jueves, 6 de marzo de 2014

La montaña del origen (Daniel Alcoba)


Increíble hallar una novela tan buena a un precio de saldo tan exiguo... pero supongo que son las paradojas de la posmodernidad, que le dicen. Una pena que, sin bombos ni platillos, esta novela haya circulado entre nosotros practicamente sin pena ni gloria.

El toque de ciencia ficción es bastante leve, diría que intrascendente, y recién se nos revela casi al final de la novela. Pero, mientras tanto, ¡qué viaje increíble, qué visión tan alucinada (y desencantada) del ser humano, qué erudición en torno a grandes intrascendencias! Creo que es una suerte no haber leído esta novela cuando era más joven, pues posiblemente, habría alterado mucho de mi personalidad... para bien o para mal.

Los protagonistas, entre ellos el narrador, un antropólogo de ascendencia hispana que trabaja para una multinacional japonesa, se encuentran en un país del lejano oriente, tan lejano, que permite (sin ánimos de jugar al exotismo barato) plasmar casi cualquier fantasía, noble o abyecta, en relación al ser humano y su sociedad. Un oriente lejano de reyes sabios, ausencia de prejuicios sexuales y una pobreza tan miserable que considera un manjar exquisito la ingesta de ratas muertas en inundaciones...

En tal ambiente, que, no nos engañemos, al final acaba siendo un reflejo de nuestra propia (y segura) sociedad "civilizada", el protagonista y el personal puesto bajo sus órdenes, (¡un samurai y su tropa!), iniciarán un periplo en búsqueda de un mito, la famosa montaña del origen, en donde se dice habita un ser santo y milagroso, puesto que se trata de un ser humano que engendra... patos. 

El viaje que realizan los personajes es felliniano y conradiano al mismo tiempo. La colección de monstruosidades y esperpentos que encuentran a su paso son descritos con una coloratura saturante, una prosa muy adecuada para la clase de aventuras y episodios que tienen lugar, matizados por el omnipresente conflicto entre el protagonista y el samurai a cargo de su seguridad, conflicto que se origina por el amor de la esposa de éste último. La alusión - homenaje al Joseph Conrad de "El corazón de las tinieblas" no puede ser más evidente, pues el viaje está lleno también de evidencias y amenazas de un futuro encuentro, no con un monstruo (¿o si?), si no con una nueva realidad, una nueva expresión de lo humano que termina siendo más alienígena que muchos de los extraterrestres imaginados... y al mismo tiempo, tan humana como cualquier lector. Imposible no experimentar el punzante aguijón de la crítica, del cuestionamiento de nuestras propias y aparentemente normales costumbres comerciales, sociales, sexuales, religiosas...

La aparición del ser que origina la búsqueda, una suerte de rey-sacerdote-dios, es una muestra de cómo la literatura puede generar un sentimiento intenso de extrañamiento, de desgajar al lector en todos y cada uno de sus conceptos en torno a lo sagrado, lo sabio, lo normal y lo necesario. La teología que se ha generado en torno a este ser, de tan ridícula y absurda, nos lleva a preguntarnos por las propias teologías que hemos engendrado en occidente, ejemplos acaso de doctísima ignorancia o superstición. Nada hay más extraterrestre que lo humano, parece decirnos el autor.

La novela llega a su clímax con el arribo del dueño de la multinacional para la cual trabajan los demás personajes, un japonés rubio (!) y homosexual, obsesionado con la idea de desarrollar un útero artificial que permita a los varones concebir sin necesidad de su contraparte femenina. Y son los supuestos poderes que tiene el rey-sacerdote-dios los que este empresario busca, sobre todo, el poder de "crear vida", con el cual podrá lograr su propio sueño... y acaso, cambiar el destino de la humanidad.

La fragilidad humana llevará, como siempre, a que muchos planes se trunquen y otros (los menos probables) se concreten, y resulte victorioso quien menos se espera. Un cuadro de la condición humana. Una más que recomendable novela. 

Daniel Salvo



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