Hace ya casi una década, pude leer la trilogía de Marte (Marte rojo, Marte verde, Marte azul) de Kim Stanley Robinson, una obra monumental en torno a la colonización del planeta rojo, transformando su atmósfera en respirable. Se trata de un tipo de ciencia ficción entre hard y humanista, puesto que conjuntamente con una exhaustiva descripción de los procesos, experimentos, dispositivos y condiciones climáticas propias de una empresa de tal envergadura, se nos ofrece un estudio del impacto que podría significar para los seres humanos el poder colonizar, de manera realista, otro planeta. No esperen combates con extraterrestres o catástrofes, ni héroes o villanos (aunque los hay).
Con El sueño de Galileo ocurre otro tanto. Si bien la figura central es una figura clave de la historia humana, Galileo Galilei, no está descrito como un personaje de cartón piedra. Al contrario: para alguien no muy interesado en la biografía de Galileo o en cómo se vivía en la Italia del siglo XVIII, la novela podría resultar un poco árida o carente de interés, pues gran parte de la narración está compuesta por la biografía novelada de Galileo, desde la creación del telescopio hasta su muerte.
El lado propiamente enfocado hacia la ciencia ficción implica el viaje en el tiempo: resulta que los humanos del futuro han colonizado al fin otros planetas y astros del sistema solar, entre ellos, varios satélites del planeta Júpiter. Estos humanos del futuro han hallado indicios de otras especies inteligentes, ante lo cual se les presenta una serie de dilemas (un tanto incomprensibles, a decir verdad), por lo que resuelven trasladar al futuro a Galileo, quien hará las veces de árbitro entre las disputas que sostienen, entre otros, ganimedinos (habitantes de Ganimedes) y europanos (habitantes de Europa, otra de las lunas de Júpiter).
Los mejores momentos de la novela, esos que dejan al lector con la expresión de asombro en el rostro, son aquellos en los cuales Galileo realiza un descubrimiento científico o ejecuta un experimento exitoso (sus experiencias con el plano inclinado son un gozada total), o mejor aún, cuando el autor (astutamente) expone ciertas teorías actuales sobre las dimensiones del universo con el pretexto de enseñárselas a Galileo, a fin de hacerle entender la posibilidad de los viajes en el tiempo (que de resultar cierta la teoría, implicaría la creación de múltiples realidades).
Si bien la historia que conocemos no cambia (Galileo es juzgado por su apoyo a la teoría heliocéntrica), los habitantes del futuro le otorgan la posibilidad de elegir entre distintas sendas temporales (en una es quemado en la hoguera, en otra la Iglesia Católica acepta la teoría heliocéntrica). Pero Galileo entiende que no se trata tanto de su persona, sino de la humanidad y lo que significa el descubrimiento del método científico para la misma: la historia nunca más volverá a ser la misma, como bien dice un personaje de la novela:
“Éste es el hombre que comenzó a investigar la naturaleza por medio de la experimentación y el análisis matemático. Desde su época hasta la actualidad, la ciencia, empleando este método, nos ha convertido en lo que somos. Cuando hemos ignorado los métodos y los hallazgos científicos, cuando hemos permitido que las estructuras arcaicas del miedo y el control afianzaran su poder sobre nosotros, nos ha sobrevenido un desastre implacable.”
Daniel Salvo
Daniel Salvo
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