Referirse a Un mundo feliz (A brave new world) de Aldous Huxley puede parecer tópico a estas alturas. Un futuro descrito como el máximo logro de la mecanización y de la planificación humana, en el cual la sociedad ha sido rígidamente jerarquizada en base a la eugenesia, ocupando el lugar más alto de la escala los intelectuales Alfa (seres humanos nacidos con sus facultades completas) y el más bajo, los Epsilon, seres a quienes se ha limitado el suministro de oxígeno durante el período de gestación (en el futuro descrito por Huxley, los seres humanos no se reproducen sino que son incubados artificialmente), de manera que su inteligencia es mínima, apenas lo justo para ocuparse de las tareas más simples y repetitivas de la sociedad.
Sin embargo, a medida que nos adentramos en la historia, descubrimos que los Alfa también forman parte de ese mismo esquema: sus vidas son tan insípidas y carentes de brillo como las de los Epsilon. Todos los seres humanos son tratados como piezas integrantes de un mecanismo, algunas arriba y otras abajo, pero piezas al fin y al cabo.
A fin de que las piezas no se den cuenta de la situación alienada en la que viven, se les provee de entretenimiento y tareas que les dan la ilusión de ser importantes y de llevar vidas con algún sentido. Y para cada pieza, o tipo de ser humano, hay un tipo de entretenimiento. Los Alfa no disfrutan de lo mismo que los Epsilon, y viceversa.
En el mundo descrito por Huxley, este aspecto no suele llamarnos la atención. Nos alarma el automatismo y la instrumentalización del ser humano, el hecho de convertirse en una suerte de ganado cuyo destino está determinado desde su concepción, pero no solemos reparar en los métodos utilizados por dicha sociedad del futuro para mantener el estado de cosas.
Uno de esos métodos es, cómo no, el control de los medios de comunicacion. Hay cine y televisión en ese mundo feliz, al igual que medios impresos, pero emitidos e impresos según la clase a la que pertenece el destinatario. Hay periódicos para los Alfa y periódicos para los Epsilon (o los Beta, Gama o Delta), y cada medio tiene una estructura diferente. Por citar los tres diarios que se mencionan en la novela: El Radio Horario, para las clases altas (Alfa y Beta), la Gaceta Gamma, y El Espejo Delta, compuesto por palabras de una sola sílaba.
Ahora, a pesar de que no vivimos en Un mundo feliz, ¿no encontramos lo mismo en nuestros puestos de periódicos? Parece una verdad de perogrullo que desde siempre hay periódicos, revistas y programas de televisión "para todos los gustos", pero como que la verdad, en nuestro caso, se parece a la ficción de manera mas bien siniestra y negativa: así, la verdad sería que, en lugar de contar con medios de entretenimiento y noticias "para todos los gustos", es decir, que recogen las preferencias del público; lo que tenemos es un conjunto de medios que para nada toma en cuenta cosas tales como el gusto o las preferencias del público, sino su capacidad para lograr disfrutar o apreciar determinados productos. Lean sino esta "columna periodística", aparecida el domingo 20 de noviembre de 2011 en un diario de amplia circulación.
Vistas así las cosas, tenemos un cuadro alarmante y hasta pesimista de nuestro futuro inmediato. Por que los diaríos de mayor lectoría en el Perú, al igual que los programas de televisión de mayor audiencia, parecen ser sólo aptos para Epsilons o Gamas. Por que ese parece ser el ciudadano peruano promedio al que estamos arribando.
¿Se dan cuenta de que es muy distinto decir que esos diarios y programas de televisión, así como la mayor parte del cine que se exhibe en nuestras salas, recogen las preferencias y los gustos de sus lectores; a decir que dichos medios están dirigidos a lectores de determinadas características? No se trata entonces de gustos, de preferencias, de opciones, sino de capacidad mental.
¿Es el destino del peruano convertirse en una especie de Homo Idioticus, un Gama o un Epsilon? ¿Los medios de comunicación fomentan este estado mental, o simplemente lo reflejan? Como sea, es muy difícil que la respuesta conduzca a un mundo realmente feliz.
Daniel Salvo
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