Desde cierto punto de vista, podría decirse que la editorial Minotauro, vieja conocida de los aficionados al fantástico y a la ciencia ficción, se apuntó un tanto al publicar esta antología, así como una segunda compilación de relatos de zombies, Zombies 2.
El esfuerzo de publicar este volumen es algo que agradezco, por que el resultado es, en buena cuenta, una lección para los escritores, noveles y no tanto. Y es que, mientras en el Perú a veces nos pasamos años y años mirándonos al ombligo luego de publicar un cuentito en un blog que sólo es leído por cuatro gatos, los relatos sobre zombies que se publican tan solo en un año dan para una o varias antologías. Y qué decir de los nuevos subgéneros nacidos en las últimas décadas (¿no que la ciencia ficción estaba en decadencia?): biopunk, dieselpunk, faithpunk, historia alternativa, retrofuturismo, nueva space-opera... Como para ir haciendo espacio en nuestros estantes (físicos o virtuales), y en nuestros bolsillos.
Sin embargo, como observé en un comentario hecho en el Facebook, algo me ocurría con esta antología. Que los relatos eran de zombies, pues eran de zombies. Que los autores incluían a lo más graneado del género, pues esos eran (Simmons, King, Barker, Martin, Gaiman, Silverberg y otros). Que eran relatos frescos, recientes, y redactados en un lenguaje literario, lejos de las toscas (es un decir) historias acartonadas y simplonas de principios del siglo XX, pues muchos de ellos son de por si una lección de taller de narrativa donde nada falta (diálogos bien estructurados, personajes creíbles, argumentos variados). Se trata de relatos solventes, de una calidad irreprochable.
Excepto por un detalle: la gran mayoría de ellos me resultaron bastante sosos, por no decir aburridos.
Es decir, tenían zombies, tenían terror, tenían ciencia ficción, tenían puntos de vista originales para tratar un tema aparentemente agotado; pero a muchos de los relatos les faltaba ese sentido de la maravilla que debe impregnar a un buen relato de ciencia ficción, fantasía o terror incluso. Algunos se me hicieron intragables, dejándome la sensación de no haber leído nada. O no los entendí, o me aburrieron.
Sin embargo, sería injusto no reconocer lo bueno de algunos relatos, que bien podrían ser publicados en una antología aparte. Y me da gusto saber que algunos autores clásicos conservan la vena, la capacidad de maravillar al lector, con su inimitable estilo que los gringos llamarían old fashioned (pasado de moda), pero que al final de cuentas, resulta siendo más efectivo y contundente a la hora de entretener al lector.
Porque de eso trata la literatura. Al menos, la literatura que a mi me gusta.