(Reseña de Julio Meza Díaz)
Proyecto apocalipsis
Andrés Olave y Eduardo Cuturrufo
Proyecto Apocalipsis
Ediciones Cinosargo
Arica, 2011, 134 págs.
“Me enfrentaré a ustedes con ira, y los castigaré siete veces más por sus pecados. Comerán la carne de sus hijos y la carne de sus hijas. Destruiré sus torres, abatiré sus altares, amontonaré sus cadáveres sobre los cadáveres de sus ídolos, y yo mismo los aborreceré. Reduciré sus ciudades a escombros y devastaré sus santuarios. Asolaré la tierra, y quedarán atónitos y desenvainaré la espada en pos de ustedes.
Su tierra será un yermo y sus ciudades una ruina”.
Con este epígrafe del Levítico, libro del Antiguo Testamento y el Tanaj, comienza Proyecto Apocalipsis, novela de acciones trepidantes, humor reivindicatorio y elaboración simbólica. Escrito a cuatro manos, pertenece a la ola cada vez más grande de publicaciones latinoamericanas que apuestan por la ciencia ficción, género que, hasta fines de la década de los 90, era entendido como menor.
Si bien son varios los elementos a rescatar de Proyecto Apocalipsis, los que siguen podrían considerarse como los más importantes; pues permiten que la novela sea entretenida y a la vez alimente el juicio crítico del lector.
Evangelium
La anécdota que moviliza la narración es muy parecida a la de la serie manga de TV Neon Genesis Evangelium (también conocida solo como Evangelium). En esta la humanidad sufre los ataques de unos seres denominados “ángeles”. En Proyecto Apocalipsis, Jesús desciende del cielo y, mientras los creyentes se arrodillan envueltos en fe, el hijo de Dios extiende los brazos y “desde sus manos abiertas –aún con las llagas de la crucifixión– saltaron bombas nucleares rumbo a todos los rincones del mundo”. Luego de la catástrofe, el ejército de Dios, también conformado por ángeles, se abalanza para diezmar a los escasos sobrevivientes.
No obstante la similitud, Proyecto Apocalipsis no profundiza en la construcción de sus personajes a la manera de Evangelium. Más bien apuesta por la alegoría política y echa mano del humor. Tal como se expondrá adelante, estas características impiden que la novela sea epigonal y la convierten en un texto con valiosos rasgos propios.
Lirismo funcional y diálogo
Proyecto Apocalipsis está organizado en cuarenta y ocho escenas, las cuales, por su brevedad, generan una lectura tensa. Debido al grueso número de personajes, se opta por narrar los hechos de forma paralela, sobre todo en las páginas finales, cuando ocurre la batalla en Jericó y se intenta rescatar a Anna. Aunque el tiempo se desenvuelve linealmente, esto se quiebra en un único momento para subrayar la perspectiva ideológica del libro.
A causa del contexto bélico, los personajes están divididos en dos claros segmentos: la resistencia humana, que vive bajo tierra; y las huestes de Dios, que “con flamígeras espadas planeaban sobre el cielo enrojecido en busca de infieles a quienes exterminar”. Si bien el motivo de la segmentación es justificado, una de las fallas de la novela se encuentra en este maniqueísmo, el cual, sin embargo, se atenúa por la paradójica tarea de los ángeles (que, pese a ser entidades puras según los cristianos, en Proyecto Apocalipsis ejercen el rol de emisarios de la muerte) y por el cambio que se da en el ángel Ostrogodo Pacem, luego de que su cuerpo fuera tomado por el espíritu de Lobsang, miembro de los rebeldes.
Uno de los logros de Proyecto Apocalipsis es su lirismo funcional, el que, además de ampliar el espectro de voces de la novela, consigue sobre todo darle un mejor acabado a las atmósferas, sin interrumpir el fluido de la narración. Este recurso se vuelve particularmente interesante cuando las acciones se focalizan en Hikaru, el protegido de la diosa Amaterasu. Basta un extracto para graficar lo sostenido. “Lo que ves realmente no lo ves hasta que comprendes que hay algo más [le dice su padre a Hikaru mientras juegan Go]; en las sombras, en la luz. La imagen nítida de la realidad es casi Vacío. No te dejes engañar por la tendencia innata a generalizar, no es vacío porque siempre hay algo. Estamos nosotros, casi vacíos pero aún somos algo, está la voluntad, el espíritu, la mente; está el amor. Estas existencias, debes comprender, pertenecen a lo que llamamos casi vacío y lo llenan”.
En Proyecto Apocalipsis se aprecia también un elaborado aprovechamiento de los diálogos. Los ángeles y los oficiales del ejército de Dios son “Hijos del Cielo”. Los humanos provienen de distintos lugares (por ejemplo, Rusia y el Tibet) y son los descendientes de los pocos que lograron salvarse del bombardeo nuclear acaecido cientos de años antes. En este panorama, ninguno de los personajes arrastra una forma de hablar que pueda ser contextualizada con precisión. Sin embargo, los diálogos funcionan en armonía con el resto de la obra. Esto se debe a que en Proyecto Apocalipsis las acciones se dinamizan a partir del intercambio de palabras. No afecta en nada que, por ejemplo, el último ruso de la historia, Koteopolus Sychov, se exprese del mismo modo que el Supremo Inquisidor de los ejércitos angélicos del Hemisferio Norte, Tomas de Torquemada. Lo que importa es que el encuentro de ideas de Koteopolus Sychov y el tibetano Lobsang Hammpau abre el camino hacia la batalla en Jericó y la realización de El Talón de Aquiles, que es el último intento por vencer al poder omnívoro de Dios.
El humor
En Proyecto Apocalipsis el humor es una herramienta de dos caras: impide la indignación ciega y posibilita la denuncia sin caer en la propaganda.
Mediante el humor, los lectores perciben mitigados los sufrimientos de los personajes humanos. Se sabe que la resistencia casi no tiene oportunidades de vencer. Sin embargo, esto se acepta sin rabia gracias a situaciones como las que atraviesa Koteopolus, quien, luego de preguntarle a su computadora si el plan Talón de Aquiles tendrá éxito, recibe por respuesta lo siguiente: “Tus opciones son: morir de inmediato o un poco más tarde”.
Por otra parte, el humor evidencia la estupidez del poder absoluto detentado por las fuerzas celestiales. Ningún personaje es tan soberbio como Santo Tomas de Aquino. Y sabemos de él debido a sus reacciones agresivas, como la que exhibe frente a la secretaria del Doctor Asclepio, a quien, por hacerle esperar cinco minutos, “vociferaba en su cara insultos de grueso calibre en idiomas que hacía mucho se consideraban extintos”.
Proyecto apocalipsis y la ciencia ficción
Si se adopta lo sostenido por Lola López Martín, quien indica que algunas características “paradigmáticas de la literatura hispanoamericana de ciencia ficción del siglo XXI [son]:… La noción de las paraciencias y las doctrinas del ocultismo como auténticas ciencias… La ciencia [que] puede ser compatible con otras disciplinas que no entran en el orden de lo “positivo”; se debe asumir que Proyecto Apocalipsis es un reciente ejemplo de las novelas de ciencia ficción que se han escrito en nuestros países.
La paraciencia y el ocultismo son las principales armas de la resistencia humana. Su descripción se encuentra desde las páginas iniciales de la novela. Koteopolus Sychov recibe en su Ipad con conexión a la intranet la información necesaria para realizar El Talón de Aquiles. Y de inmediato, para que la empresa se realice con éxito, Koteopolus se purifica lastimándose con un látigo de cuero. El Bokor resucita a los miembros caídos de su tropa personal mediante ritos que implican el uso de la sangre de gallos y cerdos sacrificados. “Sin embargo, la resurrección no siempre salía como se planeaba y algunos cuerpos revivían de forma defectuosa, seres inferiores a zombis, que apenas podían ser utilizados como bestias de carga”.
Estos elementos descritos coexisten con artefactos que poseen características tecnológicas posibles (por lo menos en teoría). Un ejemplo es La Jesuítica. Con forma de Jesús, es una nave espacial de tres kilómetros de alto, 500 mil toneladas y gigantescos motores antigravedad. Por sus manos dispara misiles con cabezas nucleares.
Alegoría
Proyecto apocalipsis es una novela de claro propósito alegórico. Dios puede ser leído como un dictador; el empleo de un “protocolo anti rebelde”, como las normas represivas dadas por el sátrapa; la “incapacidad de autocrítica”, como la ceguera que produce el poder absoluto; la larga tortura que sufre Anna, como la violencia que aplica el régimen a sus enemigos; la seguridad anímica de las tropas angélicas, como la soberbia que genera el monopolio de la fuerza; la aparición de un ejército de esqueletos, como los familiares de los desaparecidos que exigen justicia.
La naturaleza alegórica de Proyecto Apocalipsis es sintomática. El año pasado, en un coloquio internacional sobre literatura fantástica celebrado en Lima, se concluyó que, entre otros aspectos, lo que caracteriza a los géneros fantástico y de ciencia ficción en Latinoamérica es su vocación no evasiva o, más bien, de retorno a la realidad.
Esto se aprecia muy bien en Proyecto apocalipsis. No solo hay guiños que refieren a la dictadura de Pinochet o su trágica secuela (el empleo de una suerte de estadio de fútbol como espacio para el sufrimiento; la descripción de Dios como un general retirado que, desde algún lejano lugar, “regía su potestad insuperable” ), sino también la mención poco velada a Antofagasta, Chile, a donde llegan los miembros de la resistencia para perpetrar el que quizás sea el último intento por alcanzar la libertad de los seres humanos.
El resultado es trágico y a la vez alentador. La alegoría se cierra con una apuesta a favor de la lucha continúa contra toda clase de tirano.
Novelas latinoamericanas sobre dictaduras
¿Por qué de una u otra forma se siguen escribiendo? Luego de analizar las novelas El otoño del patriarca, El recurso del método y Yo el Supremo, hace más de treinta años Mario Benedetti se hizo una pregunta semejante: ¿porqué la asunción simultánea del tema? Su respuesta fue la siguiente: “Que tres notables novelistas como García Márquez, Carpentier y Roa Bastos, hayan coincidido en elegir la figura (promedial o histórica) de un dictador del pasado, es un categórico juicio sobre el presente, desgraciadamente pródigo en esos padres putativos de la tortura que, como el personaje de Roa Bastos, admiran al “matador de cisnes, ese extraño asesino que mata a los cisnes para oír su último canto”. Pero también es una alerta sobre el futuro”.
El futuro del que hablaba Benedetti es nuestro hoy, una Latinoamérica en la cual algunos países experimentan los ecos vivísimos de las dictaduras de su pasado reciente, y otros soportan a envejecidos o nuevos tiranos que, tras una mentirosa fachada democrática, intentan aferrarse al poder y sus suntuosos beneficios.
Proyecto apocalipsis es una novela que debe leerse por varias razones. Una de ellas es por su juicio sobre el ahora y su alerta sobre el futuro (que ojalá sea distinto a nuestros días).
Julio Meza Díaz
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