miércoles, 2 de septiembre de 2009

Editorial: ¿Dónde estábamos cuando ocurrió todo esto?




En pleno agosto, leí en el más que recomendable blog Río Fugitivo de Edmundo Paz Soldán un post sobre un curso dictado en España, dedicado "a Edgar Allan Poe y sus descendientes en la literatura española y latinoamericana". Entre otros interesantes apuntes, se menciona la producción literaria de Fernando Iwasaki - " este escritor peruano es hoy por hoy uno de los que más está haciendo por la literatura de horror en español" - y las opiniones de Peter Elmore - "que habló del lado siniestro de la literatura latinoamericana" -. Por lo visto, un curso de lo más interesante.
La vaina - permítaseme la vulgaridad - es que nunca me enteré cuándo pasó ni como fue. Ni para promoverlo a través de mi blog Candor Chasma, o para preguntar por ahí otros datos que podría compartir con los aficionados a la literatura fantástica en todas sus vertientes.
Lo que lleva a preguntarse ¿saben a quiénes se dirigen cuando organizan estos eventos? Digo, supongo que el wishful thinking de la mayoría de académicos vinculados a la literatura es que sus investigaciones y ponencias sean apreciadas por otros académicos o, en todo caso, por escogidos.
Bueno, tengo malas noticias: la literatura fantástica - o sea, el terror sobrenatural de Stephen King, la fantasía épica de Tolkien, el slipstream metarreferencial de Thomas Pynchon- nos interesa más a los frikis que a los académicos. O sea, a los alharaquientos aficionados que nos vestimos de Obi-Wan-Kenobi, intercambiamos libros de portadas colorinches, compramos toda la saga de Harry Potter o Crepúsculo y vivimos al tanto de los nominados al Premio Hugo de turno. Si pues, esos somos el verdadero target, parafraseando a los expertos en marketing.
Que entendamos o no el lenguaje especializado o el marco teórico que sustenta el análisis de una o más obras es asunto nuestro. Después de todo, por experiencia, puedo dar fe de que muchas veces los académicos ni siquiera se entienden entre ellos. Los seguidores de Lacan fruncen el ceño cuando se menciona a Derridá. Los postestructuralistas se ríen del psicoanálisis. ¿Y? Igual es así como avanza el conocimiento, cuando llegamos a ser conscientes de que no existen verdades absolutas y que siempre se pueden ver las cosas desde un ángulo distinto. Y eso puede lograrlo el estudiante más aplicado como el simple lector autodidacto, por que es una cuestión de interés, de amor hacia un género o una temática. Sin amor a la literatura fantástica, mal podremos efectuar estudios serios sobre la misma, o aceptar conclusiones sobre la misma. Lo que natura no da, Salamanca no lo presta.
Mucho me temo que en un país como el nuestro, tan idiosincrático en sus prejuicios, exista un interés genuino en esta temática, la literatura fantástica. Aún no nos sacudimos de la pose solemne que establece límites en lugar de tender puentes. Aún no queremos que los advenedizos tomen posesión de ámbitos que siempre han sido "nuestros": el ámbito urbano, el ámbito cultural, el ámbito literario... ¿Permitir que lo fantástico llegue a ocupar el lugar de la literatura con mayúsculas, oleada y sacramentada? No, ni así estén involucrados escritores como Fernando Iwasaki o críticos como Peter Elmore.
De modo pues que esperamos, para una próxima ocasión en la que se reunan para hablar sobre ese tipo de literatura que tanto nos gusta, esto es, la literatura fantástica, nos pasen la voz. Aunque sea para ver caras nuevas.

Daniel Salvo


Antihielo (Stephen Baxter)



Contrario a lo que pude experimentar leyendo El sindicato de policía yiddish (una historia policial que transcurre en una realidad alternativa), Antihielo se me hizo más fácil de leer por lo trepidante de la historia y por su obvia pertenencia al género de la ciencia ficción. Como que homenajea tanto a Julio Verne y a H.G. Wells, nada menos.
Y es también una ucronía con todas las de la ley. Cambio en la historia, cambio en la tecnología, cambio en todo. Y todo ello, sin dejar de ser una aventura llena de acción.
El punto de partida es el descubrimiento en la Antártida del antihielo y sus efectos. El antihielo es una sustancia que, sometida a cierto proceso, libera grandes cantidades de energía (no digo más para no caer en el spoiler). El hecho es que su uso permite lograr grandes avances tecnológicos, adelantando muchos de los descubrimientos del siglo XX al siglo XIX en el que se desarrolla la acción. Como siempre, hay quienes desean utilizar el antihielo para el progreso de la humanidad, y otros para causas menos altruistas. El hecho de que Inglaterra posea el monopolio del antihielo provoca las suspicacias de su eterna rival, Francia, y del creciente poder de los prusianos. En el marco de una exposición mundial, cruzaran sus destinos el bisoño oficial Ned Vicars y sir Joshua Traveller, el genial científico que ha logrado los más ingeniosos usos para el antihielo. Sir Joshua tiene una nave aérea, la Faetón, basada en esta nueva tecnología, cuyos reales alcances y capacidad parece ignorar. Un intento de sabotear la nave de sir Joshua impulsará la acción hacia un imprevisto viaje a la luna, o mejor dicho, a las lunas: al parecer, un cometa impactó nuestra luna mucho tiempo atrás, desprendiendo un pedazo de la misma que acabó por convertirse en un nuevo satélite, cuya cara oscura oculta más de un misterio. Durante el viaje, asistimos a un despliegue de los adelantos steampunk más sorprendentes, los cuales, a la manera verniana, abarcan desde sistemas de circulación de agua y desagüe (para baños calientes) hasta salas de fumadores o artilugios para beber en un ambiente carente de gravedad. Sin mencionar la presencia del infaltable mayordomo inglés y la peculiar psicología del saboteador.
Al alunizar, los improvisados astronautas deberán vérselas con el desafío que constituye el volver a la Tierra, teniendo en cuenta que el antihielo, por sí solo, carece de utilidad. La solución debe encontrarse pues en las lunas, y vaya que no carece de lógica ni de didactismo científico. El maestro Verne estaría más que contento con los resultados obtenidos por Stephen Baxter. Sin embargo, Baxter se da maña para sugerir un inquietante giro en la historia, como puede ser el inicio de tendencias fascistas precisamente en el seno de la potencia mundial en que se ha convertido Inglaterra a causa de su control sobre el antihielo. Como para recordar aquello de un gran poder conlleva una gran responsabilidad...

martes, 1 de septiembre de 2009

El hacedor de universos (Philip José Farmer)


(comentario de Daniel Mejía)

El finado Philip José Farmer (1918-2009) tenía ideas audaces y salvajes, eso nadie puede negarlo, muchos le culpan de arruinar el final de sus series (florecientes por donde se vean y vastas en número) al estirar demasiado la idea y dejarla muerta al sacarle todo el jugo. Solo una vez me ha pasado eso y ha sido con el Mundo del Río. La saga del Mundo de los Niveles de la cual solo se han impreso dos partes y en distintas editoriales (El Hacedor de Universos[1965] –novela que nos toca reseñar- en Edhasa 2da Etapa, y Los Pórticos de la Creación [1977] en Dronte Libros Nueva Dimensión) no me ha decepcionado hasta el momento, y a pesar de que veo que le llueven críticas negativas de prestigiosos bloggers del fandom español de CF, la veo como el inicio de una serie muy entretenida que hará las delicias de los amantes del pulp y la novela de aventuras.

El protagonista es Robert Wolff, un norteamericano promedio que vive una vida no muy prometedora y al empezar la novela esta entrando en el crepúsculo de su vida, cuando por azar o designio un misterioso personaje llamado Kickaha que parece más bien salido de una novela del ciclo de Tarzán o de Pelucidar se le aparece haciendo frente a un ejército de creaturas monstruosas y desapareciendo por una puerta que no estaba ahí antes, invitándole a la aventura de su vida. Fantasía dirán ustedes, nada más lejos de ello. El maestro Farmer se distinguía por tener un enfoque altamente científico o mejor dicho cienciaficcionero a lo que parece fantasía, volviéndola en ciencia factible.

Cuando Wolff sopla el cuerno que Kickaha le deja, es transportado como por arte de magia a un fabuloso mundo escalonado en forma de pirámide, regido por un miembro de un pueblo de semidioses cósmicos. Dichos seres son poseedores de una ciencia tal que les permite diseñar universos y crear vida a su capricho. Claro está que el viaje de Wolff a este mundo no ha sido del todo coincidencia, Kickaha alias Paul Janus Finnegan (léase Philip José Farmer dentro de la novela, como lo hiciera con Peter Jairus Frigate en El Mundo del Río), un terrestre quien ha caído hace buen número de años en este mundo piramidal, que ha adoptado el nombre de un dios tramposo nativo-americano entre uno de sus muchos alias, y que está rodeado de enemigos y aliados en cada nivel de este universo, tiene mucho porque responder, y el despiadado Señor que rige este mundo de aventura casi infinita dará batalla por su trono. Como ven casi nada. ¿Les dije que el Señor de este mundo, Jadawin está perdido y hay que encontrarlo? ¿Y que hay un usurpador en su lugar? No, claro, casi nada.

Aunque la obra no supera las 200 páginas, la fuerza de sus imágenes y situaciones la hacen valer un Ilión o una Estrella de Pandora. La aventura es constante y no es sino un homenaje abierto a las novelas de Edgar Rice Burroughs, Robert Howard, Zane Grey, Julio Verne, etc. Eso si, todo tiene una explicación, no hay cabida a lo sobrenatural en lo que de otro modo podría interpretarse como una n-logía de fantasía épica de esas que tanto abundan por ahí, aunque por otro lado los mundos más exóticos que los Señores crean a su capricho no se encuentran en esta obra como el Mundo Lavalita. Ni de lejos. Hay que seguir más adelante para ver mundos bizarros. Por no decir que la enemistad que algunos Señores se tienen entre si hace ver la relación Lex Luthor-Superman o Joker-Batman como algo de todos los días, como se evidencia en la constante lucha que avanzada la serie se verá entre el Orco Rojo, Jadawin y Kickaha. Y además es rica en ideas salvajes como humanos de diferentes periodos históricos raptados para satisfacer los placeres de los señores; la bioingeniería que usan para recrear los seres fantásticos que nunca fueron en nuestra Tierra, pero todo dentro de los parámetros de verosimilitud de la biología, por increíble que parezca; la estructura social de cada nivel de cada mundo donde el autor muestra su vasta cultura y experiencia a la hora de retratar sociedades alternas creíbles (cosa que también hiciera en El Mundo del Río y Dare); o las vastas y casi imposibles cordilleras artificiales de esta realidad alterna, en las que las persecuciones, las traiciones y los actos heroicos se van dando en buena parte de la obra.

Y si pues, como ven, el autor riza el rizo y crea un bucle de retroalimentación positiva literario al crear una especie de hogar para las aventuras que nadie más espera (léase en español: el hombre invento la fanfic). En Okeanos, el cuarto nivel, se nos narra una epopeya épica de manos de los mismo griegos; en Amerindia, el tercer nivel, vemos un western nada crepuscular con centauros y todo; en Drachenlandia, el segundo nivel, nos creemos dentro de los relatos de espadachines de Howard o C. L. Moore; y en Atlantis, el primer nivel, vemos…¡la Torre de Babel! De lo que una caterva de escritores menores habrían sacado pastiches realmente monstruosos en forma, estilo y ejecución, Farmer nos saca una historia amena para pasar el rato que engloba y concilia formatos aparentemente incompatibles y da para hablar a la Hermosa Gente que son los críticos literarios que podrán despedazar todo lo que quieran su obra…pero no podrán matarlo. El hombre convertía en oro lo que escribía y si en algo pecaba, era en ambición. De todas formas esta novela es intachable en si misma, no pasará a la historia como una obra maestra, pero si como una obra respetable y decente, y eso es a lo que debería aspirar la obra de cualquier autor.

De hecho como autoparodiándose a si mismo, una de sus novelas relacionada con esta serie, e inédita en español, Red Orc’s Rage (La Ira del Orco Rojo, 1991), un psiquiatra al ver el éxito literario de la Serie del Mundo de los Niveles de cierto escritorzuelo de CF, usa sus mundos ficticios como sugestiones hipnóticas para que sus pacientes desahoguen sus demonios internos al creerse Señores, pero (y siempre hay un pero), ¿qué pasa cuando uno de los pacientes afirma ser un Señor exiliado? Y no cualquier señor, sino la Némesis de Jadawin, el mismísimo Orco Rojo. Después de todo la realidad siempre es más extraña que la ficción. Como ven a pesar de estar entrado en años Farmer nunca decepciona al lector.

Como siempre en toda obra de Farmer el sexo y el exotismo van de la mano, y los que crean que Wolff es un renacido Lazarus Long que folla con todo el multiverso conocido están equivocados. Uno de los misterios iniciales de la novela es el “rejuvenecimiento” de su protagonista, y al haber caído en Okeanos, créanme, encontrará una sociedad muy, pero muy liberal. Por no hablar que tiene imágenes e ideas hermosísimas que parecen sacadas del Jack Williamson temprano o de Henry Kuttner, entre las cuales destaco y cierro este artículo con la soberbia Podarga, mujer-ave rival encarnizada de Jadawin y aliada a duras penas de Kickaha, ser de gran belleza y ama de un ejército de águilas gigantes inteligentes que solo aspira a recuperar su forma humana.

El hecho que la CF actual solo haya reconocido la calidad del trabajo de este autor en sus inicios, y no durante su periodo de madurez creativa, es una desgracia. En esta novela muestra todo lo que un buen escritor de CF necesita para atrapar al lector cual canto de la sirena al marinero. Si quieren saber como escribir CF de calidad lean esta obra; si quieren deleitarse con una buena obra léanla de todas formas. La vida no es un curso universitario, es algo que solo se disfruta una vez. En el fondo El Hacedor de Universos es autoconclusiva y no es necesario haberse leído toda la serie para entenderla en su totalidad. El autor juega limpio y al contrario de ciertos “metaliteratos” (te quiero ver Saramago…) plantea desde un comienzo que esta es una novela de CF y punto. De hecho si no fuera por el simple hecho que a los protagonistas terrestres de esta novela les gusta la CF y la han leído de niños, no entenderían ni la mitad de cosas que se les presentan en esta obrita.

Ya saben, las novelas de Farmer son para vivirlas, no para pensarlas (para eso búsquen a Dick o a Lem). Cuando lean una novela de Farmer, acepten el mcguffin que el autor les ofrece y déjense arrastrar por un recorrido que es sexo y dinamita pura, ¿alguien puede pedir más?

Daniel Mejía

Horrores cotidianos (David Roas)



Acaba de publicarse en edición peruana (no pirata) el libro Horrores cotidianos, de David Roas (Barcelona, 1965), editado inicialmente en España el año 2007, por Menoscuarto. Se trata, simplemente, de un magistral libro de cuentos y de microrrelatos. En la contraportada, Fernando Iwasaki, compara al autor con la figura de Stephen King, Álvaro Cunqueiro, H. P. Lovecraft y Julio Cortázar, autores adscritos a lo fantástico. Y es que se trata de un libro en donde lo fantástico se mezcla con el horror del mundo moderno más monótono y gris (“ribeyriano”, podríamos decir, aunque más adelante me detendré sobre ello), en donde el absurdo permite también conseguir el efecto fantástico a partir de la ruptura de las leyes de causalidad.

El libro, dedicado a su compañera Ana, contiene dos epígrafes clave. Del de Woody Allen (“Yo odio la realidad. Pero desgraciadamente es el único lugar donde consigues un buen filete para cenar”) se desprende la idea de la realidad como un espacio, como un lugar al cual se llega, nunca como algo ya dado a priori (habría que agregar que el autor es devoto del cine de Allen); y del de Homer Simpson (“La vida es una derrota tras otra, hasta que acabas deseando que muera Flanders”), la condición del “loser”, del absoluto perdedor, lo cual desmitifica la idea del éxito y nos vuelve más sensibles y vulnerables frente al brutal ataque de la realidad absoluta (que a veces viene en forma de “combi”). Lo cierto es que el libro está dividido en dos subconjuntos de microrrelatos: los “Rituales” y los “Sacrificios”.

En “Rituales”, encontramos relatos como “La agonía del salmón”, cuya estructura recuerda a un film español de los 90’: La ardilla roja, de Julio Medem, película excepcional, sin duda (una de mis favoritas), pero que plantea un contrapunto entre los personajes reales con las conductas de apareamiento de la especie denominada con el mismo nombre. En el texto de Roas, la situación es similar (incluso al iniciarse in medias res): una pareja de recién casados lleva una vida insoportable desde la llegada del tirano, del recién nacido (del “puto niño”, p. 14), que altera la “normalidad” de sus vidas. Una digresión: en otros relatos, el sentimiento hacía los críos (chibolos, chavales, chavos, etc) será de rechazo, pues tras su condición indefensa aparente, parece latir condiciones monstruosas, acaso vistas solo en las peores pesadillas de Lovecraft. O al menos esa es la percepción de sus distintos narradores. Evidentemente se trata también de insertar al niño-monstruo, dentro de la estética de un film clave del horror: Eraserhead del maestro David Lynch, que de seguro el otro David (Roas) ha visto hasta el terror (en “Autoridad espectral” se habla también de un niño, hijo de Blavatsky que realiza una rabieta insoportable llena de berrinches; en “La culpa fue de Jack London”, los niños que jalan al perruno amigo, son nombrados por el personaje como “dos monstruos”,p. 42; Es decir, esta imagen se repetirá en otros relatos).

Decíamos que la vinculación con el film de Medem se encuentra en el contrapunto que se establece también entre un programa de televisión sobre los salmones (y del proceso de apareamiento y aniquilamiento) con la situación, real, “cotidiana” del niño que solo parece saber “berrear” (13). El nacimiento del niño (La semilla del diablo de Polanski, queda relativamente corta para expresar el sentimiento de los espectadores), y produce desencuentros e incomunicaciones entre los amantes. El niño es así, el tirano de la casa (curiosamente se llama “Luisito”, p. 17; que remite a los “Luises” anteriores a la revolución francesa).

Lo curioso es que los personajes viajan de la “anormalidad” (tener treinta y picos años y no haber tenido hijos, vivir una vida de solteros sin responsabilidades, etc) a la normalidad (el tener al hijo, formar una familia), pero resulta que lo último es más aterrador, pues como Sartre, el infierno es la repetición.

El final abierto, pesimista, y las frases contundentes, recuerdan en el tono, a la resolución del clásico “Los gallinazos sin plumas” de Julio Ramón Ribeyro (aunque con otros personajes: el de los niños marginales y el abuelo abusivo, quien termina siendo devorado por el cerdo Pascual, mientras ellos salen a las afueras, aunque se trata de un falso consuelo de libertad de los hermanos frente al abuelo-tirano, pues su futuro es incierto). Veamos: en Roas (recordemos que la joven pareja está asqueada con el niño y son homologados con los últimos aleteos del salmón) se dice: “En el sofá, Mauricio y Rosa, también boqueaban indefensos. El niño volvía a berrear, todavía más fuerte” (22); En Ribeyro: “Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora celeste había terminado y que la ciudad despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca mandíbula. Desde el chiquero se escuchaba el rumor de una batalla”. En ambos casos se trata de monstruos vivos y latentes.

Es decir, la fatalidad y la irrupción de lo monstruoso (el cuento de Ribeyro está escrito en un registro realista) surgen como para hacernos dudar ya sea, de los deseos ajenos (el tener un hijo) o el propio deseo de liberación (de la opresión del abuelo). Se trata de simples ilusiones, pues el happy end no existe.

Otra serie de textos, son los adscribibles a los bestiarios, como “El condicional”, con elementos paródicos de los textos bíblicos; “El hipocóndrio” (con el guiño borgeano de la cita, que le da mayor verosimilitud, pues se apela a una voz académica); o “La culpa la tiene Jack London” (aunque claro hay que considerar “El coloquio de perros” de Cervantes).

En “La gruta del placer” el personaje de Narciso fabrica pelusas en su ombligo. El absurdo radica en que no hay explicación posible para tal fin, incluso cuando nos dice el narrador que su esposa y, posteriormente, sus propios hijos, ingresan en la producción de pelusas. La única lectura posible sería leer esta producción de pelusas dentro del sistema capitalista, en donde producciones inútiles e inservibles pueden crear una cierta atmósfera enrarecida y alienante (¿Para qué diablos servirían las pelusas?).

Así como la imagen del niño berrinchudo (el monstruo será constante); otra imagen será la muerte que provoca risa, como ocurre en “Alabama”, en clave de homenaje a William Faulkner, en donde creencias religiosas y violencia no se contradicen; en “El espíritu manta”, la muerte del padre (ese gran otro) provoca también risa en su propia hija, por ello la venganza, bajo las formas del horror. También en “Epistemología radical” vemos como la muerte provoca risa, aunque parece insertarse en la estética de Irvine Welsh, el de la maldad gratuita.

“Los niños del Ferrol”, es un relato en clave de ciencia ficción, aunque sin dejar de ser política; pues se trata de producir monstruos (en este caso, líderes políticos –de cuyos nombres no quiero acordarme– semejantes engendros que no corren aún –lamentablemente– el peligro de la extinción). En el mismo registro de la cf se encuentra “Mecánica y psicoanálisis”.

Los guiños al maestro del horror, Lovecraft, no están ausentes, como en “Descensus ad inferos”, incluso desde la propia idea del descenso; como para decirnos que la realidad es siempre menos sorprendente.

“Que tu pie derecho nunca sepa lo que hace al derecho” solo me hace pensar, además de lo absurdo, y sus tintes políticos de “derecho” e “izquierdo”, y de las promesas incumplidas; en el dicho popular de: “Zapatero a tus zapatos”; aunque claro, siempre hay la posibilidad de confundirlo con el presidente, en plan camelo. “Talento natural”, cuestiona y se burla de la cultura del exhibicionismo.

“La realidad está ahí afuera” es un texto clave en los Horrores y cuya estructura rinde homenaje al clásico de Edgar A. Poe, “El gato negro”. Al igual que el narrador del cuento de Poe, el personaje se encuentra en la cárcel pagando su condena. Desde ahí realiza la narración; pero no solo eso, se homologa por la obsesión que tiene hacia el olor desagradable. La fatalidad empieza cuando sale de lo cotidiano: es un guardia de un museo de arte contemporáneo, pero decide pasear como un visitante más. Ciertos giros del otro David Cronenberg (las máquinas fotográficas de los japoneses son calmadas, pues parecen latir de tanto reposo). Aquello innombrable (en este caso, irreconocible en términos olfativos), y con ello nuevamente Lovecraft, será la condena del personaje, que lo llevan a cometer un asesinato accidental. Es evidente también el intento de racionalizar el hecho, al igual que en cuento de Poe.

Otra actitud reiterativa es el rechazo a lo religioso ya sea a través de parodias, como en “El condicional” o “¿El terror no tiene forma?”; además del humor de “Horrores cotidianos”, el cuento más breve del libro en clave monterrosina; o lo cruel, de “¡Córtame el nudo, gordiano”.

La segunda parte del libro, “Sacrificios”, contiene otro conjunto de textos como: “Y por fin despertar”, con otro guiño al texto de Lewis Carroll, además del poema “El cuervo” de Poe, y a Borges; incluso a un cuento magnífico de Mario Levrero titulado “La casa”.

“Menos que cero”, titulo robado (en el buen sentido) de un libro de Bret Easton Ellis, recuerda nuevamente a otro de Ribeyro: “La vida gris” (leedlos y haced la comparación vosotros mismos). En ambos funciona la idea del héroe perdedor (en el de Ribeyro, se trata de un registro realista); en el de Roas, es la hipérbole, la exageración, digna de un Barón de Münchhausen.

“La última aventura”, narra una historia de fantasmas, aunque se trata de un personaje de ficción, El Quijote, en el momento del umbral. “Blanca navidad”, parece decirnos que la anormalidad se esconde en lo cotidiano. “Vive la grandeur!” esconde un guiño a la idea de Bataille sobre el erotismo. La dicotomía entre cuerpo y mente aparecerá en “Un hombre de principios”. “La conmoción de la máquina”, la búsqueda del personaje de salir del spleen baudeleriano de su trabajo, terminará con una especie de rebelión de las máquinas. Robándole el título al cubano Gutiérrez Alea, diría que podría haberse titulado cuasi perfectamente “La muerte de un burócrata”. El rechazo a lo religioso queda expresado también en “Idiotez y religión”.

En “Necrológica”, la vida privada del intelectual ficticio se muestra en toda su miseria y parodia, como lo hace Borges. Otro elemento importante del libro es la cita cultural a través de la tradición filosófica como en “Filosofía y malestar” o la lingüística en “El legado de Chomsky”. Finalmente en “Palabras”, en donde nuevamente la muerte provoca risa, se mezclan planos de realidad, promoviendo la autoreferencialidad.

Si pudiéramos concluir con una sola idea o un solo elemento que cruza todo el libro, este sería el de la otredad, en cuentos como “¿Cuánto cuesta un kilo de carne?”, “Homo crisis”, “Tránsito” (de la sección “Rituales”), y en líneas generales de todo el libro. La otredad es el gran tema del libro en múltiples formas y registros.

Horrores cotidianos de David Roas, tan David como los films David Lynch, o los de David Cronenberg (aunque nunca artificial como David Bisbal, en fin); es simplemente, un libro magistral, no porque nos muestre el horror en su estado puro y visceral, sino porque nos demuestra que el horror siempre estará más cerca de lo que pensamos. Esperamos con ansias la nueva entrega titulada prematuramente Distorsiones, como para no perder el sentido de la realidad.


Elton Honores


* David Roas (Barcelona, 1965) es Doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona, además de ser especialista en literatura fantástica. En el ensayo, ha publicado: Teorías de lo fantástico (2001), Hoffmann en España (2002), De la maravilla al horror: los orígenes de lo fantástico en la cultura española (1750-1860) (2006), y la antología de cuentos fantásticos españoles del siglo XX: La realidad oculta (2008), realizada en colaboración con Ana Casas. En ficción, ha publicado, el libro de microrrelatos Los dichos de un necio (1996), la parodia de novela negra Celuloide sangriento (1996), el volumen de cuentos Horrores cotidianos (2007), y el libro de crónicas humorísticas Meditaciones de un arponero (2008). Algunas de sus narraciones han sido antologadas en Ciempiés. Los microrrelatos de Quimera (2005) y Mutantes. Narrativa española de última generación (2007).


El libro de las voces/Los ojos de un Dios en celo (Carlos Gardini)







Carlos Gardini


Prólogo de Pablo Capanna


Editorial La Página, 2004


Colección de literatura fantástica y ciencia ficción


Diario Página/12


Argentina


(comentario publicado originalmente en Axxón)



Las novelas comentadas han obtenido el Premio UPC de Ciencia Ficción que otorga la Universidad Politécnica de Catalunya en 1996 y 2001. Es una lástima que eso no haya influido para que ambas obras sean más conocidas en nuestro medio. Y es que estamos ante novelas deslumbrantes, especialmente El libro de las voces. Si fuera menester hacer una comparación con, digamos, autores anglosajones, El libro de las voces tiene la complejidad argumental del Gene Wolfe del Libro del Sol Largo combinada con la agilidad narrativa de Dan Simmons. Todo lo que un lector ideal de ciencia ficción y de literatura en general desea encontrar en una novela, se encuentra aquí.


Andrei Lamar es un singular pescador que posee una barca inteligente. En una incursión de pesca en búsqueda de primadonnas, curiosos seres biomecánicos que ocultan más de un secreto, tiene una revelación, una voz en su mente que le deja un mensaje, del cual destacan tres misteriosas expresiones: Alma Máter, Cónclave, Mundos Apócrifos...


Así se inicia la increíble transformación de Andrei Lamar en el Arcángel, el portavoz de una misteriosa entidad que conoce los verdaderos orígenes de Delfos, el planeta donde transcurre la acción. Lamar dejará su vida de pescador para unirse a la Cáfila, un pueblo que vagabundea por los desiertos y que mantiene el conocimiento del Libro de las Voces, voces similares a las que Lamar continúa oyendo en su mente. Completado su conocimiento, Lamar se transformará en un lider cuasi mesiánico, con la misión de hallar al pueblo de los rapsodas, seres humanos aparentemente deformes que poseen la respuesta de por qué Lamar ha sido contactado por el DIAL, el Dispositivo de Inteligencia Artificial Limitada que orbita Delfos. Descubriremos la asombrosa realidad que se oculta detrás de un mundo que cuenta con edificios y máquinas de origen desconocido, salvo para algunos iniciados, y que se desenvuelve en un primitivismo inexplicable. Andrei Lamar transformará Delfos por completo, al mismo tiempo que entrará en contacto con otros seres, quienes a su vez poseen el conocimiento de un nuevo aspecto de la realidad que abarca el destino y finalidad de otros mundos como Delfos. Pero Andrei Lamar también será transformado, y en esta transformación puede estar la clave de una nueva forma de libertad.


Los ojos de un dios en celo nos devuelve a un escenario más cercano a nuestra realidad. En un mundo futuro que parece estar a la vuelta de la esquina, la humanidad se ha dividido en dos: los ricos, educados y tecnológicamente actualizados habitantes de las ciudades, y los pobres, ignorantes, supersticiosos y atrasados nómades que sirven como mano de obra. Éstos últimos son objeto de estudio por los intelectuales de las ciudades, que tienen como norma observar sin mezclarse. Una tribu nómada en particular, el Pueblo Radiante, ha desarrollado una mitología basada en una revelación, según la cual deben buscar una tierra prometida donde asentarse. Pero el líder de esta tribu muere, y es sucedido por su hijo, el joven Ucan, cuya jefatura es muy cuestionada por otros miembros de la tribu. Las vicisitudes de Ucan son observadas por Mara, una joven investigadora, quien desarrolla una más que evidente simpatía hacia el joven nómada. Sus ideas acerca de la observación científica entrarán en conflicto con sus sentimientos hacia Ucan y su pueblo, cuyas creencias forman parte de un experimento. Mara tomará conciencia de que no es tan conveniente eso de ser considerado un dios... o una diosa. Y menos aún, que se descubra la verdad acerca de la divinidad.


La contraportada del libro nos informa que ambas novelas no fueron editadas previamente en Argentina, lo que constituye una —desagradable— sorpresa. Ya ocurrió antes con Plop, de Rafael Pineda. Parece ser que el futuro cercano de América Latina ya ha sido previsto, precisamente, en esas novelas cuyos pueblos no quieren conocer.

La segunda enciclopedia de Tlön (Sergio Meier)





Vaya, a modo de nota necrológica, una breve descripción de la obra de Sergio Meier que puede hallarse en la Wikipedia:




Sergio Meier Frei (1966-31 de julio de 2009) fue un escritor chileno de ciencia-ficción. Habitante de Quillota, fue educado en el Instituto Rafael Ariztía de dicha ciudad.
En
1986 publicó la novela El color de la amatista, bajo el sello editorial Trombo Azul, que en su tiempo pretendió renovar la literatura de Valparaíso. En dicha obra trata de adaptar el horror a lo Lovecraft en un contexto nacional chileno. Posteriormente se sumergió en la elaboración de su obra más ambiciosa, La segunda Enciclopedia de Tlon, en la que mezcla motivos propios del cyberpunk, del steampunk y del ocultismo tradicional; esta novela fue publicada en 2007, como parte del proyecto de la Editorial Puerto de Escape para consolidarse como referente de la ciencia ficción en Chile. A su temprana muerte deja inédita la obra "Escape a la muerte" y un guión cinematográfico.



Si el lector tuviera la inmensa suerte de leer La segunda enciclopedia de Tlön, encontrará una puerta abierta a uno de los libros más desafiantes que haya podido escribirse en este lado del mundo. El cúmulo de correlaciones que Sergio Meier ha enhebrado en esta novela es de una magnitud apabullante: no una, sino muchas lecturas pueden elaborarse en base a esta novela. Y siempre podrán elaborarse más...
La trama básica consiste en un enfrentamiento entre las fuerzas de la luz y de la oscuridad, expresadas en términos basados en las más audaces especulaciones místicas conocidas en occidente (la gnosis, la alquimia, la cábala hebrea, por poner algunos ejemplos), que Meier logra entroncar, de manera por demás feliz, con las últimas especulaciones científicas acerca de la naturaleza de lo que llamamos realidad... Es decir, están presentes también Roger Penrose, la mecánica cuántica, Leibniz y Newton, además de genios de la literatura como el poeta William Blake y Jorge Luis Borges, quien a lo largo del libro se nos revela como un precursor del nuevo universo creado por Meier: aquí Tlön existe, y se está compilando la segunda enciclopedia (de la primera, recordemos, Borges nos mostró sus avatares en su inmortal relato Tlön, Uqbar, Orbis Tertius).
Estas fuerzas opuestas están dentro y fuera de varios universos, desde los universos creados artificialmente por infames corporaciones, situadas en nuestro plano "normal", hasta los universos que están por crearnos a nosotros. Así, el pasado y el futuro son una misma cosa, el big bang coexiste con Inteligencias Artificiales que intentan robar el conocimiento prohibido acerca del universo que sólo los humanos poseen.
Es preciso advertir que acaso el increíble cúmulo de conocimientos e ideas desplegados por Sergio Meier en La segunda enciclopedia de Tlön no permita una lectura fácil, pues además de la terminología empleada (abundante en palabras como pléroma, sephirot, demiurgo y otras no del todo accesibles a quienes no hayan ojeado, siquiera por curiosidad, algún texto sobre ocultismo), la aparición de personajes puede resultar vertiginosa, aún cuando la trama se resuelva en un enfrentamiento final entre dos rivales fácilmente identificables.
Tal vez estamos ante un texto mágico, uno que siempre nos llamará para una nueva y diferente lectura, en la cual siempre encontraremos cosas distintas, acaso nuevos sentidos para el universo, hasta que al fin aparezca su sentido definitivo, y entonces se cumplan estas palabras:

"Entonces desaparecerán del planeta el inglés y el francés y el mero español. El mundo será Tlön." (Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Jorge Luis Borges)

Cuento El misterio de los delfines (Martín Palma Melena)

Martín Palma Melena: Nació en Lima, Perú. Abogado de la Universidad Particular San Martín de Porres (Lima, Perú). Diplomado en Comercio Internacional avalado por la Asociación de Exportadores Peruanos (ADEX) y por la Universidad Estatal de Portland (USA). Estudios de maestría en Literatura Hispanoamericana por la Pontificia Universidad Católica del Perú (candidato).
Uno de los
diez seleccionados en la Primera Edición de Cuentos Cortos de la BBC de Londres (Dos Palabras, 2005).Publicaciones en El Hablador (Perú), Cinencuentro (Perú), Peruviannews.com.pe (Perú), CinemaNet (Barcelona), Letralia (Venezuela), Cañasanta (Canadá), Adamar (España), Sane Society (España), La Lupe (Miami), Piel de Leopardo (Chile), Narrativas (México) y en la sección Lo más destacado de Blogueratura (México). E-mail: mapalme@yahoo.com. Escribe en en el blog Carta Náutica: http://cartanautica.blogspot.com/
Para conocer más publicaciones en otros medios pueden visitar el siguiente enlace; y para conocer algunos pequeños méritos este otro enlace.


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Nota del autor: Este relato se inspira en algún documental del canal por cable Discovery Channel; documental que aborda una investigación sobre la extraña muerte de pequeños delfines, en Virginia Beach, y marsopas, en Escocia.
No obstante, el desarrollo que le doy al relato me es propio, al enriquecerlo con elementos imaginarios o pertenecientes a las fuentes ya consignadas.


El relato fue publicado originalmente en la revista electrónica Letralia.




El misterio de los delfines




I. Un empleo temporal


Ésta es la historia de cómo supe de un secreto militar gracias al trabajo encontrado en un aviso de periódico. Lógicamente los nombres de personas e instituciones deberé cambiarlos.
Un día mi empleadora, llamémosle Sandra, me anunció haber terminado ya el primer borrador de su tesis. Muy agradecida conmigo, debía prescindir de mis servicios. Sentí tristeza porque había sido un buen empleo temporal, iniciado tres meses atrás, época en que buscaba empleo tras haber terminado recién la carrera de economía y el último ciclo de inglés. Así, hallé un aviso de periódico: necesitaban un administrador o economista no mayor de 28 años, con un inglés avanzado y experiencia mínima de dos años en la industria de harina de pescado. Este último requisito me preocupaba: durante mis vacaciones veraniegas solía practicar en Paita (norte del Perú), no en una empresa de harina de pescado sino de enlatados de jurel, caballa, sardina y atún. Decidí averiguar si esa experiencia me serviría mandando un currículum al apartado postal de aquel aviso...
Esperaba sin entusiasmarme demasiado: con el desempleo imperante habría muchos candidatos al puesto, con mayor calificación y experiencia que yo. Tras cuatro días una chica con acento centroamericano me telefoneó para una entrevista laboral: le interesaba mi currículum...
A las nueve de la mañana del día siguiente, hora de la cita, ya estaba en la dirección indicada. Estaba extrañado: no era una oficina sino un departamento particular... Me recibió la misma chica que me había telefoneado: la reconocí por su acento centroamericano. Tenía poco más de treinta años. Aunque con modales acartonados, estaba vestida informalmente: así conocí a Sandra...
La entrevista fue distendida. Sandra parecía necesitar no un empleado sino un guía turístico: me preguntaba sobre muchos lugares de Lima, desde ministerios hasta museos. Era puertorriqueña y graduada en biología marina en una universidad norteamericana. Estudiaba un doctorado y preparaba una tesis sobre la industria peruana de harina de pescado. Le expliqué nervioso haber practicado en una fábrica del sector pesquero, aunque de enlatados. A Sandra no pareció importarle: le bastaba que yo conociera del sector pesquero y pudiera analizar información en inglés a plasmar en los cuadros estadísticos de su tesis. El trabajo sería engorroso no por lo complejo sino porque implicaba trasnochar mucho... Me propuso como sueldo una cifra que me pareció muy razonable, algo inusual en muchas entrevistas laborales, donde uno debía decir cuánto quería ganar... Me dijo que mi trabajo duraría lo mismo que sus investigaciones en Lima, tres meses, plazo finalizado cuando Sandra me anunció haber terminado ya su tesis... Me entristeció que tan buen empleo terminara tan pronto...
Al ser mi último día de trabajo, Sandra quiso despedirme descorchando una botella de vino, preparando canelones y conversándome sobre temas extralaborales que me permitieron conocerla mejor. Por ejemplo quería que Puerto Rico fuera un país independiente o el Estado número 51 de Estados Unidos, pero no un Estado Libre Asociado, statu quo que en su opinión era ambiguo porque le generaba crisis de identidad aunque tuviera pasaporte norteamericano, pero recalcó su neutralidad política... Mientras estudiaba biología marina en la universidad, trabajaba en una fundación conservacionista de delfines. Comenté que con su excelente calificación debió quedarse a trabajar allí... Contestó pensativa: “Me despidieron casualmente porque sabía demasiado, pero es una larga historia...”. Temí haberla incomodado al notarla nostálgica, pero le recordé que a veces era bueno desahogarse... La hermosa boricua me respondió sonriendo: “Total, ocurrió hace mucho y nadie te creería... Tendrías buen material para un cuento... Considéralo parte de tus honorarios”. Aunque no evitó un exabrupto: “Chismoso de mierda...”.

II. La fundación: un trabajo de ensueño


La fundación en la que trabajaba Sandra la llamaremos Mar Azul. Se dedicaba a la investigación y conservación de delfines. Entre sus filiales a nivel mundial tenía una en Virginia Beach (USA), donde Sandra era asistenta de Henry, destacado biólogo marino especializado en comportamiento cetáceo...
Sandra tenía en la fundación un trabajo de ensueño que otros hubieran pagado por realizar. Sus funciones consistían en recorrer la playa, observar delfines con binoculares y tomar notas que después plasmaba en informes que presentaba a su jefe Henry.
Su trabajo se complicaba sólo cuando los delfines variaban su comportamiento sin motivo aparente. Entonces debía seguirlos hasta perderlos de vista, algo difícil pues Virginia Beach es una de las playas más grandes del mundo. Por eso, como una turista más, solía embarcarse en las excursiones del Museo de Ciencia Marina para tener una mejor vista de los delfines y fotografiarlos...
Mayormente los delfines variaban sus hábitos por razones climáticas, fenómenos que favorecieron en muchos aspectos a la carrera de Sandra. Siendo sólo una universitaria de 20 años, la nombraron asistenta por su habilidad para seleccionar información escrita o fotográfica para artículos que Henry solía publicar en revistas especializadas; información que después le dio a ella material para su tesis de pregrado: los efectos del calentamiento global en los cetáceos.
Sandra recordaba aquella época como una de las más felices de su vida, hasta que su pesadilla comenzó...

III. Los delfines en la orilla


Un día, recorriendo las costas de Virginia Beach, Sandra encontró cadáveres de dos pequeños delfines. Alguna lancha pudo arrollarlos, accidente que a veces ocurría y que registró entristecida en su informe.
El segundo día Sandra no sólo se intrigó por encontrar tres delfines muertos, sino también porque nuevamente eran pequeños. Sabía que dos incidentes así configuraban más una coincidencia que un patrón, pero si precozmente ya era la asistenta de un biólogo reconocido era más por sus aciertos intuitivos que racionales: presintió algo escabroso y lo informó a Henry, quien tomaría las medidas necesarias de repetirse el fenómeno...
Al día siguiente, recorriendo las costas, Sandra distinguió nuevamente los cadáveres de cinco delfines, y siempre pequeños: debía ser un patrón...
Aquella misma tarde, en la fundación, en un quirófano similar al de una clínica, pero especialmente equipado para cetáceos, aquellos cinco delfines ya eran examinados por Henry y Sandra, así como por Mark, destacado veterinario, y su asistente Abdul, universitario árabe-americano que, como Sandra, también daba señales prematuras de una brillante carrera...
Tras haberle hecho la necropsia al primero de aquellos delfines, los cuatro investigadores barajaron algunas hipótesis. Aquel ejemplar pudo ser asesinado por tiburones de playa, llamados así por aproximarse a las costas para buscar desperdicios. Pudo haberse enredado y aplastado por la enorme presión de las redes de algún barco pesquero, accidentes esporádicos en la pesca de arrastre. Pudo ser embestido por el casco de alguna embarcación, como Sandra asumió inicialmente. Pero Mark descartó esas teorías. Como la de los demás, la piel de aquel delfín estaba ilesa: sin mordiscos de tiburón, marcas de red o contusión alguna... Como perito experimentado, Mark solía detectar la causa de muerte de un cetáceo sólo observando sus heridas, por eso estaba consternado de no poder hallar ahora una explicación plausible... Además, notó otros intrigantes detalles: al interior de la caja toráxica de aquel delfín había algunos órganos destrozados. Henry atribuyó esto a una explosión, cuyas ondas expansivas solían remecer a organismos vivos, dañándolos sólo internamente... Eso explicaría por qué aquel delfín tenía sólo lesiones internas, aunque externamente estuviera ileso. Algunas plataformas petroleras hacían perforaciones submarinas para colocar cargas explosivas, no siempre bien enterradas, que al detonarse sus ondas no siempre se expandían por el subsuelo sino que arrasaban con toda especie existente a varios metros a la redonda. Quizás también pescadores inescrupulosos encontraban más rentable los explosivos que las redes, algo totalmente ilegal... Pero Mark discrepaba: “Cuando las ondas explosivas repercuten en los organismos vivos, revientan como globos sólo sus órganos internos con cavidades, como los pulmones”. Agregó: “Este delfín tiene sus pulmones intactos y sus órganos dañados parecen no tanto reventados sino más bien desgarrados, aunque atrozmente”. Definitivamente no era una explosión, pero ¿qué otra cosa podía ser? Las hipótesis se agotaban...
Mark siguió investigando y tomó radiografías a un segundo delfín. Tras revisar las placas, observó que sus costillas estaban fracturadas extrañamente: como espaguetis cortados al medio en tres o cuatro pequeños trozos. Henry recordó ciertos estudios que demostraban que esas fracturas sólo ocurrían cuando una especie recibía un gran impacto desde abajo. Para fundamentar su enfoque explicó que un lápiz, arqueándolo o comprimiéndolo, nunca podría partirse en más de dos partes, salvo que fuera impactado desde abajo estando fuertemente sujetado de sus extremos, algo similar ocurría con las costillas... Mark hubiera descartado esa tesis si las radiografías hubieran mostrado sólo una de esas extrañas fracturas, pero todas las costillas de ese delfín las tenían...
Tras tomarles radiografías, Mark comprobó que los tres delfines restantes presentaban las costillas fracturadas de la misma forma. No tenía dudas: todos fueron golpeados brutalmente desde abajo... Esas fracturas ya no eran coincidencias sino un patrón. Pero ¿qué especie marina pudo haberlos atacado así? No eran tiburones porque no había rastros de mordeduras...
Los delfines a veces golpeaban a sus crías en el estómago, pero ligeramente, jugando, nunca hiriéndolas. Difícil imaginar incluso que delfines adultos se atacaran así. Más los caracterizaba la solidaridad que la rivalidad. Cooperaban entre ellos cuando estaban heridos, buscaban alimentos o se defendían de tiburones u orcas, sus principales depredadores, golpeándolos en el hocico hasta matarlos o espantarlos, pero sólo en defensa propia. Eran tan inteligentes que hasta tenían formas de comunicarse. Entonces, ¿por qué tantos delfines muertos? ¿Por qué siempre eran pequeños?
Al día siguiente, durante su recorrido habitual, Sandra analizaba pasmada todo lo escuchado el día anterior. ¿Cómo dos estudiosos tan renombrados como Henry y Mark no podían explicar hasta ahora las muertes de aquellos pequeños ejemplares? Observó repentinamente a unos niños que tiraban piedras a algo varado en la orilla. Los apartó para ver qué era: nuevamente era otro pequeño delfín. Lo examinó acariciándolo hasta encontrarle algo extraño: una mordedura...
Esa misma tarde, luego de haber sido examinado aquel delfín en la Fundación, Mark concluyó que aquella mordedura no era de tiburón: aunque pronunciada, era de dientes pequeños y poco afilados... ¿A qué especie pertenecería? ¿Sería una pista para descifrar las extrañas muertes de los pequeños delfines? Mark hizo un molde de yeso de la mordedura y la fotografió, material que después envió al Museo Nacional de Irlanda, capaz de identificar restos óseos de casi todas las especies del mundo, gracias a sus colecciones de más de dos millones de especímenes acumulados durante más de dos siglos. Mark sentenció: “Si ese museo no identifica esta mordedura, la especie que la hizo es extraterrestre...”. El museo le respondería en dos semanas...
Tras ese plazo, el museo dictaminó que un delfín adulto había causado aquella mordedura, que aun el veterano Mark no logró reconocer por ser muy infrecuente. Él nunca había sabido de delfines que mataran a sus crías, pero veía muchos indicios: la mordedura; los pequeños cetáceos muertos por golpes contundentes en sus vientres... ¿Había delfines infanticidas? Los delfines adultos solían defenderse de sus depredadores golpeándolos, no tanto mordiéndolos... Y ahora mordían hasta a sus propias crías... ¿Por qué el comportamiento de los delfines estaba cambiando tanto? Esto no se debía sólo a cambios climáticos... Henry y Mark sentían estar ante algo macabro...

IV. El delfín agresivo


Un pescador fue detenido una mañana por guardacostas de Virginia Beach porque disparó a un delfín adulto. Aseguraba sólo haberse defendido porque el delfín comenzó a estrellarse contra su bote de remos, sacudiéndolo tanto que casi lo volcó. Los guardacostas presenciaron el disparo aunque no el supuesto ataque del delfín. Pero aquel pescador les pareció un apacible jubilado que hubiera reaccionado así más por temor que por disgusto. Nunca había disparado en su vida. Compró su pistola dos semanas atrás porque intentaron asaltarlo. Los guardacostas lo vieron tan aterrado que tal vez no les mentía. Pero su versión sólo podrían confirmarla con evidencias logradas por un peritaje del delfín muerto. Un guardacostas llamó a la Fundación Mar Azul, esporádica colaboradora de las autoridades en casos similares. Lo comunicaron con Mark y le narró lo sucedido. Mark pidió que le llevaran al cetáceo y una muestra del material del bote. No prometió nada pero vería qué podría hacer...
A las pocas horas, Mark, Henry, Sandra y Abdul comenzaron a examinar a aquel delfín, un hermoso ejemplar adulto, quizás líder de alguna manada o macho alfa, cuyo cráneo tenía astillas semejantes al casco del bote y unas lesiones muy severas, imposibles de ser producidas por aquel pescador, hombre muy mayor para embestirlo remando su bote con tanta fuerza. Si lo hubiera golpeado con un remo otras lesiones le hubiera dejado. Definitivamente aquel delfín se había estrellado adrede contra el bote, ataque similar al sufrido por los pequeños delfines. ¿Sería uno de los delfines infanticidas? ¿Por qué la naturaleza se estaba desquiciando tanto? Mark y Henry decidieron suspender la sesión hasta el día siguiente: eran muchas cosas extrañas para un solo día. Además, Abdul se estaba impacientando porque no quería retardarse para unos exámenes de la universidad.
Sandra se quedó sola en el quirófano guardando todo el instrumental. Cuanto más observaba a aquel hermoso delfín más le costaba creer que fuera capaz de tal ataque. Comenzó a acariciarlo hasta que en su cráneo palpó un extraño bulto. Había examinado a suficientes cetáceos como para saber que eso era anormal. ¿Qué podía ser? Sólo le bastaba hacer una ligera incisión con el bisturí para averiguarlo. Podía estar en problemas si actuaba sin consentimiento de su jefe, pero su curiosidad aumentaba. Se colocó unos guantes quirúrgicos, tomó el bisturí e hizo la incisión... Ya alguna explicación le daría a su jefe...
Tras una hora, Sandra dejó la fundación muy asustada, sin creer lo que había encontrado y que ahora llevaba en el bolsillo de su chaqueta: un microchip... ¿Qué hacía ese aparato en el cráneo de un delfín? ¿De qué clase era? Si le explicaba eso a su jefe no le creería... ¿A quién acudiría en tal situación? Su ex novio Alejandro, también puertorriqueño, le había escrito hacía poco. Había terminado una maestría en el Instituto de Robótica de la Universidad Carnegie Mellon. Ahora vivía cerca de la fundación y trabajaba reparando ordenadores en la Universidad Regent, también en Virginia Beach. Pero Sandra no le tenía confianza ni quería volverlo a ver. Pensó: “Si aceptó un empleo en Virginia para el que está sobrecalificado, es porque sabe de mi trabajo en la fundación”. Sospechó: “Todavía ese infiel sueña con que nos reconciliemos...”. No quería visitarlo para no ilusionarlo en vano, pero ¿quién más podría explicarle qué hacía un microchip en el cráneo de un delfín?
Alejandro dejó de entusiasmarse cuando Sandra le aclaró que sólo lo visitaba por razones profesionales. Estaba endeudado moralmente con ella desde que lo descubrió engañándola con otra y quiso reivindicarse siquiera escuchándola, aunque quedó extrañado... Había escuchado sobre un supuesto proyecto secreto llamado Misión de Inteligencia Cetácea, iniciado en San Diego en 1989, cuyo objetivo era entrenar delfines para proteger submarinos atracados en algún puerto. Pero ¿un microchip en el cráneo de un delfín?
Sandra no sabía qué creer tras haber hallado aquel microchip. Aunque por su trabajo en la fundación también sabía de delfines entrenados militarmente. Los habrían empleado durante la Guerra de Vietnam y en la del Golfo en 1991, algo que organizaciones ecologistas o conservacionistas, como Mar Azul, habían denunciado pero con éxitos moderados... El Programa Mamífero de la Marina de Estados Unidos ahora afirmaba oficialmente no emplear delfines para instalar o desactivar minas acuáticas, sino sólo para localizarlas... Pero los militares seguían valorando mucho la sagacidad de los delfines para moverse en la oscuridad y localizar eventuales buzos espías, aun antes de que éstos se percataran. Sin embargo, los delfines eran muy inteligentes para ser totalmente amaestrados. No siempre seguían las órdenes... Conociendo todo ello, Sandra empezaba a especular sobre ese microchip...
Alejandro sabía de delfines con microchips en el cuello para poder localizarlos, y no sólo en el ámbito militar, pero ¿en el cráneo? Recordó ciertos microcircuitos desarrollados en el Instituto de Robótica; microcircuitos que teóricamente podían interactuar con las redes neuronales de las personas, quienes podrían así controlar temblores del Parkinson, latidos del corazón mediante marcapasos, el cursor de un ordenador mediante el cerebro... Algunas publicaciones científicas ya anticipaban incluso microcircuitos para controlar nuestro comportamiento, algo que conllevaba sin embargo una visión determinista y reductiva de nosotros mismos: delincuentes con biochips para volverlos tranquilos ciudadanos; escáneres cerebrales que, estableciendo patrones de actividades neuronales detectarían nuestras potenciales conductas, nuestras emociones verdaderas frente a ciertos individuos o hechos, nuestras predisposiciones como al alcoholismo o la agresividad... Alejandro no dejaba de especular. Si solíamos estigmatizarnos por cuestiones tan intrascendentes como el color de la piel, peor aun si nos juzgábamos basándonos en nuestras imágenes cerebrales, que si fueran insatisfactorias todos nos predestinarían a ciertos comportamientos, afectando toda nuestra vida: las aseguradoras nos negarían pólizas sin mayores explicaciones; nuestros entrevistadores laborales nunca nos contratarían pese a nuestros excelentes currículums; nuestras autoridades nos encarcelarían preventivamente sin jamás haber delinquido... Ya no importaría lo que éramos sino sólo lo que potencialmente éramos según aquellas imágenes cerebrales, al margen de nuestra formación humana, espiritual, profesional, vital... De allí el peligro de los determinismos: creer que podríamos dominarnos implantándonos microcircuitos o genes, como en la genética, que podrían condicionar pero nunca determinar nuestra libertad... Según Alejandro, si delfines entrenados no siempre hacían lo esperado, menos aun los humanos. Experimentos para controlar la mente no eran nuevos: archivos de la CIA aún no desclasificados, pero filtrados por investigadores independientes, señalaban a un médico que habría dirigido en 1953 el programa MKUltra para manipular mentes usando drogas, electrochoques, lavados cerebrales, lobotomía e hipnosis, métodos obsoletos al compararse con los desarrollados ahora por la cibernética, nanotecnología y robótica...
Sandra conocía las aficiones de su ex novio a las novelas de Asimov o Bradbury, a series televisivas como Los Expedientes Secretos X... Incluso debió consolarlo cuando postuló infructuosamente al FBI para emular al agente Fox Mulder. Pero como quizás el pobre ya habría llegado a alarmantes niveles de alienación, ella lo interrumpió: “¿Qué haría un microchip en el cráneo de un delfín..?”. Alejandro se quedó pensativo. Le hablaban de un delfín con un microchip en el cráneo y con conductas muy extrañas para su especie. Conocía rumores sobre una base militar, establecida cerca del lago Pontchartrain en Louisiana, que entrenaba delfines para colocarles arneses con dardos tóxicos a dispararse contra posibles terroristas o espías submarinos... Sandra quería mostrarle condescendencia pero aquellas teorías le parecían muy afiebradas. Según Alejandro, si aquel delfín era agresivo y tenía implantado un microchip era porque lo habían entrenado en aquella base en Lousiana.... A Sandra le pareció un disparate: “¿Aquel delfín habría salido del lago Pontchartrain, atravesado el Golfo de Méjico y las costas de seis estados, hasta llegar a Virginia Beach..?”. Pero algo no le pareció descabellado: “Quizás con aquel microchip dominaban el comportamiento del delfín haciéndolo agresivo”. Alejandro dudó: “Si así fuera, ¿por qué atacaría sólo a pequeños delfines?”. Sandra fue la que especuló esta vez: “Quizás mataba a las crías de otros congéneres para engendrar las propias...”. Temió que él estuviera contagiándola con sus fantasías, pero una conclusión le era inevitable: aquel microchip bien podría explicar la agresividad de aquel delfín, su ataque al pescador y las muertes de los pequeños delfines...
Al día siguiente, Henry miró estupefacto a Sandra tras escucharla sobre aquel microchip, pero la creía incapaz de tales invenciones. La amonestó por la cirugía del delfín sin su consentimiento, aunque sabía que ella actuaba así sólo cuando era necesario. Por eso solía consentirle esas iniciativas porque usualmente eran acertadas. Le dijo que informaría a sus superiores sobre el microchip, que continuara con su recorrido matinal por Virginia Beach y que la esperaba por la tarde para seguir examinando al delfín...
Sin embargo, Sandra quedó atónita aquella misma tarde: personal de la marina se había llevado al delfín sin explicar nada... Le dijo a Henry que cómo podían tolerar eso, que presentía una relación entre ese microchip y la agresividad del delfín, que alguna denuncia debía hacer la fundación, que no podía estarse usando a los cetáceos como conejillos de indias... Por primera vez Henry fue enérgico con ella: “Todo eso ni nos consta ni nos incumbe...”.
Sandra fue despedida de la fundación la mañana siguiente. Henry no sabía qué decirle. Ya no dependía de él. Se lo habían ordenado desde arriba. Le apenaba haber perdido a tan buena asistenta con un futuro tan brillante... La consoló: “Si alguna vez necesitas una carta de recomendación para un empleo o postgrado búscame nomás... Finalmente sólo somos investigadores, engranajes de una maquinaria mayor que nunca comprenderemos del todo... A veces no debemos mostrar todo lo que sabemos porque el costo puede ser muy alto... El talento suele castigarse cuando afecta a poderosos intereses...”. Henry pareció querer confidenciarse con ella, pero se reprimió, aunque le insistió: “Tu talento no está en duda, aunque quizás por eso mismo te despiden... Eres demasiado inteligente para hacerte la idiota...”. Sandra no entendió nada...
Un Henry más canoso se encontró años después con Sandra. Tras también haber sido despedido de la fundación, le ofrecieron una cátedra de postgrado. Prometió recomendarla si postulaba a cierta beca de doctorado que Sandra luego consiguió. Finalmente él se confidenció con ella: “Muchos patrocinadores de la fundación eran contratistas privados de las fuerzas armadas... Hasta los muy competentes Mark y Abdul perdieron sus puestos”.

V. Al final


Tras terminar su relato, noté a Sandra algo nostálgica y cansada. Me despedí y le agradecí por todas sus atenciones. Así fue como supe de un secreto militar gracias al trabajo conseguido por un simple aviso de periódico...
Martín Palma Melena
(publicado originalmente en Letralia)
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Fuentes:
A. Información sobre delfines:


Cetáceos del Mediterráneo: ballenas y delfines. Asociación Cultural Paleontológica Murciana 2005.

B. Información sobre uso de delfines con fines militares:


Delfines para desminar Irak. BBC. Londres, 26 de marzo de 2003.
“El ‘Katrina’ libera en aguas del Golfo de México varios delfines entrenados por EUA para la lucha antiterrorista”. Diario El Mundo, España, 27 de septiembre de 2005.
“¿Dónde están los delfines antiterroristas de la ‘Navy’?”. Diario ABC, España, 27 de setiembre de 2005.
“Frequently Asked Questions”. U.S. Navy. Marine Mammal Program.

C. Información sobre archivos desclasificados de la CIA sobre programas de control mental:


“Yo soy espía”. Luis Felipe Gamarra. Revista Somos, suplemento del diario El Comercio, Perú (1 de octubre de 2005).

D. Información sobre microchips y sus hipotéticas o reales aplicaciones en personas:


“Las técnicas de imagen dan acceso a los contenidos íntimos del cerebro”. Ángela Boto. Diario El Mundo, España, 14 de junio de 2003.
“El desembarco de los cyborg”. Leyla Ramírez. Diario La Nación, Chile, 2 de septiembre de 2005.

E. Sobre el Museo Nacional de Irlanda: