martes, 17 de marzo de 2015

Un mal necesario/Tríptico de Asclepia III/Ian Tregillis


Culmina al fin el llamado "Tríptico de Asclepia", un ciclo de novelas ambientada en la Segunda Guerra Mundial (Semillas amargas) y en los años sesenta (La guerra más fría). En Un mal necesario, asistimos a un cierre magistral de la trilogía, el cual no carece, por cierto, de mucha amargura, la cual no deja de ser acorde con el estilo general de la narrativa de Tregillis, que tira más hacia la novela negra que a la ciencia ficción o la fantasía. Lo que nos lleva a pensar que los seres humanos, al parecer, estamos condenados a acostumbrarnos incluso a los eventos más extraordinarios, y a incorporarlos a nuestras vidas. 

En la presente novela, los principales protagonistas (Rainbould Marsh, los hermanos Klaus y Gretel, el aristócrata y brujo Will Beauclerk) vuelven a involucrarse en una trama que da vuelta y media a lo que ya sabíamos de ellos. Estamos ante el desafío de reseñar una novela sin incurrir en los tan odiados spoilers.

Y es que casi todo en la novela carece de desperdicio. Por supuesto, hay momentos en los que el autor se explaya en describirnos un escenario o en dotar a sus personajes de diálogos mas bien sosos y que poco nos dicen de la acción o de ellos mismos. Supongo que eso se explica por la decisión del autor de contarnos esta historia en el tono de novela negra al que nos hemos referido antes. Tono que no siempre ayuda, pero que cae muy bien, sobre todo al final, cuando nos enteramos que alguien puede ganar una guerra, salvar a su familia, salvar su propia vida... y seguir siendo un perdedor. Y eso, teniendo la oportunidad que muchos soñamos: volver atrás en el tiempo y arreglar todo lo que recordamos salió mal. 

A eso alude el "mal necesario" de la novela, a aceptar que casi nunca el juego termina en una victoria total. En este caso, el juego vuelve al tiempo en el que tuvieron lugar los acontecimientos narrados en Semillas amargas, esto es, la Segunda Guerra Mundial. De modo que volvemos a encontrarnos con el aberrante científico nazi Von Westarp y sus supersoldados, enfrentados a la institución inglesa Asclepia, la cual se halla en pleno reclutamiento de los brujos capaces de comunicarse con los eidolones, suerte de entidades que, como los demonios de las tradiciones religiosas, pueden hacer cosas asombrosas por los seres humanos que saben convocarlos, aunque siempre a cambio de un precio cada vez más elevado, precio que en algún momento podría involucrar el sacrificio de seres humanos inocentes, además de la destrucción del mundo entero a manos de fuerzas peores que el nazismo.

Es por eso que la gitana Gretel, una de las más dotadas y poderosas criaturas producidas por los experimentos de Von Westarp, recurrirá a su don de prever el futuro - un don que funciona como la presciencia descrita en el ciclo de novelas de Dune de Frank Herbert - para intentar crear una nueva línea temporal más acorde con sus planes, que abarcan tanto su rol como parte de las fuerzas armadas que luchan en la Segunda Guerra, como sus propios y femeninos anhelos y deseos. Vamos, una diosa que resulta siendo tan humana como cualquiera.

Así, el primer paso dado por Gretel tiene éxito, iniciando así la cadena de acontecimientos que efectivamente logra alterar - o destruir - una senda temporal y así dar paso a otra. Aún así, tendrá lugar un enfrentamiento final - en tierras africanas - entre los superhombres nazis y los demonios ingleses, en el que sabremos del triste final de más de un personaje que, si no llega a serlo, pudo ser entrañable si los acontecimientos hubieran sido distintos. 

Sin embargo, el ganador-héroe no las tiene todas consigo. Ha logrado algo imposible, ha alterado el tiempo, ha vencido al mal de manera definitiva... pero debe seguir su propia condenación, acentuada por la felicidad que otros tienen y que el puede contemplar pero no compartir. 

Una trilogía que amerita leerse.


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