martes, 26 de marzo de 2013

Patria (Robert Harris)



Estamos en el año 1964. Los Beatles hacen furor en Inglaterra y en los Estados Unidos, pero en países como Alemania, son objeto de censura debido a los antecedentes "negroides" del rock. Existe un Acta de Contaminación de Razas según la cual, si una mujer alemana comete adulterio con un polaco, ella será recluida y su amante fusilado. J. D. Salinger, George Orwell, Gunter Grass y Graham Greene son autores prohibidos, aunque circulan copias de sus libros entre la juventud, siempre cuestionadora de los logros de sus padres.
Si. Estamos ante otra ucronía en la que los nazis han ganado la segunda guerra mundial... o algo así. En realidad, Patria (Fatherland en el original) es un thriller ambientado en un mundo alternativo, que inicia - como todo buen policial - con un crimen enigmático cometido en el lugar más inesperado. Pero el crimen llevará a una pista más que sugerente, en la cual estarán involucrados los "malos" de rigor: altos jerarcas nazis, burócratas nada torpes cuando se trata de conservar su trabajo y los eternos espías norteamericanos, que al menos en esta novela, cumplen un rol de lo más secundario. Este crimen involucra a un alto jerarca nazi del círculo cercano nada menos que al mismísimo Adolfo Hitler, cuyos setentaicinco años se conmemoran en ese año.
A diferencia de otras ficciones, la Alemania triunfante no domina el mundo, pero le da forma. Los Estados Unidos dominan la energía atómica, pero los nazis los adelantaron en cohetería. Y en lugar de invadir Rusia en invierno, lo hicieron en verano, reduciendo las fuerzas armadas soviéticas a meras guerrillas. Una pax germánica cubre el mundo, y todos parecen estar de acuerdo. Tal vez, en el fondo, todos somos nazis...
Más allá del tópico del crimen y la investigación, la novela - si bien algo cansina en sus inicios - se centra en el duro proceso interior del protagonista, el investigador Xavier March, ex - oficial a cargo de un submarino durante la guerra, quien, merced a los resultados de sus investigaciones, pasará de ser un nazi convencido (tanto como el Joseph Kennedy de la novela, que en este mundo alternativo, es presidente de los Estados Unidos en 1964) a un hombre derruido por la culpa y el remordimiento al conocer ciertos detalles de cómo se llevó a cabo la "solución final", a saber, el exterminio sistemático del pueblo judío por parte de su pueblo...  
En Patria, se supone que hay una verdad oculta que, de difundirse, destruiría las bases que sustentan el apoyo al régimen nazi, como lo hace con el inicialmente convencido Xavier March. Y es que la carrera de March es todo lo heroica que podría ser una carrera militar, aún cuando no las tiene todas consigo en su vida familiar (su esposa lo abandona y su hijo, un niño de diez años, lo repudia por no ser lo "suficientemente nazi"). Pero es eficiente en su nueva asignación como investigador, dada su honestidad y entereza. Pero estas cualidades juegan en su contra al enterarse de otros aspectos de la historia que, astutamente, el Tercer Reich ha ocultado a casi todos sus partidarios. Y ese descubrimiento, deducido a partir de ciertas listas y documentos (que existen en nuestro mundo "real"), lo lleva a buscar una especie de iluminación, la cual logra cuando, ocultos por la nieve, encuentra los restos que confirman una realidad atroz, oculta a los ojos del mundo, incluso de los propios alemanes: la existencia de lugares como Treblinka, Sobibor o Auschwitz. Tras esto, March realiza el último acto honorable que puede permitirse: quitarse la gorra de oficial del Reich, arrojarla lo más lejos posible y enfrentarse a sus antiguos compañeros.
Resta saber cuál sería el impacto de la revelación de un hecho atroz en el resto del mundo. Pero ya sabemos lo propensos que somos los seres humanos a la psicosis, esto es, a ver y oir cosas que no existen... o dejar de verlas y oirlas. Quizá el resto de ese mundo alternativo que describe Harris esté más que de acuerdo con la "solución final". 
Igual que en nuestro mundo.


Daniel Salvo

miércoles, 20 de marzo de 2013

Torre de Coral (Luis Antonio Bolaños de La Cruz)



Torre de Coral

Luís Antonio Bolaños de La Cruz



Gracias a persistir acudiendo a gozar de mis vacaciones a Cartagena y a la acuciosidad tierna de mi madre he recuperado varios ajados y antiguos cuadernos emborronados en lo fundamental de reflexiones ético-filosóficas, exploraciones del ego siempre inflado de los jóvenes que nos creemos todopoderosos, análisis de correlaciones de fuerzas político-militares como solíamos denominar a los problemas bélicos internacionales y pujos semiliterarios; en uno fechado “Diciembre 71- Octubre 72” encontré un relato que por su extraña semejanza con el famoso “Persistencia” de Josè Adolph (en Lo mejor de la ciencia ficción latinoamericana, selección de Bernard Goorden para Martìnez Roca) me permito presentar como un precuomenaje (ya se que es horrible mezclar precuela y homenaje, pero me tomo la licencia de crear un fétido neologismo para indicar con facilidad por donde irán los tiros) a ese maestro indiscutible que recién empezamos a valorar. Sin embargo, admitiré sin ruborizarme que en esa época no sabia de la existencia de la ciencia-ficción peruana y de sus escritores así que lo redactado cae asimismo en el campo de esas experiencias transpersonales que lindan con la premonición, además estaba embebido en beber los oscuros licores de la escuela lovecraftiana e imitar sus estilos, cuyo barroco detallismo y multiplicidad de dimensiones intentaba reproducir y aquí se traslada con cierta exactitud el resultado de uno de esos intentos, excepto algunas leves correcciones más que modificaciones motivadas por los Lapsus calami. (El autor)

***

La sección del Alto Comando Estratégico del Pacífico sito en Oahu encargada de la campaña “Saltando entre Islas” trazaba los planes para después de la temporada de tifones. En una de sus tantas, espaciosas y ventiladas oficinas se desplegaban un mapa y una exacerbada discusión. Se trataba de arribar a una decisión importante: cuáles islas serian elegidas para ser tomadas antes del asalto a Tarawa ( al finalizar la guerra el general Holland Smith diría que “la decisión de la Junta de Jefes de aprovechar Tarawa fue un error y de ese error inicial creció el drama terrible de los errores de omisión más que de comisión, lo que resulto en víctimas innecesarias... deberíamos haber dejado que Tarawa se secase en la parra. Podríamos haberla neutralizado desde nuestras base en otras islas”).

Los engranajes de la maquinaria marcial se pusieron en movimiento y empujaron a tragar y digerir información: fotos aéreas, atolones en relieve, corrientes marinas, divisiones disponibles, acorazados, portaaviones, lanzallamas, también especulaciones, consejas, predicciones.

Entre las escogidas existía un atolón que sólo presentaba la particularidad de ostentar una torre de coral (restos de algún extraño guyot quizás re-emergido entre convulsiones volcánico-oceánicas) que levantaba sus murallones cariados a centenares de pies de altura y encontrarse en la ruta de acercamiento de la flota de ataque del almirante Nimitz.

Las fotografías aéreas mostraban playas de rutilante blancura, tortugas, palmerales, arrecifes madrepóricos, una laguna esmeraldina, ningún blocao o fortificación, nada que permitiera suponer su ocupación por los nipones; diminuta y solitaria no parecía tocada por la mano humana (si lo pensamos ahora, tan cerca al Ecuador y abandonada, un escalofrío nos sacude), no obstante, su situación de privilegio tornaba obligatoria una visita, así que se diseñó un plan de desembarco y un regimiento de feroces marines ya experimentados en Guadalcanal fue embarcado en LST escoltados por un puñado de destructores y para abrirles camino una sección de comandos a bordo de un submarino se encargaría de conquistar la torre de coral.

En la neblinosa madrugada los botes de goma arribaron a la playa, los comandos con felina fluidad y agilidad concurrente escalaron las perpendiculares y cortantes paredes del acantilado atiborrado de balconcillos que aliviaban la trepada y festoneado de algas secas; rápidos se desplazaron como en un entrenamiento, silentes cual fieras carniceras y con alta probabilidad de compartir su letalidad, los dientes brillantes por la saliva del esfuerzo su agruparon en racimo en torno al borde almenado de la torre de coral, y tras un instante de respiro aferrando sus Garand M1 se lanzaron al ataque en posturas retorcidas para evitar disparos y con la adrenalina pulsando en las venas traspusieron los serrados parapetos de la cúspide y se desparramaron en el interior de aquella fortaleza natural. Sorpresa. Nadie había. Excepto aquel raro conjunto en el centro geométrico de la plana superficie interior, allí en un círculo de arena pálida, en torno a una raquítica palmera se desangraban los cadáveres acribillados a azagayas de tres hombres, cubiertos con herrumbrosas armaduras españolas del siglo XVI, de cuando Sebastián El Cano pasó por esos parajes para circunnavegar el mundo.

miércoles, 13 de marzo de 2013

El sueño de Galileo (Kim Stanley Robinson)



Hace ya casi una década, pude leer la trilogía de Marte (Marte rojo, Marte verde, Marte azul) de Kim Stanley Robinson, una obra monumental en torno a la colonización del planeta rojo, transformando su atmósfera en respirable. Se trata de un tipo de ciencia ficción entre hard y humanista, puesto que conjuntamente con una exhaustiva descripción de los procesos, experimentos, dispositivos y condiciones climáticas propias de una empresa de tal envergadura, se nos ofrece un estudio del impacto que podría significar para los seres humanos el poder colonizar, de manera realista, otro planeta. No esperen combates con extraterrestres o catástrofes, ni héroes o villanos (aunque los hay).
Con El sueño de Galileo ocurre otro tanto. Si bien la figura central es una figura clave de la historia humana, Galileo Galilei, no está descrito como un personaje de cartón piedra. Al contrario: para alguien no muy interesado en la biografía de Galileo o en cómo se vivía en la Italia del siglo XVIII, la novela podría resultar un poco árida o carente de interés, pues gran parte de la narración está compuesta por la biografía novelada de Galileo, desde la creación del telescopio hasta su muerte.
El lado propiamente enfocado hacia la ciencia ficción implica el viaje en el tiempo: resulta que los humanos del futuro han colonizado al fin otros planetas y astros del sistema solar, entre ellos, varios satélites del planeta Júpiter. Estos humanos del futuro han hallado indicios de otras especies inteligentes, ante lo cual se les presenta una serie de dilemas (un tanto incomprensibles, a decir verdad), por lo que resuelven trasladar al  futuro a Galileo, quien hará las veces de árbitro entre las disputas que sostienen, entre otros, ganimedinos (habitantes de Ganimedes) y europanos (habitantes de Europa, otra de las lunas de Júpiter). 
Los mejores momentos de la novela, esos que dejan al lector con la expresión de asombro en el rostro, son aquellos en los cuales Galileo realiza un descubrimiento científico o ejecuta un experimento exitoso (sus experiencias con el plano inclinado son un gozada total), o mejor aún, cuando el autor (astutamente) expone ciertas teorías actuales sobre las dimensiones del universo con el pretexto de enseñárselas a Galileo, a fin de hacerle entender la posibilidad de los viajes en el tiempo (que de resultar cierta la teoría, implicaría la creación de múltiples realidades).
Si bien la historia que conocemos no cambia (Galileo es juzgado por su apoyo a la teoría heliocéntrica), los habitantes del futuro le otorgan la posibilidad de elegir entre distintas sendas temporales (en una es quemado en la hoguera, en otra la Iglesia Católica acepta la teoría heliocéntrica). Pero Galileo entiende que no se trata tanto de su persona, sino de la humanidad y lo que significa el descubrimiento del método científico para la misma: la historia nunca más volverá a ser la misma, como bien dice un personaje de la novela:

“Éste es el hombre que comenzó a investigar la naturaleza por medio de la experimentación y el análisis matemático. Desde su época hasta la actualidad, la ciencia, empleando este método, nos ha convertido en lo que somos. Cuando hemos ignorado los métodos y los hallazgos científicos, cuando hemos permitido que las estructuras arcaicas del miedo y el control afianzaran su poder sobre nosotros, nos ha sobrevenido un desastre implacable.”


Daniel Salvo