jueves, 30 de agosto de 2012

Ramón, Doctor Corazón (Luis J. Torres)


Ramón, Doctor Corazón

Luis J. Torres


Otra vez, maldito teléfono. Sí, aló, sí, bien. Es tarde, ¿lo sabía? Hábleme despacio, ya, mire, ya fui a su casa anteayer, es tarde, amigo, tranquilo, no se desespere, no pienso ir, ya, es de madrugada, no me suba la voz, ¿cuánto? Ummm, bien, y me paga el taxi, llegaré en cuarenta minutos.

Malditas tarjetas y anuncios virtuales, maldito teléfono, maldita madrugada, maldito cliente.

Cada día que pasa me pagan más estos idiotas y sé que si sigo así, tal vez le agarre gusto a esta profesión que alguna vez pensé ocasional. El taxista me habla y habla, pone su música vulgar, simple, llorona. Las oscuras y sucias calles, llenas de putas, travestis, drogadictos, lacras y demás. Unos niños juegan en la calle pateando ratas muertas. Las luces de neón le dan un aspecto aún más feo a esta irrealidad nocturna de ojos hinchados y mirada vidriosa. Maldita noche.

Otro cliente me llama, éste sólo quiere preguntarme algo, sé que es cruel tratar mal a estos idiotas depresivos, pero lo mando al diablo y le recuerdo que yo camino y escucho por dinero. Mierda, me siento un maldito, pero qué chucha, bastardos llorones.

Un edificio enorme, cubierto de lunas rojizas y árboles tropicales en su base, un armatoste para niños ricos y viejos coqueros. Me dejan pasar, subo los setenticinco pisos, el ascensor silencioso, una puerta con adornos célticos de bronce, un número y un timbre. ¡Riiiiiiiiiiiiinng! Saludos. Me ofrece un trago, me invita a sentarme. Un sofá inmenso de piel natural color habano, su librería de ébano tallado, estilo colonial, sus flores frescas, sus adornos de cristal de Murano, y ella, sentada, mirándonos, hermosa, de cuerpo exageradamente carnoso, licencioso, incitante, sexual, siempre fresco y problemático.

¿Problemático? Si yo la tuviera en casa sería feliz, como la mayoría que tiene una. Pero estos idiotas no aprenden. Me invita otro trago, un vaso de cristal y un hielo en forma de estrella, flotando.

Todo está bien, aunque esto no es una reunión de amigos. Al grano. Señor Worms, ¿qué pasó?, quedamos en que si me llamaba sería para algo serio, ella se ve bien, usted se ve bien, ¿cuál es el problema? Mire, señor Ramón, hoy es nuestro aniversario, fuimos a comer, a bailar, le compré flores, fuimos a un hotel nuevo, hicimos el amor, sin embargo siento que ella no me trata como antes, la percibo algo fría, ella sabe que la quiero, sé muy bien que no se va a ir, pero, pero es que no sé qué pensar. ¿Y si ella se fuera, o si se olvidara de mí? ¿Si un día yo ya no fuese todo para ella? Ella lo mira y le acaricia la espalda cariñosa, le besa la mejilla, lo tranquiliza con su voz de pajarito, mueve sus espléndidas piernas y le habla mientras él la abraza y le llora, sí, le llora, pobre diablo, los dejo así un buen rato, bebo todo el licor fino que puedo, me guardo sus cigarros en el bolsillo, calculo cuánto dinero le podré sacar, voy a sacarle mucho, no es maldad, yo no soy malo, no obstante así aprenderá, le diré unas palabras, luego trabajaré con ella, después, todos felices, hasta que el idiota sensible vuelva a llamarme otro día.

Pasa una media hora, aperturo otra botella, esta vez champagne, le sirvo un trago, él se arregla el cabello, se acomoda el cuello de la camisa, trata de sonreír, aunque no puede, pongo cara seria, me hago el interesante. Señor Worms, señorita, miren, ah, sabemos que ustedes son felices, que no desean separarse, sin embargo el señor aquí presente tiene dudas, dudas basadas en su amor hacia usted, en su fidelidad, prométale que no lo dejará, hágalo. (Ella lo ve, le toma la cara y le hace una sentida declaración de amor, lo besa, le promete no dejarlo, lo abraza).

No sé qué pensar, esto es demasiado ridículo, aunque suele pasar, es mi profesión. Era un trabajo tranquilo, mal remunerado, no obstante ahora mi sueldo se ha quintuplicado y sigue en aumento, me llaman más seguido, digamos pues que sé cómo hablarles y eso les gusta, sé cómo llegar a ellos, pobres babosos tristones.

Él me agradece, se emociona, luego voy donde ella, le sonrío, él mira todo con ojos amorosos. Le quito la blusa, está sin brassiere, sus pechos amplios y erectos se mueven arriba abajo, le pongo el cabello hacia adelante, abro despacio la tapa craneal inferior, me pongo frente a él, que no vea lo que hago, querré decir, lo que no hago, muevo los dedos, me limpio la frente (con eso parece que trabajo mucho y que la sufro) la hago larga, él espera absorto en sus miedos, cierro la tapa craneal, arreglo sus cabellos, ella sonríe tranquila, la dejo, se abrazan, espero a un lado, fumando un cigarro de filtro duro. Ya ha pasado una hora, espero mi paga.

Una despedida de esas pegajosas: me da la mano varias veces, me cancela al contado, ella se despide con un besito, sus labios suaves y carnosos. Le meto mano en las nalgas, no dice nada, solo sonríe, de manera dulce, enamorada, se despiden los dos.

Worms ha llamado a un taxi, así que espero a que éste llegue al pie del edificio. No sé qué pensar, el dinero en mi billetera es un bulto agradable. siento que lo engañé, sin embargo él es feliz, duerme tranquilo, su relación sentimental es sólida y segura, es más, si la ley lo permitiera adoptarían a un niño y su vida sería plena, mas no es así, y espero que esa ley nunca se dé, pero... son tantos los idiotas con mucho poder que tienen relaciones serias y dramáticas con sus muñecas eléctricas, relaciones que los psicólogos se aburren de atender, que los amigos no desean escuchar, que las personas ven como una broma, aunque, tal vez tengan algo de razón, ellas se programan a tu personalidad, a tus fantasías, sueños, y siempre están allí, sin embargo ellos no son felices, tal vez el problema sea que son muy perfectas y estos tipos se buscan problemas a sí mismos, sufrimientos, para así darle a la relación un algo más verosímil. ¿Y qué más da?, pagan bien, muy bien. Solo soy un programador mediocre, aunque buen técnico del hardware de estas muñecas y, claro, los escucho siempre, poniendo cara seria, haciéndome el interesante mientras me consumo su licor y sus cigarros.


Luis J. Torres (Lima). Autodidacta. Poeta y narrador. Ha publicado cuentos en la revista Argonautas números 1, 2 y 3, El horla, números 1 y 2, así como en otros medios físicos y virtuales. Blogs: www.supay-666.blogia.com y http://lobolomo.blogspot.com/

2 comentarios:

  1. Ahh, pues, es cyberpunk o ciencia ficcion erotico terror? me gusta pero siento que es parte de algo mas grande, como si nos hubieran dado el comienzo de una novela que, pues atrapa, a mi me atrapo la historia y seria bueno leer mas pero ¿Donde se consiguen estas publicaciones? por la pucp no las he visto, gracias.
    Sarah. B. Roth.

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  2. Yo vi las revistas hace tiempo, pero debo confesar que no las compre, este cuento me da una idea muy amplia de cuantos buenos escritores anonimos estan esperando que nuestro caduco sistema cultural por fin despierte y sirva para promocionar estos trabajos.
    Los seudo intelectuales que ahora manejan las editoriales, diarios y revistas ya es hora que desaparecan, Buscare mas cuentos de L. Torres.
    Anonymus....

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