Sobre Iris, de Edmundo Paz Soldán, publiqué una breve reseña en el Diario Oficial "El Peruano". Adjunto el texto de la misma:
Edmundo Paz Soldán no necesita presentación como escritor, siendo conocida su solvencia narrativa dentro y fuera de Bolivia, su país natal. También es conocida su afición al género de la ciencia ficción, lo que se ha evidenciado en ciertos aspectos de obras suyas como Sueños digitales o El delirio de Turing.Iris es, sin embargo, ya una novela que calza de lleno dentro de las convenciones de ese género, lo cual debe haber ocasionado más de un dolor de cabeza para quienes postulan que los escritores latinoamericanos deben encauzar sus obras entre el realismo y lo real maravilloso. Con este libro, ambientado en un futuro no muy distante, cuyos personajes emplean un lenguaje inventado (una suerte de spanglish futurista), Paz Soldán se suma, sin aspavientos, a la cada vez más nutrida estirpe de iconoclastas de la narrativa latinoamericana.
La temática de Iris gira en torno al desencuentro entre las eternas necesidades de explotación de recursos naturales que requiere la civilización y el impacto directo que esta explotación genera, paradójicamente, entre quienes no se benefician de la misma. No es pues una novela escapista, sino más bien distópica.Otro gran mérito de Paz Soldán como narrador de ciencia ficción consiste, a mi juicio, en su reconocimiento de la influencia de otros autores del género. No es un ejercicio bien intencionado y falto de conocimiento del género. Iris, en cambio, viene a ser una piedra miliar tanto en la carrera narrativa de Edmundo Paz Soldán como en el cada vez más creciente ámbito de la ciencia ficción latinoamericana.
Lo breve de la reseña se debe a que el papel es tirano, y los centímetros - columna conspiran contra la eterna pretensión verborreica del redactor de turno. Considero, sin embargo, añadir algunas cosas sobre Iris, cuyas imágenes no terminan de irse de mi cabeza.
Para empezar, diré que en un principio, pensé que la novela estaba ambientada en otro planeta. Los referentes cotidianos a los que aluden los personajes - comidas, cultos religiosos, costumbres sociales - exigen al lector una lectura por demás atenta, so pena de perderse en los meandros laberínticos de Iris, laberintos que funcionan tanto en la superficie como en las entrañas de la tierra. El resultado de dicha lectura atenta es comprender, entre otras cosas, que Iris no es otro planeta, si no más bien un espacio, un ámbito del nuestro que tiene la virtud de convertir (o pervertir) lo humano en alienígeno. En ese aspecto, evoca a Picnic junto al camino de los hermanos Strugatsky (novela en la que se basó la película Stalker), puesto que Iris se nos muestra como un territorio en el cual las leyes que rigen lo humano (leyes naturales y sociales, por decirlo de algún modo) carecen de vigencia: el efecto de Iris es absoluta e irredimiblemente deshumanizador. No hay buenos ni malos, ni personajes que no estén aquejados por alguna tara, ya sea física o sicológica. Incluso los adelantos tecnológicos, expresados tanto en artilugios de avanzada como en androides o seres genéticamente alterados, no son aquí los heraldos de un futuro mejor, si no una suerte de freakshow ininterrumpido, en el que los criminales acaban siendo la última esperanza de recuperación de una humanidad en contínua degradación.
Las evocaciones que hacen los personajes respecto a cómo son las cosas fuera de Iris - del mundo exterior se dice que es limpio, próspero y libre - acrecientan esa sensación de anormalidad, pues en ocasiones llevan a pensar que no son otra cosa que mentiras y que el mundo entero se encuentra en ese estado de degradación, o, peor aún, en efecto el mundo exterior es tal como lo describen precisamente por que existen lugares como Iris. El disfrute de unos se basa en el sufrimiento y explotación de otros.
Tan desesperanzada situación lleva, entre otras cosas, a conatos de rebeldía, expresados de manera tanto superficial como subterránea. Así pues, en la superficie, aparecen rebeldes rodeados de la eterna aureola mística, perdidos en incesantes atentados que al final parecen una especia de juego de policías y ladrones con los representantes del orden establecido. Pero es en el mundo subterráneo donde ocurren las cosas más interesantes. Cultos religiosos en torno a deidades de origen incierto toman por asalto la mente de los irisinos, tanto aborígenes como ocupantes, ¿Se trata de ilusiones, producto de las eternas ansias de liberación de los oprimidos o del consumo de sustancias alucinógenas, o se trata de entidades reales? La manera en que Paz Soldán menciona a sus terribles y caprichosas deidades hace que estas acaben por transformarse en otros personajes de la novela, dotados de una vida acaso más real que las de sus adoradores.
Iris es, en suma, un mundo en el que nadie quisiera vivir. Lo malo es que ya tenemos varios Iris en este mundo.