He aquí una revista que se propone llenar un vacío de la información: el que corresponde a noticias, estudios y reflexiones, acerca de hechos considerados insólitos.
Demás está decir que muchos nos volvimos fanáticos de Lo Insólito que, a partir del primero de junio de 1977, se publicó quincenalmente, sin fallar ni una sola vez a la cita, hasta su último número, el cincuenta, publicado en 1980. Llegué a coleccionar los cincuenta números que publicaron, convencido de que los casos y fenómenos publicitados en la misma eran tan verídicos como cualquier otro evento. Tenía entre nueve y diez años cuando comencé a coleccionarla. Doce al finalizar la publicación.
De modo que ese período de mi vida transcurrió esperando con avidez cada quincena, a la espera de la columna Extraño, muy extraño de la misteriosa periodista Zizi Ghenea, los fantásticos cuentos disfrazados de humor de todo color de la escritora María Tellería Solari (autora del cuento La apotéosis de la maestra, un excelente relato fantástico), las apocalípticas Noticias espeluznantes, la sección Miscelánea (gracias a la cual supe de la existencia de escritores como Isaac Bashevish Singer, René Barjavel, Alvin Toffler), que demostraba que nuestro Perú estaba plagado de esoteristas, curanderos, videntes, brujas, tarotistas, cabalistas, alquimistas, iniciados de las más diversas tradiciones ocultas. Las ilustraciones a cargo de Jorge Bernuy convertían cada historia en un clásico. Y qué decir de la sección Nuestro invitado de hoy, por la que desfilaron parasicólogos, sacerdotes, contactados, . Fue gracias a Lo Insólito que el hoy disuelto Grupo RAMA se hizo famoso a nivel mundial, prometiendo una catástrofe mundial que nunca llegó. Las excursiones a la meseta de Marcahuasi hicieron furor luego de ser publicadas las ideas del desaparecido Daniel Ruzo en torno a las formaciones rocosas existentes.
Con los años, empezaron a ocurrir extraños fenómenos. Algunos OVNIs fotografiados comenzaron a parecerse más a hornillas de cocina que a naves interplanetarias. Otros dejaron ver misteriosos remaches, más propios de calderas de vapor que de motores atómicos. Los extraterrestres nunca descendieron y los contactados se convirtieron en oficinistas. A los objetos que los rusos hacían flotar en el aire se les rompió el hilo. Las cartas del tarot se ajaron, la Atlántida nunca fue encontrada, los esqueletos de origen desconocido resultaron ser huesos de tiburón, las piedras grabadas de Ica se desdibujaron. Los sueños de la infancia fueron reemplazados por los de la adolescencia. De Lo insólito, cuyo último número fue publicado en 1980, me pasé, no se si con cierta lógica, a la ciencia ficción, la fantasía y el terror. Es decir, literatura y ficción en torno a fenómenos que ahora sabía inexistentes, pero que no habían perdido - al menos para mí - su mágico poder evocador.
De manera que Lo Insólito, producto de la labor de Jorge Castro de los Ríos, Alvaro Ruiz de Somocurcio, Zizi Ghenea, María Tellería Solari, Tiberio Petro - León, Jorge Bernuy, el grupo COARTE, cumplió al final su labor: asombrar, hechizar, iniciar, enseñar... trazar un camino que nos ha llevado, a algunos, a seguir soñando con mensajes de los astros, con mundos más allá de la imaginación, con lo insólito que se oculta a la vuelta de la esquina.
El presente editorial es, por eso, un falso requiem, por que Lo insólito no ha muerto, sigue vigente. Siguen ocurriendo hechos inexplicables, como el que un chico de pueblo acabe abjurando de una mediocre carrera de abogado para dedicarse a escribir un blog sobre ciencia ficción, descuidando su hogar con esposa y dos hijos, detenido en unos eternos doce años, soñando aún con naves, brujas y monstruos. Observando de vez en cuando los cielos, esperando que retornen.
Extraño, muy extraño...
Daniel Salvo, abril de 2011