José B. Adolph: Un recuerdo (1)
CARLOS
ENRIQUE SALDIVAR
Noviembre de 2006.
Fue
en el cercano año 2006, cuando se me ocurrió la quijotesca idea de traer al
mundo una revista de literatura fantástica. Jorge Luis Obando me propuso sacarla con el sello editorial que estaba
lanzando (en aquel entonces Magna
Ediciones). Ambos éramos compañeros en la
Universidad Nacional Federico Villareal. Cursábamos el 4to año y estábamos
desencantados por algunas publicaciones de nuestra casa de estudios. Las de
mejor calidad a menudo contenían páginas demasiado teóricas, las cuales
ahuyentaban a un lector promedio. Muchas nacieron y murieron rápido (no pasaron
del primer número). Otras, quedaron estancadas después publicar pocos números,
y ello a pesar de su calidad. Esto se debió a la escasa economía de los
estudiantes, además de una distribución muy restringida o casi nula. Jorge
Obando venía de una revista: Caleidoscopio,
una propuesta muy interesante, que en su momento tuvo realce. Respecto de ella
recordemos el segundo número dedicado a Washington Delgado (tengo entendido que
hay en proyecto un nuevo número). Volviendo a lo anterior, cuando decidimos
sacar una publicación, coincidimos en que no sería una empresa fácil. Escogí el
nombre: Argonautas, por los
héroes de la mitología griega que acompañaron a Jasón durante su odisea en pos
del vellocino de oro. El nombre quedó y pegó (una amiga me comentó que un grupo
de rock peruano lo usaría después). Ya con el nombre, el proyecto tomaba una
necesaria consistencia. Sin embargo, aún faltaba mucho por realizar. Debíamos
conseguir el material, los cuentos. Y así fue. Algunos amigos nos apoyaron con
relatos y con difusión, esta última en la medida de sus posibilidades. Yo había
conocido un año antes a Luis Torres y a su padre, un respetable caballero de
Jirón Amazonas, quien trabajaba en un puesto donde pude adquirir diversas obras
de las temáticas que más me gustaban: la ciencia ficción, la fantasía y el
terror. Torres (hijo) era todo un personaje en Jirón Amazonas. Sabía más que yo
sobre libros (y me considero un gran bibliófilo), de modo que me dio algunas
recomendaciones oportunas, las cuales seguí. Cabe decir que estos notables
consejos hicieron que mis proyectos literarios inmediatos llegasen a buen
puerto. Por intermedio de este nuevo amigo conocí a Luis León Velásquez, un
joven escritor que creaba buena poesía y sobresaliente narrativa. Ya tenía dos
cuentos para mi revista. Le pasé la voz a una joven amiga de San Marcos, Fátima
Salvatierra, quien me envió también una llamativa ficción. Ese mismo año me
contactó un (bastante) joven estudioso de la literatura: Christian Elguera, muy
empeñoso, aficionado a la literatura fantástica, y al tema gótico. Todo un año
me llevó seleccionar los cuentos, corregirlos y acomodarlos en el corpus del
texto global, luego siguió la diagramación hecha por el editor y la impresión
final bajo el sello Magna Ediciones. Había espacio, por lo que completé la
sección Cuentos con material de mi
cosecha, bajo distintos seudónimos, por supuesto. Fue una revista hecha entre
amigos, muy amateur. Prácticamente de aficionados, pero con una cierta calidad
literaria. Pegó mucho entre los amigos y algunos seguidores del género. Estaba
inspirada en Nueva Dimensión, Revista Asimov, Más allá, entre otras. Recuerdo que mi cuento La bolita (publicado con el seudónimo de Luis Eduado Milano) gustó
mucho. También resaltaron los otros relatos: Quejas de Fátima Salvatierra, Los
ojos cerrados de Jorge L. Obando, Uno
más de Luis León, La lluvia de
Christian Elguera, Transbordador de
Luis Torres En fin, sin el esfuerzo de todos, la publicación no habría sido
posible. Fue un tiraje muy pequeño, de cien ejemplares con portada en blanco y
negro. Luego habría una reedición con carátula a color. La revista fue
presentada en la Universidad Nacional Federico Villareal en noviembre de 2006.
Y, de esta manera, quedó para siempre estampada dentro del conglomerado de
publicaciones universitarias que siempre realizan una loable aportación a la
cultura pues son (muchas veces) muy valiosas.
Enero de 2007.
Mis
conocimientos de Internet y todo lo que desenvolvía en la red eran muy pobres.
No conocía sobre foros y/o revistas virtuales, tan solo una que otra página de
cuentos de terror, de esas que abundaban, ciertamente. Por aquella época el
editor de mi revista contactó con el grupo Coyllur,
de aficionados a la fantasía, ciencia ficción y terror. Ellos solían (y suelen
hoy en día) reunirse los últimos sábados de cada mes para disertar sobre diversos
temas. El editor se reunió con ellos y les dio la revista Argonautas. Así
establecí contacto con Daniel Salvo y conocí su espectacular página: Ciencia Ficción Perú, convertida ahora
en un excelente blog periódico. Descubrí también la existencia de la revista Velero 25, de Víctor Pretell. Y no solo
eso, comencé a vislumbrar el enorme conglomerado de publicaciones, todas
maravillosas, que circulaban en Internet. El papel parecía haber quedado en el
olvido (sin embargo esta impresión mía quedaría mermada después). Estaban Axxon de Argentina, Alfa Eridiani de España, Ubikverso
y Crónicas de la forja de Venezuela, MiNatura de Cuba-España y tantas otras
que hasta la fecha siguen deleitándome a mí y a muchos. Por entonces yo estaba
preparando el segundo número de mi revista y me di cuenta de que había un
escritor que publicaba continuamente en Ciencia Ficción Perú. Era José Bernardo
Adolph. Yo seguía su narrativa desde más o menos el año en que ingresé a la
universidad (2000). Tenía varios libros suyos, los cuales había disfrutado con
creces, desde que adquiriera el primero: Cuentos
del relojero abominable, narraciones tan perfectas como Exploración o Persistencia me marcaron para siempre. Para mí, establecer contacto
con este maestro era dar un paso agigantado que iba de la revista de
aficionados a una publicación profesional que estuviera destinada a presentar
solo material de primera calidad. El editor se comunicó con él y le solicitó un
cuento. El día que saltaron los chinos
fue publicado en la revista Argonautas,
número 2 y tuvo tantos elogios que (tal vez esto solo sea una creencia mía)
opacaron el resto del material. Ahí pude publicar por primera vez a su lado. Mi
cuento Entelequia (colocado con el
seudónimo de Leonardo Gabriel) ya mostraba ciertos atisbos de lo que yo
escribiría más adelante. Tuve la oportunidad de publicar un relato que me satisfizo
mucho: Plaste, que continuaba mi saga
de los Suprahumanos iniciada por mi
cuento Elix (publicado con seudónimo
en el primer número de mi revista). Coloqué también Reubicación, ficción que después incluiría en mi primer libro de
narraciones cortas. En Argonautas,
número 2 publicó Daniel Salvo (este autor escribe muy buenos relatos de
fantasía, ciencia ficción y otros géneros; desafortunadamente aún no tiene un
libro editado, pero sí varios textos en revistas nacionales y del extranjero,
virtuales y en papel). Participó además Luis Bolaños De La cruz con un sesudo
artículo que demostraba su gran inteligencia y su amplia capacidad de
observación (Luis Bolaños también escribe ficción y ha sido publicado en el
extranjero). En dicho volumen apareció además Nocturno, seudónimo de Jorge Vergara, un (bastante) joven amigo de
la Universidad Nacional Federico Villareal. En el verano de 2007 el segundo
número de la revista veía luz, y ya contábamos con un nuevo colaborador en
nuestras filas: el brillante José B. Adolph.
Mediados de 2007.
Después
de la publicación de Argonautas, número 2,
volumen muy superior al iniciático primer número, debí ausentarme por motivos
de viaje. Este imprevisto estancó la labor que realizaba con la revista Argonautas, número 3. Pero a mediados de
año pude ponerme al día con la revista (al mismo tiempo que me reintegraba a la
universidad para cursar mi último año). Yo mismo me comuniqué con José B.
Adolph y le propuse la publicación de uno de sus mejores relatos: Castigo, cuento que había aparecido en
su excelente libro La batalla del café,
y que además había ganado el concurso de 1000 palabras de la revista Caretas en el año 1983. Dicha narración
también apareció en la antología de la misma revista que incluía los mejores
cuentos de mil palabras. Un texto perfecto que hizo las delicias del público y
se mantiene vigente a pesar de los años. Con suma cortesía se lo pedí y él, con
soberana gentileza, me lo cedió. La revista Argonautas,
número 3, estuvo completa más o menos en junio de 2007. Publicaron algunos
escritores nuevos, como Yelinna Pulliti, a quien conocí en la primera reunión
de Coyllur a la que asistí. Luego estuvo Javier Cotillo, notable educador y
escritor juvenil e infantil. Luis Torres y Luis León Velásquez seguían
presentes (ambos habían sido publicados en los números anteriores). Volvió
Christian Elguera con un magistral cuento de horror. Yo tuve la oportunidad de
publicar tres relatos, dos de ellos con seudónimo. La casa nave fue el cuento que más gustó y por ello decidí
incluirlo en mi libro Historias de
ciencia ficción al siguiente año. Publiqué además un tercer cuento de la
saga de los Suprahumanos: Luz, muy
importante para mí pues me dio una pista de cómo escribir historias de largo
aliento sin cansar al lector. El tercer número de mi revista implicó todo un
reto, empero había adquirido una gran experiencia y, gracias a ella, podía
seguir sacando nuevas ediciones (viene a colación decir que se vendió muy bien,
pudimos recuperar el dinero invertido). El problema surgió cuando el editor y yo
pensamos en sacar el cuarto número a finales de 2007. Un volumen dedicado
íntegramente a José B. Adolph.
Fin de 2007.
Jorge
Obando le avisó del homenaje, aunque no se atrevió a solicitarle un cuento
inédito. Fue yo quien le escribió comentándole sobre la idea de sacar una breve
antología de ciencia ficción e incluir a nuestro entrañable escritor en primer
lugar. Si tal proyecto no se realizaba, el cuento podría ir en Argonautas, número 4. José B. Adolph se
mostró muy animado y me envió el relato Virgo
Intacta. La antología que tenía planeada nunca llegó a ver luz. Pero con la
revista había un compromiso ineludible, algo que iba más allá de nuestros intereses
y deseos. El año 2007 ya iba a terminar, hubo un congreso en octubre, en
Huanchaco (donde tuvo lugar un homenaje a nuestro apreciado Adolph). La revista
no salía aún, yo tenía el material, los cuentos, correcciones pendientes (ese
año ingresé al taller internacional Los
Forjadores, donde aprendí muchas cosas novedosas respecto del arte de publicar
y escribir como se debía). Conocimos a Giancarlo Stagnaro, quien se mostró muy
animado por la publicación y nos facilitó un efectivo relato: A donde van las almas. El volumen
incluía cuentos, artículos y ensayos de diversos autores consagrados y nóveles.
Un estudio magnífico de Elton Honores (un amigo que siguió a Argonautas desde el principio y ahora es
un valorado estudioso de la literatura fantástica), Christian Elguera (quien
estuvo con nosotros desde el primer número), Rony Vásquez (actual director de
la revista de ficción brevísima Plesiosaurio,
Luis Cangalaya (ex compañero de estudios en mi Alma Máter), Daniel Salvo, Luis
Bolaños De la cruz, Adriana Alarco de Zadra (soberbia narradora y poeta, Presidenta
de la Casa Museo Ricardo Palma), Yelinna Pulliti, Javier Cotillo, David
Anchorena (un joven narrador que vive en Huanchaco, Trujillo), Armando Alzamora
(constante promotor de eventos literarios en la Universidad Nacional Federico
Villareal), Nocturno (Jorge Vergara, una vez más), Luis León Velásquez, Pedro
Félix Novoa, entre otros. Sobre todo, pudimos contar con la presencia de Carlos
Eduardo Zavaleta, el segundo escritor grande que se había animado a publicar en
nuestra revista y uno de los mejores cuentistas y novelistas peruanos de todos
los tiempos. Muy distinto en estilo a José B. Adolph, y muy cercano en lo que respecta
a la calidad artística y a la perfección de la prosa.
Trágico verano de 2008.
José
B. Adolph sabía del homenaje y sé que estaba muy contento por éste, no obstante
su salud por aquella época no era óptima. Recuerdo que le pedí (muy atrevido de
mi parte) que prologara mi libro de cuentos Historias
de ciencia ficción, sin embargo por motivos de salud no pudo hacerlo. El
jueves 20 de Febrero a las 11 de la mañana una complicación generalizada acabó
con su vida dejándolo para siempre en el territorio de la leyenda. Fue Adriana
Alarco quien nos dio la noticia en el foro de Coyllur. Me deprimí por un
tiempo. Una oleada de remembranzas vino a mi cabeza por aquellos duros días.
Recuerdo su entrañable conversación con Marco Aurelio Denegri, su vocecita ágil
e inteligente. Recuerdo la entrevista (ahora clásica que le hizo Giancarlo
Stagnaro). Recuerdo una gran variedad de cosas. Como que él fue, de algún modo,
un argonauta más en ese viaje incesante por expandir nuestra imaginación. Nunca
lo conocí en persona, nunca lo vi. Me hubiera gustado saludarlo al menos una
vez. Siempre fui un personaje tímido, quizá un tanto introvertido, aunque
últimamente este aspecto de mi personalidad ha cambiado. Gracias a José B.
Adolph. Mañana, las ratas es su mejor
novela, una espectacular especulación humana, política y filosófica que bien
podría quitarle a El Neuromante de
Willian Gibson el título de la primera novela cyberpunk en la historia de la
ciencia ficción. Sus libros de cuentos son, todos ellos, perdurables. Lo es
además su aporte a la cultura latinoamericana. Sus premios y grandes logros. Su
aparición en textos que, durante mi adolescencia, leí (de ciencia ficción por
supuesto, editado, alguno de ellos, en ¡Estados Unidos!, y en los cuales él
representaba al Perú, como máxima figura del género de anticipación en nuestro
país). Porque escribía muy bien, hay que decirlo. Era ESCRITOR, con mayúsculas.
Ha influido mucho en el estilo literario de una generación y sobre todo en el
de la persona que habla. ¿Quién no podría asegurar que mis cuentos Visiones en conjunto o Volar como los pájaros (publicados en mi
libro), o El revivido (publicado en
la selección narrativa Otros Villanos),
no tienen algo de su esencia. Claro que tienen mucho de él. José B. Adolph no
ha muerto. Su espíritu sigue revoloteando alrededor de nosotros. Esta revista,
este homenaje a él, es una prueba (como tantas más) de ello.
Fin del año 2009.
Viernes 4 de diciembre de 2009
¨ Texto leído en
la presentación de la revista Argonautas,
número 4, en la Feria Nacional de Libro Ricardo Palma el día 7 de diciembre
de 2009.