La luna y el sol
Vonda McIntyre
Vonda McIntyre
Al empezar con la lectura de esta larga
pero absorbente novela, me encontré con que el primer capítulo
narraba el portento ofrecido en el texto de la contraportada de la
edición de Ediciones B: durante el reinado de Luis XIV de Francia,
el Rey Sol, es capturada una criatura que es descrita, al principio,
como un monstruo marino: retoza en el mar, tiene pelo verde, grandes
incisivos y manos palmeadas. Es enviada al palacio de Versalles, para
su estudio por parte de su captor, el sacerdote jesuita Yves de la
Croix, y de su hermana, Marie-Josephe (ah, cómo me gustaría
castellanizarla y nombrarla como María Josefa, o Maria Pepa, pero
traicionaría a la traductora y a la ambientación de la
novela.
El ritmo es vigoroso, lo
que facilita su fácil lectura. Tan fácil, que cuando llegué a la
mitad del libro (el volumen entero tiene cerca de quinientas páginas), me di cuenta de algo:
que el monstruo marino apenas había sido mencionado en contadas
ocasiones. Hasta este punto, la novela se enfoca en ambientar al
lector en la corte de Versalles, y a pesar de la profusión de
detalles e intrigas dignas de un culebrón televisivo, la lectura no deja de ser apasionante. Tengo la impresión
de que la autora, perteneciente al ámbito cultural anglosajón, ha
debido sentirse fascinada por todo ese aparato, pompa y protocolo que
implicaba formar parte de la nobleza de una nación como la Francia
de fines del siglo XVII, donde contaban mucho detalles tan aparentemente nimios como el sentarse a la derecha o
a la izquierda del rey, a cuantos pasos de distancia podía alguien estar en su presencia, el tipo de trato que debía
dispensarse a otros personajes como el Papa o sus representantes… A
los ojos de la autora, todo esto debe parecer una suerte de cultura
extraterrestre. En mi caso, esta parte de la novela despierta
sentimientos encontrados: uno se da cuenta de cuan lejos de la
modernidad está un país como el Perú, puesto que muchas de esas
instituciones premodernas (tráfico de influencias, sistema de
castas, costumbres retrógradas como el machismo) han sobrevivido y
siguen siendo parte de nuestra cultura. Fascinante para un observador
externo, incómodo para quienes vivimos, en parte, esa
pre-modernidad. No es difícil notar que nuestro país, sobre todo en
lo que a la administración pública se refiere, aún se maneja en
base a criterios cortesanos, donde cada funcionario se siente una
especie de reyezuelo, según quien lo haya “recomendado”.
Pero luego de esta puesta al corriente
de las intrigas y funcionamiento de la corte de Luis XIV, acaso
indispensable para la mejor comprensión de los acontecimientos que
son narrados después, la novela se enfoca propiamente en la
interacción entre la criatura marina y su nuevo entorno, interacción que
se da en el peculiar contexto de la época, con un incipiente
desarrollo del método científico – llamado aquí “filosofía
natural” – que tiene que habérselas con los intereses del propio Rey Sol,
quien desea diseccionar a la criatura en búsqueda del secreto de la
inmortalidad (aquí tenemos a la alquimia susurrándole al oído), o
en última instancia, degustarla en un fastuoso banquete (aquí
tenemos a la vanidad de un monarca deseoso de dejar su huella en la
historia). No son ajenos los debates entre la religión y el
secularismo, puesto que para la Iglesia Católica, la criatura no es
más que una bestia, un animal, y es aún posible condenar a la hoguera por
herejía a quien sostuviera lo contrario… a pesar de las
innumerables pruebas de “humanidad” que ofrece la criatura, cuyo
único portavoz, en un principio, es la propia Marie-Josephe, una
mujer sui generis para la época, pues pese a haber sido educada en
un convento de la isla Martinica (orando y sirviendo), tiene una gran pasión por las
matemáticas y la música, mantiene contacto con luminarias como
Isaac Newton y se atreve a solicitar, para sus investigaciones, un
microscopio fabricado por Antón van Leeuwenhoek, precursor nada
menos que de la biología experimental. Brillantes hombres de ciencia
para unos, peligrosos herejes protestantes para el entorno cercano de
Marie-Josephe.
Las historias personales de la criatura
marina – a la que se bautizará como Sherzad, en homenaje a la
Sherezade de Las mil y una noches – , y de Marie – Josephe
acabarán por mezclarse de una manera brillante, que nos permitirá
atisbar otros aspectos de la condición humana, como puede ser
nuestra reacción ante lo desconocido (¿el encuentro con Sherzad
acaso no se parece al encuentro entre las culturas europeas y las
cultura prehispánicas?), y en particular, de la condición femenina,
buscando su propio espacio en un mundo cuyas pautas siempre parecen
estar prefijadas por los hombres. En esa mujer del mar, de apariencia tan monstruosa, la propia Marie - Josephe se encontrará a sí misma (una hembra capturada en un mundo machista) y acabará por descubrir la manera de cambiar su propio destino. Se aprecia también lo cuidado de las descripciones relativas a los hábitos y naturaleza de la criatura Sherzad. No en vano Vonda N. McIntyre obtuvo un título en biología por la Universidad de Washington.
Drama histórico, encuentro entre dos
mundos, un enigma biológico (¿cuál es el verdadero origen de las
criaturas marinas?) y la lucha por la libertad del conocimiento en
una época de dogmas. Merecido el premio Nebula de 1998.
Daniel Salvo
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