lunes, 23 de agosto de 2010
lunes, 2 de agosto de 2010
Coloquio Internacional: Lo fantástico diverso
domingo, 1 de agosto de 2010
Editorial: Gattaca en el Perú
Gattaca (1997) es una de las mejores películas de ciencia-ficción que haya visto jamás. En el no tan lejano futuro (nótese la alusión al clásico había una vez o hace mucho tiempo de los cuentos de hadas), la ciencia médica ha logrado lo que para muchos podría ser un sueño, y para otros, una pesadilla: la obtención de seres humanos genéticamente "mejorados". Es decir, adiós a la miopía, a los cánceres hereditarios, a las deformidades congénitas y a los IQ por debajo de 120. Los seres humanos que nazcan en adelante, dispondrán de una carga genética punto menos que envidiable. No serán perfectos, pero casi casi.
¿Y los que no pudieron nacer bajo este sistema?
En la película, las políticas de mejoramiento genético obligatorio (vamos, qué sociedad no querría que sus integrantes fueran lo más sanos y perfectos posibles) han dado lugar a una nueva división, tanto social como laboral. En la cúspide, los VÁLIDOS (mejorados genéticamente) y en la base, los IN-VÁLIDOS (nacidos sin programación ni mejora genética alguna). Los trabajos y empleos mejor considerados y remunerados pasan a convertirse en una especie de patrimonio destinado a los VÁLIDOS, mientras que las labores más serviles y peor consideradas son reservadas, casi como un favor, a los IN-VÁLIDOS. El protagonista de Gattaca, un IN-VÁLIDO que desea realizar una labor reservada tan sólo a los VÁLIDOS, intentará conseguir su objetivo en una sociedad que trata de cerrarle todas las puertas.
Una de las primeras ideas que se nos vienen a la mente es que deberíamos sentir alivio por no vivir en una sociedad tan desigual, diferente, por cierto, a la nuestra, en la cual la Constitución garantiza que todos somos iguales ante la ley.
Pero, ¿es cierto esto?
La sociedad peruana es, qué duda cabe, una de las más racistas y clasistas del orbe. Lo podemos comprobar nada más viendo la televisión nacional, en concreto, la mayoría de los comerciales. Basta ver unos cuantos de esos productos de las agencias publicitarias para ver cómo estamos clasificados. Que nos convirtamos en una sociedad más igualitaria es un sueño todavía bastante lejano.
¿Y de donde parte nuestra división? Hay muchos factores, entre ellos, el racial (o étnico). De manera pública hacemos ascos al racismo, pero en nuestro fuero interno, vivimos obsesionados por el matiz del color de la piel de nuestros compatriotas, empleando una característica tan superficial como la concentración de melanina en la piel como un criterio para decidir quienes son nuestros amigos, empleadores, parejas...
Pero hay otro factor, vinculado acaso al primero, pero que no es tan evidente en su cuestionabilidad, aún cuando su presencia es parte de nuestra idiosincracia: es la procedencia escolar. Como que una cosa es haber estudiado en un colegio privado y otra, en uno del Estado. De ahí que la mayoría de peruanos vivan obsesionados con el "en qué colegio estudiaste", pues sabe que éste factor incidirá decisivamente en muchos aspectos (laboral, social, sentimental acaso). Ya se sabe: la escuela pública es para cholos y pobres, futuros pandilleros, o en el mejor de los casos, mano de obra barata para quienes tuvieron una "mejor" educación.
De modo que no hemos tenido que esperar una revolución en la medicina genética para generar nuestro propio sistema de VÁLIDOS e IN-VÁLIDOS. Ha bastado, además del clasismo peruano, el abandono por parte del Estado del magisterio nacional, con profesores que, si bien recién están siendo "mejorados" en ciertas condiciones, siguen siendo percibidos por la ciudadanía como los profesionales peor situados en la escala profesional. Es decir, si eres abogado, médico, ingeniero, comerciante o contador público, eres alguien que la sociedad considera un profesional, un orgullo para su familia. Pero si decidiste ser profesor, es por tu mediocridad, por que no dabas para más. En el Perú, un profesor es visto lisa y llanamente como un pobre diablo. Y si es de colegio estatal (o nacional, como decimos por acá), pues peor. Nuestros profesores han devenido en la casta más baja de los IN-VÁLIDOS.
Y en cuanto a mí... bueno, viví mi propio Gattaca. Soy egresado de colegio nacional (y de provincias, que para algunos oídos suena al peor estigma que se pueda imaginar), pero tuve que poner en mi Hoja de Vida que procedía de un colegio particular. Me hice pasar por VÁLIDO, pero en realidad soy un IN-VÁLIDO que trabaja en ... (lo siento, es un secreto).
Ojalá no me descubran...
Daniel Salvo
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Artículo: Nostalgia del futuro (José Güich Rodríguez)
NOSTALGIA DEL FUTURO
Los discursos oficiales sobre la literatura experimentan modificaciones continuas, a pesar de las resistencias de algunos de sus pontífices o dictadores de opinión. Muchos géneros -considerados “menores” hasta hace poco tiempo- anuncian una movilidad alentadora. En gran medida, es la explosión de nuevos soportes comunicativos quien ha alimentado semejantes reubicaciones o cambios de paradigma. La difusión intensa de autores y obras por los territorios de internet abre nuevas compuertas.
La ciencia ficción es sin duda una de aquellas prácticas artísticas a la que ya no se le puede relegar al desván o a las periferias. Hace unos años, el mismo Mario Vargas Llosa tuvo el poco delicado gesto de menospreciarla, ante la indignación de cultores serios e informados. La desafortunada frase solo es una prueba de la vitalidad de esta parcela.
El reconocimiento de la CF ha excedido los alcances de la mera industria del espectáculo y de la cultura de masas. Siempre de manera diferida, el mundo académico ha hecho eco de esta situación, pues son cada vez más frecuentes estudios y ensayos, cuando no tesis, sobre tan particular praxis narrativa. Sus fundadores (Verne y H.G. Wells), durante la segunda mitad del siglo XIX, avizoraron con creces las potencialidades de la ciencia como materia inspiradora de la creación.
En Hispanoamérica, narradores como el peruano Clemente Palma y el argentino Leopoldo Lugones se convirtieron en los detonadores del movimiento. Hacia mediados del siglo pasado, y en nuestros propios lares, José B. Adolph (1933-2008) expandió las fronteras establecidas por Palma y se convirtió en un clásico moderno de la CF en castellano. La Casa de la Literatura ha reconocido con justicia este legado, al consignar a Adolph como a uno de los autores más relevantes de nuestra cultura.
A lo largo del siglo XX, el legado de los patriarcas fundacionales sirvió de inspiración a nuevas generaciones de narradores, especialmente en los Estados Unidos de América. Nacieron así publicaciones hoy míticas, como “Amazing Stories”, en las cuales dieron conocer sus primeros trabajos figuras de la talla de Isaac Asimov (1920-1992). De origen bielorruso, sus cuentos y novelas señalaron el nacimiento de la ciencia ficción moderna y la ampliación de horizontes quizá apenas soñados por sus predecesores decimonónicos. Su formación como bioquímico permitió que esas narraciones contaran con una base sumamente rigurosa, a las que incorporaría su versación humanista sobre diversos problemas, en especial, el destino del homo sapiens. Hubo en realidad pocos temas que le resultaran ajenos a este creador, quien se resistió a estudiar medicina porque no resistía ver sangre o era incapaz de diseccionar animales, a decir de sus principales biógrafos. La mayoría de sus inquietudes espirituales se trasvasó a los cientos de historias que escribió en un lapso de medio siglo. Más de 500 libros, que abordan asuntos de una variedad asombrosa, son el testimonio de su vocación renacentista, que une el hombre de ciencia al de letras, recuperando así una herencia fracturada por los riesgos de la especialización.
Rastrear un relato insignia es tarea harto difícil, aun para sus más trajinados divulgadores. Muchos cumplirían con los requisitos: ahí campean pequeñas obras maestras como “Amanecer” (considerado por muchos el mejor cuento de CF jamás escrito), “El niño feo” o “El hombre bicentenario”. Sin embargo, hay un texto que en particular sintetiza todas las obsesiones de Asimov, y también destaca entre lo más destacado de su producción: “La última pregunta”. Ambicioso hasta la médula, el cuento tiene como eje la gigantesca computadora conocida como “Multivac”, cuya aparición fue recurrente a lo largo de toda la carrera del escritor. Dos científicos medio ebrios le formulan una interrogante de intrincada solución. Estos supervisores están preocupados por la “entropía” que, en términos profanos, significa la energía que el universo gasta y resulta irrecuperable. Al interrogar a Multivac sobre la factibilidad de revertir el proceso de extinción de una estrella como el Sol, solo obtienen una respuesta indeterminada: no se cuenta con datos suficientes.
La pregunta es lanzada en 2061 por los dos sujetos en una circunstancia bastante particular: la computadora ha permitido un logro tecnológico de primera magnitud, pues a partir de esos días la humanidad -que ya viaja por el espacio, rumbo a la colonización de otros planetas-, podrá extraer el combustible para las naves directamente del astro, con el increíble ahorro que eso conlleva. Y aunque hazaña es mayúscula, un halo de incertidumbre se anuncia: ni siquiera la energía de las estrellas es inagotable.
La estructura dialógica del relato -“socrático” en el sentido de velada pedagogía-, nunca fue extraño al estilo de Asimov, y es manifiesta en infinidad de cuentos. No obstante, en “La última pregunta”, sobreviene un giro inusitado: la pregunta casi trivial efectuada por dos científicos con varios tragos encima (su responsabilidades se limitan a velar por la operatividad y bienestar de Multivac, pues ella es autosuficiente) se prolongará hasta el porvenir. Varios siglos después, una familia humana que se traslada a una lejana colonia, volverá a enfrentarse a la misma cuestión. Existe un límite en la capacidad del cosmos para producir energía. Las estrellas se extinguirán, y darán origen a otras; aun así, ese proceso de transformación no es infinito. Por eso sobreviene el temor de las dos pequeñas hijas de la pareja: algún día, en el lejano futuro, las estrellas habrán desaparecido para siempre. Microvac, computadora de la nave (lejana descendiente de la tecnología del siglo XXI), tampoco será capaz de responder a la inquietud de los Jerrod, que son parte de una avanzada de hombres y mujeres ansiosos por una oportunidad entre las estrellas.
Así, se van sucediendo diversas etapas en la evolución de nuestra especie. Luego de los Jerrod, miles de años adelante, la cuestión será planteada por otros personajes, esta vez dos funcionarios del Consejo Galáctico, preocupados por redactar un informe a sus superiores. El cambio en los patronímicos es revelador: ya no se utilizan nombres o apellidos tal como los concebimos hoy: apenas siglas o codificaciones como “VJ-23X”. Si bien han alcanzado la inmortalidad biológica (ambos superan los doscientos años), están contrariados por el tema del espacio disponible para ser ocupado por los humanos, que han llegado a distancias enormes en sus exploraciones. Se enfrentan a una especie de paradoja: son inmortales en un universo destinado a su desaparición inexorable. Para ese entonces, la progenie de Multivac se ha convertido en Galáctica AC, una suerte de Gran Central a la que todos se conectan por el “hiperespacio”. Una vez más, no existe respuesta en torno de si la entropía es reversible.
El fascinante uso de la elipsis nos remonta a un estadio que escapa a todo lo imaginable. En las postrimerías de la narración, se sugiere que la humanidad se ha desperdigado por el universo, hasta perder el contacto con sus raíces. Entidades ubicadas a millones de años de luz de distancia son capaces de interactuar mentalmente. En ese momento, los cuerpos físicos ya no son necesarios para el desplazamiento: las mentes son las naves espaciales. Todos están entrelazados con la Universal AC, un ordenador cuya naturaleza de algún modo tampoco es material (otro avatar de Multivac). Mediante la información que este inmenso banco de datos transmite, los entes intentan localizar tanto la galaxia como el planeta originales del hombre. Descubren que hace eones la estrella madre se extinguió, hecho que desata una sensación de pesadumbre a propósito del fin, por más esfuerzos que se hagan para evitarlo. Ni siquiera la prodigiosa capacidad de manipular los elementos para fabricar nuevos soles alterará lo que de todos modos habrá de ocurrir.
En la siguiente y postrera fase, las conciencias individuales se han fusionado. Los cuerpos son cuidados por autómatas. Solo existe el Hombre, como genérico, luego de miles de millones de años de continuidad evolutiva. Cósmica AC se encarga de velar por la dosificación de la energía que aún queda. La computadora se ubica ahora el hiperespacio, en un nuevo estado. El Hombre tiene la visión de galaxias cada vez más oscuras. Es ahí donde emerge de nuevo la pregunta que fuera formulada alguna vez a los antepasados de Cósmica C. Se trata un momento inolvidable: la avanzadísima máquina, vedada para nuestros alcances, se lo hace saber a quien lo interroga, mente pura formada por trillones de seres diseminados por los confines del espacio. Y cuando la última mente se extinga, y las estrellas se apaguen una tras otra, Cósmica AC seguirá buscando una respuesta al acertijo. No habrá quien le responda, al final de los tiempos.
Esta concepción sobre lo que sobrevendrá para nosotros, producto de una sólida formación en diversas áreas del conocimiento, no deja de establecer nexos con otros representantes mayores del género, como el inglés Arthur C. Clarke. En ambos autores, es fundamental y nítida la proyección especulativa y filosófica asentada sobre un alto margen de probabilidades. Por otro lado, la introducción de elementos cosmogónicos que no pertenecen a grupo o cultura en particular, sino que implican una suerte de síntesis de las creencias religiosas, también constituyen un punto de encuentro. En el caso de Asimov, deviene más intrincado, puesto que en diversas entrevistas declaró no profesar convicciones de tal naturaleza.
La conclusión de “La última pregunta” deslumbra por sus mecanismos intelectivos. Cósmica AC se ha quedado sola. Ya no hay estrellas, principal fuente energética de todo lo que nuestro entendimiento considera la realidad física. El espacio y el tiempo también han dejado de “ser”. Tres trillones de años en el pasado, unos supervisores de Multivac, en la Tierra, enunciaron por primera vez la pregunta en torno de la entropía. En un período límbico donde el tiempo ya no existe, Cósmica AC encuentra la solución al enigma: ya sabe cómo revertir la situación. Solo resta una demostración, que es el magistral cierre: frente a la inexistencia del universo, extinto ya, la máquina solo formula una frase: “!Hágase la luz!”. La última frase del cuento desarticula las expectativas: “Y la luz se hizo”.
Con ese remate magistral, Asimov le brinda a la CF una carta de ciudadanía, un visado para la eternidad. El género, cuyo tortuoso ascenso tomó décadas, empezará a ser visto con otros ojos. La teoría de un universo cíclico, en el que todo está destinado a “ser” y “no ser”, se hermana con las conjeturas teológicas que han sido la base de todas las civilizaciones. Para las antiguas creencias místicas, el universo es el pensamiento de Dios. En el memorable relato, son los post-humanos, al fusionarse en un dominio metafísico con la computadora, los que han creado a la divinidad, y es ella quien los crea a ellos, en un interminable juego en el cual la materia, el espacio y el tiempo se interpolan una y otra vez como parte de una cadena de nacimientos y extinciones.
El legado de Asimov es gigantesco e imperecedero. Quizá la CF, como suele decirse, sea cada día más ciencia y menos ficción. No son pocos los avances tecnológicos que el autor de Yo, Robot y Fundación anticipó. Algún día, de cumplirse los sueños de este visionario, su estatua presidirá ceremonias en las más lejanas colonias que la humanidad edificará en los confines de la galaxia. Será lo más justo, puesto que aquel hombre del pasado habrá inventado a esos pioneros.
El planeta de Skuly (Khristo Poshtakov)
Curioso caso el de Khristo Poshtakov, autor de origen búlgaro que cuenta con una gran afinidad hacia el público hispanoparlante. Dado que su elogiada novela Industria, luz y magia no se vende por estos pagos (pregunta suelta: ¿los libros editados por Bibliópolis Fantástica - Alamut se venden siquiera en algún país sudamericano?), uno tiene que conformarse (es un decir) con lo publicado en línea.
La ciencia ficción de Poshtakov es bastante disfrutable por su sentido del humor. Los temas tratados en sus cuentos tienen su lado reflexivo, innegablemente, pero siempre dejando al lector con una sonrisa en los labios por la manera en que desarrolla dichos temas. Invasiones extraterrestres, alienación humana, o la pregunta sobre cuál es la diferencia (si es que la hay) entre una utopía y una distopía, son desarrollados por el autor con un rigor impecable... y divertido.
En febrero de 2010, la revista electrónica Alfa Eridiani le dedicó un número especial, un e-book que puede descargarse de manera gratuita desde aquí. Dicho número contiene tres historias cortas: Invasión, Katy y El planeta de Skuly.
Invasión nos ofrece una alucinante historia que podría considerarse la historia definitiva de las historias sobre invasiones extraterrestres, algo así como lo que se dice sobre el cómic Watchmen respecto al subgénero de los superhéroes. Y es que la invasión que nos describe Poshtakov es tan imposible de evitar y tan exitosa, que no cabe sino rogar por que ninguna civilización logre desarrollar un artefacto como el que se describe en el cuento. A pesar de todo, tiene un final feliz (imposible de evitar).
Katy es una historia de amor, entre romántica y atípica. En un futuro en el cual los nanobots impregnan casi totalmente el entorno humano, al punto de orientar las decisiones y sentimientos de las personas. El lenguaje que inventa Poshtakov para describir las sensaciones de los personajes lleva a reflexionar respecto a cuán artificiales pueden ser lo que consideramos sentimientos tan nobles como el anhelo de libertad, el amor y otros. ¿Qué es lo humano, al fin y al cabo? ¿Vale la pena rebelarse contra las máquinas si, a fin de cuentas, no somos otra cosa que máquinas biológicas?
El planeta de Skuly es una paradójica crítica a las utopías, pues no les reprocha algún lado siniestro, o que, en el fondo, sean mas bien lo contrario, distopías; sino que su posible implantación exitosa (léase: no esclavitud oculta, no explotación oculta, no nazismo oculto; sino la felicidad REAL alcanzada por el ser humano) sea el punto final de la experiencia humana. En un mundo en el cual el problema no es ser feliz, sino el cómo ser feliz (en este caso, la elección de un hobby), ¿que ocurriría si el único hobby que puede darle la felicidad al protagonista implique el riesgo de acabar con la felicidad de los demás? Y eso que hablamos de un mundo futuro en el cual la tecnología permite la satisfacción de prácticamente cualquier capricho. Como para disfrutar el relato al ritmo de esta canción.
Pueden seguir al tanto de la carrera de Khristo Poshtakov en su blog.
Daniel Salvo
Nipe, el monstruo (Darrel T. Langart)
Nipe, el monstruo
Darrel T. Langart (pseudónimo en anagrama de Randall Garrett)
Anything Can You Do; 1963
Traducción: Francisco Olmo
E.D.H.A.S.A. Nebulae 1º época nº 119, 1966
La decodificación metatextual de la contracarátula señala que: “En realidad, se trató de un monstruoso malentendido. El Nipe llegó al planeta Tierra en busca de sus iguales, con quienes establecer un fructífero contacto. ¿Pero, dónde estaban? Acaso aquellos ridículos seres bípedos, con sólo dos ojos y cuatro extremidades no podían representar a la especie superinteligente del planeta. Y entonces el Nipe se encerró en los subterráneos abandonados del antiguo Metro de Nueva York, que en el año 2081, nadie visitaba... Allí se hizo necesario buscarlo y destruirlo... creando para tal fin a otro monstruo capaz de medir sus fuerzas con él... el superhombre Bart Stanton, de reflejos rápidos como el pensamiento. Pues el Nipe actuaba con una celeridad sin igual en la Tierra, y que ningún ser viviente podía aventajar.”
Darrel T. Langart (pseudónimo en anagrama de Randall Garrett)
Anything Can You Do; 1963
Traducción: Francisco Olmo
E.D.H.A.S.A. Nebulae 1º época nº 119, 1966
La decodificación metatextual de la contracarátula señala que: “En realidad, se trató de un monstruoso malentendido. El Nipe llegó al planeta Tierra en busca de sus iguales, con quienes establecer un fructífero contacto. ¿Pero, dónde estaban? Acaso aquellos ridículos seres bípedos, con sólo dos ojos y cuatro extremidades no podían representar a la especie superinteligente del planeta. Y entonces el Nipe se encerró en los subterráneos abandonados del antiguo Metro de Nueva York, que en el año 2081, nadie visitaba... Allí se hizo necesario buscarlo y destruirlo... creando para tal fin a otro monstruo capaz de medir sus fuerzas con él... el superhombre Bart Stanton, de reflejos rápidos como el pensamiento. Pues el Nipe actuaba con una celeridad sin igual en la Tierra, y que ningún ser viviente podía aventajar.”
Recordar -con frecuencia de eso se trata-, consiste en conectarnos con nuestra afición y acercarnos a aquellas obras, quizás menores, pero que nos impactaron en el momento de leerlas. En mi agenda, he colocado la fecha de mis reflexiones iniciales: 25.10.1981, como dirían mis hijos para burlarse “30 años de na'”.
La traducción es deficiente y la carátula horrorosa sin remedio, es un remedo de bestia abstracta que no alcanza a cuajar por ningún lado, me llamó la atención del alienígena porque su nombre coincidia con nipón, el enemigo de USA en el Pacìfico, durante la II Guerra Mundial, lo segundo que note fue la semejanza de la nave ET con la caída del meteorito de Tunguska y de su posible vínculo con la obra de Kazantsev “Un visitante del espacio exterior”.
Luego, describo la situación presentada en la novela, marcada en profundidad por la “Guerra Fría”, ya que después de un tremendo holocausto nuclear, se arriba a un gobierno federativo mundial con los valores del protocapitalismo. Aceptaba como hecho incontrovertible la occidentalización del planeta. Siberia había sido puesta en valor por las inversiones de dicha federación a través de megasembrados de árboles de papel marcianos y con mucha verosimilitud habitada por mestizos chino-rusos, ya que el nombre del campesino que observa el estallido de la nave y se convierte en la primera víctima del Nipe es: Wang Kulichenko, lo cual evoca la concreción de una reivindicación china sobre terrenos siberianos esgrimida en esa época de tensiones internacionales entre los dos gigantes del socialismo.
Agrego que en cierta forma no se ha equivocad, se da pero con intensa molecularización y regionalismo defensivo, asimismo resulta notable la exactitud de la predicción, ya que para el momento de la redacción, Randall, más allá de buenos deseos capitalistas y ataques a la vilipendiada y fenecida URSS - con negación de un futuro socialista incluido – no poseía elementos que permitieran avizorar tan profundo vuelco; la reivindicación china no ha sucedido, pero el desmembramiento de la URSS sustituye a esa subliminal apuesta. Quizás en consonancia Randall propone un planeta donde la catástrofe ha servido para instalar una sociedad de control similar a la actual sólo que con mayores despliegues tecnológicos para ejercerlo sobre las colectividades.
El Nipe era abordado con acierto y las caracterìsticas que se le atribuían permitían un recreación que combinaba ciertos rituales samurais signados por la caballerosidad con primitivas ceremonias caníbales de polinesios; lo que requiere para funcionar se le troquela al inicio de su existencia independiente, para evitar las repeticiones y los millones de actos innecesarios que trastocarían su accionar le han grabado una especie de cantar de gesta que indica lo trascendente.
Hay una evidente influencia de Malinovski y otros antropólogos en la elaboración teórica de George Yorimoto, el científico encargado de estudiar la etología del Nipe, quien descubría la forma diferente de su forma de razonar y concebir el mundo, en el fondo una sencilla inversión de los valores humanos donde los reemplazaba la intolerancia y la negación. Así se creaba un monstruo cuya destrucción estaba justificada.
El coronel Mannheim (otra reminiscencia de la guerra, un apellido alemán para significar que tras el final de la contienda eran aliados), líder de la unidad que intenta localizar y neutralizar al Nipe, permite que asesine y aterrorice durante años, en aras de la memoria robótica tecnológica que espera extraer y asimilar para aplicarla a la sociedad herida que representa cuando lo capture (similar a la actitud de la empresa propietaria del Nostromo en Alien: atraparlo y utilizarlo para obtener ganancias y liquidar a sus enemigos).
También significa que le conceden la oportunidad para que avance en la fabricación de un intercomunicador que puede atraer a bandadas de Nipes hacia laTierra, pero esperan compensar el riesgo con la información exprimida de las redes neuronales del Nipe. Mientras, el Nipe se convierte gracias a los mass media en un nuevo mito parecido a Frankenstein o Drácula. Diversos temas son incluidos por Garrett en la trama para densificarla y llenarla de contenido, demostrando habilidad para acoplarlos a su hilo principal, sin embargo, mucho es material de relleno y podría ser una noveleta eficiente.
El supuesto desafío decisivo entre Stanton y el Nipe, es sólo un match de box, duelo a puñetazos donde el Marqués de Queensberry se quedaría asombrado al comprobar para qué ha servido su arte; como era de esperarse, el Nipe, más delgado y pequeño en alzada, pero potente y veloz, ataca con movimientos similares a los del jiu jitsu, es un soldado japonés elevado a la quinta potencia, mientras que Stanton es sólo un supermarine elevado a la segunda potencia. Existe un artículo en Selecciones del Reader's Digest (1941) que evoca un enfrentamiento similar entre soldados de ambos países donde triunfa el marine.
Existe un juego de gemelos (evoca “La hora de las estrellas” de Robert A. Heinlein), que combinan cualidades, uno en New York y otro en el Cinturón de Asteroides (donde se ha transformado en el mejor detective contratado por el Lloyd's de Londres), cuya llegada será el gancho para atraer al Nipe a la emboscada, ya que ante nuestra lentitud y blandura ha llegado a convencerse de que los auténticos dirigentes del planeta deben morar en el cinturón de asteroides.
Hay jugosos anécdotas: el Nipe confunde el Consejo de Regencia del Hospital Psiquiátrico donde arriba para comunicarse con el Gobierno, en transparente alusión a su uso para encerrar disidentes, o el oponente del Nipe, es un vikingo rubio y de ojos azules que por la radiación sufrida en una central atómica al morir su padre, no despliega defensas inmunológicas ni fabrica anticuerpos cuando lo someten a la serie de operaciones que culminan en la creación del superhombre capaz de liquidar al Nipe o la rata-robot que dispara veneno (a destacar que los aspectos tecnológicos se enfocan de manera adecuada a la prospectiva del momento de edición y no obstante muchos parecen actuales, por la seriedad con que se les aproxima).
A pesar de que no quiero lanzar acusaciones falsas sobre el autor, el párrafo anterior y su preocupación por los mestizajes, que acepta como necesidad horrible pero necesaria, parece nutrir a momentos un racismo larvado en sus argumentos. Lo cierto es que hay mucho más tras la apariencia que lo sospechado al inicio, antes de analizarla, una demostración de que la buena ciencia ficción, digna de ser leida aunque estemos en desacuerdo con numerosos planteamientos, puede presentarse en estuches diversos y sorprendentes.
Luis Antonio Bolaños de la Cruz
Ingeniería mecánica en la ciencia ficción: una aproximación (Carlos Enrique Saldívar)
Ingeniería mecánica en la ciencia ficción: Una aproximación
Carlos Enrique Saldivar
Carlos Enrique Saldivar
La ingeniería mecánica es y ha sido siempre de suma importancia en la literatura de ciencia ficción, sobre todo al ser un medio que crea verosimilitud en el discurso ficcional. En esta oportunidad daré a conocer algunas obras literarias que han hecho uso de la ingeniería mecánica dentro de sus argumentos. Ejemplos hay por montones, pero voy a restringir este artículo solo a obras que he leído, canon personal, aunque no abundante, suficiente para poder recomendar un buen volumen de cuentos y novelas relacionadas a esta interesante rama. Solo voy a enfocarme en ficciones escritas. No hablaré de cómics, películas y otras manifestaciones artísticas para no confundirlo, lector. Mi objetivo es que los interesados en el tema puedan tener una guía básica de lectura con la cual poder compenetrarse en el futuro tanto para su entretenimiento (la literatura lo es) como para su propio crecimiento cultural (siempre alimentando la imaginación). Definamos primero a la ingeniería mecánica: es una rama amplísima de la ingeniería que incluye el uso de los principios físicos para el análisis, diseño, fabricación y mantenimiento de sistemas mecánicos. Ahora, un ingeniero mecánico es un profesional que calcula, diseña y fabrica. Pongamos por ejemplo lo siguiente: si un perno o un clavo está mal diseñado, ese error se multiplicará por varios millones, ya que nadie en el mundo fabrica solo 1 clavo ó 1 perno. Se fabrican varios millones de los mismos objetos por lo que se asigna a alguien para que calcule la forma adecuada, el material adecuado, y además, cómo se va a construir ese objeto y las máquinas que se necesitan para fabricarlo (la maquinaria de producción también es fabricada por los ingenieros mecánicos). Si uno ve a su alrededor puede encontrar que la gran mayoría de cosas han sido diseñadas por mecánicos: las botellas, los focos eléctricos, los refrigeradores, las carcasas de computadoras y celulares, las cerraduras de las casas, los ventiladores, las perforadoras, los lapiceros, las bicicletas, los aviones, los autos y un largo etcétera. Todo lo que ha sido producido en masa ha pasado por la planificación y el diseño de un ingeniero. Por otro lado, existen casos en los que la literatura ha servido para inspirar la creación de máquinas fabulosas, máquinas únicas, aparatos ideales del futuro que se van insertando en la rutina de los hombres. Es decir, la literatura y la ingeniería han llegado a un punto tal que una abastece a la otra de ideas y viceversa. Como puede apreciarse, la labor de un ingeniero mecánico ha sido, desde hace mucho tiempo, vital para el desarrollo tecnológico y cultural humano.
Afinidad de las vertientes más representativas de la ingeniería mecánica con la literatura de ciencia ficción
Definitivamente una de las ramas de la ciencia más ligada a la ingeniería mecánica es la robótica. La ciencia y la tecnología (diseño, manufactura y aplicaciones) de los robots. Esta área conjuga a la mecánica, la electrónica (la mecatrónica), la informática y la inteligencia artificial (estudiada por matemáticos principalmente). En cuanto a los robots, las máquinas más perfectas concebidas por el hombre (y más cercanas a él), existe una relación teológica que se resume en “hombre: Dios, robot: creación”, la cual ha causado polémica en la literatura desde “Frankenstein o el moderno Prometeo”, obra del siglo XIX, escrita por Mary Shelley, y que inaugura la ciencia ficción mundial. En este libro, el Dr. Frankenstein utiliza una técnica extraordinaria para dar vida a una criatura aún más extraordinaria. De aquí, aunque suene redundante decirlo, parten todos los relatos de robots. Al respecto, lea la obra “RUR: Robots Universales Rossum” de Karel Capek. En otro rumbo, existe la biomecánica, que es la disciplina encargada del estudio de los elementos mecánicos anexados a los seres orgánicos; en especial, al hombre. Aquí pueden encuadrarse todos los relatos sobre cyborgs (hombres con partes de robot). Una disciplina muy ligada a la biomecánica es la biónica, es decir la utilización de órganos artificiales que suplantan a los reales. Su aplicación está íntimamente relacionada con la medicina.
Era necesario mencionar a la robótica y a la biomecánica para comprender la relación entre la ingeniería mecánica con las distintas vertientes de la literatura de ciencia ficción como el Steampunk y el Cyberpunk. El Steampunk es una corriente literaria que crea mundos ambientados en una época donde la energía a vapor es usada con amplitud. Suele darse en el Siglo XIX y en la Inglaterra de la época victoriana. Por supuesto, aparecen tecnologías basadas en la realidad o en la invención literaria de los autores. Puede ser una ucronía (un mundo alternativo donde el desarrollo de la electrónica, los combustibles nucleares y fósiles, y otros avances tecnológicos nunca se dieron y fueron reemplazados por el uso del vapor y del combustible de carbón), pero también pueden ser historias ambientadas en el pasado victoriano, como ya dije. A veces el Steampunk se desarrolla en una etapa más temprana y hace uso de las computadoras, por lo que, a menudo se le asocia con otro subgénero de la ciencia ficción: el Cyberpunk. El Cyberpunk (cibernética punk) nos narra un mundo donde el desarrollo tecnológico es elevado en tanto que el nivel de vida humano es muy bajo. La ciencia es avanzada, así como la tecnología de la información y la cibernética. En esta corriente el orden social, así como el ser humano, se ven alterados (e incluso desintegrados) de una manera significativa.
Obras literarias que usted, lector, debería leer
Quizá el relato más emblemático sobre ingeniería mecánica aplicada a la ciencia ficción sea “Sally” de Isaac Asimov. Es increíble la capacidad de este escritor para poder humanizar robots y androides. Sally es un automatóvil (un automóvil con cerebro positrónico, un auto inteligente), el cual es protagonista de una extraordinaria aventura junto a su dueño, que adora este armatoste como si fuera una hija. Nótese al comenzar la lectura del relato cómo alaba las virtudes de la máquina, hasta el punto que el lector asume que se trata de una chica. Pero yendo más allá de este extraordinario cuento, he de recomendar todos los escritos y novelas sobre robots del doctor Asimov. Dichos cuentos de robots tienen su cumbre en “El hombre bicentenario”, ganador del premio Hugo (el más grande galardón que se puede otorgar a una obra de ciencia ficción en el mundo). Nos narra la extraordinaria historia de Andrew, un robot con cerebro positrónico que desea ser humano. Vemos la humanización de la máquina llevada al límite en esta obra maestra de la ciencia ficción. Dicho cuento sería novelado por Robert Silverberg como “El robot humano”. Apartémonos de Asimov, pero sigamos con los robots. Yo recomiendo leer los siguientes cuentos que ojalá puedan caer en sus manos, lector. Desde Brian W. Aldiss en “¿Quién puede reemplazar a un hombre?” (la confianza en el buen funcionamiento de las creaciones humanas), pasando por “El Twonky” de Henry Kuttner (la desconfianza que provocan dichas creaciones), hasta llegar a “Un «Logic» llamado Joe” de Murray Leinster (las máquinas sumergen a la humanidad en el caos). Recomiendo tres cuentos sobre robots en especial: “El cinturón de robot” de Yves Dermèze, “30 días tenía septiembre” de Robert F. Young y “Helen O'Loy” de Lester del Rey. Este último, una de las mejores historias de amor que haya podido concebirse dentro de la ciencia ficción. Tres cuentos indispensables para los amantes de la robótica. No podemos dejar de lado el terror, de modo que sugiero tres relatos más: “Coppelius”, también titulado: “El hombre de la arena” del genio E. T. A. Hoffman, un cuento del siglo XIX sobre una autómata diseñada por un siniestro personaje que logra embaucar a un pobre hombre. “El amo de Moxon” de Ambrose Bierce, un relato tétrico acerca de una bestia mecánica que se enfurece al perder una partida de ajedrez contra su amo... y lo asesina. “Casi humano” de Robert Bloch, el cual narra el proceso de aprendizaje de un hombre mecánico que va absorbiendo también la maldad que le rodea hasta convertirse en un ser diabólico. Robots hay por montones en la literatura. Disfrútenlos.
Philip K. Dick, genio de la literatura general, ha concebido varios cuentos ligados a la ingeniería mecánica. “La hormiga eléctrica”, por ejemplo, sobre un hombre que sufre un accidente y despierta aturdido en un hospital. Una vez allí se da cuenta de que le falta una mano. Luego, al quitarse las vendas que cubren la herida, percibe que en vez de hueso y sangre tiene ¡cables y circuitos! Entonces debe descubrir quién lo ha creado y para qué. Otros relatos notables son: “Impostor”, donde un hombre es acusado de ser en realidad una máquina-bomba alienígena que está a punto de destruir nuestro mundo (obviamente él cree que no, pero...) y “La segunda variedad”, sobre máquinas de guerra que van evolucionando en función de infiltrarse en las líneas enemigas. Pero quizá la obra más grande de Dick sea “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, sobre un futuro donde unos androides rebeldes deben ser destruidos por un cazador sin ley, hasta que éste se topa con los Nexus 6, cuyas diferencias con los seres humanos casi no pueden percibirse.
Revisemos algunas obras relacionadas al Steampunk. Tenemos a H. G. Wells, por ejemplo, y los terribles alienígenas mecánicos de “La guerra de los mundos” o a Julio Verne, con sus descripciones tecnológicas como el globo aerostático de “La vuelta al mundo en 80 días”, una grandiosa obra que, como todas las de Verne, es muy interesante de principio a fin, muy bien escrita y con personajes memorables. No por nada este genio daba a luz best-sellers sobre temas de anticipación tecnológica en una época en la que, por ejemplo, la televisión era solo un mito. Recomiendo dos novelas aparte de las dos mencionadas anteriormente: “Las puertas de Anubis” de Tim Powers y “La estación de la calle Perdido” de China Miéville. Esta última es una obra maestra y la recomiendo siempre que puedo. Se adquiere con mucha facilidad. Sugiero, además, un buen cuento del escritor español Domingo Santos: “Encima de las nubes”, sobre una ciudad flotante (en realidad una gran maquinaria) que divide a la clase alta (los que sobrevuelan la Tierra) de la clase baja (los que viven en el suelo). Dicho cuento hace recordar mucho a un relato más antiguo: “Babilonia del espacio” de Edmond Hamilton, que trata el mismo tema. Aquí un rebelde intenta sabotear la gran maquinaria que sostiene a un pueblo entero en el cielo. Aunque en ambos cuentos puede notarse al final la absorción del individuo por la maravilla tecnológica y el placentero modo de vida que promete. Dentro de las obras literarias peruanas podríamos incluir “Lima de aquí a cien años” (1843) de Julio M. Del Portillo.
Veamos ahora algunas obras que se pueden insertar dentro del Cyberpunk. Quizá la obra más representativa del cyberpunk peruano sea la novela “Mañana, las ratas” (1984), de José B. Adolph. Obra que se anticipó al “Neuromante” de William Gibson como iniciadora de este subgénero de la ciencia ficción. “Mañana, las ratas”, una magnífica narración, nos muestra un mundo dominado por la tecnología en el cual solo existen unos pocos privilegiados que pueden gozar de la misma y de sus placeres mientras la mayoría de la población es marginada hasta límites insospechados (“las ratas”, les llaman). Pero siempre el oprimido va a buscar rebelarse contra el sistema (una constante de este subgénero de la ciencia ficción). Un elemento de la ingeniería mecánica en esta obra son los helicópteros esféricos que son usados para el transporte de personas. Veamos otros ejemplos del cyberpunk en la literatura peruana: El joven escritor Luis Torres ha publicado en su blog algunos cuentos sobre un mecánico que se dedica a reparar androides femeninas, los cuentos se encuentran ambientados en una Lima del futuro. He de destacar: “Ramón, doctor corazón” y “Ramón en Colonna”, primer y segundo relato de la serie. Este autor publicó un cuento sobre el terrible uso que se le puede dar a la tecnología: “Transbordador” en la revista Argonautas 1. Hay dos cuentos del español Domingo Santos: “Un lugar llamado Tierra”, el cual narra un mundo donde la tecnología ha absorbido al hombre hasta el punto que el ser humano ha pasado a ser mero accesorio de la gran maquinaria. En esta pesadilla surge el último hombre desempleado de la Tierra que finalmente será absorbido por este terrible sistema. Y el otro cuento es “Grummy”, sobre un hombre que no puede extraer el producto que desea desde una máquina ¡expendedora de drogas! El autor nos habla de un mundo donde la droga es legal. La desconfianza hacía las máquinas vuelve a hacerse patente en este relato.
Entre las obras clásicas podemos encontrar las siguientes: “Cita con Rama” de Arthur C. Clarke, una de las mejores novelas de ciencia ficción dura de la historia. Trata sobre un asteroide que está a punto de impactar con la Tierra, pero en realidad es una nave alienígena a la cual intentan penetrar unos investigadores osados que descubren en ella una máquina perfecta que representa muchos misterios. Este libro es una joya, no dejen de leerlo. Además es muy fácil de conseguir. Otras novelas interesantes son: “Los viajes de Tuf” de George R. R. Martin, sobre un mercader independiente que se apropia de una maravillosa nave ecológica llamada “El arca”. “Mundo anillo” de Larry Niven, monumental obra que narra la existencia de una misteriosa estructura artificial en forma de aro que rodea a una estrella. “Tropas del espacio” de Robert A. Heinlein, sobre las vivencias del soldado John “Johnnie” Rico en la Infantería Móvil, un comando militar del futuro. En toda la obra se hace mención a máquinas sorprendentes, cápsulas de transporte, armas de ataque y defensa, etc. Todo esto en una época de guerra contra una amenaza alienígena cuya forma física se asemeja a los insectos (gigantes). Más allá de la polémica que esta obra haya podido alcanzar (por diversos motivos, necios en su mayoría), la recomiendo mucho. Es fácil también adquirirla. Otra obra de Heinlein que propongo es “Puerta al verano”, la historia de Dan Davis, un inventor de robots de uso doméstico que se ve envuelto en una extraordinaria aventura. Hay un relato de John Wyndham: “La rueda” y otro de Ray Bradbury: “La máquina voladora”, ambos sobre los peligros del progreso humano.
Revisemos más cuentos peruanos. Tenemos, por ejemplo, “Un hombre con tongo” de Héctor Velarde, obra ambientada en el año 2427, en la cual unas señoras van al Jirón de la Unión utilizando hélices en la espalda para su desplazamiento. “El pequeño Frankenstein” de Yelinna Pulliti, una llamativa guía de cómo funciona un robot casero. Daniel Salvo tiene dos cuentos: “La carcocha”, en la cual un hombre que trabaja en un enorme ómnibus descubre que, en realidad, dicho vehículo es un Transformer dormido y “El ojo”, sobre un futuro donde los nanobots (máquinas microscópicas destinadas a curar enfermedades) experimentan con los seres humanos en lugar de que sea al revés. Harry Beleván tiene un relato titulado: “La máquina para combatir el desempleo y otras tonterías capitalistas”. El título lo dice todo. También existe en la literatura peruana una desconfianza hacia la tecnología. Los cuentos de Luis Freire, por ejemplo: “Asaltomático”, “¡Viva la heroica lucha de los bancomáticos liberados!” y “Su cajero automático lo saluda”, una trilogía sobre cajeros automáticos inteligentes que funcionan mal y hacen de las suyas. Están incluidos en su libro: “Humor”. Por otro lado, recomiendo leer un libro de Abraham Jara Támara: “Operación Cosmos”, donde utiliza la ingeniería mecánica para resolver problemas diversos. Otras obras que recomiendo son: “La fabulosa máquina del sueño” de José Donayre Hoefken y el cuento: “Inserte cuatro monedas de a sol, por favor” de Pedro Félix Novoa. En mi libro “Historias de ciencia ficción”, incluí dos cuentos relacionados al tema: “El problema del amor”, acerca de androides que satisfacen al hombre ante la ausencia de mujeres en el mundo y “La casa nave”, sobre la casa más maravillosa jamás diseñada.
La fantasía y el horror sobrenatural a veces se asocian también con la mecánica. “Camiones” de Stephen King es una versión moderna de “Sucedió mañana” de Robert Bloch. Nos narra un mundo en el cual las máquinas toman el poder y deciden eliminar al hombre... a menos que éstos se conviertan en sus esclavos. Está también la novela “Christine” del mismo King, una muestra detallada del mundo de la mecánica como ambientación para una historia de terror sobre un automóvil asesino.
Hay cuentos sobre ciudades inteligentes que recomiendo leer: “Casas de ensueños, pies de arcilla” de Robert Sheckley y “La ciudad solitaria” de Lee Harding. El tema es parecido en ambos relatos: la renuncia del hombre a un modo de vida tecnológico (y apabullante). Y narraciones sobre la mecánica aplicada fuera del planeta Tierra: “El ferrocarril en Cannis” de Colin Kapp y “El mecánico” de Harry Harrison. Ambos cuentos hablan sobre la gran capacidad humana para reparar máquinas en función de que los planes de sus dueños sigan adelante.
Como se puede apreciar, en la literatura así como en otras áreas de la expresión artística, se puede encontrar el uso de la ingeniería mecánica en pos de crear argumentos emocionantes y dignos de seguimiento. Este ha sido un fugaz panorama al respecto. Por supuesto, existen muchísimas obras literarias más que pueden ser revisadas por Usted. Ya le he dejado una base por la cual empezar y de la cual, espero, pueda empezar a leer ya mismo una parte. La lectura es básica para ejercitar la mente y la inteligencia. Para terminar le pido que recuerde siempre al buen doctor Isaac Asimov y... sus tres leyes de la robótica:
- 1. Un robot no debe dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
- 2. Un robot debe obedecer las órdenes impartidas por los seres humanos, excepto cuando dichas órdenes estén reñidas con la Primera ley.
- 3. Un robot debe proteger su propia existencia, mientras dicha protección no esté reñida ni con la Primera ni con la Segunda Ley.
¿Quién ha podido diseñar estas leyes universales sino un ingeniero mecánico con pluma de literato?
Lima, marzo de 2010
*Artículo escrito originalmente para el Grupo Ñawpaq.
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