sábado, 1 de mayo de 2010

Reseña: Furia feroz (J.G. Ballard)




Inexplicablemente, la versión editada por Minotauro en su sello Booket clasifica esta novela como de "crimen y misterio". En buena hora para mí, por que de haberla etiquetado como ciencia ficción, es poco probable que hubiera arribado a nuestras costas peruanas.

Ahora bien, considerarla como de "crimen y misterio", o más a la antigua, como policial, no es del todo desacertado. Efectivamente, hay un crimen, y bastante horrendo: un día cualquiera, en Pangbourne Village, un condominio cerrado, suerte de isla urbana artificial cuyos integrantes pertenecen todos a familias ricas, felices y exitosas, todos los adultos amanecen muertos. Asesinados de una u otra forma. Y los hijos, desaparecidos. Ante este "crimen y misterio", aparece la figura arquetipica del detective-que-sabe-más-que-la-policía, en este caso, un cansino y anodino siquiatra llamado Richard Greville, a quien el lector bien puede imaginar usando un abrigo a lo Humphrey Bogart en lugar de una bata de médico. Greville colabora con la policía para descubrir al asesino, o asesinos, y averiguar el paradero de los niños. Casi, casi, casi un thriller más.

Excepto que se trata de un thriller escrito por J.G. Ballard, el Ballard que dijo aquello del espacio interior, el Ballard cuya ciencia ficción explora no el futuro lejano sino los próximos quince minutos. El Ballard capaz de resolver el misterio a la mitad de la novela, para luego construir otro argumento centrado en los antecedentes del crimen y su vinculación con el resto de la sociedad, tanto la de la novela como la nuestra. Por que es imposible no identificar a los asesinos como seres engendrados por nuestras mejores intenciones, y que no siempre es la falta de educación o de oportunidades la que convierte a un ser humano en un criminal. El pesimismo de Ballard es total: parece decirnos que hagamos lo que hagamos, la sociedad humana siempre mantendrá su cuota de antisociales e inadaptados, y que dicha cuota va en aumento. La ambientación de la novela a finales de los años ochenta del siglo XX no la hace menos "futurista".

Más aún, la identidad de los criminales, cuando deja de ser un secreto, deviene en fastidio para las autoridades. La sociedad no quiere admitir sus errores, y prefiere barrer la basura debajo de la alfombra. Esto produce otro giro de tuerca: el siquiatra que fungía de detective se convierte en morboso observador del accionar de los criminales - a quienes no se puede o no se quiere capturar - durante los años posteriores a los acontecimientos ocurridos en Pangbourne Village. Como solemos hacer todos: limitarnos a atestiguar el desastre, contribuyendo así al suicidio colectivo.

Esta vez, con mucho acierto, el texto de contraportada pone: "Una reflexión mordaz sobre la violencia, la educación y la sobreprotección de la infancia".

Daniel Salvo

2 comentarios:

  1. Dónde conseguiste el libro. Suena interesante y sin leerlo ya imagino quiénes fueron los asesinos.

    Has leído 10 negritos de Agatha Christie?

    Saludos!

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  2. 8 soles en el stand de Riguse, en la Feria del Libro. De Agatha Christie leí "10 cerditos". Oink.

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