martes, 1 de junio de 2010

Editorial: ¡Vivan los personajes de cartón piedra!



Desde hace tiempo, suele darse una discusión de nunca acabar en el ámbito de la ciencia ficción: la caracterización de los personajes. Que si son personajes de cartón piedra. Que si les falta profundidad. Que no son verosímiles. Que sí lo son. Y así.


Si bien la discusión parte de una buena intención (que las novelas y cuentos de ciencia ficción cuenten con personajes creíbles), uno se pregunta, a la luz de ciertos ejemplos, si estamos dejando de ver el bosque por ver el árbol. O viceversa.


Por que, yendo al grano, ¿para qué quiero un personaje "con densidad psicológica" cuando no es necesario? Si estoy leyendo una novela de aventuras, ¿de qué me vale que el protagonista agarre y, en un flashback, nos empiece a narrar sus traumas infantiles?


El exceso de "caracterización" de uno o varios personajes puede afectar (y mucho) el desarrollo de una novela, un cuento o incluso de una película. Sobre éste último caso, sería más que útil ver y comparar las dos versiones de "Furia de titanes", tanto la de 1981 como la actual de 2010. Mientras en la primera se sacaba el jugo a los monstruos, a la mitología, a la aventura; en la versión actual el director ha optado por "la cosa que no es", como dirían los sabios houyhnhnms de Jonathan Swift. En lugar de una película de aventuras (un peplum, vamos) con buenos efectos, se nos endilga una pretenciosidad que sólo nos induce al bostezo. ¿Nos interesan realmente las relaciones conflictivas entre los dioses griegos y sus criaturas, nos conmueve el trauma del personaje Perseo al quedarse sin familia? En otra película quizá, pero no en ésta. Y menos, con actores tan malos. No pues, queríamos personajes de cartón piedra, a Perseo quedándose con Andrómeda, a una Medusa aterradora diseñada por Ray Harryhausen y no a una patética criatura dibujada mediante Photoshop. Pero nada, se prefirió la onda "démosle profundidad al personaje" y arruinaron uno de los remakes más esperados del año.


¿Y qué me dicen de la literatura, de tantas novelas y cuentos con capítulos enteros dedicados a mostrarnos la "humanidad" de los personajes? ¿Cuántos astronautas divorciados, cuántos capítulos enteros dedicados a seguir charlas interminables para que al fin los tripulantes de una nave decidan cometer adulterio? ¿Cuántas muertes más largas que los funerales de Patroclo?


Imposible no recordar, con mucha nostalgia, la época de oro del pulp español, las maravillosas tardes pasadas con Clark Carrados, A. Thorkent, Glenn Parrish, Curtis Garland, Marcus Sidereo, Ralph Barby y tantos otros publicados por Bruguera. Con el héroe dándole al final un beso a la heroína, luego de acabar con el entuerto de turno. ¿Qué más se podía pedir?


Es cierto que no todo pueden ser historias pulp. Que tuvimos la New Wave, a Lem y a Ballard. Que la ciencia ficción es mucho más que "historias de marcianos". Pero no hay que dejar de ver el bosque por ver el árbol (¿o es al revés?): la mejor historia de ciencia ficción puede arruinarse a causa de uno (o varios) personajes con "densidad psicológica". Suficiente con que hagan su tarea dentro de la historia. Lo demás, que lo hagan en su tiempo libre. O sea, cuando no los vemos o leemos.


Daniel Salvo

Historias de ciencia ficción (comentario de Dimas Arrieta Espinoza)



LAS HISTORIAS DEL ARGONAUTA CARLOS E. SALDIVAR (*)

Dimas Arrieta Espinoza




Presentar un libro, como Historias de ciencia ficción (Lima: Edición del Autor, 2008) de Carlos Enrique Saldivar, más que venir a esta celebración es un encuentro de emociones de ver como se consagran los sueños y proyectos de hacer algo distinto que sustente y robustezca de alientos la especie humana, es decir, dotar de atisbos y luces que proporciona la solidez de la imaginación.

Los espacios de las historias de ficción y fantasía, en la literatura universal y peruana, han tenido campos estrechos y márgenes exclusivos a determinadas personas. Por supuesto, debido a la marginación que ha sido impuesta por determinado canon literario o grandes consorcios editoriales en el planeta. Sin embargo, han prosperado libros notables como los de Isaac Asimov, Serling, Bradbury, Arthur C. Clarke, Matheson, Leiber, Dick y Hoyle. Corpus de autores que son un referente obligado en esta vertiente literaria. Mientras que en el Perú, desde inicios del siglo XX, Clemente Palma se erigió como el pionero y primero en cultivar estos campos vírgenes de la creación literaria. Recientemente hemos sufrido una pérdida con la desaparición de José B. Adolph, quien no sólo cultivó la ficción, sino que era un promotor y entusiasta al que hoy justo Saldívar le hace un merecido homenaje en su libro.

La imaginación es parte de la naturaleza humana. No podemos estar siempre en la misma orilla, somos constantes, continuamente cambiamos, y nos seguiremos buscando porque creo que jamás nos encontraremos, ¿o sí? No lo sé. Pero así lo han demostrado nuestras culturas milenarias, sobre todo al poner su fijación hacia otros espacios siderales, interiores como exteriores, de cuyo recipiente textual extraían vastas y profundas informaciones. Nos han dejado otros espacios para la lectura que, por supuesto, no está en esta grafía occidental, valerosa también por supuesto que está en los libros, sino, los invito, apropiémonos por un momento ¿qué nos quiere decir esta estela de Chavín, construida hace nueve mil años? ¿Qué lecturas podemos hacer? ¿Quiénes han sido estos artistas o escritores que supieron transformar en signos semióticos algún mensaje o sentir? ¿Qué trascendencia tenía estos símbolos en las piedras, o son voces que nos hablan? Abramos más espacio: vayamos a los Nazcas y sus mensajes, sus retratos en la inmensas pampas ¿qué nos sugieren sus líneas? Por otro lado, revisemos la iconografía muchica, que relatos orales y fantásticos nos cuentan, ya sea en los huacos, en los cántaros sagrados, viejos y recientes soportes de información que permanecen todavía en ciertas comunidades norteñas.

En consecuencia, creemos que la ciencia ficción y la imaginación no sólo se ha cultivado en el mundo andino sino con mayor espesura y elaboración en las culturas amazónicas, donde la realidad pierde su rastro porque en ella no entra esa racionalidad que nos han enseñado con parámetros occidentales. De ahí ha salido una interesante propuesta a raíz de estudiar los grandes mitos amazónicos, Jeremy Narby un doctor en antropología de la universidad de Stangfor hace una propuesta en su libro: La Serpiente Cósmica, el ADN y los orígenes del saber (Lima: Takiwasi y Racimos de Ungarahui, 1997), con diez años de investigación, reúne suficientes indicios para convencerse de que la respuesta a este enigma ¿de dónde procede el saber o conocimiento?, nos dice que procede del ADN, la molécula de vida presente en cada célula de cada ser viviente y esto se ve en las alucinaciones con ayahuasca, afirma este científico.

Por otro lado, la imaginación, madriguera de la sabiduría, reservorio de la ficción, mosaico de las grandes enseñanzas, nos ha permitido a los seres humanos ir quemando etapas, conquistando estados y niveles de conciencia para poder emanciparnos de ciertas ataduras propias de nuestra estrechez biológica. Todavía, los peruanos, podemos tener puntos de concentración con nuestras culturas prehispánicas, por ejemplo, ¿qué son pues los relatos orales: los mitos, los cuentos, las leyendas? Discursos que configuran y garantizan el poder de imaginación que tenían nuestros ancestros. El mito del Naylamp, en el norte del Perú. ¿De dónde vino? ¿Cómo llegó? El discurso mítico del gran Sinonés, en la sierra piurana ¿Cómo llegaron toda una familia de sacerdotes guayacundos y místicos, grandes lectores de los astros y de la vida misma? ¿Qué misterios todavía guarda este país? ¿El origen de los incas y sus grandes fortalezas, todavía podemos seguir pensando en lo que sugirieron los cronistas? ¿Qué hay más allá de esos discursos que impusieron los primeros visitantes? Y para concluir con este punto: ¿Qué significan los discursos orales del Manuscrito del Huarochirí, recogido escrito en soporte fonológico andino nada menos que en 1608, por el extirpador de idolatrías Francisco de Ávila? ¿Qué representan esos personajes dentro de la literatura fantástica? Creo que nos quedan amplios márgenes para la reflexión y la investigación, sobre todo cuando iniciemos los auténticos proyectos para tender los rieles que nos lleven a la reconciliación y el encuentro con nosotros mismos como peruanos.

Pero, ¿quién es Carlos Enrique Saldívar?, ¿qué viene a decir?, ¿qué se propone con su primera entrega?, ¿a dónde apunta y hacia dónde va? Primero, quiero ubicar no generacionalmente, porque emerge de las canteras villarrealinas recientes, sino que estuvo haciendo o que hace todavía en su periplo académico en este centro de estudios. Por supuesto, esta es su casa, su escuela, su Facultad, su universidad. Saldívar integra la Revista Argonautas, de fantasía, misterio y ciencia ficción, que junto con Jorge Luis Obando editaron en un esforzado proyecto editorial varios números, y siguen en pie. Desde el comienzo, supieron lo que quisieron, hicieron más de lo que pudieron y se consolidaron en una alternativa con sugerentes propuestas. Por eso, en el prólogo del primer número, hacen un llamamiento a “La imaginación para poder llevar la cruda realidad. La evasión no es ni puede ser considerada como algo negativo, la lectura no puede ser una actividad ociosa porque a diferencia de ver una película o despertar rincones escondidos que nos permitiría realizar con acierto la asimilación de un discurso sugerido“. (Argonautas: Nº 1). La misión es clara, precisa, saben lo que están haciendo y apuestan por “La libertad de la búsqueda”.

De estos inicios y pronunciamientos va naciendo la propuesta de Saldívar, va ideando un proyecto con el cual hoy nos convoca para celebrarlo, y aquí estamos, sobre todo rememorando sus inicios, en especial, el manifiesto del segundo número de Argonautas: “Perseguimos palabras, alcanzamos metas y entramos en mundos oníricos que deslumbrarían a cualquiera. No muchos conocen el mundo Argonauta. Mundo de representaciones divinas y elocuentes. Somos una comunidad que tiene intenciones de crecer, no planeamos ser un planeta pero sí una chispa de estrella. Intentamos dibujar con palabras e imágenes de ilusión y deseamos que la creación literaria llegue a las mentes de todos aquellos que quieran salvar su punto de genialidad. Muchos no llegaran a entender nuestras razones de ser. Muchos no llegaran a saber siquiera de nuestra existencia, no nos interesa, no todos tienen esa parte del alma despierta donde se acumula la esencia cultural, muy pocos saben que hay más allá de las horas, sin horas, (…) Argonautas planea crear horas interminables, vivir para siempre. Los Argonautas hemos nacido, habitamos aquí, no solo hay mentes como las nuestras en este país, también la hay en el mundo entero…”.

Por lo tanto, este libro del argonauta Carlos E. Saldívar, nos parece la consagración no solo de un sueño, sino de un gran proyecto literario que, por supuesto, todavía está en agraz, pero su inicio es expectante. El libro está trabajado dentro de una unidad temática, organizado bajo los ramales que disciplina la retórica literaria. Hay una construcción de un mundo, e incluso los escenarios propician la representación que no está ajena a los vericuetos sensibles de la realidad. Pero la ficción, es cierto, traspasa estas orillas y los tiempos son abolidos porque ya no existe el pasado sino el futuro. La humanidad, se advierte, ha perdido inmensos legados y fabulosas oportunidades de ascensión, no material sino espiritual. Por supuesto, desde los griegos, hace ya más de 2000 años que Homero nos relató la Iliada y la Odisea, siempre el ser humano ha soñado conversar con los dioses. Como dice Saldívar: “El hombre es un ser puro cuando está en el aire, pero la envidia es terrible en la tierra” (pág. 15).

La fuerza y el talento, en la literatura, es la construcción misma de las historias, sobre todo que subyuguen, aplasten, muerdan nuestras ansiedades, convoquen odios, pasiones, (por supuesto a determinados laberintos y personajes por donde se erigen esas acciones). Por lo tanto, encontramos en estas historias de Carlos E. Saldívar un talento innato para crear, la inventiva fascinante de contarnos una historia, sobre todo historias tan complicadas como las que nos trasmite en este su primer libro, donde había que tener ciertos referentes literarios y maestros que te señalen el camino. Vemos una preparación antes de abordar los temas, pues así las historias tienen una secuencia narrativa: una situación inicial, una complicación, otra resolución y, por último, una situación final.

Los personajes ordenan los caminos placenteros de la lectura. Aparecen seres celestiales que quieren ser los grandes colectivos narrativos de las historias, y así se hace de un gran espacio de las acciones de este libro. El personaje más extraordinario, sin embargo, nos ha parecido que está en la historia: “El llanto celeste”, pues habla la Tierra en primera persona, el monólogo es alucinante: “Yo, la Tierra, el más bello planeta, la más hermosa esfera de la Vía Láctea, intentaré no rendirme. Soy mujer, por mi conciencia; no soy humana, soy criatura etérea, esencia, energía de las ilusiones cósmicas, he dictado una sentencia: el ser humano desaparecerá, se extinguirá para siempre su raza que nunca fue más allá de la Luna, de Marte, el sangriento planeta que murió hace incontables años” (Pág. 35). Por supuesto, pareciera que existe un pesimismo, no, existe una advertencia, un aquí nomás, y hay que recomponer el camino y la ruta. En muchos casos, se proliferan los avances de estos peligros eminentes que existen cuando se tocan tema como los que se abordan en este libro, sobre todo para la discusión.

El lenguaje es apropiado, no redunda en la jerga de términos técnicos y científicos, que en muchos casos caen los grandes referentes de las historias de este género, por cual convierten en azarosas lecturas las búsquedas de las grandes acciones en los textos, en especial, cuando se tocan esta clase de problemas. Cada texto es fácil de penetración porque el discurso está escrito limpiamente y sin marasmos retóricos.

Creemos que este libro es un aporte, pues estará ya en el corpus de los especialistas cuando se quiera tomar en serio esta vertiente de la literatura, vista también como un arte verbal. Será pues, esperemos, en un futuro no muy distante.



(*) Texto leído en la presentación del libro Historias de ciencia ficción de Carlos Enrique Saldivar el viernes 4 de Julio de 2008 en la Sala de Grados de Humanidades de la Universidad Nacional Federico Villarreal.

Las máquinas de Dios (Jack McDevitt)



Esta voluminosa novela también podría tener por título alternativo "Vida y milagros de Priscilla Hutchinson", una pequeña (y no tan hermosa) piloto de naves espaciales, cuya madre suele reclamarle no haberse casado aún. Sí. Estamos ante uno de esos personajes "con densidad psicológica", que poco o nada hacen para entretener al lector en una historia de ciencia ficción.

No es que sea una mala novela. Al contrario, la premisa de la misma no puede ser más desafiante: en un futuro cercano, la humanidad ha comenzado a explorar el espacio más allá del sistema solar, encontrando aquí y allá (proyectar el aquí y allá en años luz, por favor) inmensas estatuas y otras edificaciones de origen desconocido. Los humanos denominan a esta raza los constructores de monumentos, dedicando gran parte de sus esfuerzos exploratorios a buscarlos y a descifrar las inscripciones que acompañan a muchos de estos monumentos. Algunos planetas son descubiertos, pero se añade un enigma a otro: si bien estos planetas - antiguamente habitados por humanoides reptilianos - tienen piezas dejadas por los constructores de monumentos, éstos no formaban parte de dichas civilizaciones. Es decir, estuvieron de visita, dejaron alguna huella, pero se fueron a algún otro lugar del universo. ¿Por qué? La solución del misterio, tan intrigante como el mismo, - Las máquinas de Dios es solo la primera de una serie de novelas, ambientadas en el mismo universo - constituye uno de esos casos que nos devuelve a muchos la capacidad de asombro y maravilla que sólo puede darse en un género como la ciencia ficción... Lástima que el autor - o el agente literario de turno, o vaya uno a saber quién - no tuvo suficiente con tan magnífica intriga científica, y se aprovecha de la aventura para meternos donde no nos importa, esto es, en los conflictos, discusiones, amoríos, peleas, amistes, reflexiones y demás manifestaciones sentimentales que podrían estar muy bien en una novela mainstream pero que en esta, definitivamente, sobran. Como que provoca cierto sonrojo alguna que otra situación en la que los protagonistas se encuentran ante uno de esos momentos más grandes que la vida, pero que no parece moverles un pelo, preocupados mas bien en saber si "me quiere/no me quiere" y así.

Claro, esto podría obedecer al hecho de que la acción es vista a través de una piloto y no alguno de los otros personajes, arqueólogos o especialistas en otras ramas científicas. Vale si esto permite al autor explicar algunas nociones científicas, pero cuando cae en la tentación de intentar crear personajes creíbles mediante el expediente de dotarlos de una compleja vida sentimental, simplemente aburre. Es más, uno siente que sobran personajes, aún en una novela de la extensión de Las máquinas de Dios.

Si bien es la primera de una larga serie, aún no del todo traducida al español, Las máquinas de Dios tiene un final bastante concluyente que, sin embargo, nos deja con la miel en los labios. Esperemos que las continuaciones se centren más en lo importante.

Daniel Salvo


El inventario de las naves (Alexis Iparraguirre)







LA GRAN INVENCIóN DE ALEXIS IPARRAGUIRRE


Carlos E. Saldívar




Iparraguirre, Alexis. El inventario de las naves

Lima: Estruendomudo ediciones, 2007. 155 pp.

Alexis Iparraguirre, escritor y profesor en la PUCP, resultó ganador del Premio Nacional de Narrativa de la Pontificia Universidad Católica del Perú del 2004 (*) con este llamativo cuentario. He viajado alrededor del texto y me ha resultado una grata experiencia. He descubierto las sugerentes cualidades de Iparraguirre como artífice de un tipo de historias que a otros jamás se nos hubieran ocurrido. Su lenguaje es lírico y muy cuidado, se nota la pluma de un artesano que ha corregido una y cien veces cada palabra, frase, fragmento (notemos que Iparraguirre no es un autor prolífico, solo ha publicado este libro de cuentos mientras se haya enfrascado en la escritura de otros textos de complicada factura), y el resultado ha sido impresionante.

El inventario de las naves es un cuentario compuesto, término que le brindo para definir un conjunto de cuentos interconectados entre sí que forman parte, cada uno, de un corpus con sentido. Cada parte debe estar creada en función de lograr un efecto global. Y cada uno de los cuentos puede ser extraído de manera independiente sin que su contenido y nitidez se vea quebrantada por la insuficiencia de datos. Esto último podría verse atenuado en el texto que tenemos en frente pues, en al menos tres cuentos, podremos ver que su contenido está, en efecto, escrito en función de mostrar un efecto global. Es decir, no podrían desligarse con facilidad de los otros textos. No es una novela. Es un texto conformado por 7 cuentos. Pero hay relatos independizables (algunos han sido extraídos del libro varias veces para formar parte de antologías u otras publicaciones). Es necesario entonces hacer un par de precisiones del libro como totalidad, pero dejaré ambos comentarios para el final. Primero haré un breve e intenso recorrido por cada uno de los textos.

El libro narra algunas aventuras ocurridas en un lugar llamado: El barrio de los sueños perfumados, mundo epistémico bien construido donde los personajes, en su mayoría jóvenes, se ven inquietos, debido a la proximidad de un huracán (que supuestamente acabará con todo el lugar y por lo visto ataca más de una vez) y se ven internamente deformados por causa de una droga llamada: el menos, “sintética y azul”, y que según lo leído, permite al consumidor ver a Dios, aunque la imagen que se aprecia en verdad parece ser más compleja de lo atisbado a primera vista. Desde el primer cuento, Sábado, (que sirve de presentación a los otros) se menciona dicha droga, cuyo origen no es el barrio en cuestión, sino el extranjero (lo cual tendría mucho sentido). Cito del texto: “Gabo patea. Claro que sí, Fernando se ríe entre dientes, dicen que la hacen en Malasia...” (pág. 12).


Algunos personajes se repiten en todo el texto, existen “presencias extrañas”, un oráculo que advierte del desastre, un enano, una serie de sacrificios y un asesino. El menos está relacionado con todos los hechos y el lector atento podrá notar que cada elemento está colocado donde debe estar y tiene un significado a nivel global. Desde el principio vemos a diversos personajes juveniles sumidos en el desquiciante mundo del menos, y las constantes alteraciones respecto de sus actitudes y de su percepción de la realidad; la visión de la muerte y la presencia de cierto asesino oculto. Nótese en este primer cuento el lenguaje usado, lleno de jergas que fácilmente nos pueden situar en algún lugar de Lima. También está el manejo de los diálogos con comas, lo cual no parece molestar al lector en momento alguno. En el segundo relato, Hombre en el espejo (ya trabajado con guiones en los diálogos), obtenemos el mejor ejemplo del uso indiscriminado de la droga, una jovencita parece fusionarse poco a poco con un extraño ser proveniente de otra dimensión, un excelente cuento, muy inteligible que bien podría ser el mejor del libro, pero se ve opacado por el relato que da título al cuaderno. Voy llegando a él. El tercer texto, La hermandad de la luna, continúa por los mismos derroteros, el horror, niños expertos en Tarot y oscuros sacrificios. Muy complementario del resto. Pero si hay un texto que llama la atención, es el que da nombre al libro: El inventario de las naves, sobre unos detectives que investigan múltiples asesinatos revisando algunos pasajes de “La Iliada”, un homenaje al Borges de La muerte y la brújula, simbólico y muy preciso, continúa la línea del sacrificio. El quinto relato, Proximidad del Huracán, propone uno de esos llamados “juegos de realidad”, donde nada es lo que parece. Cuento plagado de un erotismo exacerbado, se habla ya de varios desastres que surgen uno detrás de otro. El sexto relato, Orestes, redunda sobre los efectos del menos en el organismo y mentalidad de un desafortunado personaje. El último cuento El francotirador, engloba todos los textos y redondea la idea general del libro. Aquí, aparece el artífice de las muertes narradas en el cuarto cuento. Se percibe la presencia de un viejo, el abuelo, siniestro personaje que se ubica en todo el texto y cuya insania parece verse enfrentada al peligro cósmico que se avecina. Se intuye que llegará un huracán definitivo que borrará a la población de la faz del planeta. ¿Es el menos la salvación? A descubrirlo.

Ahora las dos observaciones prometidas: Primero, este libro parece ubicarse en mundo alternativo, si vemos el Mapa 1, comprobamos su inexistencia. No es la Lima que conocemos, pero podemos asumir que lo es. Igual no importa. El secreto del goce del libro radica en su lenguaje. El estilo literario conlleva al argumento. No hay tampoco un tiempo determinado para los hechos. Pueden estar ubicados en el pasado, el presente o el futuro. Segundo, es ciencia ficción (SF), nótese que se menciona un oráculo. Un personaje (chica) con el poder de adivinar el futuro es propio de la ciencia ficción. Además tenemos la maravillosa droga, el inminente final apocalíptico, que se da (en el cuarto texto), y la descomposición de la realidad. Como anexo, quisiera mencionar un error que he notado en el quinto cuento. Cito del texto: “...pero retrocedió con la imagen de la chica masturbada...” (pág. 104). No se puede decir “masturbada”, puesto que los jóvenes le están haciendo el amor a ella. La masturbación es un acto solitario y no puede aplicarse en este punto. En todo caso podía hablarse de “sexo múltiple” o “estimulación sexual por medio de las manos”. A revisar.

Como ya he dicho, es una agradable publicación que se ve un tanto opacada por una edición irregular. Por ejemplo, en la página 63 se lee: “El inventaro de las Naves”, cuando debería decir: “El inventario de las Naves”, una falta imperdonable tomando en cuenta que es el mejor relato del libro y el que más amerita una segunda lectura. La impresión es muy ineficaz, en varias páginas se ven “huecos”, letras, e incluso palabras, que no han salido impresas. Mientras culmino esta reseña recibo noticias de que El inventario de las naves tendrá una tercera edición, esperemos que estos errores se corrijan y podamos contar con una edición perfecta y verdaderamente definitiva, la cual podrá apreciar todo aquel que hasta el momento ha perdido la oportunidad de sumergirse en su impresionante universo e ingeniosa malignidad.

Carlos Enrique Saldivar



(*) Como todo escritor constante y personaje sumido en el mundo de la literatura, me interesé en el libro El inventario de las naves y en su autor, Alexis Iparraguirre. Adquirí el volumen en su segunda edición (no adquirí la primera puesto que, cuando estuve a punto de hacerlo, me enteré que el libro sería reeditado con correcciones y en una edición mejorada en 2007) y, aunque soy seguidor de un tipo de literatura más argumental y menos retórica, siempre mantuve la expectativa por leer este libro, para descubrir el secreto de su éxito y verificar los incesantes comentarios que lo han tildado desde “incomprensible” hasta “sencillamente magnífico”.