martes, 1 de mayo de 2012

Editorial: Por la literatura electrónica




El fin de semana, estuve conversando con unos amigos en un lugar público que, sin ser necesariamente caro, contaba con wi-fi. En una mesa cercana, un comensal encendió su teléfono celular, pero no para efectuar o recibir llamadas, sino para ver algún programa de televisión transmitido digitalmente. Otro revisaba su cuenta twitter. Y un servidor aprovechó para descargar un libro electrónico en su tablet.

En algún momento, mis amigos y yo lo tuvimos claro: casi todos los clientes de lugar tenían algún dispositivo con capacidad de ingresar a Internet, de manera inalámbrica.

Sin recurrir a un cálculo estadístico, podría decirse que la mayoría de asistentes contaba con el sistema Android en sus equipos, el cual permite “bajar” aplicaciones, entre ellas, lectores de libros electrónicos para (prácticamente) todos los formatos disponibles (ePub, FB2, TXT, Kindle, Mobi, PDF, etc.).

En otras palabras, virtualmente hablando, una gran mayoría de usuarios TENÍA UN LIBRO EN LA MANO.

Y si proyectamos el hecho de que los teléfonos celulares de última generación son, básicamente, “smartphones”, y que además las tablets como la Galaxy o el iPad se han vendido muy bien en el último año, tenemos que, en los hechos, LA DIFUSIÓN DEL LIBRO SE HA PRODUCIDO YA, A NIVEL NACIONAL.

Lo recalco: LA DIFUSIÓN DEL LIBRO SE HA PRODUCIDO YA, A NIVEL NACIONAL.

Díganme qué sentido tiene, a estas alturas, quejarnos por la ausencia de librerías en ciudades que no son Lima, por la falta de bibliotecas escolares, por el elevado precio de los libros publicados en papel, si, como se muestra en la gráfica, en los Estados Unidos, el negocio de la venta de ebooks va viento en popa, y no afecta la venta de libros en papel. Díganme si el precio promedio de U$ 9.99 para los libros electrónicos (además de la oferta de precios menores, con tendencia a la gratuidad) basta para cerrar la boca a los apocalípticos que hablan de la muerte del libro y de la cultura escrita.

Pero, ¿se condice esto con los índices de lectoría, sobre todo, en el Perú? ¿Sirve de algo que niños, jóvenes y adultos tengan dispositivos de lectura electrónica portátiles (ya se trate de tablets, teléfonos celulares o e-readers, bastante escasos en nuestras tiendas, por cierto), si los usan para jugar o comunicarse , en lugar de leer “Juego de Tronos”, por ejemplo?

Démonos cuenta de que se trata de problemas distintos. De hecho, es insoslayable que el próximo gran tema de discusión va a ser el cómo remunerar a los creadores de contenido en la Internet, dado que es más fácil reproducir dichos contenidos, con o sin la autorización de sus creadores. De la misma manera, hablar de elevar el índice de lectoría en el Perú es muy distinto a reconocer que, hoy por hoy, hay más peruanos con “libros” en la mano que en décadas anteriores. Si bien la Internet aún no es masiva (al menos, no tanto como los teléfonos celulares), su uso se incrementa cada día, de manera que no es descabellado pensar que pronto tendremos a un país real y totálmente interconectado.

¿Sabremos aprovechar esa interconexión? En el caso concreto de los libros y lectores, ¿alguien está anotando que hay cada vez más “libros” en los bolsillos de los (reales y potenciales) lectores?

Daniel Salvo

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