martes, 24 de mayo de 2011

Editorial: Leyendo en Tablet PC



Creo que no contamos aún con un término que, sin dejar de ser equívoco, reemplace al “libro electrónico”, que actualmente utilizamos tanto para referirnos al texto como al aparato que permite su lectura. E-reader, e-book, aún no han hallado su espacio en español. Me pregunto si existirá alguna relación con el índice de lectoría de nuestra población.

Estamos en 2011. En el mercado peruano, no existe aún oferta masiva de “lectores de libros electrónicos”. Una tienda por departamentos fracasó en vender una de las primeras versiones del Kindle de Amazon, utilizando la absurda estrategia publicitaria de ofrecer al lector peruano el acceso a las versiones en línea de diarios norteamericanos. Ahí están esos primitivos Kindle, de apariencia ya avejentada, acumulando el polvo de la indiferencia.

¿Se acabaron los lectores de libros electrónicos en el Perú? Otra tienda por departamentos, especializada en artículos electrónicos, viene ofertando un artefacto de procedencia desconocida (parece que china), que responde al nombre de E-book. O sea, un lector de libros electrónicos que se llama “libro electrónico”. Dadas las prestaciones que ofrece, no parece muy costoso, y eventualmente es rebajado por la tienda que lo distribuye. Desconozco cómo van las ventas, si es que las hay.

Tanto el Kindle como el aparato descrito anteriormente son “lectores de libros electrónicos” con todas las de la ley. Funcionan en base a la tinta electrónica que, según cuentan, ofrece una apariencia similar a la de un texto impreso en papel. Tanto así, que hay que utilizar iluminación adicional si uno se encuentra a oscuras. Eso si, el “E-book” (utilizo el nombre comercial del producto) permite el acceso a más formatos de lectura que el Kindle, que además está vinculado a la empresa Amazon, que según cuentan, puede rastrear la memoria de tu Kindle y alterar o borrar contenidos con los que no esté de acuerdo. Big brother is watching you.

La experiencia de leer en formato electrónico y en un dispositivo ad-hoc parecía ser, entonces, algo que eventualmente ocurriría en el futuro para mí. Me resistía a pedirle a mi hijo que me prestara su teléfono móvil (o celular, como le decimos en Perú), que como muchos que hay ahora en el mercado, vienen con lector de libros electrónicos en formato TXT. Hasta pensé en hacer una compra directa a alguna de las empresas extranjeras que ofertan estos productos, mayoritariamente chinas. Hay e-reader chinos de todos los precios, desde 60 dólares a más, según las características básicas (si es pantalla con E-INK o TFT, duración de la memoria, compatibilidad con los formatos TXT, PDF, E-PUB, FB2, MOBI…), y hasta se ofertan sin coste de transporte.

Pero siempre quedaba una duda: ¿quién garantizaba el producto? Como se sabe, para el caso de los productos chinos, uno funciona de maravilla y cien tienen fallas. Bajo esas circunstancias, cualquier monto resulta prohibitivo (si, soy un tacaño. ¿Y?). De modo que la idea de importar un e-reader quedaba, por el momento, fuera.

La casualidad hizo que la misma tienda que vende el e-reader E-book a 900 soles se decidiera a saldar un producto que tenía arrinconado en sus escaparates: un Tablet PC marca MID (Mobile Internet Device, o sea, Aparato móvil de internet o algo así de original, es como comprar medicamentos genéricos), modelo Mi770. Un simpático aparatito con pantalla TFT de siete pulgadas, sistema Android versión 1.5 y un costo más que aceptable: 400 soles. Además, la tienda (RadioShack, para más señas) ofrecía un año de garantía. Ni mucho ni poco, sobre todo si se tiene en cuenta que el objetivo principal de una Tablet PC es proporcionar la experiencia de un navegador portátil. Y no puedo negarlo, navegar en la web con un dispositivo portátil es muy placentero. Uno puede hacerlo incluso en el baño, aunque cabe advertir que siempre es preferible ingresar a algún sitio que tenga “versión para móvil”. La versión 1.5 del Android, todo hay que decirlo, es OBSOLETA para las prestaciones que la internet ofrece actualmente. Se pueden descargar aplicaciones, pero no todas funcionan correctamente. Y olvídense de los más recientes archivos de Youtube o sitios similares.

Pero si uno decide utilizar la Tablet PC como e-reader, el artilugio paga su precio con creces, y uno le coge cariño en un santiamén. Para empezar, hay varias opciones gratuitas de e-readers, según la variedad de formatos que permiten leer. Desde el básico TXT a los más sofisticados FB2, así como las versiones de Kindle o Nook que pueden descargarse como aplicaciones. Y uno puede descargar y borrar la aplicación cuantas veces lo desee.

Y cada aplicación tiene lo suyo. Desde el acabado de la “página de inicio”, que suele simular un estante de libros, hasta otras más sofisticadas. Con opciones de almacenamiento, visualización de la pantalla para día o para noche, tipo y tamaño de letra, avance de página automático o “manual” (causa cierta gracia el efecto visual de “pasar páginas” que tienen algunos programas), adiciones para ver imágenes (no recomendable para una pantalla tan pequeña, desgraciadamente).

Y pasado el impacto inicial de ver tanta luz, al final, volvemos a quedarnos con lo principal: la lectura. Al menos en este aspecto, creo que si cabe afirmar: bienvenido siglo XXI.

Daniel Salvo

Malevil (Robert Merle)



Malevil (1972)

Robert Merle

EMECÉ Editores S.A.

Buenos Aires, 1973

Las ficciones postapocalípticas, como podría ser el caso de La carretera de Cormac McCarthy o El cartero de David Brin, son un filón inagotable para la ciencia ficción. Imaginar las consecuencias que tendría la destrucción de la civilización ha permitido la aparición de obras muchas obras en torno a dicha temática, tanto literarias como cinematográficas. De éstas últimas, las más taquilleras suelen enfocar sus argumentos desde el punto de vista de la acción y la aventura, asumiendo que la caída de cualquier organización humana existente dará lugar a la aparición de una suerte de tierra de nadie en la cual solo sobreviven los más fuertes. La saga de Mad Max sería un buen ejemplo, sobre todo, la segunda película, que puede apreciarse también como una suerte de western.

Pero no todo pueden ser golpes o carreras. No todos los problemas se solucionan a punta de pistola. Y, por cierto, una vez solucionadas las necesidades básicas, la naturaleza humana vuelve a inventar nuevos problemas en los qué ocuparse. Precisamente, el tipo de problemas que Mad Max no sabría solucionar.

En Malevil, hay una catástrofe que acaba con la civilización mundial, algo de lo cual el lector es consciente en cuanto se nos participa que ninguna radio funciona (estamos en la década de los setenta), pero que no acaba con Malevil. Se trata de un castillo francés, cuyas características permiten a sus ocupantes – varones en sus cuarenta y una anciana criada y su hijo retardado – sobrevivir a una explosión nuclear que, deducen, ha dado por concluida la civilización que conocen. El paso siguiente es organizarse para lo que será el resto de sus vidas.

Y aquí comienza de nuevo el ciclo de la vida a la francesa. Pan, vino y mujeres no faltarán en la vida de estos sobrevivientes, quienes, sin embargo, pronto tendrán que enfrentarse a retos mayores, tanto de índole práctica (la defensa de sus posesiones, el aprovisionamiento de alimentos, el creciente número de sobrevivientes que se une al grupo original) como de índole mas bien cultural, y ahí es donde reside el punto fuerte de Malevil, pues nos ofrece como vías de supervivencia no el mero recurso a la fuerza bruta, sino a la reflexión y al mantenimiento de valores que, incluso en una situación tan extrema, permiten a estos sobrevivientes continuar siendo “ciudadanos” en lugar de descender a comportamientos más brutales.

Es curioso, sobre todo en estos tiempos en los que se da por supuesto que la humanidad está compuesta por meros tropismos y que tan solo estamos esperando un descuido del prójimo para saltarle a la yugular, observar el comportamiento cotidiano de los protagonistas principales, encabezados por el director de escuela, agnóstico y director espiritual de Malevil, (sic), Emanuel Comte, quien registra estos acontecimientos en forma de novela. Nótese que en el nombre del protagonista se alude tanto a su liderazgo religioso (Emanuel significa Dios con nosotros) como al temporal (el apellido Comte se traduce como Conde en español), y de hecho, termina por asumir el rol de Abate (clérigo de rango menor, según el diccionario) de Malevil. Pero no solo se manifiestan la religión y la sensualidad, sino también la violencia y la codicia, incluso el afán de ejercer un poder que desde otra perspectiva podría aparecer como algo ridículo y propio mas bien de alguna comedia de costumbres, como la aparición del falso cura Fulbert o la tiranización entre las ancianas Menou y Fulvina. Y ya avanzada la novela, se produce un inevitable enfrentamiento con una comunidad vecina, que incluye el uso de armas de fuego…

Si bien el clima en el que transcurre Malevil tiende a ser, en su mayor parte, amable y melancólico, con mucho de crónica rural, no carece de pesimismo, pues a partir del final se avizora que la primera industria que los sobrevivientes van a restablecer es la armamentista, en previsión de futuros encuentros indeseados. La humanidad volverá a transitar acaso el mismo camino del principio, y no queda claro si esto será bueno o malo… o si no es la primera vez que lo hace.

Daniel Salvo

Revista El Horla N° 2 (Editor: Carlos E. Saldívar)



El Horla

Año 1, Número 2

Lima, Enero-febrero 2011

Pájaros en los cables Editores

Director: Carlos Enrique Saldívar

Editor: Joe Montesinos Illescas


La segunda entrega de El Horla nos ofrece cuentos con temáticas que van de lo científico – aterrador a la fantasía más irreverente.

Jeremy Torres (El ingenio de la escalera) y Carlos Saldívar (Con un suave aleteo), van logrando un manejo del lenguaje más claro que, paradójicamente, les permite lograr elaborar ficciones bastante sugerentes, vinculadas en esta edición por el tratamiento de lo femenino. Saldívar logra un entorno post apocalíptico creíble y ominoso, poblado por extrañas criaturas.

Otros cuentos, como los de Adriana Alarco (El meteorito) y Daniel Salvo (La carcocha), tienden a ofrecer una visión más clásica, en este caso, los efectos que tendría en nuestro mundo la presencia de una entidad alienígena, biológica una, mecánica la otra.

Luis Bolaños (¿Migrantes o rebeldes?) va un tanto más allá y explora el devenir último de la Humanidad, que ha optado por una transformación tan radical de su esencia que es difícilmente reconocible como tal. La pericia de Bolaños como narrador permite a lector atisbar algo de esa nueva realidad, narrada desde la perspectiva (y el lenguaje) de uno de estos humanos “evolucionados”.

Luis Torres (Ramón en Colonna) nos ofrece una nueva peripecia de su personaje, el técnico Ramón, criollísimo técnico experto en reparar androides, no duda en darles un ajuste extra que suele ir más allá de su programación original. Eficaz historia de un adulterio sui generis, amerita una mayor atención a ciertos detalles técnicos.

Julio Meza Díaz (El mensaje divino), mezcla lo insólito con lo irreverente de manera tan coherente, que lleva a la reflexión en torno a lo que, desde cualquier perspectiva religiosa, tendemos a considerar como milagro.

Lorena Gutiérrez (Tres manchas de sangre) y Eva Asdi (Caída profunda), nos recuerdan que, en ocasiones, no hay nada más fantástico que los efectos de la pasión y el deseo, acaso las únicas llaves que abren puertas en el cielo y en el infierno.

Completa el volumen un enjundioso ensayo de Germán Atoche, que analiza desde la psicología el tema de la casa embrujada, evidente transgresión del mito del hogar como refugio y espacio confortable.

Daniel Salvo

El misterio de la loma amarilla (José Güich Rodríguez)


El asombroso misterio de José Güich Rodríguez



Güich Rodríguez, José. El misterio de la loma amarilla. Lima: Ediciones SM, 2009. 157 pp.

José Güich Rodríguez es un notable escritor peruano que ha incidido con muy buenos resultados en la fantasía y en la ciencia ficción. Ha publicado ya tres libros de relatos: Año sabático (2000), El mascarón de proa (2006) y Los espectros nacionales (2009), los dos últimos son espectaculares y demuestran a un escritor maduro, dueño de un lenguaje impecable y de una serie de recursos estilísticos y argumentales que no tienen parangón con otro autor de su generación.

Este narrador ha sido un gran referente para mi primer libro de cuentos: Historias de ciencia ficción, que amablemente prologó. Aunque hace por lo menos un año no leía un libro de temática juvenil, puedo decir que El misterio de la loma amarilla influirá en los futuros trabajos literarios que me proponga, incluyendo mi próximo libro de cuentos que está próximo a salir. Es normal que los lectores constantes reneguemos de títulos juveniles al llegar a cierta edad, pero sí la calidad es grande, entonces el libro es bienvenido siempre, así tenemos varias novelas de Robert A. Heinlein, Isaac Asimov, C. S. Lewis y tantos otros que han escrito buenas historias dirigidas a un público adolescente.

En esta novela, José Güich retoma a uno de sus personajes más queridos: Pablo Teruel, quien ya ha aparecido en algunos cuentos del autor (El veterano, El otro monitor), investigando casos insólitos, es como “El santo” peruano (si recuerdan las emocionantes novelas de Leslie Charteris), cuya misión será develar un gran misterio que aqueja a una zona costera.

La novela está estructurada en dos tiempos: 1968, donde Pablo Teruel rememora los extraordinarios sucesos acaecidos en la loma amarilla que, por cierto, resulta ser su primer caso. Esto nos lleva a 1921, al distrito de Surco, que aún no era una zona urbana. Se puede observar en el texto el crecimiento del personaje, quien deja de ser un simple aficionado para convertirse en una suerte de héroe, que se sumerge en los recovecos de un misterio insondable, el cual, a pesar de los años transcurridos, no ha podido olvidar.

Cabe mencionar las referencias pop, de las cuales hace uso el autor para que el relato resulte más verosímil (notemos la mención a la serie Dimensión Desconocida de los años sesenta, presentada por el mítico Rod Serling, una de las grandes influencias sobre José Güich). El autor nos envuelve en una especie de narrativa conjetural, donde nada es lo que parece. De hecho el final es una total sorpresa digna de los maestros del género.

Es apreciable el magnífico uso del lenguaje, el cual atrapa de inmediato al lector y lo conduce a acabar la lectura de un tirón. También es digno de mención el adecuado manejo del suspenso, nótese que se trata de una novela juvenil y mantiene muchas de las constantes de este tipo de ficción. Así tenemos varios elementos como el héroe, la chica guapa de la que el héroe se enamora, el ayudante de este héroe y el villano, aunque como dije, esta novela va mucho más allá de lo que se aprecia a simple vista y esto la hace deleitable. Además se percibe cierto contenido ecológico, el cual se integra a la gran sorpresa final del libro. En suma, un texto recomendable, que hará las delicias de los adictos al género fantástico y la ciencia ficción. Aunque no muy denso, resulta bastante entretenido y contiene un gran valor literario pues representa a la novela fantástica peruana tal como es, o tal como debe ser.

—Carlos Enrique Saldivar

Publicado originalmente en la revista Velero 25:

http://www.velero25.net/2010/04abr10/abr10pg15.htm

Correspondiente a abril de 2010

De Lunes a Marte (José Manuel Balta)



Balta, José Manuel. De Lunes a Marte.

Lima: Editorial Casatomada, 2011. 85 pp.

El famoso escritor de ciencia ficción y científico Isaac Asimov (el buen Doctor) solía decir que escribir una obra literaria con sencillez era una buena elección. De esto habían dejado constancia algunos otros escritores del género como el poco estudiado, pero conocido por los fanáticos, Clifford D. Simak, maestro del maestro: es mejor crear un texto a base de descripciones, acciones y simbolismos apropiados, atrás deben quedar las ampulosidades y los excesos verbales. El buen doctor también mencionaba que los escritores tenían la mala idea de que redactar con un lenguaje desmesuradamente verboso y exuberante podía tomar desprevenido al lector y podía hacerle creer que estaba ante un excelente escritor. Opino que todo depende del gusto del lector, uno preparado, por supuesto. Como lector que soy —y me considero uno constante y entrenado— podría decir que todo modo de escritura es válido, siempre y cuando no atente contra el mensaje que se intenta dar con el cuento. Veamos por ejemplo a Lovecraft, con su lenguaje oscuro y adjetivación frondosa, a Kipling con sus juegos verbales en muchas ocasiones o descripciones exactas en otras, o a Clemente Palma, con su lirismo exclamativo e ingenioso propio de su época (y que sigue gustando a cada generación de adeptos a Lo fantástico). En este caso, a pesar de ser un gran admirador del lenguaje intrincado y difícil (estoy hablando como lector) debo darle gracias a Asimov por enseñarme el camino y saber cómo debo escribir mis propios textos y cómo podría hacerlo un escritor que recién se inicia en las lides de este difícil arte que es la narración corta. En un cuento no podemos darle muchas vueltas al asunto, no podemos andarnos con rodeos. Cabe decir que Asimov fue muy criticado por su lenguaje (cierto amigo me comentó que al buen doctor lo acusaron muchas veces de tener un estilo descuidado), pero también Lovecraft fue atacado por su estilo excesivamente frondoso, entonces, ¿cuál es la verdad acerca de este polémico tema es queel manejo del lenguaje literario? ¿Cuál es el tipo de forma que merece atención de la crítica? Prometo abordar este difícil tema algún día. Dejémoslo ahí por el momento. Lo único que importa es, como ya he dicho, la opinión del lector. Un lenguaje claro, clarifica la mente y no fatiga. Engancha al receptor y lo seduce para seguir leyendo. Esto viene a colación a propósito del comentario literario que a continuación viene.

José Manuel Balta es un joven narrador peruano que forma parte de la nueva hornada de escritores que han escogido la vertiente fantástica para poder expresar su voz artística. No es mi intención colocar a un cierto número de narradores dentro de un grupo determinado que bien podría distanciarse de otros jóvenes literatos que publican cuentarios y novelas dentro del género realista, pero a fin de crear un cierto orden dentro del ambiente literario es que me arriesgo a mencionar que entre el año 2010 y el presente han surgido una suerte de muchachos y muchachas que han publicado libros de relatos y novelas y, muchos de ellos, han empezado a publicar textos breves en diversos medios virtuales y físicos, como el fanzine El horla (publicación peruana que se dedica exclusivamente al género de la imaginación) demostrando con ello que su incursión en el arte escrito no es casualidad ni coincidencia, sino una cuestión de vocación verdadera. Mencionaba que me es un tanto tormentoso encuadrar a todos estos narradores dentro de una misma esfera ya que me es imposible saber cuántos de estos jóvenes consigan escribir una obra ubicada dentro de la literatura general en el futuro, lo que si es innegable es que la gran mayoría de ellos se han introducido de lleno a la literatura fantástica, es más, algunos prometen continuaciones de las obras que han publicado, como las sagas a las que nos tienen acostumbrados los grandes escritores mundiales de fantasía. Sobre este interesante punto ahondaré más en la futura reseña de un libro que precisamente se inscribe dentro de esta llamativa opción comercial.

De Lunes a Marte consta de trece relatos, todos interesantes y bien narrados, los cuales se vuelven deliciosos debido a la multiplicidad de temas con cierta originalidad en un par de ellos. El cuento que da título al libro es la historia de un moralista joven que encuentra un misterioso texto, el cual devela una extraordinaria verdad acerca de la humanidad. La angustia del personaje se conecta con la del lector debido a que el primero tiene una misión muy difícil de realizar. Es interesante notar en este cuento una enorme “brecha” entre las primeras partes del relato y el fragmento final, en este espacio pudo desarrollarse una historia más amplia, una novela tal vez. Tal vez el autor se decida a narrar en el futuro la guerra entre los defensores del medio ambiente y las compañías contaminantes. En El umbral del universo podemos notar al narrador omnisciente que, al igual que el texto anterior, cuenta todo como una crónica, de manera muy rápida a fin de crear un contexto adecuado para el sorprendente final. Este relato puede insertarse dentro de la vertiente fantacientífica de los viajes espaciales, aunque con un toque de decepción. La habitación clausurada mantiene la línea de las dos historias anteriores. Aunque es una ficción de premisa lovecraftiana, deriva en una inesperada vuelta de tuerca que, pese a todo, no sorprende demasiado. La condena del ermitaño conjuga elementos de ciencia ficción y fantasía consiguiendo un fascinante desenlace que se enlaza a la siempre exuberante mitología griega. Nótese aquí una fusión de géneros que trasciende las dos vertientes de la imaginación, uniéndolas de un modo armonioso. Micaela es cuento ciento por ciento fantástico acerca de la pérdida de la identidad, dos fuerzas luchan en el interior de un joven, una de ellas es diabólica, solo la energía pura de una noble muchacha podrá combatir el mal. El manzano es el segundo gran relato del libro, se funda aparentemente en la ciencia ficción debido a la inicial amenaza biológica que atenta contra un muchacho. No obstante, el cierre del cuento retoma un tema bíblico muy conocido que crea una multiplicidad de lecturas. La hija del mar es el mejor texto del cuaderno. Esta breve historia, narrada a manera de cuento de hadas, provoca en el lector una suerte de emociones bien definidas. El giro en mitad de la trama resulta notable, pero más eficaz aún es el conflicto final, la fusión de la chica con el mar debido a una pena intolerable. El personaje de Brisa permanecerá en nuestras mentes y corazones de modo duradero. El estruendo de los Amaruru es una narración inclasificable que se desarrolla en un ambiente de leyenda.El torturador es brevísimo texto de horror con un final que se decanta hacia la mitología cristiana. Despertando de la penumbra es otro cuento que toma la fantasía heroica, el ambiente tribal, el guerrero y la misión a cumplir. Una noche en el camino es el tercer gran relato del libro, aunque el planteamiento no es original (autores como Robert A. Heinlein y Poul Anderson ya han desarrollado el tema del “superser” que vive en nuestra realidad sin ser detectado por los seres humanos debido a su magnificencia); no obstante en el cuento de Balta el enfoque es tan original que el relato deslumbra. ¿Acaso Dios en su afán por salvarnos de las catástrofes sólo consigue lastimarnos debido a su inconmensurable tamaño? La respuesta se encuentra en la última línea. El pájaro humano es un texto reflexivo que sorprende sobremanera (por enésima vez) con su logrado desenlace, un homenaje a Asimov. En Aquella noche en el Jirón Quilca, última narración de la obra, el final también consigue noquear al lector. En suma, un interesante libro que nos revela a un escritor que promete.

Carlos Enrique Saldivar