miércoles, 3 de junio de 2015

Los de mi sangre / Jacqueline Lichtenberg


El tema del vampiro es, querrámoslo o no, inagotable. Si además lo mezclamos con la ciencia ficción, el resultado puede ser impactante, como el caso de la novela a comentar.

Estamos en el futuro de la Tierra, con una tecnología un poco más avanzada que la presente, la cual permite los viajes espaciales, aunque dentro del sistema solar. Además de seres humanos, la Tierra alberga a los luren, seres extraterrestres que descienden de algún naufragio estelar. Los luren tienen casi todas las características de los vampiros - de hecho, son ellos quienes han originado la leyenda de los vampiros - : se alimentan de sangre humana, les afecta la luz del sol, y pueden proyectar en los seres humanos una influencia que va desde la manipulación de los sentimientos hasta la inserción de falsas memorias, lo que les es muy útil para pasar desapercibidos en un mundo que, conforme avanza en su tecnología, hace cada vez más difícil que seres como ellos pasen desapercibidos.

Los luren se han dividido en dos partidos, los Residentes y los Turistas. Los Residentes tratan con respeto a los seres humanos, habiendo desarrollado un sucedáneo de la sangre para alimentarse. Los Turistas, en cambio, consideran a los humanos como una fuente de alimentación más, y no se hacen problemas en alimentarse de ellos. Dado que ninguna facción prevalece, hay una suerte de equilibrio entre ellos.

Dicho equilibrio se romperá cuando la humanidad encuentre en el espacio una nave extraterrestre conteniendo nada menos que a un luren en animación suspendida. A fin de estudiar la nave y su contenido, las Soberanías Mercantiles - las organizaciones políticas del futuro - habilitan un laboratorio en una ciudad lunar, al cual envían a los más preclaros científicos de la Tierra. Ignoran que entre estos científicos se cuentan dos luren, pertenecientes a las distintas facciones que habitan la Tierra, y que desean entrar en contacto cuanto antes con el nuevo alienígena, cada uno siguiendo sus propias razones. Aunque es posible que el nuevo luren tenga sus propios planes al respecto, pues no todos los días se encuentra un planeta entero lleno de... comida.

Es de agradecer que la autora, Jacqueline Lichtenberg, no haya recurrido a ningún tópico a la hora de crear su propia versión del vampiro. Los luren no son meros chupasangre. Tienen toda una cultura que impregna casi todo acto de su existencia, fuertemente determinada por sus instintos (los humanos, en cambio, carecen de instintos, como lo señalan continuamente los personajes). Así, las relaciones entre padres e hijos, o entre amantes, son altamente ritualizadas, lo que provoca el asombro de más de un humano. Esta detallada descripción de la cultura luren no lastra la acción, al contrario, potencia aún más el conflicto que da inicio a la novela. No se trata de ganar por ganar, sino de ganar como lo haría un verdadero luren, ya sea un luren "puro" o un híbrido de luren y terrestre, como lo es el protagonista de la novela.

Así, además de las escenas propias de una novela de acción y aventuras, "Los de mi sangre" contiene esas de refinados duelos de voluntades en los que cabe más de una reflexión en torno a la naturaleza humana ("los jóvenes suelen desinteresarse por el poder por que carecen de él"), la política y los negocios, además de proporcionar al lector una perspectiva muy femenina e intensa de lo que son las relaciones sexuales (aunque en algunas ocasiones, lo sensual se confunde con lo cursi, lo que debe hacer las delicias de quienes aman las novelas de amor con vampiros).

Desde todo punto de vista, una novela muy original. Publicada en 1988, "Those of my blood" (Los de mi sangre) tuvo una continuación, "Dreamspy" (1989), aún no traducida al español.