salió de la cápsula. Con un láser le hicieron incisiones debajo de los dos brazos. El dolor era insoportable y por instantes Oleg se desvanecía. Debajo de los brazos le habían practicado dos cortes profundos, en los cuales le insertaron unas protuberancias.

En estado vegetativo, lo llevaron a su celda. Durante una semana permaneció laxo, exánime, sin voluntad de hacer ningún movimiento. Periódicamente, entraba un keplersiano a colocarle un fluido en la boca que lo dejaba por algunas horas dormido. “¿Qué mal estaré pagando?”, se preguntaba en silencio. Recordó que en el cosmódromo Tyuratam siempre se había quejado de la explotación que sufría cuando se desarrollaban los programas espaciales, cuando fue el artífice de la construcción de la Estación Orbital Internacional y más tarde diseñó la nave espacial Soyuz con su amigo Serguéi Koroliov. Como si fuese una película, revivió sus mejores momentos en el desarrollo del programa espacial soviético.

Oleg, poco a poco, iba mejorando. Después de varios días de estar paralizado empezó a caminar y a mover los brazos. Las cicatrices que tenía debajo de los brazos estaban suturadas, quedando las protuberancias que le habían injertado. Cuando ya estuvo mejor, Kaliv se acercó a su celda, Oleg lo miró y se sorprendió de poder mantener una comunicación mental.

—Han pasado varios días y veo que estás mejorando —dijo Kaliv.

—No entiendo por qué he sido víctima de este criminal experimento que me ha dejado en estado vegetativo, ¿de qué me acusan?

—Tienes que estar calmado, sólo hemos querido lo mejor para ti. En un sondeo habíamos hallado que tu salud estuvo resquebrajada a tal punto que podías haber muerto en dos años.

—Yo me sentía sano y jamás he tenido ningún problema de salud.

—Tus argumentos son comprensibles, pero erróneos. Tu civilización es demasiado atrasada y sus científicos aún no tienen los instrumentos para percatarse de ello. En tu cuerpo encontramos radiaciones mortales y corregimos una operación mal hecha —dijo Kaliv. Tienes que tener paciencia. Mañana tendrás tu último examen y seguro que vas a sentirte mucho mejor.

Resignado, Oleg regresó a su celda; era imposible pensar en un escape. Se encontraba en un planeta que, si bien le parecía conocido, le producía temor.

A la mañana siguiente irrumpió un keplersiano. «¡Levántate, es tu última prueba», le dijo.

Esta vez no lo sujetaron a una camilla, sólo le pusieron un aparato muy parecido a las gafas. Las sensaciones de Oleg fueron profundas, sus pensamientos y emociones volaban al compás de las radiaciones que emitía ese cuarto. Miles de imágenes y conocimientos fluían por su mente. Se enteró que los keplersianos eran una raza muy antigua y que habían alcanzado un gran desarrollo científico. De la misma manera su organismo, con el paso de los años, había evolucionado. Miles de años atrás habían sido miembros de una raza esclavizada por guerreros de una raza superior llamada Perkos pero, como todos los pueblos subyugados, ellos, con el paso de los años, se habían sublevado logrando expulsar a los invasores de Kepler 16-B. Desde entonces, los keplersianos desarrollaron la parte espiritual, logrando comunicarse mentalmente y obteniendo el desarrollo científico y tecnológico para el desarrollo de su pueblo.

Los conocimientos seguían siendo transmitidos al cerebro de Oleg. Los ficheros históricos virtuales le fueron comunicando miles de datos; le decían que la reproducción de los keplersianos era de dos, como los gemelos en la tierra, uno de sexo masculino y otro de sexo femenino. Sólo podían tener dos hijos en un solo alumbramiento que duraba cuatro meses. La vida de un keplersiano era larga, generalmente vivían 1500 años. Algunos que habían evolucionado notablemente, como los maestros, lograban vivir 2500 años, pero sólo los que alcanzaban el grado supremo de espiritualidad avanzada.

La alimentación de los keplersianos era simple: En las profundidades de su planeta cultivaban unas raíces, las cuales eran mezcladas con el agua que brotaba de una fuente única mundial. La mezcla se dejaba congelar. Después de unos días se formaban esos fluidos que ya había probado. Sólo se alimentaban dos veces al día y con una ración mínima.

Cuando un keplersiano fallecía, la energía de su cuerpo se iba al centro del planeta, donde un cristal enorme la absorbía y reciclaba. El cristal poseía una energía interesante. Era el eje del sistema central para el desarrollo tecnológico del planeta. Las naves keplersianas utilizaban estos cristales como combustible y el uso era duradero, permitiéndoles viajar a galaxias que se encontraban a muchos años luz del planeta. Por otra parte, los cristales servían para la sanación de algunas enfermedades que sufrían los keplersianos.

Para Oleg, esas horas habían sido intensas, aceleradas, vertiginosas. Había recibido demasiada información en poco tiempo. Si bien es cierto podía comprender más a los keplersianos, seguía pensando que en algún momento había vivido en ese planeta.

Kaliv lo invitó a pasar a un espacio privado muy parecido a una mesa de sesiones, el recinto era de piedra y en el medio había un cristal que producía calor. Oleg se mostraba mucho más tranquilo, sabía cómo era el planeta Kepler 16-B y sus habitantes.

—¿Puedes decirnos de dónde vienes? —interrogó Kaliv.

—Ya les dije, vengo del planeta Tierra y vivo en Kazajistán.

—¿Qué haces en el planeta Tierra?

—He sido soldado y ahora me desempeño como investigador espacial. He dedicado mis mejores años al desarrollo de los programas espaciales.

—¿Tienes familia?

—No tengo familia, mi trabajo no me lo permite.

El fastidio de Oleg era evidente y sólo quería regresar a Kazajistán.

—Oleg, van a entrar dos keplersianos, dime si los reconoces.

Oleg, atento, vio entrar a dos keplersianos más pequeños en altura; uno de ellos medía 1.70 y el otro medía 1.30. Se miraron fijamente. Los dos keplersianos leían su mente.

—Jifed, ¿te acuerdas de nosotros?

—¿Quiénes son? Nunca los he visto en mi vida.

—He venido con tu hijo Asti. Hace mucho tiempo murió nuestra hija Nisa —dijo Misav.

—Un momento, ¿de qué están hablando? Yo no soy de este planeta. ¡Entiendan!

Oleg, desesperado, pensaba que los experimentos que le habían practicado eran para lavarle el cerebro.

—¿Piensan ustedes que soy tonto? Hace muchos años que venimos trabajando en la Unión Soviética con programas espaciales y con seres de otros planetas. No van a lograr sorprenderme inventándome una supuesta familia —replicó Oleg.

—Oleg, tú eres un keplersiano y tu nombre es Jifed. Hace 40 eblers que saliste de misión y nunca regresaste (40 eblers es la cantidad de años, un ebler tiene 229 días). Tú eras el líder de una misión que iba a Saturno para buscar una base de Perkosiana. Como sabes, ellos, los perkos, fueron una raza que nos esclavizó hace mil eblers. Misa y Asti son tu familia. Tu hija Nisa no soportó tu ausencia y se mató.

Oleg, furioso, desesperado, quiso abrirse paso empujando a cuanto keplersiano se le puso en frente. Finalmente lo paralizaron con radiaciones mentales que se dirigían a él fluían de los ojos de los guardianes. De inmediato le introdujeron un prisma transparente a la aorta. Nuevamente sintió entrar y salir por su sangre un cúmulo de datos a gran velocidad. El zumbido se fue intensificando en su cerebro. Su ritmo cardiaco se hacía más lento segundo a segundo. Su mente lo trasladaba a un profundo túnel que se hacía cada vez más oscuro. Finalmente todo se apagó.

Luego de cinco meses de hibernación, despertó y al mirar a la puerta leyó que se encontraba en el piso 18 del sótano KR-24 del cosmódromo de Tyuratam. Conocía perfectamente el lugar. Sabía que era un laboratorio de investigación perteneciente a la temida KGB. Allí se interrogaba a científicos infiltrados por el enemigo, a sospechosos de conspiración, a espías alienígenas capturados en el espacio.

No se pudo incorporar. Estaba encadenado a la cama con seis grilletes. Mareado y confundido, levantó medio cuerpo y observó una riñonera con gasas y un escalpelo. Se miró con el reflejo de la riñonera y notó que no era su rostro, no tenía orejas.

- ¿Qué ha pasado? –se preguntó.

A lo lejos vio a su amigo el comandante Yevgueny Savistky que recibía información de un científico de bata roja. Su amigo volteó a mirarlo. Oleg pudo leer su mente:

“Este extraterrestre debe saber dónde está Oleg. El Astrobiólogo Maksim Makukov lo analizará hasta extraerle la información”.


domingo, 21 de abril de 2013

Cuento: Manadas por energía (Luis B. Román Abram)



Manadas por energía

Luis Benjamín Román Abram


La reducida manada de Amargasaurios se desplazaba por el bosque del Cretácico terrestre a regular velocidad, sin que las ásperas ramas bajas de los árboles o algunas de las semillas de las coníferas que tocaban sus cuerpos de diez metros de longitud y cinco toneladas de peso la distrajeran… Al llegar a su destino, los dinosaurios, doblando sus patas delanteras, comenzaron a beber agua turbia en abundancia. Siendo herbívoros, no advertían a los nuevos visitantes del lugar, una amenaza aparente. Los miembros que realizaban la vigilancia, mientras los demás animales se refrescaban, tampoco recibieron las señales eléctricas de sus pequeños cerebros para dar alerta o acaso, lanzarse a la ofensiva ante los cien humanos que se movían frenéticamente sobre una estructura de grandes dimensiones, apoyada en cien pilares en el centro del pantano.

Los equipos de alta tecnología del siglo veintisiete les permitían, a las visitas, convertir, en solo minutos, los deshechos que guardaba la ciénaga, en componentes para ser acoplados y levantar así el módulo de vivienda y la torre de comunicaciones espacio temporal. El grupo más numeroso estaba encargado de los inmensos laboratorios de clonación.

—Doctora Bárbara, nos reportamos desde la estación de la Amarga.

—Recibido, León, activando holo-conferencia—estábamos preocupados, ha pasado un mes desde el viaje temporal.

—Doctora, que gusto poder contactarnos, fue muy complicado por la ligera radiación que acompaña el terciario, parece que aquí está más concentrada que en el viaje del otro equipo.



“Iré directo al punto. Con el trabajo de campo hemos confirmado que en los últimos doscientos millones de años apenas han existido quinientos mil dinosaurios, cifra totalmente inferior a la que hubo cuando el meteorito, que dirigió nuestro grupo cero, causó la gran extinción, es decir, en tan solo media centuria en el futuro. No hay alternativa, hemos procedido a ensamblar la estación según lo planeado.”

—Muy bien, doctor León — respondió—. Entonces solucionen la inconsistencia, inicien la clonación masiva, debemos lograr multiplicar en mil veces la cifra de reptiles que mencionó, no importa el tamaño o la clasificación a la cuál pertenezcan. Lo mismo con los bosques, necesitarán mucho alimento.

“Hasta ahora todo va bien en nuestra época, sigue escrita en la historia la importancia capital de lo que producirán, pero si fracasamos en la misión, las oportunidades disminuirán drásticamente, y le advierto que no tendremos la opción de suplirlos con el escuadrón de reserva que estamos formando. Solo los estamos entrenando por temas políticos pero no estarán listos a tiempo, realmente esto depende de ustedes.”

“Si fallan, nuestros ancestros de los siglos veinte y veintiuno, nunca se industrializarán por falta de la suficiente cantidad de la energía negra y nuestra sociedad actual no existirá. Tienen que lograrlo, de ustedes depende la formación del petróleo.”

 ***

Luis Benjamín Román Abram. Escritor. Abogado con estudios de postgrado en Administración de Empresas y Seguros.