miércoles, 31 de agosto de 2011

Entrevista a Delia Revoredo Sedero



“Para José B. Adolph, crear era un impulso irrefrenable: necesitaba crear para sentirse vivo”.




Entrevista a Delia Revoredo Sedero

Por Carlos Enrique Saldivar




Para José B. Adolph.
In memorian del maestro.









Jueves 17 de Abril de 2008.

11:45 a.m.

La artista me ha recibido gentilmente en su casa, lugar donde se ha realizado la siguiente entrevista. El propósito era conocer un poco más sobre el escritor José B. Adolph. Como muy pocos saben, Delia Revoredo fue pareja del escritor durante sus últimos años y es quizá la persona que más lo conoció y la que mejor nos podría hablar de él.

Carlos E. Saldivar: ¿Qué opina del homenaje a José B. Adolph en esta revista?

Delia Revoredo: Satisfacción y tristeza. Satisfacción porque creo que se lo merece y tristeza porque en cierta forma es lamentable que el homenaje sea póstumo. Él siempre dijo que en realidad los homenajes solo tienen sentido si la persona está viva. Decía que de nada le sirve al homenajeado el reconocimiento si éste ya no ésta y no se va a enterar. Aunque tengo entendido que este número dedicado a él fue programado antes de su muerte y que él estaba enterado. Lamento muchísimo que él no vaya a tener la satisfacción de poder ver y leer la revista, y que no pueda asistir al homenaje.
Conociendo a Pepe, y creo haberlo conocido bien, yo diría que cualquier homenaje le hubiera incomodado un poco. Incomodado no en el sentido de molestado, hubiera valorado el gesto, le hubiera gustado y, quién sabe, hasta emocionado, pero se hubiera sentido algo incómodo si la gente hablaba bien de él y lo halagaba. Sentimientos ambiguos, en parte por pudor. Inmediatamente se hubiera escapado por el lado de la broma. Como decía: “Siempre con un chiste lo tengo que fregar todo.” De lo que sí estoy casi segura es de que hubiera hecho bromas para quitarle cualquier tipo de solemnidad al homenaje y evitar un posible acartonamiento del evento. Hubiera incluido el humor y hubiera convertido algo que puede ser solemne en divertido. Detestaba la solemnidad.

CS: El año pasado hicimos un pequeño homenaje al escritor, con trabajos de Jorge Luis Obando, Elton Honores, Rony Vásquez, Christian Elguera, relacionados con José B. Adolph –principalmente–, Clemente Palma y con la literatura de corte extraño. También participó Giancarlo Stagnaro.

DR: Sí, me enteré por el escritor José Güich Rodríguez de aquel homenaje. Pepe se enteró porque se lo comentó Jorge Díaz Herrera, también escritor y gran amigo de Pepe. Pero se enteró ya una vez pasado el evento. Al principio pensó que era una broma. La noticia le sorprendió y le agradó.

CS: ¿Qué opina, usted, de las obras del escritor?

DR: Admiro su obra y lo admiro y amo a él. Me gustan mucho sus cuentos, sobre todo los más recientes. Admiro y valoro en ellos esa capacidad de entrar en las profundidades del ser humano y pasearse por ellas, donde no necesariamente los hechos en sí son lo más importante, salvo como desencadenantes de procesos internos. Me atrae y seduce en ellos ese intento por adentrarse en esos universos, sus misterios y profundidades, ese hurgar en el subconsciente y el vuelco hacia afuera a través de las relaciones interpersonales. Las relaciones interpersonales tienen una importancia muy grande en la mayoría de sus cuentos y en algunas de sus novelas. Particularmente me gusta muchísimo la novela Ningún Dios, que forma parte de la trilogía de De Mujeres y Heridas.

CS: ¿Cómo conoció al autor?

DR: Lo conocí en el Instituto Goethe cuando éste estaba todavía en el jirón Ica. Eso debe haber sido más o menos en 1987. Conectamos muy bien. Después nos reencontramos en el mismo instituto, cuando se mudaron al Jirón Nazca en Jesús María dos años después y yo empecé a trabajar allí. Era muy divertido, muy bromista e ingenioso, y nos alegraba a todos los que trabajábamos en el instituto. Tuvimos una linda amistad al principio y después vino lo demás.

CS: ¿Cómo era la manera de ser del escritor?

DR: Es una pregunta muy ambiciosa pero mencionaré lo que todos saben: que tenía muchísimo sentido del humor. No se tomaba en serio a sí mismo, lo cual es muy saludable. Tenía un sentido del humor inteligente, fino, delicioso, exquisito. Por sus declaraciones irreverentes, cuestionadoras y, por ende, a veces también inquietantes, es probable que muchas personas se hayan hecho una imagen equivocada de él, pero la realidad es que además de apasionado, era un hombre muy sensible y tierno, aspectos que tal vez pocas personas hayan podido vislumbrar por su, a veces, perturbador humor cáustico. No sé hasta qué punto la gente haya podido captar al gran romántico que había detrás de esa persona irreverente de humor agudo, ácido e incluso corrosivo, humor que sólo pueden tener las personas con una gran inteligencia y sensibilidad. Y también contrariamente a la imagen que podría proyectar, era emocionalmente muy estable. Estable en sus sentimientos en la relación de pareja y un padre maravilloso. Si estuviera escuchando esto, ya estaría interrumpiendo con alguna broma ingeniosa al mejor estilo “Adolph”, y diciéndome que no lo siga insultando. Y por sobre todas la cosas, era un hombre honesto y aunque le hubiera jodido que lo diga, lo diré: era un hombre bueno (perdóname Pepe, por decirlo).

CS: En la antología de poesía y narrativa: “Dos palabras”, leí un cuento bastante bueno de un escritor llamado Alain Adolph, ¿es familiar del escritor?

DR: Sí, Alain Adolph es su hijo, escribe y hace poesía.

CS: ¿Qué significó formar parte de la obra creadora de Adolph, por ejemplo, participar como autora de los cuadros que ilustraron las carátulas de algunos de sus libros?

DR: Pepe decía que estaba conmigo porque así tenía carátulas gratis. Yo siempre he pintado. Yo nunca pensé en pintar para ilustrar sus carátulas. Daba la casualidad que algunas de mis pinturas conectaban más o menos con algunas de las cosas que él estaba escribiendo o que escribiría más adelante. Había tal vez algún tipo de afinidad en cuanto a nuestra sensibilidad artística también. Desde el punto de vista externo éramos personas muy diferentes. Él, más extrovertido socialmente, con un gran sentido del humor, una persona más comunicativa, aunque en realidad era una persona muy solitaria y con muy pocos amigos. Yo en cambio soy tímida, callada, introvertida, no soy de estar haciendo bromas como él. Sin embargo éramos personas muy parecidas desde el punto de vista de la sensibilidad, pensábamos y sentíamos muy parecido, “espiritualmente”, por decirlo de alguna manera, yo siempre he sentido que él era “mi alma gemela”. Una vez un amigo biólogo nos dijo que él sentía que había una simbiosis entre nosotros. Artísticamente había también una especie de empatía. Por ejemplo, aquel cuadro que ves allí ilustró De mujeres y heridas. No lo pinté para el libro. Nuestra sensibilidad artística resultó ser muy parecida. Al margen de que era mi compañero, como persona, como ser humano, con nadie he tenido tanta afinidad, tanta comunicación y entendimiento en todo sentido, como con él. Eso podría explicar muchas cosas. Entre ellas mi amor por él.

CS: ¿Qué opina usted de sus detractores?

DR: Si alguna persona ha tenido problemas con él, yo no me he enterado. Pepe siempre ha estado sumergido y metido en lo suyo, en su proceso creativo. Nunca le importó lo que opinen los demás o por lo menos no le importaba en el sentido de que esas opiniones nunca lo iban a frenar, influenciar o condicionar en lo que él sentía que debía de escribir. La palabra “detractores” no sé cómo entenderla en esta pregunta pero, en todo caso la gente tiene derecho a discrepar y si a alguien no le gusta lo que hace, pues tiene derecho a decirlo, como también tiene derecho a no leerlo.

CS: Un escritor argentino, en un extenso artículo publicado en la revista virtual Axxon en el 2007, hizo una acotación con respecto a la labor de José B. Adolph como escritor de ciencia ficción. Dicho autor dijo, bastante convencido, que sus apariciones en antologías del género eran producto de incursiones aisladas en el campo de la literatura fantástica, además mencionó que José B. Adolph había desarrollado su carrera dentro de la corriente principal y nada tenía que ver con el género, ¿qué opina usted de esto?

DR: Él jamás pretendió ser catalogado como autor de ciencia ficción ni como perteneciente a algún otro género tampoco. Ya dije que él escribía lo que él creía que tenía que escribir. En ese sentido era un escritor honesto. Él jamás intentó ser el abanderado de la ciencia ficción en el Perú. No tenía ese tipo de pretensiones.

CS: ¿Cómo era su proceso creador?

DR: Supongo que respondía a un impulso irrefrenable, sobre todo en determinadas épocas. Era una necesidad y no se imaginaba haciendo otra cosa. Decía que, como escritor, necesitaba matar algo para nacer otra vez. En ese sentido era importante poder publicar: para liberarse y reiniciar otro proceso creativo. Necesitaba crear para sentirse vivo. Le interesaba la publicación como a cualquier escritor, pero jamás se movía para ello. Lo han buscado alguna veces las editoriales para ver si tenía algo nuevo, muchas veces quedaba en nada pero él jamás insistía. Él jamás busco a nadie, nunca ha ido a las editoriales a hablar y pedir un espacio, nunca. No tengo ningún recuerdo de él buscando popularidad o editoriales que le publiquen algo o marketéandose. El decía que estaba contento con sus catorce lectores.

CS: ¿Siente que el escritor logró sus objetivos, realizó sus metas como artista?

DR: No creo que él se haya trazado objetivos ni metas como artista. Escribía porque era inevitable y sentía que no podía hacer otra cosa. Escribió como quiso y lo que quiso. Si se podía publicar, bien, si no se podía, qué pena pero, bien también. Él decía: “Si lo que escribo le gusta a alguien, podrá leerlo, lo que he escrito ahí está, al que le interese que lo lea, lo que tuve que decir en su momento ya lo dije, al que le llame la atención y quiera leer más, ya lo buscará. Los libros están allí”.

CS: ¿Se le puede considerar como escritor de ciencia ficción?

DR: Sí, claro que se le puede también considerar como tal y recalco el “también”, porque además hacía otras cosas. Aquí entramos en la necesidad de catalogarlo con lo cual se corre el riesgo de reducirlo o limitarlo, lo cual sería injusto. Es sin duda un escritor de ciencia ficción pero, más adelante cerrando etapas, pasó a una etapa más introspectiva, y así fue alternando. Yo creo que lo que pasa aquí en el Perú y no sólo en el Perú, es que la gente que se supone que entiende, trata de etiquetar a los escritores. A Pepe no tenían como etiquetarlo, cómo clasificarlo y eso ha hecho que se le trate injustamente. Es que era un escritor atípico para el Perú. Por esa necesidad de catalogarlo, alguien lo nombró incluso un escritor judío cuando no es un escritor étnico tampoco. Pepe dijo alguna vez que en todo caso era “un judío que escribe”, que es muy diferente a ser un “escritor judío”. En la trilogía De mujeres y heridas, en la novela Ningún Dios, muchos de sus personajes son judíos y tal vez por eso lo digan. Esa novela es lo más cercano a una novela autobiográfica, que empezó como un homenaje a sus padres. Si bien allí se trata el tema del destierro, yo lo entiendo más como un destierro existencial.

CS: Personalmente califico su estilo como “metafísica-ficción”, pero ahí surge el problema de definir lo que es metafísica-ficción y proponerla dentro de la vasta taxonomía de la Literatura. Pienso que José B. Adolph es un autor inclasificable, pero se le considera como el máximo representante de la ciencia ficción, en un país en el cual este género adolece de representantes. Por eso muchos opinan que su contribución al género es indispensable.

DR: No me gusta mucho la denominación de “ciencia ficción” para el tipo de literatura que él hacía. Será por los prejuicios que hay contra ese género considerado por muchos como literatura menor. Muchos ya tienen anticuerpos de solo escuchar ese término y no lo toman en serio. Yo no sabría cómo clasificar ese tipo de literatura. Tal vez me gusta más el de “literatura fantástica”. Pero el hecho de ser uno de los fundadores de la literatura fantástica en el Perú, no significa que no haya incursionado positivamente en otros campos también.

CS: ¿Recuerda alguna anécdota especial del escritor?

DR: Sí, por diversos motivos, en diferentes momentos de su vida, diferentes psicólogos le tuvieron que hacer tests psicológicos y en todos los informes siempre concluían como rasgo negativo, que era “muy inmaduro y que tenía excesiva tendencia a la fantasía”. Será eso lo que hacía de él una persona tan especial, adorable y encantadora.

CS: Finalmente —sé que va a sonar un poco inesperado de mi parte—, pero siento curiosidad por saber cuál fue el último libro que el autor estuvo leyendo.

DR: Estaba releyendo “A century of Science Fiction (From Jules Verne and H.G. Wells to Arthur C. Clarke and Isaac Asimov)". El marcador indica que le faltaba leer el ultimo cuento “Cease Fire” de Frank Herbert, que empieza en la página 362.

lunes, 22 de agosto de 2011

Deepsix (Jack McDevitt)



La piloto Priscilla "Hutch" Hutchinson continúa sus andanzas por el universo iniciado en Las máquinas de Dios. En esta oportunidad, unirá su destino a los expedicionarios atrapados en Maleiva III, planeta también conocido como Deepsix, y que está condenado a la extinción: una gigantesta estrella está ingresando a su sistema y va a destruir el planeta, que ha despertado el interés de la humanidad a causa de las ruinas y fauna que se han hallado en su superficie.


La acción de Deepsix no es muy compleja: se trata de un grupo de expedicionarios que han quedado varados en un planeta al borde de su destrucción, y que deben arreglárselas para sobrevivir y escapar del mismo. Mientras el tiempo para la destrucción se acorta, los expedicionarios irán desentrañando los misterios del planeta (si hubo vida inteligente, ¿cómo desapareció? ¿hubo sólo una o varias especies inteligentes? ¿cual fue su verdadero nivel tecnológico?), al tiempo que, como personajes, ofrecen sus particulares puntos de vista en torno a los problemas de siempre de la humanidad: la amistad, la religión, el sexo, la curiosidad. Crea cierto desasosiego que, nuevamente, se frustre la humana expectiva de encontrar vida inteligente fuera del ámbito terrestre. Es decir, sólo se hallan evidencias (arqueológicas) de la misma, pero no a sus creadores. Y para colmo, estas evidencias siempre parecen estar prontas a desaparecer.


Las escenas de acción en Deepsix están muy bien narradas, de manera que el lector parece vivir en carne propia eventos tales como ataques de insectos gigantes o terremotos provocados por la cercanía del fenómeno cósmico que está acabando con Maleiva III. De igual manera, se disfruta el toque hard de la narración, como cuando se describe la naturaleza de la catástrofe que se avecina o las extrañas y gigantescas estructuras halladas orbitando el planeta, que llevan al lector de misterio en misterio, y que hacen más apetecible la lectura de la siguiente entrega de la serie, Chindi.


Las máquinas de Dios y Deepsix son las primeras novelas de la Saga de las Máquinas de Dios, a las que siguen Chindi, Omega, Odisea y Cauldron.

Daniel Salvo

lunes, 15 de agosto de 2011

Señores del Olimpo (Javier Negrete)



Recuerdo haber disfrutado muchísimo el tomo VIII de la Enciclopedia Temática, cuyos ejemplares empastados en azul aún pueden encontrarse en las librerías de viejo del centro de Lima. El motivo: en dicho tomo se encontraba el capítulo concerniente a la mitología grecorromana, con sus historias de dioses, monstruos, héroes, hazañas y viajes extraordinarios. Por cierto, eran otras épocas, y las versiones de los mitos que pude leer estaban redactadas en un lenguaje "apto para todo público" (o sea, sin sexo).

Cómo no sentirse fascinado por esas historias, por esos mitos que aún en la actualidad generan ese sentido de la maravilla que acaba siendo primordial para el disfrute de la literatura fantástica.

Cómo no emocionarse al imaginar a Teseo enfrentándose al Minotauro, a Perseo decapitando a Medusa y convertir en piedra a sus enemigos, a Jasón y los argonautas iniciando un viaje lleno de peligros; o conmoverse ante la triste historia de Orfeo y Eurídice.

Gracias a la pluma de Javier Negrete, he vuelto a reencontrarme con muchos de esos personajes y seresa fabulosos, obviamente más crecidos, en una trepidante historia en la cual los dioses de diversas generaciones se enfrentan por el control total del mundo tal y como lo describen los mitos griegos.

Así, recorremos un Olimpo que funciona como una corte plena de intrigas y conspiraciones, que nos permite una visión de primera mano del mundo antiguo, descrito en sus menores detalles, desde las comidas y la ropa hasta la moral exhibida por dioses y hombres. Además, el autor se recrea (y nos recrea) con especulaciones en torno al peculiar funcionamiento de las leyes que rigen dicho mundo, ya se trate de leyes físicas o biológicas. Si alguna vez alguien se preguntó si los dioses podían morir, siendo inmortales, o de qué estaba compuesta la ambrosía, puede hallar una estimulante respuesta a esa y otras cuestiones en este libro. No estamos, pues, ante una nueva "versión" de los mitos griegos, sino ante una obra plena de imaginación y sentido de la maravilla, narrada de tal manera que nos hace sentir en carne propia las angustias propias de seres cuya naturaleza difiere radicalmente de la humana. Desde los dioses olímpicos de belleza sobrehumana hasta los lovecraftianos gigantes hecatónquiros

Las narraciones de las batallas entre los dioses y otros seres mitológicos, como los gigantes, por ejemplo, o la descripción de armas mágicas, son una lección a tomar en cuenta por parte de aquellos escritores que quieran incursionar en la narrativa épica.

Y el giro que toma la novela al final, un giro que cambia radicalmente la perspectiva de todo lo narrado hasta el momento, es simplemente de antología. Como para decirnos que los dioses no están muertos ni olvidados, incluso en nuestro descreído siglo XXI.

A ver si Negrete continúa devolviéndolos a la vida.


Daniel Salvo

miércoles, 10 de agosto de 2011

Eifelheim (Michael Flynn)










En estos tiempos, no está de moda ser creyente en nada, ni siquiera en el ateísmo. Tal vez por esa razón, Eifelheim no ha tenido mayor repercusión, pese a haber obtenido el premio Robert A. Heinlein, tal como lo anuncia la portada de la edición de Ediciones B. Curiosa premiación, pues dicho galardón se ha instituido para aquellas "obras publicadas en la ciencia ficción y escritos técnicos que inspiran a la exploración humana del espacio”, y en Eifelheim, aunque se habla del espacio (exterior e interior), no hay viajes espaciales propiamente dichos.



La acción transcurre en dos momentos distanciados en el tiempo: uno es la Edad Media Europea, en un pueblito perdido en las inmediaciones de la región conocida como la Selva Negra, en la actual Alemania; y el presente, donde el historiador Tom Schwoerin descubre la existencia de Oberhochwald, llamado después Eifelheim, respecto al cual descubre evidentes intentos de borrar su existencia y ubicación. ¿Por qué tanto esfuerzo por borrar una aldea de cualquier registro? ¿Por qué las crónicas de la época hacen referencia a Teufelheim (lugar del demonio, si mis exiguos conocimientos de alemán no me fallan), y previenen a todo viajero de transitar siquiera por sus inmediaciones?



Estas cuestiones dan inicio a una reconstrucción sumamente detallada (en ocasiones, exageradamente detallada para tratarse de una novela de ciencia ficción) de la vida y costumbres de la aldea en cuestión, en la cual los personajes ilustrados son, como no podría ser de otra manera, miembros del clero, destacando el sacerdote Dietrich, quien servirá de nexo entre señores y siervos, entre pobladores y viajeros, y para su posterior sorpresa, entre terrestres y seres de otros mundos que serán conocidos como los krenken. No en vano ha estudiado en París con figuras de la talla de Guillermo de Ockham, y posee, además de una inquebrantable bonhomía (que lo lleva a ser bastante comprensivo con los pecados de su grey), una aguda inteligencia que nos recuerda a otro famoso franciscano de ficción, Guillermo de Baskerville, pero en una versión más entrañable.



Justamente, el rol de Dietrich será crucial para el desarrollo de los eventos en Eifelheim: la siempre precaria paz será interrumpida por un evento extraño, una explosión seguida de un gran resplandor, que intriga y atemoriza a los moradores de la aldea, quienes pronto comienzan a propalar rumores sobre demonios que han sido vistos a plena luz del día, en las profundidades del bosque.



Las averiguaciones del caso llevan a la sorprendente revelación de que una nave estelar, con tripulantes procedentes de otros mundos, ha descendido en los bosques de Eifelheim. Estos seres extraterrestres, con apariencia de insectos gigantes, pasan de ocultarse de los humanos a entrar en contacto con los pobladores. Nuestro sacerdote será el encargado de lograr que ambas especies -los humanos y los krenken - lleguen a una convivencia pacífica.



Y es aquí donde se desenvuelve, en todo su esplendor, la trama de Eifelheim, como una suerte de declaración de esperanza en lo mejor que puede ofrecer la humanidad, aún en un contexto como la edad media europea, de la cual nos han hablado pestes, pero que se revela como un tiempo en el que, al igual que el nuestro, hubo personas y proyectos de vida, sueños que se lograron y otros que se truncaron, ignorantes y sabios, malvados y héroes... Y en este caso, seres extraterrestres.



No la tiene fácil el autor para generar la convicción en el lector de que un grupo de extraterrestres varados en una aldea medieval sean acogidos pacíficamente por sus moradores, y que el contacto con humanos lleve a seres tan disímiles a valorar y adoptar modos terrestres de pensamiento y creencias (tenemos el caso de Johan Sterne, "Juan de las Estrellas", un krenken que se "convierte" al cristianismo, ejemplo que será seguido por otros de su especie). Quizá hay más fe que argumentación para que tales eventos se produzcan, pero no deja de ser una visión bastante esperanzadora la de un universo pleno de formas de vida que pueden llegar a comprenderse unas a otras.



De hecho, el impacto que la sociedad y pensamiento terrestre ejercen sobre los krenken es trascendental para los extraterrestres, pues los lleva a cuestionar sus propios esquemas mentales y filosóficos, al punto de generar división entre los mismos. No estamos pues ante extraterrestres "superiores", salvo en su tecnología que, sin embargo, llega a ser comprendida, utilizada e incluso reproducida por los terrestres.


Hay un lado "hard" que, siguiendo acaso cierta moda "new age", llega a mezclarse con una visión mística de la física que haría posibles los viajes interestelares, desarrollado en la parte de la novela que transcurre en el presente, que culmina además con el más sorprendente de los hallazgos, el cual confirmará un sinnúmero de hipótesis, siendo la principal de ellas la existencia de otros mundos habitados por seres inteligentes, así como la comprensión final de los principios que posibilitan la navegación interestelar.




Una obra notable y plena de un humanismo esperanzador, que merece mayor difusión.



Daniel Salvo

lunes, 8 de agosto de 2011

La Tierra permanece (George R. Stewart)






Muchas veces, las historias sobre catástrofes permiten el lucimiento heroico del o los protagonistas, quienes devienen en seres capaces de enfrentarse a cualquier adversidad y de reconstruir, siempre acompañados de la mujer ideal, la civilización ellos solos. Con algo de nostalgia bíblica, bastarían un hombre y una mujer para que la civilización humana no muera.


Quien tenga esta amable e ingenua idea de un futuro post-catástrofe, la perderá al leer esta novela. En ella, prima una visión tan realista de la vida que podrían llevar los sobrevivientes humanos "después" del fin del mundo, que le hace a uno retractarse de esas ocasiones en las que piensa que sería mejor que todo acabase.


La novela tiene tres partes, vistas desde el punto de vista del protagonista, el geógrafo Isherwood Williams. Durante una excursión campestre, Isherwood es mordido por una serpiente venenosa, quedando gravemente enfermo. Tras un período de convalecencia, Isherwood despierta a un mundo que ha sido asolado por una plaga mortal, que prácticamente ha borrado a la humanidad de la faz de la Tierra.


Comienza así el deambular de Isherwood por Norteamérica. En su condición de único sobreviviente, puede disponer de vehículos, comida o lo que encuentre en forma ilimitada. Tras una infructuosa tentativa de dar con sus padres, Isherwood se dirigirá a Nueva York y otras ciudades, mientras descubre que no es el único sobreviviente. Por diversas razones, Isherwood no se integra a los grupos humanos con que se encuentra.


Pronto, Ish, que así se le llama por el resto del libro, empieza a sufrir a causa de su soledad. La aparición de Emma, quien se convertirá en su pareja, marca un punto de inflexión en su vida. Decide establecerse con Emma en su antigua residencia, ubicada en la costa oeste, exactamente en la Bahía de San Lupo, cerca de los bosques. Decide que una pareja no es bastante para formar un grupo humano, por lo que decide buscar a otros sobrevivientes, con quienes formará un grupo humano que con el tiempo se llamará a sí mismo la Tribu. Los miembros del grupo empiezan a tener descendencia, lo cual lleva a Ish a una serie de reflexiones acerca del futuro de la humanidad. Pero, como puede constatar, el grupo de sobrevivientes del que forma parte no se caracteriza por la brillantez intelectual de sus miembros. Objetivamente, Isherwood es el más dotado del grupo, sin considerarse a sí mismo una lumbrera. Con esto asistimos a la primera desmitificación: los sobrevivientes son un conjunto de personas comunes y corrientes, sin mayores atributos. De hecho, en algún momento, se critica a dos clásicos de supervivencia, como Robinson Crusoe (perdido en aburridas divagaciones teológicas) y los Robinsones suizos (quienes se limitan a sacar cualquier cosa que necesiten de un barco hundido). Ante las angustias de Ish, Emma aporta el punto de vista práctico y realista, que se limita aceptar las cosas tal como son, lo cual reconforta y al mismo tiempo desespera a Ish, deseoso de que los avances de la civilización no se pierdan.


Los primeros años de constituida esta comunidad transcurren con cierta placidez. Aún pueden disponer de energía eléctrica y agua potable, aunque por tiempo limitado. Los sobrevivientes continúan de un modo u otro con el estilo de vida que tenían antes de la catástrofe. Isherwood es el jefe no declarado de la Tribu. La cantidad de alimentos almacenados y enlatados existentes en la ciudad permiten una supervivencia sin mayores dificultades. La tribu se dedica a crecer.



La segunda parte de la novela transcurre dos décadas después del nacimiento del primer hijo de Isherwood. La nueva generación constituye un reto para Isherwood, puesto que ninguno de los nuevos miembros parece mostrar mucho interés por su plan de reestablecer la civilización. Más aún, esta nueva generación, nacida en un mundo radicalmente distinto al de Isherwood, pronto evidencia problemas de comunicación. Muchos conceptos como "Estado", "continente", "kilómetro", considerados básicos para los sobrevivientes, devienen en palabras carentes de sentido para los miembros más jóvenes.Uno de los hijos de Isherwood y Em, Joey, da muestras de talento y curiosidad, las que despiertan en Isherwood cierta esperanza: por fin ha tenido un hijo a quien legarle su conocimiento, encargado de encender de nuevo la llama de la civilización. El contraste entre Joey y sus hermanos (de los cuales casi no se nos cuenta nada) es evidente. Isherwood intenta impartir lecciones en un local a modo de escuela, pero los alumnos, salvo Joey, asisten con poco entusiasmo. Poco preparados para las catástrofes, los miembros de la Tribu serán atacados por una enfermedad mortal, que cambiará en forma dramática el destino proyectado por Isherwood.


El tiempo sigue pasando. Los primeros integrantes de la Tribu van muriendo, incluso Emma. Isherwood se queda solo por un tiempo, hasta que sus descendientes, quienes han entrado en contacto con otros grupos de sobrevivientes, le consiguen una nueva pareja. Isherwood la acepta y llegan a tener descendencia. Pero se sigue haciendo viejo, de modo que la mujer, de la manera menos dramática posible, dejará a Isherwood para irse con un hombre más joven, lo cual es recibido con alivio por parte de éste.


Al quedar como último sobreviviente del grupo original, Isherwood se convierte en algo similar a una deidad. Todos se dirigen a él como "Ish", empleando un tono reverencial cuando se dirigen a él. Es el Último Americano (entiéndase "norteamericano", por favor. Me pregunto cuándo llegará el día en que los gringos entiendan que todos los que habitamos sobre el continente denominado América somos "americanos"), el último representante del pueblo misterioso que construyó el mundo que los jóvenes conocen, el pueblo que construyó los edificios, los vehículos, acaso los montes y los mares...


Isherwood nada puede hacer por detener esta vuelta a la superstición. Empero, ve con agrado que una de sus ideas, enseñarles a utilizar el arco y la flecha, ha prendido con éxito en la Tribu. Nunca más necesitarán de los alimentos en conserva, cada vez más escasos, sino que estarán en condiciones de procurarse su propio alimento. De meros consumidores, han pasado a ser cazadores, dispuestos a abandonar su lugar de nacimiento...


La tercera parte del libro, bastante breve, relata los últimos días de Isherwood, su relación con sus descendientes y su salida del lugar de residencia, debido a una catástrofe que asola San Lupo. El momento de su muerte, a la cual asiste con la plenitud de sus facultades, es hermoso pero triste, puesto que transcurre en medio de un puente, que simboliza el tránsito entre una edad perdida, la de Isherwood, y la edad nueva de los hombres del futuro, edad que éste no verá.


Estamos ante una magnífica novela, excelentemente escrita, tanto, que por momentos inunda al lector de pena por el destino de ese grupo de sobrevivientes, quienes observan cómo se deterioran y se pierden los últimos restos de su civilización. La esperanza reside en los hijos de Isherwood, quienes tomarán un camino que nadie puede predecir. Pero no es el fin del mundo, después de todo...


Como recuerda el Eclesiastés, "los hombres van y vienen, la Tierra permanece".





Daniel Salvo (reseña publicada originalmente en Velero 25, setiembre de 2003)

viernes, 5 de agosto de 2011

Guerra mundial Z (Max Brooks)










Un libro de esos que sólo queda aplaudir. Un libro de zombies que, sin embargo, no es de terror. Al contrario, casi podría decirse que es humorístico, de no ser por la visión pesimista que tiene el autor respecto al género humano.


"Guerra mundial Z" tiene una construcción curiosa: se trata de un vasto conjunto de entrevistas efectuadas a diversos sobrevivientes, de toda nacionalidad y condición, al evento conocido como la Guerra mundial Z, a saber, cuando una plaga de muertos vivientes asoló a la humanidad entera. Los entrevistados van revelándonos, de un lado, cómo se inició y cómo terminó la plaga, y de otro, las estrategias que debieron asumir para sobrevivir a tan insólito entorno.


La novela no proporciona explicaciones para los eventos narrados. Simplemente, un buen día apareció un zombie y al día siguiente hubo más, y luego muchos más... Y la humanidad tuvo que afrontarlos.


Ahí radica lo interesante de la propuesta de Max Brooks: no el contarnos episodios gore de hordas de zombies devorando cuanto humano se cruce en su camino, sino el mostrarnos lo estúpido y lo sublime de la condición humana ante tales condiciones. Son de apreciarse los capítulos dedicados a la tecnología militar y cómo se vuelve obsoleta ante un enemigo que ya está "muerto", o el dedicado al puñado de "celebridades" que han conseguido un refugio - paraíso en una isla totálmente a salvo de la invasión zombie, pero no a salvo de su propia estupidez. En medio de lo tétrico que pueda parecer el escenario, este episodio con seguridad arrancará más que una sonrisa al lector.

Nadie está a salvo de los zombies, parece decirnos el autor. Ni los buenos, ni siquiera quienes orbitan la Tierra en alguna estación espacial. Carentes de toda coherencia, las masas tendrán que renunciar a esperar apoyo o consuelo alguno de los poderes formales en curso, y tendrán que desarrollar sus propias estrategias de sobrevivencia, desde el atildado abogado que aprenderá a usar una pala a los estudiantes que logran convertir universidades en fortalezas. Más que contra los zombies, en la Guerra mundial Z, la humanidad tendrá que luchar contra ella misma.



Y ni siquiera al final podremos estar seguros respecto a quien obtuvo la victoria.

Daniel Salvo

jueves, 4 de agosto de 2011

Horizontes de fantasía (Carlos E. Saldívar)

Nuestro habitual colaborador, casi co-redactor de Ciencia Ficción Perú, Carlos E. Saldívar, nos honra con el prólogo a su excelente libro de cuentos "Horizontes de fantasía", publicado en 2010. Con el iniciamos la nueva época de "Ciencia Ficción Perú", espero que les guste.








16 horizontes fantásticos (1)




A veces, la gente que me conoce me pregunta: ¿por qué escribo? ¿De dónde nacen esas ganas para contar hechos asombrosos o cotidianos? No encuentro respuesta para ambas cuestiones, simplemente les digo que escribir (que es un acto solitario) es para lo que sirvo. Las personas en general son buenas en algo y, la mayoría de veces, se desempeñan en ese algo. Hay personas que no sirven para nada, aunque ese es un tema que no viene a colación. De alguna manera, pienso que los seres humanos desarrollan habilidades a lo largo de su vida, pero a su vez, han nacido con ciertos caracteres que los hacen distintos de los demás seres y les proporcionan, también, la facilidad de hacer cosas que otros no podrían hacer tan bien como ellos. En mi caso escribir representa: hacer aquello en lo que soy bueno. Y lo hago siempre que puedo. Las energías nacen de la nada y dedico mucho tiempo y atención a esta actividad. Debo reconocer que para mí no representa un «trabajo», en todo el sentido de la palabra pues, a mis veintisiete años, nunca me han pagado por los cuentos que he publicado. Y no han sido pocos. Lo que deja constancia de que escribo porque amo hacerlo, porque, como decía ese genio que se llama Stephen King: «no hacerlo es suicida». Tampoco lo considero un hobbie. Muchos piensan que sólo escribo, que no ocupo mi tiempo en otra cosa. No es cierto, he trabajado toda mi vida, aún lo hago, y cuando llego a casa después de un día agotador, enciendo mi 486 (que ya se ha malogrado dos veces) de la época de los dinosaurios y pongo manos a la obra. Toda actividad solitaria implica un sacrificio; también, una gran satisfacción; he escrito a la fecha infinidad de relatos, algunas novelas (que espero publicar pronto, al menos un par de ellas), y he aprendido tanto durante estos años, que he tenido oportunidad de hasta dar clases. Como decía, escribir representa un sacrificio en un país donde publicar es casi una actividad insana. Sin embargo, una vez que se tiene el cuento entre manos, es como haber traído un hijo al mundo. No entendemos el cómo o el por qué, solo sabemos que es un fenómeno maravilloso.


Mi primer libro de cuentos lo publiqué en el año 2008. Era un pequeño texto de menos de cien páginas titulado: Historias de ciencia ficción, el cual recibió muy buenos comentarios por parte de los entendidos, aunque siempre se mantuvo dentro de un circuito restringido. Es un libro que significa mucho para mí pues me permitió exponer problemas teóricos y humanos que por ese entonces (y hasta hace poco) abarcaban mis pensamientos. Hubo cuentos agradables, lo sé. Algunos de ellos habían aparecido, o luego aparecieron, en revistas profesionales como Argonautas, editada por Jorge Luis Obando (y dirigida por su servidor) y Velero 25, dirigida por Víctor Pretell. Fue un libro que me permitió ingresar al mundo de la literatura por la puerta chica. He descubierto un mundo que se enlaza con mi propio universo. Creo que mi mundo interior se refleja en los cuentos que escribo. Conocerlo depende de usted, amable lector.


Nunca he sido bueno hablando de mí. Opino que todo lo que debe decirse sobre un cuento se encuentra en las palabras que conforman dicho texto. Lo demás sobra, sin embargo explicar la génesis de un relato o el contexto en el cual éste fue escrito resulta muy interesante. Ahí tenemos los cuentarios de Isaac Asimov, por ejemplo. Aunque no me agrada imitar a los demás. No escribo siguiendo modelos. Detesto mencionar, como otros lo hacen siempre, a los sumos pontífices de la literatura latinoamericana: García Márquez, Borges y Cortázar, aunque este trío me encanta y podrá, usted, notar la influencia de estos tres maestros en los cuentos que está a punto de leer. Pero no, no me gusta admitirlo. Porque, así como los tenemos a ellos, existen por lo menos un centenar de escritores a la par de buenos a los que nunca se les menciona. Ya nombré a algunos en la primera parte de mi exposición, ahora menciono a otro: Philip K. Dick. En su tiempo, un genio incomprendido; hoy, un buen modelo literario a seguir. Invito a los lectores a degustar sus cuentos. Pueden descargar su obra completa desde Internet. Yo lo hecho (sí, que las editoriales me demanden), gracias a la red he podido leer libros que nunca hubiera podido conseguir en papel, ya sea por el exceso de costos o porque, simplemente, no llegan a este lado del charco.


Hablemos de la ciencia ficción: escribirla es difícil, yo aún no sé como nombrarla: «ciencia ficción», «ciencia-ficción», «SF», «CF», «C-F», aunque eso no importa. Es un género bello. Hay que investigar mucho para lograr un relato de calidad. Mi nivel científico no es muy alto (tampoco es bajo), conozco datos que la mayoría no conoce, por ejemplo: que la «materia oscura» abunda en el universo y los científicos aún no saben qué diablos es. La ciencia ficción implica un trabajo duro, pero un buen cuento del género es un manjar para los que disfrutan de la lectura.


La lectura, ese es otro tema.


Quisiera confesar un pequeño secreto: me gusta escribir textos sencillos, textos que las personas que no están acostumbradas a leer puedan asimilar con facilidad. No puedo solucionar el problema de la no lectura, de la dislectura (leer y no comprender) o del analfabetismo, no obstante puedo aportar mi pequeño grano de arena creando cuentos que pueda disfrutar cualquier persona con un mínimo de criterio sobre la realidad... y sobre la irrealidad. Creo que prefiero escribir C-F, fantasía y terror; al menos del primer género he escrito y publicado muchos cuentos (varios de ellos en revistas profesionales), del segundo y tercer grupo sólo he publicado unos pocos relatos. Me gusta también el misterio y el realismo, ambos géneros forman parte de mi producción inédita a la fecha y espero que puedan formar parte de publicaciones futuras. Cuido mucho el lenguaje y el estilo, aunque no me considero un experto y ese trabajo se lo dejo al corrector, mas debo admitir, para esta entrega yo mismo he realizado la corrección estilística. La razón: el tiempo, no estaba seguro de publicar este libro, tenía otros dos listos, ambos de cuentos de horror que quizá no hubieran sido apropiados para los adolescentes. Por eso opté por reunir dieciséis cuentos de fantasía y ciencia ficción escritos entre 1997 y 2007, once años que representan mi mayor etapa de producción literaria.


No voy a extenderme mucho con esta introducción porque la ficción nos llama como sirenas cantando a un marinero, nada más quisiera hacer unos comentarios breves sobre los cuentos que forman parte de este volumen.


He reunido estos relatos, pensando, como dije, que este libro formará parte del plan lector de algunas escuelas y creo que mi elección de las narraciones en cuestión ha sido correcta. Algunos textos podrían resultar demasiado alucinantes, pero en ningún caso van a aburrirlo, lector. Y si usted es de los que sabe leer entre líneas, entonces disfrutará los cuentos aún más. Me pareció justo incluir textos que escribí siendo adolescente pues éstos serán leídos por adolescentes. Mi yo a la edad de quince años ya escribía cuentos y el hecho de que otro joven de quince o dieciséis años pueda leerlos hoy me llena de una curiosa sensación de diálogo más allá del tiempo. Son cuentos muy importantes para mí, fueron concebidos en diversas etapas de mi vida y muestran un desarrollo artístico agraciado.


«Una nueva historia» fue concebido en 1997, lo escribí en papel, al igual que muchos otros cuentitos, en un viejo cuaderno de colegio que por milagro he conservado (y desmenuzado).


«Rosado» es mi cuento favorito del libro, uno de los más breves y tal vez el más complejo, ojalá, lector, pueda comprender el sentido que subyace en sus líneas.


«El vaivén extraordinario» es uno de esos cuentos que denota mi temprano interés en lo fantástico y mi excesiva tendencia a liberar la imaginación las veinticuatro horas del día.


«La historia perfecta» fue concebido para un libro de Cuentos del depósito, sin embargo lo he extraído de ahí debido a su extensión y porque representa, quizá, mi propia búsqueda de un tesoro inalcanzable.


«Lo que el cuento nos contó» es uno de esos cuentitos muy breves que hablan sobre cuentos y que solía escribir de noche y muy inspirado.


«¡Estado de shock!» surgió como un ejercicio. Transformé en cuento un breve cómic, ubicado en las páginas de una historieta del Juez Dredd, por lo que aclaro: no es una idea original mía. Buscaba relacionar el mundo de la literatura con el de las historietas para encontrar puntos de ruptura y concatenación. Aún sigo en esos trotes, de momento el cuento resultante me ha gustado.


«Yo, estólido creyente» es también uno de esos cuentos escritos con un estilo que, por desgracia, he abandonado hace muchos años, debido a mi incesante búsqueda de un estilo literario novedoso y más completo. Por cierto, es uno de mis relatos «adolphianos».


«Una cosita muy, muy pequeña» es, tal vez, el cuento que más dialogue con mi primer libro, por la temática y la personificación de... pero no quiero adelantar el final.


«El elegido» fue publicado en la revista Cosmocápsula, número 1, en diciembre de 2009, una publicación virtual colombiana de ciencia ficción que concibió sus dos primeros números el año pasado. Agradezco a su equipo editorial por ayudarme con la revisión de este relato.


«Entelequia» fue publicado en la revista Argonautas, número 2, en enero de 2007. Pasó desapercibido en dicho volumen, por eso, lector, tiene usted la oportunidad de leer de nuevo esta especie de cuento de hadas... a la inversa.


«Recordando a Alma» es otro de esos cuentos escritos con un estilo antiguo, lleno de una sensibilidad ilimitada y que escribí para satisfacer mis propias apetencias, lo cual me agrada en demasía. Ah, y es ciencia ficción, no deje que lo engañen.


«Encarar» es un texto que representa un salto de un estilo a otro, creo que en 2005 maduré como escritor y fui capaz de desarrollar nuevas técnicas para confeccionar ficciones de largo aliento. Este relato se haya influenciado por todos los escritores que se encuentran mencionados en él. Estoy seguro que más de uno podrá identificarse con el simpático Jorge, quien se enamora de la adorable Rita mientras va padeciendo una inesperada metamorfosis facial. Lean el cuento y luego me comentan si les agradó. Por supuesto, hoy en día no sé si pueda ser capaz de escribir con ese estilo que tanto me gustaba. Es el año 2010 y he madurado mucho más.


«El tiempo del mestizo» fue publicado en la revista Velero 25, número 47, correspondiente al mes de octubre de 2007. Fue el primer cuento que me publicaron en una revista profesional y es mi segundo texto favorito en este libro. (2) La versión que aquí ofrezco es la definitiva.


«Eran felices», «Historia de Tábata» y «El corazón de Nanu» fueron escritos durante un largo y sobrecogedor viaje que realicé entre fines de enero y mediados de abril de 2007. Escribí los cuentos de manera seguida, de modo que los pongo en el libro como si fueran uno solo, o parte de un mismo todo.


«Eran felices» fue escrito para un concurso al cual nunca fue enviado. Lo reelaboré en el taller internacional de creación literaria Los forjadores, donde me dieron aportes muy valiosos para poder mejorar el texto. Estoy seguro que ha quedado bien.


«Historia de Tábata» y «El corazón de Nanu» representan esa predilección por la fantasía y lo romántico que espero no dejar de lado jamás.


Amable lector, le pido ahora que disfrute de cada uno de estos cuentos. Habrá algunos que le gustarán mucho, estoy seguro. No le voy a pedir que me escriba comentarios positivos o negativos a mi correo electrónico, aunque puede hacerlo si gusta. Su interés es muy importante para mí en pos de seguir produciendo cuentos de este calibre (o mejores). No puede haber escritor sin lector y, en mi humilde opinión, es usted quien hace a un escritor.


Hasta una nueva entrega. Sé que vendrán muchas otras en el futuro. Porque tendremos un futuro por el cual esperar. Éste depende nosotros, de nuestro sentido de la moral e imaginación.





Carlos Enrique Saldivar (Lima, febrero de 2010).





(1) Este texto es el prólogo que escribí para mi segundo libro de cuentos, Horizontes de fantasía, publicado en el año 2010.



2) Descarto cuentos míos publicados en mi propia revista pues en aquel tiempo no era profesional. Con la publicación del número 4 de Argonautas en 2009, las cosas han cambiado.

miércoles, 3 de agosto de 2011

EDITORIAL: El fin de una era




El año próximo, "Ciencia Ficción Perú" cumplirá diez años (con un intervalo de un año de reposo) en línea. Desde la versión original en HTML, gracias al ya extinguido Geocities de Yahoo!, hasta la actual versión en blog, ha sido un verdadero (y a veces trabajoso) placer postear reseñas, noticias, entrevistas y creaciones (mías y de colaboradores) relativas al mundo que me apasiona: el mundo de la ciencia ficción, la fantasía y el terror.
No es que vaya a cerrar "Ciencia Ficción Perú", sino que pienso variar la periodicidad en la publicación. He notado que es más fácil actualizar contenidos cuando no se siente la presión de cerrar una edición con fecha límite. Y en los tiempos presentes, la internet permite "estar al día" con los contenidos de cualquier blog que el internauta desee.
Confieso que, en su momento, la idea en la que se basaba "Ciencia Ficción Perú" estaba muy anclada en la mentalidad editorial del siglo XX, cuando existían instancias centralizadas que, de alguna manera, hacían visibles ciertos contenidos. Para hablar en cristiano, tuve la pretensión de crear "la página" de ciencia ficción peruana, el referente obligado para cualquier internauta nacional o extranjero que quisiera conocer nuestra producción fantástica.
Pero la internet ha cambiado todo. La internet no tiene centro, y hay muchas otras páginas con excelente contenido que aportan información sobre el tema. Y seguro que surgirán más, conforme las nuevas generaciones de internautas arriben al ciberespacio y digan: "esto también lo puedo hacer yo".


Mientras tanto, disfrutemos de la ciencia ficción.




Daniel Salvo